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PATRIA Y HUMANIDAD

LOS VATICINIOS DEL DIABLO

Por Lorenzo Gonzalo,

periodista cubano radicado en Miami

 

   El uso de la palabra “establishment” es un vocablo reiterativo en el lenguaje político estadounidense. “La gente está disgustada con el “establishment”, es una frase muy en boga entre políticos y pueblo en general. Si me preguntan su significado, diría que es sinónimo de “nomenclatura”, término aplicado a los representantes del poder durante la temporada comunista en Rusia.

 

   Idiomáticamente significa una institución, pero en este caso, "establishment" (establecimiento) se refiere a los círculos del poder político que, estando o no en funciones, conservan un peso específico en el Estado. Con Trump el "Poder Político" ha sido desafiado a favor de los grandes empresarios. Ellos siempre han tenido influencia "cuasi" decisoria en las políticas del Estado estadounidense. Esta vez comienzan a convertirse en Poder absoluto. Al menos por la imagen que muestran las escogencias de gobierno de Trump para las distintas esferas.

 

   En la inauguración, Trump barrió con los legados políticos a ultranza: "Hoy no estamos transfiriendo simplemente el poder de una administración a otra, o de un partido a otro, en su lugar, estamos transfiriendo el poder de Washington DC y devolviéndolo a ustedes, al pueblo".

 

   ¿Qué significa todo esto? ¿Acabar con los dos partidos?, ¿Sepultarlos? ¿Piensa apoderarse del Poder y descuartizar a los dos partidos tradicionales? Yo pienso firmemente que, dadas las presente circunstancias y su triunfo, lo puede hacer. Muchos, de uno y otro lado, son partidista por compromiso o inercia. Sanders lo confesó: "aspiro por el Demócrata porque aquí hay que aspirar por uno de los dos partidos". Lo mismo hizo Trump. Este último tuvo más resistencia porque significaba un "virus", infiltrado en el disco duro de la organización. Ningún republicano lo tragaba y pocos lo masticaban. Sanders, por el contrario, halló menos ataques porque los demócratas están entre el liberalismo moderado y el izquierdismo extremo. Todas esas tendencias caben en ese Partido y hasta hoy son controladas por los liberales conservadores.

 

   La noche antes de la inauguración, Trump ofreció una cena a los principales donantes. Aunque se suponía que no había donantes al estilo tradicional, los hubo y en grande. La Secretaria de Eduación Betsy DeVos, fue una de las tantas, sobrepasando los seis millones de dólares.

 

   Aun cuando Trump se vanaglorió que él pagaba su campaña, aquello fue verdad hasta su selección como candidato. No obstante, podemos decir que Trump es el primero que ganó su candidatura, sacando el dinero de su bolsillo. En 1992 el millonario Ross Perot intentó otro tanto, pero falló al no escoger a uno de los Partidos que tienen el derecho histórico a la presidencia: el Demócrata o el Republicano. Aspiró por el llamado Partido de la Reforma y perdió la contienda, demostrando que el dinero, si no se canaliza por los Partidos tradicionales, termina en pérdida. Exceptuando la campaña electoral, Donald Trump es el primer Presidente de Estados Unidos que “COMPRÓ LA PRESIDENCIA”. En Estados Unidos los golpes de Estado no requieren de ejércitos, sino de los “ahorros bancarios”. Trump acaba de desplazar de la historia a los partidos que la tejieron a lo largo del Siglo XX. Los aplastó y para que no quepa ninguna duda, sentó a su lado a los antiguos presidentes que no han llegado aún al Cementerio de Arlington y les dijo “los dos partidos demostraron servir solamente las necesidades de una élite, en lugar de las necesidades públicas”. Dijo con absoluta claridad, que todo lo malo que ha sucedido en Estados Unidos es culpa de los dos partidos. Es imputable, únicamente a una élite gobernante que es la misma en ambas facciones. Esto dijo, en uno de los discursos de inauguración más cortos que se hayan pronunciado.

 

   En la mencionada cena, honrando a los donantes, habló desde un escenario que tenía dibujado en el piso al Capitolio, o sea, la casa del Congreso, el Templo de los legisladores.

 

   Mientras hablaba caminaba sobre el dibujo, pisoteaba el Congreso. Parecería que esa noche preconizaba las palabras que, al otro día, unas horas después, pronunciaría en su toma de posesión.

 

   Pisoteó a los legisladores. No hay Partido Demócrata ni Republicano, aquí sólo está Donald Trump. Un poco más y dice América soy yo.

 

   La élite política tradicional puede que no se levante más nunca del puñetazo que acaban de ocasionarle. Hasta ahora, creo que pueden considerarlo un knock down técnico. Todo indica que con Trump pudieran comenzar a desaparecer, siendo reemplazada por la económica. Se habrán preguntado: “¿para que seguir detrás del telón si somos dueños de los escenarios?

 

   El periodista amigo Jorge Gómez Barata, me dijo que mi planteamiento sobre una posible transferencia de élites, “es una tesis interesante”, pero en realidad pienso que es un vaticinio trágico, quizás apocalíptico. Es un traspaso de título sin las credenciales, no su erradicación.

 

   Trump es un animal raro y como todos los líderes mesiánicos, puede que inicie una nueva era. De ser así, como siempre ha ocurrido en el pasado, será un tiempo de incertidumbres y locuras.

 

21 de enero del 2017

 

GANANCIA EN RÍO REVUELTO

GANANCIA EN RÍO REVUELTO

 Por Lorenzo Gonzalo  

  Este ha sido un año donde cosas inesperadas han sucedido. No sólo en Estados Unidos, sino también en Europa, donde Inglaterra votó por separarse del Continente, en Italia Grillo gana la partida y Alemania Alternativa ha logrado peligrosos avances en Alemania. Sin embargo, Washington se lleva toda la atención, porque la maquinaria sabiamente fundada por los notables que dirigieron la Guerra de Independencia, ha permitido durante décadas predecir el resultado de sus comicios. Fue un perfecto regulador para garantizar las élites de Poder. 
  
   En esta ocasión han florecido conductas que son más típicas de países como los latinoamericanos o de bajo desarrollo político. 
  
   Es costumbre que los expresidentes de Estados Unidos queden fuera del juego una vez dejado el cargo, de aquí que los tilden de “patos cojos”. Pero recientemente, Bill Clinton ha expresado opiniones derogatorias de Trump, y Barack Obama repite que no callará sus opiniones políticas, cuando termine su mandato. 
 
   Durante la campaña, los insultos subieron de tono y contenido. Sanders, al desafiar el “establishment” fue claro y rotundamente crítico de los poderes financieros y Trump hizo otro tanto, pero además satanizó la inmigración, exaltó el poderío de las fuerzas públicas y rechazó cuanta regulación existe. Si nos guiamos por su discurso es la anarquía absoluta y la debacle total.
 
   Uno de los aspectos que más puede haber incidido en los resultados poco habituales de las elecciones estadounidenses, son las llamadas redes sociales. Este novedoso sistema informático, tiene la ventaja de la difusión generalizada personal, pero lleva en su contra la tendencia de crear cápsulas ideológicas. Un blog no es un medio de información usual. Es un instrumento donde las diversas ideologías se atrincheran, dando lugar a que las personas, en vez de acceder a un abanico de opiniones, se dediquen a escuchar sus propias historias.
 
   En Estados Unidos, los fracasos para adelantar en la solución de requerimientos sociales que golpean fuertemente a las nuevas generaciones, en especial la educación, la salud, el empleo y los salarios, unido a la existencia de dinastías políticas a quienes se culpa con razón de dichas deficiencias, cambió el paisaje electoral de tal manera que todas las predicciones se fueron por la cloaca: la información diseminada por dichas redes, acuñó la necesidad de “rechazar los poderes tradicionales”, sin matizar de manera plural las opciones que esto supone.
 
   Trump, avezado en la publicidad y las actuaciones televisivas sin contenido, estimuladas con jocosidades de mal gusto, ofensas y menosprecio por los demás, aplicó las mismas técnicas a su candidatura. La consigna contra lo establecido, la misma que enarboló Sanders y que tardíamente usó a medias Hillary Clinton, tuvo en él mejores resultados. Las redes, fuentes desinformativas más que de cabal orientación, contribuyeron a sembrar las confusiones.
 
   Los conservadores tradicionales, pocos y poderosos, lo rechazaron al principio, pero comprendieron finalmente que su táctica era la adecuada y con el sueño de que podrán controlar su presidencia, votaron a su favor. El grueso de sus dudosos partidarios, los disgustado con el estatus quo, estimulados por el racismo de su discurso, unido al temor de las inmigraciones incontroladas, le facilitaron el triunfo.
 
   Los cambios migratorios ocurridos desde la década del setenta hasta la fecha, han desbordado las capacidades de los países desarrollados, creando desasosiego dentro de los sectores laborales. A su vez, los desbalances entre las grandes ciudades y las poblaciones pequeñas y rurales, creados por la globalización y las migraciones, han inyectado temores que no son tan infundados como algunos pretenden, favoreciendo una discursiva oportunista y la natural ascendencia de personas como Trump, a los más altos cargos del Estado.
 
Las predicciones son reservadas, aunque no hay dudas que el gran capital inventará sinecuras para calmar los ánimos nacionales en lo que a Estados Unidos se refiere. En este caso el temor estriba en la ascendencia de la fuerza pública a un pedestal que no le corresponde y el halago extremo al generalato. Internacionalmente la preocupación está fundada en la respuesta que asuman grandes potencias como China y Rusia, las cuales podrían responder cualquier amenaza con una clara respuesta de que, en última instancia, la inmolación no está descartada.
 
   El Norte estadunidense tiene patrones de grandeza que, desde la Segunda Guerra Mundial, son sólo parte de una leyenda colectiva, pero que los conflictos y agresiones posteriores los desmienten. Todas esas guerras, desde Corea, pasando por Vietnam, Irak y el Medio Oriente, las han perdido. Tienen también en su contra, el acomodo a un confort nunca desafiado”, lo cual debilita la disposición a un posible holocausto.
 
   Cuidado con los desafíos. El mundo está cambiando y las respuestas rusas quizás sean una pantalla para dejarse querer, pero es improbable que impliquen una disposición a compartir con Trump sus fantasías de dominación mundial o ayudarlo a consolidar un emporio empresarial que supere a los Soros, Rockefeller y compañía, lo cual, posiblemente, fue el sueño que lo estimuló para aspirar a la Presidencia.
 

27 de diciembre del 2016

EMOCIONO, CONMUEVO, LUEGO CRONICO

EMOCIONO, CONMUEVO, LUEGO CRONICO

                                  Luis Sexto y Julio Acanda comparten la emoción de una crónica. /Foto: Ismary

 

Por Ismary Barcia Leyva

   Luis Sexto fue uno de mis profesores de crónica. Hace más tiempo del que quisiera estuvo frente a mí en las aulas de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana.

   Julio Acanda nunca me ha dado clases, en el sentido literalmente académico, pero mis condiscípulos y yo no faltábamos a sus pedagógicos reportes desde la Isla de la Juventud y luego “Al Mediodía”, el noticiario vespertino que sentó academia y aún es referente inalcanzado.

   Sexto nos enseñó que la crónica es la forma inspirada, personal y por ello única de narrar un suceso, sin endulzamientos innecesarios, “concisa y sintética, que no son los mismo aunque se parezca. La síntesis es dar la esencia del fenómeno, y la concisión es hacerlo con el menor número de elementos expresivos”.

  Acanda mostraba con cada entrega televisiva, auténticas puestas en escena, el poder de seducción de una buena historia en pocos minutos.

  Durante las sesiones teóricas del XI Encuentro Nacional de la Crónica, ambos profesores regresaron al ejercicio académico anual al que los convoca la Unión de Periodistas en Cienfuegos.

   Acanda narró con su lenguaje innato, imágenes y sonidos, la obra inmensa de Alicia Alonso, desde un punto de vista peculiar: detrás del escenario, y lo hizo de forma sucinta, extractadamente.

  Sexto sentenció que la crónica que hace sentir y llorar, por su alto valor estético perdura, más allá de fusiones de géneros y de tendencias clasificatorias, tan disímiles de la época en que fuera mi profesor por nómina, hace más tiempo del que quisiéramos…

   Para Julio la crónica será lo que conserven de nosotros los espectadores- lectores del futuro urgidos por la vertiginosa vida moderna. Con 45 años de entrenamiento periodístico, Luis reconoce que es la preferida de las audiencias porque la emoción la define y “a través de ella se conmueve; y quien se conmueve, está presto a convencerse”.

   “Es lo que hacía Martí cuando escribía una carta, ¿Cómo le ofrece a Máximo Gómez alejado por recelos y diferencias, la jefatura del Ejército Libertador para reiniciar la contienda de 1895, en una carta que es una pieza antológica del uso de la emoción para convencer a un hombre? ‘Yo ofrezco a Vd., sin temor de negativa, este nuevo trabajo, hoy que no tengo más remuneración que brindarle que el placer de su sacrificio y la ingratitud probable de los hombres (…)’ Después de esa palabras, sólo se podía responder, dígame usted dónde me pongo. Esa es la emoción que despierta una crónica”.

   Fue una clase de esas de las que uno no se escabulle ni quiere que la concluya el timbre.

   Luego de esta charla vespertina que acogió el Centro Cultural Benny Moré, los jóvenes, mayoría entre los finalistas de esta edición del concurso, fueron hacia el cementerio de Reina, a rendirle honores a Miguel Ángel de la Torre, cultor del género que nos inspira aún a un siglo de distancia existencial.

   Iban aprehendiendo la fórmula infalible de Acanda-Sexto: emociono, conmuevo, luego cronico.

(Tomado del periódico 5 de Septiembre, de Cienfuegos, 11 de diciembre de 2016)

NOTA: Por mi parte, como titular de este blog, sólo puedo bajar la cabeza y dar las gracias por tan generosa opinión. Acanda haría suya y nuestra esta manifestación de gratitud.

A FIDEL

A FIDEL

A partir de la exposición de un Retrato a Fidel en el Museo de Artes decorativas de la ciudad de Santa Clara,realizado por la eminente pintora y dibujante espirituana,  Adela María Suárez González, el poeta Leonardo Albeo Valdés Ferrer (Isidrito de El Santo) escribió la décima que se reproduce:

Metáfora de un poeta

Pincelazos. La pintura

muestra su matiz intenso,

y como boca del lienzo

dice de un hombre y su altura.

Pincelazos. La figura

 —metáfora de un poeta,

símil de una voz repleta

de amor y aliento que vive

en los colores—  describe

lo inmortal que es un profeta.

 

EL "FIDELISMO" SE HACE FUTURO

EL "FIDELISMO" SE HACE FUTURO

Por Patricio Zamorano

Director Ejecutivo de http://www.infoamericas.info

 

   Por supuesto, Estados Unidos está confundido hasta la médula respecto de la figura histórica de un ya mítico Fidel Castro. Desde el sábado, cuando se supo de su fallecimiento, los canales de televisión y los periódicos han caído en una cacofonía de contradicciones respecto a su figura. El esfuerzo por destacar los conceptos de “dictador” y “tirano” en voz de los acérrimos anticastristas de Florida (encabezados por Marco Rubio e Ileana Ros-Lehtinen), se mezclan a cada segundo con sus fotos con el papa Francisco, Mandela y su presencia en las cumbres iberoamericanas. Tanto el Presidente Obama como su vocero Josh Earnest se han negado a caer en ese tipo de calificativos y han preferido destacar las posibilidades de profundización de relaciones hacia el futuro.

 

   En un minuto, las noticias en Washington DC se centran en destacar a los grupos conservadores celebrando en Miami la muerte del líder de la Revolución Cubana, para luego enumerar la larga lista de índices macro-nacionales que ponen a Cuba entre los países con mayor expectativa de vida, mejor niveles de alfabetización y uno de los sistemas de salud más progresistas y efectivos del planeta.

 

UN FIDEL “NORTEAMERICANIZADO”

 

   Fidel Castro tiene, en ese sentido, vida propia y particular en este país, y no tiene absolutamente nada que ver con la visión más diversificada en el resto del planeta. En Meet the Press este pasado domingo, uno de los programas más prestigiosos de opinión de EEUU, de la cadena NBC, la corresponsal en el Pentágono del New York Times, Helene Cooper, lo dijo claramente, luego de los exabruptos anti-castristas de parte de panel. “Ustedes presentan una visión (de Fidel Castro) centrada en Estados Unidos (…) Lo que la declaración del Presidente Obama refleja es que nadie en el resto del mundo concuerda con ustedes. El Castro que yo conocí creciendo siendo una niña en Liberia fue el Castro que luchó contra el régimen de Apartheid en Sudáfrica, que Estados Unidos estaba apoyando. Es el Castro que envió soldados cubanos a Angola y que ayudó a terminar con el Apartheid en Sudáfrica. Entonces hay muchas ambivalencias a la hora de mirar a Castro, las que usualmente no se reflejan aquí”.

 

   La línea argumentativa sobre la figura de Fidel se ha trazado casi exclusivamente en función de la política exterior de EEUU hacia la isla. No hay valoración intrínseca, interna, comparativa. Solo meramente anecdótica, ideologizada, simplista. En la cobertura de prensa se ha destacado que Castro sobrevivió a doce presidentes estadounidenses que no pudieron derrocarlo. Se han gastado minutos largos criticando el récord en derechos humanos de la isla, sin entrar en detalles precisos sobre el tema. Se han hecho constantes revisionismos respecto a la crisis de los misiles, se ha hablado sobre la alianza con la Unión Soviética, se han rescatado archivos con un Fidel hablando en inglés en alguna de las visitas tempranas a EEUU  tras haber derrotado a Batista, y se destacaron, además, los múltiples intentos de la CIA para asesinarlo. Pareciera que en EEUU la figura de Castro quedó congelada en un muro imaginario estancado en los 60, cruzado como un fantasma permanente en blanco y negro junto a las figuras de Kennedy y Jruschov.  Un Fidel estático, la amenaza comunista contra la médula capitalista del modelo estadounidense. Es decir, un Fidel de la Guerra Fría. Anacrónico. Estereotipado según los temores políticos de la potencia del norte.

 

   Para una generación de estadounidenses que supera los 60 años, es comprensible. Ese grupo creció escuchando sobre la amenaza comunista, y quedó marcado por los simulacros en las escuelas sobre la llegada de los misiles rusos que se abalanzaban sobre la tierra del Tío Sam como fauces rojas, ayudados por una islita del Caribe llamada Cuba. El mismo uniforme verde-olivo que daba fuerza a las guerrillas de izquierda del continente contra el establishment de elites de derecha significó para esa generación de estadounidenses una amenaza militar increíblemente distorsionada, de una isla de apenas 7 millones de almas en 1959, con una economía pequeñísima comparada con la potencia capitalista del planeta. Cuba, en ese sentido, es una hipérbole para Estados Unidos, un gigante en el imaginario de los norteamericanos. Fidel Castro simbolizó, en ese sentido, todo el miedo irracional plantado en los estadounidenses impresionables frente al avance ilusorio del comunismo de Europa del Este, aunque la amenaza concreta fuera solamente el de las ideas.

 

 

NACE, AHORA, EL “FIDELISMO”

MÁS ALLÁ DEL “CASTRISMO”

 

   El fallecimiento de Fidel Castro es sin duda un fuerte golpe simbólico y emocional al imaginario de izquierda del continente, aunque el castrismo, y aún más, el “fidelismo”, sobrevivirá creo yo, por un enorme tiempo como influencia para todo el progresismo latinoamericano. Y el “fidelismo”, me parece, a medida que Cuba vaya profundizando en las reformas económicas, se irá quizás perfilando en su esencia más profunda y filosófica, decantando los valores fundamentales que emanaron como manantiales irrefrenables a medida que los barbudos fueron bajando de la Sierra Maestra en la marcha triunfal sobre La Habana mientras huía Batista. Por eso diría que para entender a Cuba y su influencia continental hablaremos de ahora en adelante del castrismo-fidelista o del fidelismo a secas. El “fidelismo” será la corriente histórica que se identifique con el legado personalísimo de Fidel, de su concepción humanista del hombre y el Estado, que es a su vez una continuación de Martí y su cubanismo anti-colonial y fundacional, con una fuerte raigambre moral e ideológica basada en una “cubanía” que valora profundamente la independencia y la autonomía, con un nacionalismo férreo solo matizado por el latinoamericanismo anti-imperialista. El castrismo, en ese escenario, pasará a personificar el fondo y forma del constructo institucional y de gobierno que nació tras la Revolución. El castrismo seguirá su evolución a medida que el recambio de líderes vaya perfilando el futuro del sistema político ya en el siglo XXI, con una agenda programática del gobierno-Estado desarrollada a partir de la praxis del Comité Central del Partido Comunista y la estructura de base. El castrismo es, en ese sentido, la praxis de la Revolución. El fidelismo será la esencia moral y política que quede más allá de los vaivenes cotidianos de una historia complejísima.

 

LOS DOS FIDEL, IRRECONCILIABLES

 

   Fidel Castro es sin lugar a dudas la figura más respetada en la izquierda latinoamericana en la historia del siglo XX, por la gesta “imposible” que significó el triunfo de la Revolución cubana, y por la capacidad que tuvo para mantener con vida el sistema político de la isla durante tantas décadas pese a la presión enorme de numerosos gobiernos de Estados Unidos y con el presupuesto militar, de operaciones encubiertas y de espionaje más grande del planeta. Y también una figura mítica para cualquier político tradicional de derecha, que nunca resistió retratarse dando un apretón de manos al ex abogado hijo de terrateniente que una vez se hizo guerrillero y venció con una tropa inicial de 12 hombres a un ejército profesional de miles. Por supuesto, la historia hará decantar la figura de Fidel a través de los años que están por llegar, pero su genialidad militar, su carisma, su manejo político magistral interno e internacional, goza de admiración a lo ancho del espectro político. Obviamente, las familias afectadas directamente tras el triunfo de la Revolución, que perdieron su riqueza o el deseo de vivir en una Cuba que rompió con el modelo tradicional, nunca aceptarán a ese Fidel. Para ellos es el tirano que fusiló a 500 agentes de Batista[1] y lideró un sistema de partido único, y que ha hecho todo lo posible por neutralizar a la disidencia que encontró constantemente en la Embajada de Estados Unidos apoyo moral y logístico, internet gratis y ayuda comunicacional. Esos dos “Fideles” nunca lograrán reconciliarse.

 

   El Fidel romantizado tras la Revolución se confunde un poco con el mismo destino del pueblo cubano, pues ambos se han mantenido incólumes frente a una multitud enorme de crisis económicas, crisis políticas, aislamiento internacional, asesinato comunicacional, caída o cierre de los mercados de sus productos, la caída de la Unión Soviética, el embargo comercial de Estados Unidos. Con todo y aquello, Cuba y el sistema político que lideró Fidel, fueron capaces de mantenerse fuertes y sobreviviendo, pese a adversidades que hubieran tumbado en cosa de horas a cualquier otro gobierno del continente. El análisis no aguanta mayor explicación: al contrario de la visión anti-castrista de Miami, no se puede explicar la sobrevivencia de Fidel como líder de la Revolución solo como el resultado de la represión contra la disidencia. Eso es, me parece, un insulto a uno de los pueblos más educados y de mayor carácter del continente. Quienes insisten en “idealizar” negativamente a Cuba como un simple régimen totalitario debieran entender que la propia Guerra Fría que creó una conciencia de repulsión contra la Revolución Cubana desde Estados Unidos, es la misma fuerza que creó a su vez una identificación personalísima y solidaria entre el cubano y Fidel, el mismo cubano que ha sufrido limitaciones económicas de una isla bajo permanente embargo comercial. A pesar de la contra-campaña anti-castrista, nada puede desconocer la admiración honesta que el cubano de a pie tiene por la figura de Fidel, matizado por el sacrificio que significó no doblegar el país a la gigantesca presión de Estados Unidos. Tanto es así que los grupos disidentes, incluidas las Damas de Blanco y otros, prefirieron explícitamente no salir a manifestarse o alegrarse públicamente por la muerte de Fidel Castro, según sus propias declaraciones de prensa. Ellos saben que pese a sus amplias denuncias de atropello a los derechos humanos centrados en la disidencia, la figura de Castro inspira profundo respeto entre la mayoría de los cubanos.

 

HACER SOBREVIVIR

UN PROYECTO ALTERNATIVO

 

   Al otro lado de la gesta épica de los barbudos de la Sierra Maestra, y luego de las más de cinco décadas de sobrevivencia de la Revolución Cubana, con todo y el embargo de Estados Unidos, para el progresismo de América Latina esto demostró y demuestra que es posible construir proyectos alternativos a la ortodoxia política que impone el modelo estadounidense político y económico. Ahí está el centro de los temores de la elite estadounidense, que Cuba se haya desmarcado de la influencia geopolítica de Estados Unidos, y que pese a eso no se transformara en un Estado fallido. Y en ese sentido, Fidel fallece con un gesto clarísimo de nunca haber claudicado ante la influencia externa de EEUU, respetando siempre la soberanía cubana. Todos los medios de comunicación de Estados Unidos han destacado este punto, como crítica o como alabanza.

 

   Fidel alcanzó por cierto a vivir cercanamente todas las recientes reformas cubanas en el plano económico, que diversifican el modelo tradicional comunista, pero ese proceso se generó desde adentro. En ese sentido, Estados Unidos fue el que finalmente tuvo que generar cambios en su política exterior hacia Cuba, al fracasar el aislacionismo por tantas décadas según admitió el propio presidente Obama, por lo que el castrismo-fidelista en rigor nunca cedió a esa presión foránea. Y eso lo reconoce el ala dura del Partido Republicano, que critica justamente el hecho de que Obama abriera las relaciones diplomáticas sin exigir mayores concesiones a la isla. Nuevamente, no hay duda que el “fidelismo” finalmente se impuso ante esa historia, y su figura principal, Fidel Castro, fallece sin haber transado ante Estados Unidos.

 

   En rigor, Fidel Castro demostró que es posible crear una alternativa de gobierno y un modelo socio-económico totalmente al margen de la influencia hegemónica de Estados Unidos. Muchos gobiernos de izquierda de América Latina han creado sistemas políticos que se han enfrentado a ese modelo, y ninguno tuvo éxito, con excepción del bolivarianismo de Hugo Chávez especialmente durante la primera década de gobierno. Bolivia desarrolla un proceso fuerte de autonomía, hasta ahora con éxito. Es cierto que las revoluciones al estilo cubano, mexicano, ruso, francés, correspondieron a una época, y que son difíciles de llevar adelante en este periodo contemporáneo, pero el simbolismo de refundar a los países desde las bases obreras, las clases medias empobrecidas y el campesinado, de crear un nuevo contrato totalmente distinto entre el Estado y el ser humano basado en valores socialistas, comunistas o comunitarios, y de citar valores supra-continentales desde esa antigua utopía de unión  latinoamericana, se renovaron y mantuvieron con vida gracias a la Revolución Cubana. Y hasta la llegada de la Venezuela de Chávez esa visión sobrevivió casi como una reliquia.

   Aunque con realidades distintas, Cuba sin duda ha influenciado a procesos reformistas o de inspiración revolucionaria en innumerables momentos de la historia y en los últimos años. Desde los procesos de guerra civil en Nicaragua, El Salvador y Guatemala, hasta el Chile de Allende, se ha evolucionado hacia experiencias de profunda reforma dentro de la estructura tradicional de democracia representativa como las llevada a cabo en la Bolivia de Morales, el Ecuador de Correa, el Brasil de Lula y, por supuesto, la Venezuela de Hugo Chávez. Todas han sido experiencias que han tomado al castrismo-fidelista como piedra fundamental de inspiración. Hasta que Chávez articuló el bolivarianismo desde Venezuela, Cuba había sido el único país en producir una convocatoria amplia y en convertirse en un referente a nivel continental de todas las fuerzas progresistas de América Latina. Y de otras regiones del mundo, especialmente África, donde Cuba participó activamente con tropas en varios procesos de independencia y reforma, entre ellos la Sudáfrica de Mandela, el Premio Nobel que siempre agradeció el apoyo de Fidel y del llamado “internacionalismo cubano” en la lucha contra el Apartheid. La verdad, es comunicacionalmente muy incómodo para el establishment estadounidense explicar ante los medios la gran cercanía de Mandela con Fidel, el hecho de que en el funeral del líder africano los invitados de honor fueran Obama y Raúl Castro, y el hecho de que el presidente sudafricano fue por muchos años también considerado un terrorista por el gobierno de Estados Unidos…

 

   Hugo Chávez logró un efecto similar, de aglutinar a los grupos más progresistas no social-demócratas de América Latina, y en ese sentido es un continuismo del castrismo-fidelista, en la forma del bolivarianismo continental y socialista. En ese sentido, el legado de Fidel Castro es sin duda fundamental para entender lo medular de todas estas experiencias de reforma profunda y a nivel constitucional en varios países de América Latina, que reniegan del carácter internacionalista del capitalismo, que rechazan la influencia negativa de Estados Unidos, que defienden el derecho a la autonomía y a la soberanía, y que buscan rescatar el  antiguo sentimiento bolivariano de una América Latina que se asocie en bloque para su propio beneficio y el de sus pueblos.

 

UN PROCESO HISTÓRICO

QUE EEUU NO ENTIENDE

 

   Todo este proceso nunca ha sido entendido ni respetado desde Estados Unidos. La principal crítica ideológica a Cuba en relación con América Latina, el apoyo a las guerrillas latinoamericanas, fue parte de una época en plena Guerra Fría, donde Estados Unidos cumplió su propio rol a la inversa, apoyando a los grupos reaccionarios de choque. Es impactante cómo los análisis del castrismo y su influencia en otros movimientos guerrilleros, hechos ampliamente documentados, no son acompañados en EEUU por el mismo análisis sobre las acciones reactivas generadas desde el país del norte hacia esos procesos, en un conflicto militarizado que alcanzó niveles continentales, especialmente en América Central.

 

   Asimismo, la Cuba post 2000 no tiene nada que ver con ese contexto histórico. Es la Cuba que prestó su suelo para el proceso de paz entre el gobierno colombiano de derecha de Santos y la guerrilla de las FARC, esfuerzo que el propio Estados Unidos apoyó. Es la Cuba que recibió la presidencia de la CELAC de parte de Sebastián Piñera, presidente de la derecha chilena. La Cuba con relaciones diplomáticas y comerciales normales con el resto del planeta, excepto con Estados Unidos.

 

   Fidel y el fidelismo, y muy al pesar de muchos anti-castristas que nunca aceptarán ninguna legitimidad de quienes lideraron la Revolución Cubana de 1959, es sin duda una de las corrientes primordiales para entender la historia latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX, factor protagonista de la Guerra Fría y de la lucha Este-Oeste soviética-estadounidense. Una pequeña isla situada en una encrucijada mundial de primer orden. Y aunque los anti-castristas cubanos de Miami celebren sin duda la muerte del líder que perjudicó sus intereses económicos y que afectó fuertemente sus vidas personales, la verdad es que la figura de Fidel trasciende largamente la política partidista pre y post Revolución. Y el apoyo y admiración entre gran parte de la población cubana es sin duda real y palpable, pese a todas las penurias económicas de estos años.

 

   El fallecimiento de Fidel o el potenciamiento del fidelismo no es lo suficientemente fuerte en todo caso para impactar a la corriente electoral-pragmática que empapa a los sistemas políticos de América Latina, que fluctúa más bien bajo el vaivén del avance o retroceso económico de las clases medias y los trabajadores no ideologizados. El fidelismo, en ese sentido, no tiene fuerza electoral, no es una agenda programática en nuestras sociedades debilitantemente pragmáticas.

 

Pero el fidelismo siempre estará presente como fuente moral, histórica e ideológica para los grupos políticos progresistas que vendrán en el futuro. De eso no hay duda. Pese a toda la crítica anti-castrista interna y externa, el Fidel joven treintañero y el nonagenario, el de la barba y la labia explosiva, el del fusil romántico en el brazo alzado celebrando junto al pueblo la huida humillante de Batista que no fue capaz de doblegar a doce barbudos enfrentados contra un reto inverosímil de la historia, fue y será un referente fundacional para otros futuros jóvenes y viejos latinoamericanos, para otras Sierras Maestras, y otros sueños revolucionarios.

 



[1] Torturadores, criminales de guerra, ejecutados luego de ser probados sus crímenes ante un tribunal. Nota  de la Redacción.

¿YA NO ESTÁ FIDEL?

¿YA NO ESTÁ FIDEL?

Luis Sexto - @Sexto_Luis

De pronto, salgo de mi concentración de periodista o de escritor que se aplica a  escribir o a leer libros ajenos, y me pregunto, más bien siento: ¿Ya no está Fidel?  ¿!Cómo, cómo que ya no está Fidel?!  Cierto. Ya no está Fidel. Y uno reconoce que  la vida no será igual. Faltará, faltará, digo, la referencia, el espíritu, el vigía, el hombre y el nombre barbados, allí presente, entre su familia pequeña, y rodeado ancha, apretadamente por sus compatriotas, incluso por el más reacio que ante Fidel bajaba la cabeza y deponía sus quejas o sus decepciones sobre el pavimento…

   Desde hace sesenta años exactos comencé a oír  hablar de Fidel. Pero uno puede oír llover, y nada pasa, tal vez, le guste la lluvia y la observe, la disfrute desde el balcón, colgada de un fondo grisáceo, opaco. Y después, cuando cese, ya sólo recordaremos la lluvia por los charcos dispersos en la calle, hasta el próximo aguacero.

   Ah, pero Fidel… Qué haremos sin Fidel. Cómo viviremos sin saber que su nombre podía respondernos en cualquier momento, desde una foto en el periódico o en la Tv. O en algún texto  con su firma invariable, que uno leerá, para percibirlo todavía soldado a sus compromisos con Cuba, a la servidumbre de su liderazgo apostólico nunca envejecido.

   Ya no está Fidel. ¿Será posible, dicta la retórica? Será posible si desde hace sesenta años uno creía que Fidel más que un hombre era un símil, un símbolo, extraño a la muerte.

¡Ah, muerte! El 25 de noviembre de 1956, Fidel abordó un barquichuelo, un yate de recreo, dispuesto para una veintena de personas, y que  él, como taumaturgo, le habilitó espacio para ochentaidós combatientes.

Desatracó el Granma bajo el temporal. La  línea de flotación se sumergía  por el peso. Y  la nave, navecita, danzaba sobre las olas del golfo de México. Ocho días, tantos días en riesgo de naufragar, el Granma navegó entre tumbos. Y al cabo llegó a las costas del sur oriental, para calafatearse de un carisma histórico.  

   Desde el  asalto al cuartel Moncada, la Historia protegió a Fidel. El único hombre que  no lo asesinaría dormido, y lo defendería como a prisionero de excepción, el capitán Sarría, lo halló en los bosques que rodean a Santiago…Qué dicha, Sarría, negro, símbolo de la unidad de la nación, qué dicha que hayas sido tú quien hallaras a Fidel fatigado, cansado, acuciado por el revés táctico que él había previsto como  triunfo. Lo sabemos, también estabas marcado, capitán Sarría, estabas marcado por los duendes de nuestra Historia  para que  tú no permitieras el asesinato de Fidel, para ti un hombre articulado  de  ideas, de empeños solidarios.

   De ahí en lo adelante, todo proyecta a Fidel como un predestinado. No, la Historia no puede recluirse en leyendas y sagas líricas. Pero tampoco hemos de  juzgarla sólo como una ciencia, un acontecer regido por sustancias económicas. También veamos la Historia de Cuba, como un acto de creación en que la casualidad alcanza por momentos el deslumbramiento del símbolo.

   Ya no está Fidel. Y uno mira este día 26 de noviembre, y lo nota demacrado, triste. Uno empieza a notar dentro de sí, y fuera, en la gente y las cosas, el vacío. El vacío. Ayer 25, murió Fidel. Sesenta años exactos después de haber zarpado en el Granma desde Tuxpan. Sí, cálmate corazón. Lee el símbolo..Fidel volvió al futuro. Ocupó su puesto en el yate. Viene erguido en la proa. Cuidando a sus hombres. Avizorando y alertando sobre lo que podrá advenir en estos días con él lejos. Ha muerto. ¿Y acaso no dijo Martí, el padre de Fidel, y nuestro padre, que la muerte no es verdad si se ha cumplido bien la obra de la vida?

   Las coincidencias, los símbolos que llenan de avisos la vida de Fidel, nos advierten: estén atentos. Fidel se irá definitivamente si lo olvidamos, y echamos al rincón sus ideas de justicia y solidaridad humanas, su culto a la independencia de la república. Fue un hombre Fidel. Sí. Pero como él no habrá otro hombre. Y él seguirá siendo el mismo, si lo respiramos como polvo nutricio, y relámpago en medio del temporal que nunca a dejado quieto al Granma de nuestra patria.

EL DERECHO DE NO SER POBRES

EL DERECHO DE NO SER POBRES

Luis Sexto - @Sexto_Luis

   ¿Cuánto? Esa es la pregunta recurrente,  arete labial, que les cuelga a quienes sopesan, miden, estiman la vida en el volumen del bolsillo o la cartera. Son como personajes de Balzac: indiferentes e inescrupulosos. Prefieren  el dinero como  metáfora del mal. Cumbre de la tentación. Excreta de la noche. Y estiércol del diablo, como lo tildó el acidulado Giovanni Papini. Con el dinero financian las elucubraciones armamentistas, sufragan las guerras, pagan a la prensa “napoleónica” con la cual, de haberla concebido, el Gran Corzo nunca hubiera perdido la batalla de Waterloo. Mas, seamos justos: también el dinero impulsa la resistencia, sostiene a las revoluciones, extiende la solidaridad, incluso la caridad. Y opera como medio de relación y signo de distributivo. Todavía la sociedad no le ha hallado sustituto racional, práctico.

   La culpa de sus desmanes no le pertenece en propiedad exclusiva. Hay responsabilidad en el que lo asume como espejo y lo pasea por la calle como suma del poder y la vanidad. El dinero es lo que vale, pregonan. Y, por supuesto, nada que no se obtenga con dinero, sirve.  Para estos cajeros de la vida cotidiana, por favor, tenga usted la bondad, me podría ayudar, hermano, son fórmulas infantiles. Porque la sociedad, la vida, se entrega a los recios, a los que ponen precio a todo. Incluso a  los otros. Y, desde luego, también exhiben su etiqueta de venta. ¿Cuánto me das? ¿Cuánto te doy? Esa es la consigna y su variante recíproca. Y para irse globalizando, incluso, lo mastican en inglés: How much?

   Afrontemos una paradoja. Advierto que podrá disgustar, pero la experiencia social certifica que los pobres también necesitan el dinero. Y yo, una entre las personas  que se inclinan hacia la  izquierda -el lado del corazón-, coincido en defender el derecho de los pobres. Mas ¿qué derechos? Quizás estoy adentrándome en un asunto de alta o profunda teoría. Tal vez, aburra a los lectores. Es probable que a pocos les interese una reflexión un tanto abstracta. Las ideas, sin embargo, nos sirven como armas concretas. Y todos cuantos hoy pensamos, escribimos, polemizamos sobre un mundo mejor, como suele decirse, hemos de depurar las ideas que escoltan, acorazan nuestra lucha.  Cuando pienso en el derecho de los pobres –los últimos, según una terminología reciente-, insisto en precisar a qué derechos nos referimos. Porque el único derecho que yo no les reconozco a los pobres es el derecho de ser pobres, a carecer de los medios que fundamenten una vida decorosa. Y defiendo, por encima de todo, el derecho a dejar de ser pobres, que no equivale a proponer que todos seamos ricos a la usanza clásica: la riqueza como resultado de la injusticia. Y erradicar la injusticia es, precisamente, la tarea de los revolucionarios, sean de cualesquiera confesión religiosa.

   Concuerdo con alzar la pobreza a un balcón de virtud. La pobreza como arte de humildad,  antídoto del lujo, vacuna contra la prepotencia y la corrupción, diseño de la solidaridad.  Estos valores espirituales o morales componen fines de un programa de mejoramiento personal, que tiende a perfeccionar la sociedad y  que no incluye la pobreza como carencia, estrechez, o como dependencia de la dádiva, aunque el regalo provenga del Estado. Las lecciones de la historias están todavía muy cerca. Cierto “socialismo real y fracasado” pretendió hacer las cosas más simples, porque, cuando elegimos desde la pobreza, vestir y calzar y comer se convierten en una operación menos engorrosa, más rápida y barata. Pero también  más angustiosa y frustrante. 

   Quién dudará de que el hombre no pueda vivir sin esperanzas. Es una virtud teologal, atributo de la conciencia religiosa. Y es además una virtud humana, natural, social, de este mundo y de hoy y de cualquier tiempo. Todo individuo es sujeto de la esperanza. Y todo régimen social, por tanto, tiene que ofrecer la esperanza como sostén. En el capitalismo una minoría, que no enumero, la concreta, y muchos amanecen confiando en que, este día, será el de la fortuna, el del salto de la pobreza al bienestar. Esa actitud marca, orienta, hasta cierto punto, la subjetividad que a veces falta para cambiar las cosas. Es, desde luego, una esperanza engañosa y cruel, expresión de una política impolítica.  Pero tan impolítica es la política que niega la esperanza o la aplaza. Un régimen con la esperanza cerrada no sobrevivirá a sus contradicciones.

   Hemos de comprender, como “discípulos de la historia”, que los manuales de la experiencia del llamado socialismo real trataban más bien de acomodar la vida que de acomodarse a las normas de la vida. De ahí brota la afirmación de que es necesario inventar, o reinventar, el socialismo. Y así nuestros sueños a favor de los pobres no implican -pues nos opondríamos a las verdades de la realidad- repartir entre todos la pobreza con cuyos valores precarios se amengua también la libertad. No todos pobres, pues. Más bien, habrá que producir y distribuir en equidad  la riqueza. La igualdad ha de concurrir, generalizarse colectivamente en una cita con las oportunidades no igualitaristas de bienestar. Y aunque cualquiera podría argumentar que esta fórmula no rebasa “el derecho burgués”, yo preferiría empezar, continuar y consolidar  la revolución  mirando las flores que están debajo de mi ventana que añorar las que no se vislumbran en la lejanía.

LA FIEBRE DEL LIBRO NO MATA

LA FIEBRE DEL LIBRO NO MATA

Luis Sexto - @Sexto_Luis

   Como muchos, me parezco a aquel personaje de Rubén Darío, en “El pájaro azul”, que sufría ante un anaquel de libros deseando poseerlos todos. Y aunque no puedo decir con Rilke que he leído mucho, algunos libros me acompañan desde los 16 años. Por sus títulos puedo precisar los días cruciales de mi existencia.

   Leí al Juan Cristóbal a los veinte. Entonces me rebelaba contra una educación familiar inflexible, quietista, desgarradora. Cruz y raya, peso y límite. Y leí Adiós a las armas cuando afrontaba la primera e inevitable frustración de amor. Recuerdo el último párrafo. Terminé la lectura con una punzada en el lado cordial del pecho. Quizás por la intensidad emocional de la novela. O porque al igual que el teniente Henry, me despedía de la mujer amada como si dijera adiós a una estatua.

   Ambos libros fueron  psicólogos que colaboraron en mi curación, revelándome en el código de las parábolas el modo en el que ellos actuaban en circunstancias semejantes. Nunca he leído por placer. El placer va implícito, soterrado, en la comunión del papel y los ojos. Leo para hacerme Hombre, concretar ese desafío interminable  lectura a lectura. Con ese empeño elijo mis libros y los conservo en mi biblioteca. Y los manoseo.

A mamá le inquietaban aquellos libros que poco a poco iban congregándose en la sala. Polvo. Cucarachas... ¡Hijo! Y le angustiaba mi desaforado apego a la lectura. Sobre todo los domingos, cuando las sesiones comenzaban a la misma hora que los programas infantiles de la Televisión. Temía que yo enloqueciera.

   ¡Mamá! ¡Qué cosas!

   Ella desconocía que la locura de los libros es un empezar a ser cuerdos. Porque sólo cuando uno está loco así, intenta ordenar lo revuelto. Don Alonso Quijano perdió los frenos leyendo. Lo sabemos. Y salió a los caminos disfrazado de héroe para vengar insultos, devolver palizas. Y convertir aldeanas en princesas. Ese acto de trocar a Aldonza Lorenzo, apestada con el ajo y el humo de cocina pobre, en una señora de castillo y caballero, me parece la gesta más perdurable de Don Quijote. Con ella reivindicó el ideal. Salvó la magia del sueño. Descabezó diferencias. Porque lo habitual es que no haya  demasiados varones decididos a ser magos. Ni tantas mujeres  dispuestas a mudar de vestidos en la copa de un sombrero.

   Ya mi biblioteca, subdesarrolladamente doméstica, reclama un inventario discriminador.  Amigos me aconsejan que compre ebooks, y los concerve en mi disco duro. Pero intuyo que no podré sustituir volúmenes palpables por  digitales intocables, sin subrayarlos o comentarlos al margen con letra apresurada.  Por el otro ángulo del conflicto, no me alcanzaría el local de acero que, para preservar la cultura humana de una demolición atómica, recomendó construir el paradójico, incisivo y a veces un tanto ingenuo Giovanni Papini en su Libro negro. Son tantos los que deseo retener. Ni podría seleccionar qué títulos echaría en una mochila, con capacidad para 10 volúmenes, si eligiera vivir en una isla desierta. Mis libros simbolizan momentos, suspiros, que deseo memorizar en el fetiche de un objeto acariciable.

   Pero algo más me lo impide. Cuando veo libros se me extravía la cordura. Me vuelvo ambicioso. Abro los brazos. Los quiero todos. Y un creyón de tristeza me emborrona la cara. Porque entonces lamento que mi dinero no proceda de Las mil y una noches. ¿Qué hacer, pues?  Lo mismo que  tantos: Seguiré  buscando libros y leyendolos. Aunque me enferme...