LOS VATICINIOS DEL DIABLO
Por Lorenzo Gonzalo,
periodista cubano radicado en Miami
El uso de la palabra “establishment” es un vocablo reiterativo en el lenguaje político estadounidense. “La gente está disgustada con el “establishment”, es una frase muy en boga entre políticos y pueblo en general. Si me preguntan su significado, diría que es sinónimo de “nomenclatura”, término aplicado a los representantes del poder durante la temporada comunista en Rusia.
Idiomáticamente significa una institución, pero en este caso, "establishment" (establecimiento) se refiere a los círculos del poder político que, estando o no en funciones, conservan un peso específico en el Estado. Con Trump el "Poder Político" ha sido desafiado a favor de los grandes empresarios. Ellos siempre han tenido influencia "cuasi" decisoria en las políticas del Estado estadounidense. Esta vez comienzan a convertirse en Poder absoluto. Al menos por la imagen que muestran las escogencias de gobierno de Trump para las distintas esferas.
En la inauguración, Trump barrió con los legados políticos a ultranza: "Hoy no estamos transfiriendo simplemente el poder de una administración a otra, o de un partido a otro, en su lugar, estamos transfiriendo el poder de Washington DC y devolviéndolo a ustedes, al pueblo".
¿Qué significa todo esto? ¿Acabar con los dos partidos?, ¿Sepultarlos? ¿Piensa apoderarse del Poder y descuartizar a los dos partidos tradicionales? Yo pienso firmemente que, dadas las presente circunstancias y su triunfo, lo puede hacer. Muchos, de uno y otro lado, son partidista por compromiso o inercia. Sanders lo confesó: "aspiro por el Demócrata porque aquí hay que aspirar por uno de los dos partidos". Lo mismo hizo Trump. Este último tuvo más resistencia porque significaba un "virus", infiltrado en el disco duro de la organización. Ningún republicano lo tragaba y pocos lo masticaban. Sanders, por el contrario, halló menos ataques porque los demócratas están entre el liberalismo moderado y el izquierdismo extremo. Todas esas tendencias caben en ese Partido y hasta hoy son controladas por los liberales conservadores.
La noche antes de la inauguración, Trump ofreció una cena a los principales donantes. Aunque se suponía que no había donantes al estilo tradicional, los hubo y en grande. La Secretaria de Eduación Betsy DeVos, fue una de las tantas, sobrepasando los seis millones de dólares.
Aun cuando Trump se vanaglorió que él pagaba su campaña, aquello fue verdad hasta su selección como candidato. No obstante, podemos decir que Trump es el primero que ganó su candidatura, sacando el dinero de su bolsillo. En 1992 el millonario Ross Perot intentó otro tanto, pero falló al no escoger a uno de los Partidos que tienen el derecho histórico a la presidencia: el Demócrata o el Republicano. Aspiró por el llamado Partido de la Reforma y perdió la contienda, demostrando que el dinero, si no se canaliza por los Partidos tradicionales, termina en pérdida. Exceptuando la campaña electoral, Donald Trump es el primer Presidente de Estados Unidos que “COMPRÓ LA PRESIDENCIA”. En Estados Unidos los golpes de Estado no requieren de ejércitos, sino de los “ahorros bancarios”. Trump acaba de desplazar de la historia a los partidos que la tejieron a lo largo del Siglo XX. Los aplastó y para que no quepa ninguna duda, sentó a su lado a los antiguos presidentes que no han llegado aún al Cementerio de Arlington y les dijo “los dos partidos demostraron servir solamente las necesidades de una élite, en lugar de las necesidades públicas”. Dijo con absoluta claridad, que todo lo malo que ha sucedido en Estados Unidos es culpa de los dos partidos. Es imputable, únicamente a una élite gobernante que es la misma en ambas facciones. Esto dijo, en uno de los discursos de inauguración más cortos que se hayan pronunciado.
En la mencionada cena, honrando a los donantes, habló desde un escenario que tenía dibujado en el piso al Capitolio, o sea, la casa del Congreso, el Templo de los legisladores.
Mientras hablaba caminaba sobre el dibujo, pisoteaba el Congreso. Parecería que esa noche preconizaba las palabras que, al otro día, unas horas después, pronunciaría en su toma de posesión.
Pisoteó a los legisladores. No hay Partido Demócrata ni Republicano, aquí sólo está Donald Trump. Un poco más y dice América soy yo.
La élite política tradicional puede que no se levante más nunca del puñetazo que acaban de ocasionarle. Hasta ahora, creo que pueden considerarlo un knock down técnico. Todo indica que con Trump pudieran comenzar a desaparecer, siendo reemplazada por la económica. Se habrán preguntado: “¿para que seguir detrás del telón si somos dueños de los escenarios?
El periodista amigo Jorge Gómez Barata, me dijo que mi planteamiento sobre una posible transferencia de élites, “es una tesis interesante”, pero en realidad pienso que es un vaticinio trágico, quizás apocalíptico. Es un traspaso de título sin las credenciales, no su erradicación.
Trump es un animal raro y como todos los líderes mesiánicos, puede que inicie una nueva era. De ser así, como siempre ha ocurrido en el pasado, será un tiempo de incertidumbres y locuras.
21 de enero del 2017
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