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PATRIA Y HUMANIDAD

DESMOCHANDO LA CASA

DESMOCHANDO LA CASA

 

 

Por Lorenzo Gonzalo, periodista

cubano radicado en Miami

   Las sorpresas del Presidente Trump continúan. Siendo fiel a su discurso de “limpiar la casa”, el Presidente Donald Trump concentra esfuerzos en eliminar del Estado, un número de departamentos que considera inoperantes o innecesarias cargas para los contribuyentes.

   Una de las reducciones que se avecinan afectan al Public Broadcasting AmeriCorps, la más costosa de las estructuras estatales que lidia con la radio y la televisión públicas.

   Sin imaginarnos aún el alcance de tales medidas que, en la crítica de algunos, es innecesario porque “sólo representa unos 450 millones de dólares”, podríamos imaginarnos que algunos vejestorios de la Guerra Fría, se los tragará la taza sanitaria instalada por Trump en su nueva y blanca mansión. Entre ellos Radio y Televisión Martí, dos programas que requieren alrededor de 20 millones de dólares y apenas son escuchados por sus empleados. Por cierto, es irrespetuoso pensar que 450 millones es poco dinero porque el plan de gastos del presente año es de cuatro millones de millones de dólares. Me parece que con 450 millones podrían algunos problemas de salud de muchas embarazadas que no tienen la debida atención médica en el país.

   Si eliminaran Radio y Televisión Martí, la noticia no será bien recibida por algunos políticos estadounidense que aún se maridan, por lo general oportunistamente, con la idea de agredir al Estado y la Nación cubana.

   Estados Unidos, su establisment como se acostumbra a denominar el poder estadounidense, por retruécanos de historias mal contadas y tradiciones intervencionistas medio empolvadas, algunas de las cuales comienzan a estorbar en sus anaqueles, aún apuesta por dirigir Cuba, del mismo modo que lo hizo indirectamente en el pasado o como lo practicó con Centroamérica y algunos países suramericanos.

   Radio y Televisión Martí son uno de esos engendros, que sólo muestran la decadencia política balbuceante en algunos pocos rincones de Washington y para unas pocas personas de Miami. Es símbolo del pensamiento de los años sesenta, enlatado en la ira incontenida de un puñado de cubanos que apostaron por la invasión estadounidense y el derrumbe inminente de aquel proceso revolucionario.

   Si Trump continúa por ese camino, Radio y Televisión Martí serán historia o una vieja leyenda, desagradable para quienes rechazan las intromisiones y en este caso, también para quienes confiaron en acciones ajenas.

   Si todos los cubanos emigrados hubiesen comprendido que el gobierno cubano ha podido permanecer, a pesar de sus desaciertos, gracias al apoyo de un grupo poblacional numeroso que rechaza las imposiciones de su mayor vecino, el nivel político de las aguas habría amainado y evitarían el inminente peligro de que la generación post Castro, malentendiendo políticas de excepción aplicadas en  las convulsas épocas de la contrarrevolución y las agresiones directas, se abroquele en sus cuarteles,  limitando el desarrollo de nuevas medidas que se perfilan en el horizonte.

   Estados Unidos no invadió Cuba cuando las condiciones óptimas (digo si las hubo en algún momento) existieron y si alguna vez lo consideró en su agenda luego de Playa Girón, en la actualidad esas probabilidades son cero.

   La desaparición de Radio y Televisión Martí, pudieran ser realidad en breve.

   Su desaparición no ofrecería ningún beneficio para Cuba, pero políticamente dejaría atrás una herramienta elaborada para asegurar al Partido Republicano algunos miles de votos extras durante el gobierno de Reagan y explotado indistintamente, a lo largo de los años, por candidatos de uno y otro partido. Borraría además la percepción de una supuesta e inminente agresión material que los huracanes del tiempo sepultaron, saneando el proceso de normalización entre ambos países.

   Es posible que Cuba sea el único país donde la filosofía de no intromisión proclamada por Trump, no se aplique íntegra, por mezquinas razones electorales, aun cuando el voto cubano a favor de viajes y normalización entre ambos países, crece en lugar de disminuir. Pero las influencias malignas aún pululan por la Casa Blanca y lo hemos escuchado en sus declaraciones sobre Venezuela.

   Es un pensamiento que expreso al azar, porque con Donald, como lo llaman calladamente los pocos cubanos que apuestan por el desastre, no hay predicción posible. Incluso a veces coincide con las izquierdas y con el propio presidente Maduro de Venezuela, quien prohibió las trasmisiones de CNN casi al unísono que Trump manifestaba que “no se puede escuchar CNN”.

   El Presidente tiene problemas con la prensa porque no sabe lidiar con preguntas incómodas. Sólo falta que un día prohíba a CNN en el salón de prensa de la Casa Blanca, igual que lo hizo George W. Bush con Al Jaazera a raíz del derrumbe de las Torres Gemelas.

    Esperemos que esto no ocurra, pero no estaría mal que Radio y Televisión Martí pasen al museo de la farándula.

19 de febrero del 2017

Foto tomada de: cuba la isla infinita.blogspost.com

EL LIBRO DE LOS QUE NUNCA MUEREN

EL LIBRO DE LOS QUE NUNCA MUEREN

Luis Sexto

 

   Juan Antonio Martínez de Osaba  ingresa un nuevo título en su ya abultada bibliografía. Y con este nuevo libro titulado Inmortales del beisbol cubano, Juanito, más que Martínez de Osaba, es Martínez Osa, quiero decir, que “osa”, que su osadía sigue desafiando el tiempo y continúa acumulando méritos como historiador del deporte.

   Martínez de Osaba es admirable como ser humano: cordial, generoso, y sobre todo dedicado al trabajo, prueba ejemplar de su generosidad. Como escritor que es, además de profesor, permanece doblado muchas horas del día sobre el teclado o sobre antiguos periódicos o raros libros buscando el dato para sus proyectos.

   Ahora, con Inmortales del beisbol cubano, publicado con el sello de Hermanos Loynaz, y recién presentado en la Feria Internacional de Libro de La Habana,  ofrece a los  aficionados a la pelota, un volumen, profusamente ilustrado, de unas 260 páginas, que sintetiza, en rasgos cualitativos, la crónica o la historia beisbolera de nuestro país. No dudo de que algún conocedor pueda añadir algún nombre más a esta vitrina de letras y papel; vitrina de una especie de "salón de la fama" creado desde la literatura sobre el beisbol.

    Desde luego, Martínez de Osaba -nacido en Pinar del Río en 1947- no ahíla nombres a capricho o según el parecer personal. Su relación parte del momento en que los peloteros que aparecen en este libro inscribieron su nombre y plasmaron su rostro, unos en el salón de la fama abierto en los Estados Unidos, y otros bajo el techo de los fundados en Cuba, incluido el último,  en 2014.

   Además, cada pelotero calimbado con el título de “inmortal”,  descansa  en este libro sobre la base de sus hechos, y sobre juicios especializados, entre estos los del propio Osaba, que legitiman la exaltación al terreno paradisiaco de los que no mueren en el beisbol. Esto es, siguen vigentes ejemplificando cómo se ha  de jugar a la pelota para perpetuarse en la memoria de la conciencia nacional.

   Aquí, en Inmortales del beisbol cubano, el lector hallará nombres muy conocidos, y se topará, al menos el lector menos avezado en las interioridades del diamante,  con jugadores no tan mencionados hoy. Por supuesto, cada personaje, como ya dije, está justificado, no sólo con el brillo del salón de la fama, de aquí o de allá, sino por las cifras conquistadas con el bate, el guante o la bola. Pero tantos números se reaniman mediante la alquimia de la vida que distribuyen los textos de índole biográfica con que Martínez Osaba enriquece su obra.

   Osaba sabé qué le interesa al lector y cómo entregárselo.

   En fin, a mi me placen los libros de Juan Antonio Martínez de Osaba y Goenaga. Este ex pelotero, que “generosamente” le cedió la segunda base a Urquiola en un equipo pinareño, tiene el derecho a lanzar nueve innings, o a ser cuarto bate en la novena de los historiadores.  

   Amigos: Mi última recomendación: Inmortales del beisbol cubano es un volumen que, después de leído, uno debe conservar entre los textos de consulta.

OBRA DE EXTRAORDINARIO CALADO HUMANO

OBRA DE EXTRAORDINARIO CALADO HUMANO

Por Hugo Chinea[1]

Presentación del libro titulado La aparente cordura de las cosas, de Luis Sexto, en el Pabellón Cuba, durante la Feria Internacional del Libro de La Habana,  el 13 de febrero de 2017

 

   Estimados amigos:

   Gracias a la que considero inmerecida deferencia de su autor, tengo la íntima satisfacción de presentarles este admirable libro que Luis Sexto ha titulado La Aparente Cordura de las Cosas.

   Al adentrarse  en la lectura, uno se percata de que se trata de una exploración, de una investigación  periodística que  crece a través de los testimonios, anécdotas, y giros de la vida de los personajes, para presentarse, definitivamente, como un texto literario de factura nueva para el oficio.

   La sencilla vida de hombres y mujeres, supuestamente intrascendentes, transcurre en una coyuntura muy especial de la vida económica del país. Sus voces nos enganchan. Nos conducen por un mundo desconocido, donde se cruzan caminos de  ternura, de heroísmo, y también veredas torcidas de la conducta humana, hasta el homicidio.

   Lo simple se magnifica en la trama para ponernos al tanto de sus frustraciones y sueños, de la sostenida esperanza de volver a vivir entre el fragor de las ruedas del trapiche, del pitazo estridente; bajo el pedazo de cielo que parece soportado por la columna de humo de la chimenea del central de su batey. Esta, es su más recóndita ilusión tras  la aparente cordura de las cosas.

   Los personajes, diversos,  se truecan constantemente en la omnipresencia de uno de ellos, el Topógrafo, para contarnos una conmovedora historia. Se trata de hombres y mujeres que convivieron con este medidor de  ángulos verticales y horizontales, de espacios, de terreno para tender líneas férreas en diferentes ingenios de provincias, un protagonista más entre esos anónimos trabajadores de la producción de azúcar, y que no es otro que el propio autor de este libro.

   Luego de su andadura periodística por temáticas muy diversas, recogidas en las páginas de Trabajadores, sus textos de Prensa Latina, en la revista BohemiaJuventud Rebelde, y otros en varios libros -cuya relación aparece mencionada en la contracubierta de éste que presentamos hoy, y que incluye uno de poemas y otro de cuentos cortos-,  Luis Sexto nos viene ahora con un paisaje humano diferente.

   El sentido del honor. El amor entrañable al trabajo, y a la vida simple. La entrega por un futuro mejor. Y también la nostalgia, que Chuchú  Marcos, uno de los personajes, recrea en décimas recitadas, y otro, Longo Cabrera, por el contrario, tira el gancho de la esperanza, transitan de principio a fin las páginas de este texto en disímiles situaciones y amenas peripecias.

   La historia de centrales, ferrocarriles, de sus máquinas, esa huella del hombre en su paso por la vida apresada en su lenguaje y testimoniada en su escritura, se convierte en uso recurrente del autor como pausas, anécdotas, breves memorias, que  enriquecen  el curso narrativo del texto.

   Y, atentos, porque encontraremos sobresalientes interpretaciones de prestigiosas personalidades sobre la deslumbrante belleza de nuestra naturaleza, de tendencias literarias, y de filosofía de la vida, que nos harán reflexionar.

   Nada es generosamente gratuito. Cada palabra, cada lúcida referencia, está intencionalmente plantada como piezas precisas, imprescindibles, en la armazón de una arquitectura literaria.

   Lo que en apariencias resultaría poco atractivo de contar se torna trascendente, porque como casi todo, el detalle, la circunstancia de la vida del individuo que la encarna, constituye el combustible que anima a lo que, reunido en lo multitudinario y diverso, solemos llamar pueblo. Y es en esta partícula de lo diverso de donde el autor extrae toda una enseñanza de la contradictoria vida de estos tiempos, para mostrárnosla en una excelente dimensión, donde el ritmo, y la belleza del lenguaje, nos ponen a pensar si no se trata de una aparente cordura para mostrarnos una realidad novelada.

   Los hechos duros del derribo de paredes y el desmontar de piezas de centrales, el silencio, la  desoladora visión de las ruinas esparcidas como restos de cadáveres, comprimen el corazón, inundan los ojos. Sin embargo nada mata la esperanza de estos seres dolidos. Saben, presienten, que es la esperanza su único sostén, y que algún día, de nuevo, sonará el pitazo estridente del central, crujirán las máquinas, se perfumará el ambiente de olor a guarapo, caña y miel, y su pedazo de cielo volverá a estar sostenido por la columna de humo de la chimenea de su central.

   Premio Nacional José Martí, de la Unión de Periodistas de Cuba, por la obra de su vida, Luis Sexto hace una vez más gala, esta vez crecida, de su oficio de explorador y cómplice, al regalar al periodismo y la literatura cubana, una obra de extraordinario calado humano, escrita con esa cordura suya, la  apetecida y reclamada por José Martí para el periodista que debe ser, como lo es este autor: “látigo con cascabeles en la punta”.

Muchas gracias.

 



 

[1] Narrador cubano. Nació en Sancti Spíritus, el 1 de abril de 1939.  Autor Contrabandidos (cuentos). Premio UNEAC, 1972; Los hombres van en dos grupos (cuentos, La Habana). Colección Cocuyo. 1977; De las raíces vive el árbol. Contemporáneos UNEAC 1882

LUIS SEXTO, EL AZÚCAR Y EL DINOSAURIO

Por Enrique Milanés León



   Como Juan Preciado, que un día, según Rulfo, se fue a Comala buscando a su padre —«un tal Pedro Páramo»—, Luis Sexto suele viajar por su Isla buscando un central. Ingenioso como es, decidió sumarnos a todos al periplo colocando en el catálogo de la editorial Pablo, de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), su último libro: La aparente cordura de las cosas, en el que se enfrasca en salvar disímiles voces de bateyes azucareros antes de que la brisa se las lleve, como hizo con extintas chimeneas.

   El autor, Premio Nacional de Periodismo José Martí por la obra de la vida, acogido a una jubilación también aparente, nos asoma al impacto que tuvo, en la vida de miles, el proceso de restructuración azucarera que obligó a muchos cubanos a realfabetizar sus manos para el ejercicio de nuevas labores desde el momento mismo en que comprendieron que también los gigantes —los centrales, en este caso— pueden caer vencidos en el campo de batalla.

   En una ínsula llena de Quijotes tan porfiados como el original, Sexto sigue, desde centrales que conoció de lejos o de cerca, incluyendo algunos donde comenzó como técnico su extensa cuartilla laboral, ese rastro que, cual los viejos molinos de La Mancha, evocan aquí glorias centenarias no menos hidalgas: las del trabajo.

   Literatura hecha con la constatación periodística, expone, a partir del perenne preguntar del reportero, historias y trazos de vidas que, aunque pertenecen a uno u otro, alcanzan la verosimilitud requerida para encajar en el paisaje de relaciones vitales de cualquier central. Y como 40 y tantos años de ejercicio periodístico marcan las letras del autor, él no se anda con rodeos para intercalar, en las peripecias de personajes nobles como el guarapo, estampas de la ponzoña que la errada conducción empresarial y/o la mala fe causaron aquí, allá y acullá.

   Aunque se corte una rama, queda intacta la raíz. Pese a las bajas de decenas de colosos, somos todavía un país de azúcar, y así como casi todos lamentamos la defunción abrupta de un central, una parte importante de los cubanos tiene familias o afectos a la vera de una chimenea, de modo que los tres personajes principales de La aparente cordura de las cosas —el topógrafo, el periodista y Cuchú Marcos— cuentan cosas interesantes en campo y ciudad.

   Luis Sexto recrea el complejo —agrícola e industrial, pero principalmente humano— mundo de estas fábricas. No faltan entonces las desgarraduras del amor, los conflictos laborales, las estampas humorísticas y los matices de honda implicación política en un gremio que ha resumido, como pocos, el nacimiento y avance de una nación que no repite a otra ni deja margen a su réplica.

   Los pasajes sobre la nacionalización y la búsqueda de cuadros directivos en tiempos en que cambiaron los nombres en las torres porque cambiaba el país, pueden asumirse como páginas del largo reportaje que es nuestra historia, pero escritas con la sensibilidad de quien siempre ha dicho, en los medios y en las aulas, que en periodismo vale tanto el qué se dice como la manera de hacerlo.

   Es este un libro de vistas y entrevistas, de diálogos ásperos y tibios susurros, de interesantes controversias. Entre estas últimas pueden citarse la que la locomotora —en su momento, algo así como la computadora actual— sostuvo con el fotingo que llegara después, el duelo entre la caña y el paisaje, y hasta la manera dispar en que la poesía cubana cantó y lloró a esa novia esmeralda que, a su modo y en sus días, se convirtió en la mayor terrateniente de la Isla.

   Mientras cuenta como narrador, en La aparente cordura de las cosas Luis Sexto se cuida del más delicado enemigo que pueda tener un periodista: el azúcar. No compuso un texto almibarado porque con semejante recurso mal podría enhebrar la fina aguja que se necesita para tejer historias humanas de un mundo que a menudo —prensa «de informes» incluida— creímos un mero parte de números.

   Así como el sabio cubano Álvaro Reynoso decía que «el azúcar se hace en el campo», Sexto sabe que su historia y su literatura también nos invita, desde un batey cualquiera —¿será Comala?—, a encarar con valentía una angustia contraria a la de Augusto Monterroso. Porque cuando muchos despertaron, el central, ese dinosaurio criollo, ya no estaba allí.

9 de Febrero del 2017

LA APARENTE CORDURA DE LAS COSAS EN LA FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO

LA APARENTE CORDURA DE LAS COSAS EN LA FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO

 

Por Yoandry Ávila Guerra

   Con el periodista y escritor Luis Sexto Sánchez conversó Cubaperiodistas.cu, referente a La aparente cordura de las cosas, título que bajo el sello de la editorial Pablo de la Torriente llega a la 26 Feria Internacional del Libro, Cuba 2017, y será presentado el lunes 13 de febrero a las 2 de la tarde en el Pabellón Cuba.

   “El título está encaminado hacia aquellos actos humanos, incluidos los políticos o los económicos, que suelen dar, primeramente, una impresión de ser meditados, colegiados o cumplidos en plenitud de la edad, el raciocinio; pero a veces, la vida nos demuestra que algunas de las cosas que aparentan ser cuerdas, no lo son.

   “Y claro, para saber que algo que pasa por cuerdo no lo es, uno necesita  investigar, estar cerca de esos hechos; de una forma o de otra, haberlos vivido”, compartió el también Premio Nacional de Periodismo José Martí.

   Este texto centra su argumento en un ingenio ficticio, que es a su vez la sumatoria de muchos otros en los que el autor vivió y trabajó durante su primigenia profesión, pues antes de convertirse en periodista, fue topógrafo.

   “La industria del azúcar desapareció en una parte considerable. En un momento, alguien decidió recomendable disminuir el número  de centrales; eliminar los más ineficientes, los más pequeños, para  concentrar la zafra, y así sucedió la llamada reestructuración azucarera debido a que el azúcar iba perdiendo impacto en las economías mundial y cubana.

   “Yo digo que mi vida estuvo vinculada en sus orígenes al azúcar: Mi primer trabajo, mis primeras preocupaciones. Eso me permitió también conocer mi país, pues laboré en distintas regiones (Artemisa, Matanzas, Camagüey, Oriente); y yo que quería ser periodista y escritor, guardaba todas esas experiencias, porque siempre creí que para poder escribir hay que vivir, hay que acumular vivencias.

  “Eso está en la base de este libro, que se llama La aparente cordura de las cosas, y que tiene un subtítulo que dice quejas  y razones de ingenio, y por lo tanto, las tesis de sus personajes están avaladas por mi experiencia personal como autor, como ex azucarero, y además, por todas las personas que conocí allí y cuyos criterios usé”.

  Sexto Sánchez señaló que el texto intenta ser una mezcla de periodismo y literatura; asimismo, una visión de la psicología y de la vida de los azucareros: “Trata de dar esa perspectiva mediante voces testimoniales”.

   “Hay dos testimoniantes que son personas que existen; está el periodista que va  al ingenio a hacer un gran reportaje, va a encontrar las causas de por qué desapareció el ingenio; a descubrir por qué aún la gente lo llora.

   “Su misión es encontrar las tesis fundamentales o las hipótesis que puedan  explicar el por qué, supuestamente, aquello que era tan próspero y tan cuerdo, de pronto se “desvaneció” como en un acto de locura.

   “Más o menos ese es el libro, con una alternancia de las voces: habla el topógrafo; habla Chuchú Marcos, otro de los habitantes del ingenio; el periodista interviene; es como la Trinidad católica, el autor se subdivide en tres personas distintas, pero iguales. Aquí, a modo de relato novelado, trato de mostrar el papel de la caña como sostén de nuestra historia”, concluyó.

CON GUITARRA O CON VIOLÍN

CON GUITARRA O CON VIOLÍN

 

     Por Lorenzo Gonzalo,

   periodista cubano radicado en Miami

   Pocos presidentes de Estados Unidos han llegado con el cayado en la mano y la espada colgando en la cintura. Donald Trump parece ser uno de esos pocos, desconociendo que siempre hay factores diversos que obligan a atemperar la conducta cuando se ocupa la dirección de un Estado.

   Trump ha llegado gobernando. En pocos días convirtió sus promesas de campaña en órdenes ejecutivas. Desde el muro que “pagará México”, hasta el desmantelamiento de la ley de salud conocida coloquialmente como Obamacare. Al propio tiempo y con iguales procedimientos ha desdicho algunas de sus acervas críticas a sectores que señaló culpables por los que considera “los desastres del país”. Por ejemplo, acaba de firmar una acción ejecutiva que pudiera eliminar o al menos recortar en su esencia la Ley Dodd-Frank, una de las insignias de la Presidencia de Obama. Esta Ley fue la respuesta a la Ley Gramm-Leach-Billey Act aprobada por Clinton en 1999, la cual desreguló la actividad de los bancos e hizo posible el surgimiento de los préstamos suaves que, entre otros factores, llevaron a la catástrofe económica del 2008. La orden que eliminaría la Dodd-Frank podríamos interpretarlo como un regalo a Wall Street, institución que condenó durante la campaña.

   La otra negación de sus promesas es que no ha cambiado la política en Medio Oriente y ha rechazado la intervención de Rusia en Crimea. Incluso se ha hablado de la posibilidad de enviar armas a los ucranianos. Respecto a Israel ya expresó su desacuerdo con los asentamientos en la Franja de Gaza y para colmo, algo poco común en un país donde el sector judío tiene gran peso, el Día de Recordación del Holocausto, no nombró a los judíos entre los afectados, alegando que diversos grupos fueron víctimas de aquellas atrocidades. Hasta hoy, sus decisiones sobre política exterior semejan una continuidad con la presidencia de Obama, a pesar que durante la campaña electoral la criticó fuertemente.

   Muchos de quienes rechazan a Trump no lo hacen tanto por sus inconsecuencias y desvaríos, como por un estilo de gobernar semejante al aplicado en las empresas. No hay manera que un Jefe de Estado, excepto que sea un dictador, pueda dar órdenes a la ligera o amenazar o buscar rozamientos con terceros, a modo de negociar. Su reciente encontronazo con el gobierno de Australia dimana precisamente de ese estilo vulgar aplicado en un mundo donde ganar dinero es la meta, sin interesar los medios. Todo país serio tiene mecanismos de balance, con los cuales es imprescindible cumplir. Ya hemos visto como un juez federal radicado en New York, impugnó la suspensión de visas decretada por Trump hace unos días, aduciendo que es inconstitucional. “Nadie está por encima de la Ley”, dijo otro juez radicado en Washington, “ni siquiera el Presidente”. Ahora el Ejecutivo apeló, y habrá que esperar por la decisión de la Corte de Circuito o si deberán apelar a la Corte Suprema. Pero definitivamente una cosa es con guitarra y otra con violín. No se gobierna un país de igual modo que se negocia desde el Trump Tower.

   Pasarán varios meses para saber el rumbo que toma su gobierno. A veces nos parece que reparte caramelos entre los republicanos y luego un poco de hiel. Trump sabe que su único poderío reside en torear la maquinaria del Partido que le permitió introducir su agenda y ganar.

Justamente 48 horas después de su dura posición con Rusia y su denuncia ante las Naciones Unidas, la defendió en una entrevista con CNN. No sólo se refirió a Putin en buenos términos, sino que declaró que es preferible tener a Rusia de aliado que de enemigo. Entonces el entrevistador preguntó en tono de aseveración: “pero Putin es un asesino” y Trumpo contestó “un asesino…un asesino…hay muchos asesinos…piensas que nuestro país es tan inocente”…¿Qué quiso decir? ¿Que también matamos o que no somos tan inocentes como para dejarnos matar?

   No hay dudas que la agenda de Trump constituye un nuevo capítulo para Estados Unidos. Un sector del capital será beneficiado o quién sabe si todos, pero internamente, para la ciudadanía, puede que no resulte tan beneficioso. El camino que siguen sus políticas apuntan hacia un aislacionismo relativo y las medidas que supuestamente traerán trabajo y pagarán por los desbalances comerciales, probablemente aumenten lo precios a un ritmo mayor que el de los salarios, agravándose más aún, cuando a los indocumentados se les niegue empleo y los nuevos obreros exijan sueldos acordes con el trabajo en que se desempeñan.

   ¿Podrá continuar todo el tiempo gobernando como si se tratara de la White Trump House en lugar del White House? ¿Y cuánto demorarán las mayorías republicanas en reaccionar adversamente? ¿Estará dispuesto ese Partido, que no es de Trump, a perder más espacios de los que ha perdido en los últimos doce años, desde Bush hijo a la fecha?

   Si Trump no aprende a tocar violín, el negocio, “este nuevo negocio” en que se ha metido, lo llevará a la quiebra y a ningún Jefe de Estado le es permitido declararse en bancarrota.

 

4 de febrero del 2017

DE REGRESO... A SOBREVIVIR

DE REGRESO... A SOBREVIVIR

 

Luis Sexto

   Ediciones La Luz, dirigida por afiliados  a la asociación Hermanos Saíz de jóvenes escritores y artistas, publicó en 2015 la poesía completa de Gastón Baquero, grueso volumen compilado y prologados  por Pío E. Serrano y con epílogo de Manuel García Verdecia.

   Baquero nació en 1914, en Banes, antigua provincia de Oriente, hoy perteneciente a Holguín -ciudad donde radica Ediciones la Luz-,  y falleció en Madrid en 1997. Este grueso volumen titulado Como un cirio dulcemente encendido, es la obra de un poeta cubano, sea dicho para evitar equívocos, poeta cubanísimo, aunque el periodista y el político se exiliara al triunfarla revolución en 1959.                                                                                                              

   Estimo, pues, que Ediciones la Luz acaba de ofrecerle un servicio a la cultura cubana. Porque Cuba, su poesía, su literatura no pueden prescindir de la obra de Gastón Baquero. Y creo, además, que esa acción está en plena concordancia con la justicia, ese sol del mundo moral que dijo Luz y Caballero.

   No puedo en este espacio exponer un estudio de la poesía de Gastón Baquero, como tampoco de sus ensayos, publicados por Ediciones la Luz un tiempo antes. Puedo sí,  opinar sobre  su verso. Que es, por lo común, ancho, orquestado sobre una tropología neobarroca que recurre a referencias mitológicas e históricas. La poesía de Baquero es la expresión de un poeta culto, que trasciende el culto al desahogo para ahondar en el instante lírico ligado a lo exterior, sin ser exteriorista.                         

   Muchos han dicho que la vida es riesgo, lucha, imprevistos. También riesgo, lucha, imprevistos debió de implicar para  el poeta adueñarse de la poesía, esa sustancia apenas definible. Y entre tantos riesgos y trampas de la lengua, el poeta afrontará una disyuntiva entre otras: que lo escrito o compuesto sea una visión perecedera de lo eterno, como sentenció alguien que ahora no recuerdo, o desde la condición de poeta llamado como ser vivo a la caducidad, resulte el poema una visión eterna de lo perecedero. 

   Comprobemos si podemos leer hoy, todavía, estos versos, sin sentir el aire subterráneo de la poesía. Oigamos los primeros versos del soneto titulado "Retrato". Este pobre señor, gordo y herido,/ que lleva mariposas en los hombros/ oculta  tras la risa y el olvido/ la pesadumbre de todos los escombros".  Y continúa. "Él dice que lo tiene merecido/ porque aceptó vivir, que no hay asombro/ en flotar como un pez muerto y podrido/ con la cruz del vivir sobre los hombros". Y el último terceto  revela sobre este señor, que podría ser el mismo poeta: “Sólo quiere una cosa, solo una:/  descubrir el sendero que lo lleve/ a hundirse para siembre en las estrellas”.

   Como sabemos, Gastón Baquero ya no está de este lado del río de la vida. Sin embargo, está como quería: bajo las estrellas, donde sobrevive su poesía como visión perenne de lo que perece.

CARRETERA ADENTRO

CARRETERA ADENTRO

 

Luis Sexto   

   Nadie podrá decir con certeza de esta agua jamás beberé, porque, como confirma un poeta, "el agua tiene senderos, no la sed". Y el hombre, finito en un fin imprevisible, habrá de estar dispuesto a no ir a donde va. A veces el rumbo fijado con anticipación, se modifica por urgencias del camino, de modo que venimos a parar en un sitio nunca antes deseado o planeado. O bebemos del agua que nos negamos un día a beber.

   ¿Filosofando? Sí, señor, filosofando. En toda alma de persona puja un pequeño pensador, aunque sea de la pelota o del boxeo. El escritor Miguel Ángel de la Torre calificó al periodista Víctor Muñoz como el "filósofo del basebola" –dicho así como se lee–. Y existen filósofos de aguardiente, o de esquina, o de parque, pues la instrucción o el diploma universitario no componen requisitos insalvables para intentar comprender la vida o aprender al fin de qué masa, qué sustrato, nos forma y nos inspira a actuar.

   Mi abuelo apenas aprendió a escribir su nombre, y leer Cuba, patria, trabajo. Pero una noche, mientras lo acompañaba durante las primeras horas de su turno como sereno en una fábrica de ladrillos en El Cotorro, lo oí rematar, como pontífice, una conversación sobre el fin del mundo con dos de sus compañeros de trabajo: El mundo se acaba con las guerras. Y recién concluía la de Corea.

   Y si de mi abuelo materno me llega ese hábito de saber qué hay debajo de la suela de mis zapatos, también de mi padre, otro sabio casi ágrafo. Papá me pasó un consejo que podría competir entre las máximas de Labruyere, de Pascal, o de Luz y Caballero. Una tarde de sábado, él se afeitaba y me le quejé de la soledad de mis bolsillos. Entonces yo andaba por los 20 años. Y él, sosteniendo la navaja en el aire, como degollando las musarañas que ponían sus lentejuelas sobre mi inexperiencia, dictó una regla: nunca te preocupes por el dinero; va y viene. Lo recomendaba él que nunca ganó sueldo más allá de los 100 pesos al mes, y la chequera de la jubilación le tocó la puerta una semana después de haberse muerto. Tras cinco décadas de trabajo, el dinero, para él, seguía yéndose, nunca terminó de venir.

   Estoy, pues, filosofando. Tratando de explicarme las sinrazones, las inconstancias, la bifurcación de los proyectos y las esperanzas. Cuando mamá arreó a sus hijos hacia La Habana –la Meca de los inconformes– se asomó a la ventanilla del tren y mirando hacia nuestro General Carrillo,  que parecía huir, pronunció en un conjuro: ¡Solo te quedes!

   Muchos años más tarde, la invité a conocer a una novia. Nadie pudo  pronosticarle  a mamá lo mismo que a Matías Pérez, globonauta criollo que ha de estar diciéndose en su viaje sin destino: no por mucho volar se llega a alguna parte. Y el niño preparado para ver en el campo la cara más aburrida del infierno, regresaba al polvo, al silencio, a hondonadas y palmares enamorado de una mujer.

   -¿A dónde me has traído, hijo?

   Era un caserío amodorrado, circuido de tomeguines del pinar. Fue la primera novia, atada con el anillo que uno entrega, o recibe, con la promesa de que se convierta en un cepo.

   La segunda y definitiva novia también la hallé carretera adentro. En un ingenio azucarero, en medio de la llanura de Colón, a 50 kilómetros de la Ciénaga de Zapata, y, para consuelo, a 50 de Varadero. ¿Cómo lo interpreto? ¿Cómo lo asumo? Como mi karma. Tendré acaso que admitir que he sido arrastrado por un tractor cuya pertinacia resultó ser una vocación de cabra –cabra digo–. Porque he de confesar mi ignorancia sobre las causas que me aislaron de las mujeres de la capital. Nunca avanzamos más allá de un amago, un entrenamiento conjunto. El juego no encendió nunca los micrófonos del anuncio. En equilibrada autocrítica reconoceré que no les ofrecí ni estatura ni holgura a las damas de La Habana. Pero la vida descansa en el banco de la paciente sapiencia del que no ve. Y se enreda, se desvía, como una carretera obstruida o agujereada.

   No digan, pues, que de esta agua no beberán. El agua elige la ruta. Pero la parada se forja en la sed.