¿COMPLEJIZAR O SIMPLIFICAR?
Luis Sexto
Lo que sigue clasifica entre las provocaciones. Y no me parece mal. El hombre, según Marx, se diferencia de la abeja en que puede concebir previamente cómo quiere su casa, y elegir entre mil formas y mil materiales. Y se distingue, sobre todo, porque puede revisar, analizar, criticar cuanto hace y, en consecuencia, modificarlo, mejorarlo o echarlo abajo. En ese sentido es que ejerzo ahora el peliagudo oficio de provocar.
Expuesta, pues, con tanta rigidez, la disyuntiva del título parece excluir a uno de los términos: o periodismo o propaganda. Pero el planteamiento no pretende invalidar, más bien precisar qué lugar ocupa cada uno en la esfera de la comunicación social. Intento tan solo un reforzamiento ligero de la teoría, porque su formulación práctica sufre entre nosotros la distorsión, hasta el punto de afectar la eficacia de por lo menos el trabajo periodístico.
Hoy por hoy, el mayor riesgo de la prensa cubana se agazapa en la credibilidad. Podemos admitir que pueda ser aburrida, monotemática, machacona. Son, en suma, accidentes provisionales.: un día podremos cambar la relación y la prensa empezará a ser deleitable, variada, mesurada. En cambio, la falta de credibilidad se convertiría en un trastorno que ni con crucigramas y secciones del corazón podría recuperarse, porque esas impresiones suelen perdurar en el tiempo como un esquema de percepción automática o inconsciente. Y creo, además, que los rasgos negativos ya nombrados –machacona, aburrida, monotemática- no se derivan de una carencia de profesionalidad, ni siquiera de un probable y excesivo tutelaje por parte de las estructuras del Partido o del Gobierno. Esto último, claro, no es el tema central de mi trabajo, ni lo tendré demasiado en cuenta para establecer mi tesis. Parece, incluso, que tanto el tutelaje como nuestra aparente escasa profesionalidad, responden a un mismo concepto, entre otros que también influyen y quedan fuera del análisis.
Para decirlo de una vez: la prensa cubana, o una porción estimable de ella, es víctima de una distorsión en su esencia técnica a influjo de una confusión de su esencia clasista. Dicho en palabras comunes: hacemos habitualmente propaganda y no periodismo. No los mezclamos creadoramente; los confundimos tan caóticamente que el producto final termina en resolverse en esos atributos que más de una vez hemos oído: monotemática, aburrida, machacona. Todo se junta en este fenómeno. Como en cualquier fenómeno social.
Con lo dicho no he querido sostener, primero, que la propaganda sea un recurso comunicativo de índole bastarda; ni tampoco que el partidismo nos lastre o disminuya. Y, ahora, contenida cualquier inferencia política de signo negativo, los términos cuestionados reclaman ser definidos, aunque solo podamos hacerlo en una aproximación.
¿Qué es la propaganda? Expondré la respuesta más elemental y común: un aparato que sintetiza y propaga ideas e informaciones cuyo propósito consiste en inducir o afincar creencias, actitudes, gustos. Para lo cual apela normalmente a los sentimientos e instintos, soslayando lo racional o lo evidente, y potenciando lo subliminal o implícito. La propaganda está presente en los documentos donde se defienden o abonan ideas. Bartolomé de las Casas, con su panfleto Destrucción de las Indias compuso un texto propagandístico, forzando incluso la verdad. Exageró los colores de la situación de los aborígenes, porque pretendía impresionar la sensibilidad de los prohombres del imperio, y suscitar gestos generosos, caritativos, justos.
El periodismo también participa de esos fines: procura lo mismo, porque su esencia de clase así lo prescribe. Y nosotros sabemos que la opinión expresa en un artículo o el orden de los elementos básicos de una noticia o información, intentan inducir también a una posición de partido o, como mínimo, a una actitud beligerante ante ciertos hechos. ¿Cuál fue primero? El periodismo o la propaganda? Primero fueron las urgencias de las clases y sectores dominantes social y económicamente. El ejemplo es conocido. Yo mismo lo he citado en otro momento. Pero favorece a la claridad. En el Cuatrocientos, en la plenitud del Renacimiento, Venecia inventó o desarrolló la propaganda turística. Era entonces una potencia marítima, la reina del Adriático, y necesitaba anunciarse. Publicidad y mercado se enamoran a primera vista. Célebre es el lema que circulaba allí como una invitación subliminal al consumo: Vivir no es necesario; viajar es necesario. Y por esa misma época aparecen los avissi, las hojas noticiosas o informativas que, por supuesto, al difundir novedades de un mundo crispado por la ebullición del comercio y sus urgencias, estimulaba las apetencias de navegar. Apreciamos, pues, una concordancia en la búsqueda de los mismos resultados. Pero también ya desde entonces se deslindaban las formas. El periodismo apunta primordialmente al intelecto, al impulso racionalizado por la posesión del dato informativo. Conocer para decidir cómo actuar.
Pero la propaganda cabe en un periódico, en un medio cualquiera. La publicidad –propaganda comercial- aparece en las planas de los periódicos y revistas capitalistas. Y propagada es, además, la crónica social. Entre nosotros, también ciertos editoriales, ciertos artículos patrióticos donde se exalta la virtud doméstica, o se exalta una efeméride cuya trascendencia impone la ejemplaridad para cuantos viven en el presente. Y ello es positivo. Esa es la mezcla pertinente en un medio de prensa. Propaganda y periodismo comparten el espacio, sin confundirse o sustituirse. Ahora bien, lo contrario –esto es, la propaganda que usurpa el tratamiento periodístico- desnaturaliza, simplifica el periodismo, aunque sea noble. No es el signo lo que influye; es la incompatibilidad de las vías. Y así la dicotomía entre propaganda o periodismo, se reduce a simplificación o complejización del contenido.
El enfoque propagandístico endulza el enunciado periodístico; falsea incluso la realidad al disminuirla, al reducirla a uno solo de sus elementos constitutivos. Y esa descomposición condiciona una probable falta de credibilidad de la prensa. Porque, a fin de cuentas, la vida es mezcla de lo positivo y lo negativo.
Voy a citar un ejemplo. Así empieza esta nota informativa:
La plenaria que posibilitó hacer un balance de los dos últimos años mostró una vez más por qué la Empresa de Cultivos varios de X es la abanderada de la ciencia y la técnica, y sobresaliente en la mayoría de las ediciones del Movimiento del Fórum a nivel nacional.
Continúa así entre otros párrafos similares:
Con el sentido práctico a nivel de surco, técnicos y trabajadores hablaron del ahorro de 67 000 litros de petróleo por mantener una mayor eficiencia energética, de la preparación de más yuntas de bueyes, del funcionamiento estable de 33 máquinas de riego de pivote central y 28 estaciones de bombeo, gracias a las innovaciones e inventivas ejecutadas y la introducción de abonos orgánicos, y de las abejas de la tierra (Meliponas) para favorecer la polinización en varios cultivos.
Termina de esta forma:
La motivación que propicia el Movimiento del Fórum hace que en la mayor entidad de cultivos varios de esta provincia los trabajadores se preocupen por poner cada vez más la ciencia y la técnica en función del objetivo principal: producir más con eficiencia, a pesar de la notable falta de recursos.
¿Podemos creer en esa entidad milagrosa, en esa panacea sin fisuras? ¿Será creíble una información que potencia un aspecto ideal, idílico, soslayando el lado oscuro, la insuficiencia productiva, de la agricultura cubana? El lector, o el televidente y el radioyente, por ello, enarbolan su incredulidad ante estos cuadros que, si verdaderos en algún sentido positivo, limitan la evidencia periodística de los aspectos negativos que la población conoce de cerca en las restricciones de la oferta y el ascenso de los precios en el mercado.
“A quién pretenden engañar”, exclama alguno.
“Si quiere usted comer vianda, ponga a hervir el televisor, o el periódico”, recomienda otro transeúnte.
Nosotros coadyuvamos, tal vez, a generar estas frases no tan aviesas como su tono sugiere, cuyo alcance nos recuerda que el sol tiene mancha, pero la propaganda tan solo habla de la luz. Y la simplifica. No la complejiza.