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PATRIA Y HUMANIDAD

Periodismo y comunicación

La hora de los mameyes

La hora de los mameyes

Por Jesús Arencibia Lorenzo*            

En el aniversario 90 años de la fundación de la revista Alma Mater, en noviembre de 1922

 El título me lo dio Silvio, que puede ir de los versos de alto lirismo al alto lirismo de la gente común, que son los mejores versos, y siempre dispara sus canciones con «la palabra precisa, la sonrisa perfecta». El trovador, que ha vivido su tiempo con el hambre de mundo y bondad que llevan los buenos, dijo para un documental español que si él se hubiera creído más importante que su pueblo se habría largado de aquí la primera vez que lo botaron del ICRT, pero no, ya con 20 años sabía que su pueblo era lo más importante…

Y siguió haciendo canciones y montando barcos Playa Girón, y persiguiendo unicornios, y muriendo un poco cada vez, siempre como vivió: «matando canallas con su cañón de futuro»…

Algo similar le sucedió a Julio Antonio, solo que los canallas lograron derribarlo cuando aún no había completado —en lo terrenal— su viaje a la inmensidad. Y ahora que Alma Mater concreta la feliz idea de rescatar los textos del Atleta universitario, y brindar con ellos por el cumpleaños 90 de estas páginas irreverentes, se me ocurre que la mejor manera en que puedo recordarlo es cantándole, aunque sea un poquito, a su bendita irreverencia, insolencia, diría Pablo de la Torriente, otro de los relámpagos en aquella generación que según Cintio Vitier saturó de poesía la política.

Cómo necesitamos esa poesía, Julio Antonio. Cómo nos hace falta para, al menos, repartir una canción protesta mientras la ciudad se derrumba. Las esencias no cambian, aunque la espiral marxista ascienda y se renueve, y algunos hablen de hacer no se cuántas revoluciones dentro de la revolución sin siquiera haber completado la inicial.

Todos soñamos ser tú en algún momento, Julio Antonio, lo soñamos en el tiempo futuro de seguir intentándolo. Pero a veces, muchas veces, nos falta el valor, la inteligencia, la luz larga. Los burócratas de todas las épocas también son los mismos. Los que te expulsaron del Partido Comunista, a ti, que eras El Comunista; los que le hicieron contraguerrilla al Che, que era El Guerrillero; los que botaron a Silvio del ICRT; los que pretendieron «curar» la homosexualidad con homofobia; los que enarbolaron y enarbolan desde las más altisonantes tribunas consignas que se repiten sin sentir, que se escriben en pancartas que dan risa; los que viajan climatizados y pregonan las bondades del sofocante transporte público… Y la Revolución con mayúsculas, el impulso volcánico de lanzarse a transformar, habita otros espacios, otros barrios, otras constelaciones.

Cuántas secciones como «En el Feudo de Bustamante» podríamos redactar hoy; cuántas caricaturas de figurones les debemos a nuestra gente; cuántas tánganas —o cibertánganas, para estar a la moda— tendríamos que armar. Nadie lo podría decir con certeza.

El camino, ya lo dijiste, nunca será Yanquilandia, o un panamericanismo en el que los indios hagamos el «pan» y los yanquis se ajusten el traje de americanos. Pero tampoco puede ser la Cuba en la que unos sean «más iguales que otros» y el buen Guillén deba rectificar su poema porque no tiene «lo que tenía que tener».

«Hombres de la Revolución», escribiría el Torrente de los Brau, como aquellos insolentes y hondos; burlones y amantes; desafiantes y niños, que no andaban persiguiendo «el sueño de un poeta solitario, sino la canción imponente y sombría de la muchedumbre en marcha», que es otra forma de decir todos los sueños solitarios empujando a soñar, empujando a una carga «para matar bribones». En esos deberíamos convertirnos, aunque nos fuera la suerte toda en el intento.

Por ello es tan feliz publicación de tus textos, la esperanza de tu revista, de que ha regresado Lord Mac Partland. Ojalá, muchacho inmenso. Porque el universo, el grande y el más pequeño, debe expandirse hacia el Rojo como confía el maestro Fernando Martínez Heredia. Un rojo no rígido ni amargo, sino dulce y bello, como un mamey maduro.

*Periodista, poeta, profesor universitario

 

VANIDAD CONCENTRADA Y... DEPURADA

VANIDAD CONCENTRADA Y... DEPURADA

 

Luis Sexto

Desde el próximo 26  hasta el 28 de noviembre, se efectuará el encuentro nacional de cronistas que, desde 2006, se celebra cada año en la ciudad de Cienfuegos, auspiciado por la Unión de Periodistas de la  provincia de igual nombre. Con este texto lo anticipo y prometo mi asistencia. Al final de este post, aparece la lista de finalistas del concurso de crónicas Miguel Ángel de la Torre. 

Uno de los mayores  riesgos de la crónica consiste en que pocos la lean o la dejen a medias o que alguien confunda las intenciones del cronista calificándolo de vanidoso. Tengo un doctorado en cualquiera de las tres circunstancias del mismo peligro. He sucumbido a los ensalmos de la crónica, y desde hace años, convencido y confeso, estoy suscrito  a este género periodístico polivalente y movedizo.

Lo sabemos: crónica no significa lo mismo en todos los países. O posee diversas aplicaciones. Una noticia relatada cronológicamente, con abundancia de pormenores, es una crónica en Bolivia. Y tal vez en cualquier otra parte. Hace cinco siglos, el cronista en España era el que “llevaba el tiempo” –del griego cronos-. Escribano o anotador que apuntaba las incidencias de los hechos presuntamente históricos. ¿Cómo llamamos todavía a cuantos escribieron los episodios de la conquista y la colonización de América? Cronistas. Y de Indias, por aquello del equívoco geográfico de Cristóbal Colón.

Según la tradición legada por los modernista –Martí, Gutiérrez Nájera, Casal, Darío, Gómez Carrillo, Nervo-, que la tomaron de los franceses, y quizás anticipada por el escritor y pedagogo Anselmo Suárez y Romero en sus estampas sobre el paisaje o las  incidencias del paisaje humano o fabril de su ingenio Surimam, la crónica en Cuba ha sido un molde lírico, mediante el cual nos aproximamos emotivamente a cualquier acontecimiento, personaje o asunto.

Es un relato –una historia- contada mediante el principio de la emoción (de ahí que a  veces confundamos crónica con melcocha). Y se distingue por ser un género, una función como quería Alfonso Reyes, supremamente personal. El cronista impone su perspectiva más íntima, escribiendo en primera persona sin sentir vergüenza por ello, o incluso escudándose detrás de la tercera.  Y habla de sí mismo, pero como pontón que facilite hablar de otros.  A ciertos gustos puede no interesarles, y  algún juicio torpe, primitivo, puede creer que es vanidad la presencia totalizadora de la primera persona  del periodista.    

Pero, por qué vanidad lo que es oficio, técnica, trabajo. Fijemos cuerdamente el concepto. Vanidad es petulancia, engreimiento, maquillaje, y sirve principalmente para que los humoristas la depuren en la chacota. Ese es su ADN: ser cantera para el choteo, la trompetilla.

La crónica, por tanto, en términos filosóficos no es la cosa en sí, sino el eco de la cosa en mí, en el cronista. Y a través del cronista se cristaliza ante los ojos de los lectores En ella la emoción puede descansar libremente y me atrevo a decir que  es un terreno tan vasto que le sobra espacio para acoger la libertad humana; es más personal, implica  un contacto más íntimo del periodista con sus palabras.

Precisando, se empalma con lo que el profesor Philip Wheelwrigh, en la Revista de occidente  llamó lenguaje vivido, o lenguaje en tensión. Y este lenguaje tenso permite una libertad que, aunque no se oponga al habla común, se adelanta sobre todo a la precisión de otros lenguajes como el científico, el comercial, el diplomático. En estos, los valores semánticos son exactos. En la crónica, como en la poesía, señorea la polisignación, es decir, que muchas veces una palabra salta sobre su significado básico, y adquiere otro sentido. Y he de advertir que podemos interponer una distancia creadoramente intencional entre significado y sentido.

Este género aún tan incomprendido, dispone, como ya hemos dicho, de un amplio campo para sus aciertos y fracasos. Casi absolutamente individual,  se relaciona estrictamente con las facultades de cada cronista. Del talento, de la cultura del cronista depende que la escritura sea una experiencia afortunada o una desgracia estilística.

Ya es hora que ejemplifique qué es el lenguaje vivido, o lenguaje en tensión. Primeramente podríamos definirlo por contraste. El periodismo en la mayor parte de sus géneros exige un estilo funcional, esto es, un lenguaje ajustado al contenido y a los significados de las palabras. La crónica, que favorece la apropiación estética del tema o asunto, se vincula desde la forma o la expresión a la literatura y al lenguaje tenso propio de la poesía. Si en la crónica rige la emoción, no habrá manera de hacerla coincidir con un artículo en el que rige el principio de la reflexión. Por tanto, lenguaje vivido se resuelve mediante palabras cromáticas, rítmicas, armónicas que conmuevan y seduzcan por el trasvase lírico. Si me presentan una historia periodística en una crónica, incluso en un reportaje con forma seca e inarmónica, como un informe sindical o administrativo, termino por desencantarme. ¿Cuántos lectores se sentirán aburridos ante esa prosa notarial, que muchos dicen es la ideal para el trabajo del periodista? 

Martí, incluso, sufrió la reticencia de quienes creían que el estilo trabajado, con entrantes y salientes que le suprimieran la chatura de sus contornos, asustaba a los lectores. Por ello, los directores del diario caraqueño La opinión nacional le pidieron la pluma -como el manager la bola al lanzador- en la redacción de la Sección Constante.

 Veamos  un fragmento en que apreciamos ese hilo de emotividad que de tan estirado, corta. Pertenece a  la crónica más reconocida de Enrique Oltuski:

¿Qué puedo decir del Che que no hayan dicho? ¿Qué he imaginado su muerte? ¿Qué he imaginado el cañadón de que hablaban los cables? ¿Con qué vegetación? Tupida, pero sin definir el contorno de de las hojas ni la forma de los árboles. A ambos lados las lomas peladas, no muy altas, de laderas perpendiculares. ¿Haría frío o calor? Posiblemente  un frescor agradable bajo los árboles no muy corpulentos, un arroyo corriendo bajo las ramas, el suelo sin hierbas, cubierto de hojas que se pudren en las sombras (…) ¿Qué puedo decir del Che que no hayan dicho? Que cuando vi las fotos de Bolivia, él tirado sobre la tarima, con el torso desnudo, recordé las noches en que yacía igualmente sobre la alfombra de su oficina, en el Ministerio de Industrias, con una mirada que traspasaba las cosas, con un brillo en los ojos como reflejo de estrellas, de estrellas del Sur.

¿Qué puedo decir?

Julio Cortázar le dijo a Enrique Oltuski  que esta crónica lo había convertido en el mejor escritor de Cuba. Y nosotros qué podemos decir. Que se aprecia la tensión. Cada palabra vivida por el cronista ha sido seleccionada para cubrir el enunciado con una atmósfera triste, cabizbaja. Como cualquier texto creadoramente escrito, literario o periodístico, la crónica no se acomoda a cualquier palabra, en particular a las patéticas o amelcochadas. Ni a cualquier organización estilística. Ni soporta acumulación de imágenes y frases huecas de ideas y hechos. Esta crónica, ejemplar, valga remarcarlo, tiene también un tono dispuesto por las palabras elegidas y por la longitud de la frase. Ese tono nos está indicando que si vamos a escribir sobre el deceso de un personaje excepcional, las frases han de asumir el ritmo de una marcha fúnebre. Es decir, el lenguaje vivido, se calcula, se le oprime los resortes de vitalidad, aunque sea en una operación inconsciente. En el fondo, dicta los términos el oficio del cronista, que sabe, además, que la crónica no merece cualquier asunto, ni soporta estar hueca de ideas.

A principios de 2008, falleció con más de cien años Andrés Henestrosa, aborigen mexicano. A los 14 años aprendió hablar español y fue convirtiéndose en un de escritor de prosa tensa, incluso hasta en cualquier género del periodismo. El párrafo que a continuación reproduciré ilustra ese acercamiento a la literatura o la poesía mediante el lenguaje en tensión. En retrato de mi madre, Henestrosa escribió:

Mi madre vivió llorando. Después se secó las lágrimas, y una gran resignación, refugio de mis dos sangres oprimidas, ocupó el sitio del infortunio. Silbó el tren. Me monté en él y estoy seguro que lloró aquella noche todas las lágrimas que ante mí contuvo. Estoy seguro  porque yo me siento anclado, igual que una pequeña embarcación, a un río de lágrimas…

Es evidente y audible la atmósfera de tristeza, el ambiente de las despedidas. Y si el pintor emplea colores, el cronista, el escritor sensible, con vocación de artista, pinta con las palabas que elige y escribe, y con las que calla o borra. La puntuación, que no sirve solo para ser claro, también opera como vapor que atiza o retiene el ritmo del enunciado

García Márquez escribe una crónica así: 

La semana pasada pregunté por Mercé Rodoreda en una librería de Barcelona, y me dijeron que había muerto hace un mes. La noticia me causó una pena muy grande, primero por la admiración muy justa que siento por sus libros, y segundo por el hecho inmerecido de que la noticia de su muerte no se hubiera publicado fuera de España con el despliegue y los honores debidos. Al parecer, pocas personas saben fuera de Cataluña quién era esa mujer invisible que escribía en un catalán espléndido unas novelas  hermosas y duras como no se encuentran muchas en las letras actuales. Una de ellas –La plaza del Diamante-  es a mi juicio la más bella que se ha publicado en España después de la guerra civil.

El autor de Vivir para contarla sigue hablando de la autora fallecida y evoca un encuentro:

Tengo hoy un recuerdo entre nieblas de aquel extraño encuentro, que sin dudas no fue uno de los recuerdos que ella se llevó a la tumba, pero para mí fue la única vez en que conversé con un creador literario que era una copia viva de sus personajes. Nunca supe por qué, al despedirme en el ascensor, me dijo: “Usted tiene mucho sentido del humor”. Nunca más tuve noticias de ella, hasta esta semana en que supe por casualidad, y en mala hora, que le había ocurrido el único percance que podía impedirle seguir escribiendo.

Para escribir, sobre todo una crónica,  hay, pues,  que acarrear toda experiencia nueva; hay que guardar todo, hay que recordar todo lo vivido y todo lo leído. Ello le va dando al periodista la sustancia necesaria. La mejor materia prima que tengo para escribir soy yo. Alguien podría preguntarme si a juzgar por lo que escribo, he vivido grandes experiencias. No precisamente. Pero mis pequeñas experiencias la he vivido como si fueran únicas y enormes. Recordemos a José A Benítez, en su libro Técnica periodística, cuando aclaró magistralmente la peculiaridad de la crónica: El reportero halla su materia fuera de sí; el cronista, dentro de sí. Tampoco  soslayemos a Jack Fuller en su volumen titulado Valores periodísticos: Los textos que se desechan en una redacción son aquellos cuyos autores no saben qué género necesitan sus temas. Es decir, los confunden. Y el que equivoca el camino por no precisar a dónde quiere ir, no llega  a ninguna parte. 

 

 

 

 

FINALISTAS DE LA VI EDICIÓN DEL CONCURSO DE CRÓNICAS MIGUEL ÁNGEL DE LA TORRE, 2012

 Este año por el volumen de trabajos presentados, 145 en total,  la presidencia de la UPEC en Cienfuegos decidió crear dos jurados, uno para los apartados de Prensa Escrita, Estudiantes de Periodismo y Digital, integrado por Alina Perera Robbio del diario Juventud Rebelde, Eduardo Montes de oca de Bohemia y presidido por Luís Sexto Sánchez.

 

El segundo para analizar Radio, Televisión y las destinadas a José Martí en ocasión del 160 aniversario de su natalicio, integrado por Ramón Lobaina Consuegra y José Jasán Nieves de Radio Ciudad del Mar en Cienfuegos y Omar George Carpi del telecentro Perlavisión, como presidente.

 

El jurado considera que lo presentado refleja de manera muy representativa la realidad del género en el país. Junto a exponentes dignos y con valores en su elaboración llegan también creaciones que denotan falta de claridad en la definición del género y una notable tendencia a confundirlo con la reseña o la evocación histórica de figuras y sucesos.

 

A continuación los finalistas, que tendrán la posibilidad de participar en el VII Encuentro Nacional de la Crónica Miguel Ángel de la Torre en Cienfuegos entre el 26 y 28 de noviembre del 2012.

 

Prensa impresa:

 

1. Dejemos que se nos vaya el tren, de Yoelvis Lázaro Moreno, Villa Clara.

2. Un día cualquiera del vendedor, de Melissa Cordero Novo, Cienfuegos

3. El Yunque, de Jesús Arencibia Lorenzo, Juventud Rebelde

4. No quiero soñar, de Sayli Sosa Barceló, Ciego de Ávila

5. Huérfana de muñecas, de Leydi Torres Arias, Villa Clara

6. Las rosas de Eulalia, de José Aurelio Paz, Ciego de Ávila

7. El beso de Lina, de Nyliam Vázquez García, Juventud Rebelde.

8. Generaciones cansadas, de Yunier Riquenes, Santiago de Cuba

 

Estudiantes.

 

1. 90 millas, de René Camilo García Rivera, Universidad de La Habana

2. Un hombre de verdad, de Carlos Manuel Álvarez, Universidad de La Habana.

3. Habanas, de Nelson González Breijo, Universidad de La Habana.

4. Lucía, de Karla Colomé Santiago, Universidad de La Habana.

5. El viejo lugar, de Adriana Castillo González, Universidad de La Habana.

 

Digital

 

1. Los locos y las puertas, de Reinaldo Cedeño, Santiago de Cuba

2. Mil crónicas para el decano, Yandrey Lay Fabregat, Vanguardia Villa Clara.

 

Radio

 

1. 90 años de la radio cubana, Miguel Ángel Montero, CMHW, Villa Clara

2. Añoranza, Suled López Bénitez, Aguada Radio, Cienfuegos

 

Televisión

 

1. “Detalles”, de Marleydi Muñoz Fleites, Perlavisión, Cienfuegos

2. “Rocas”, de Ismary Barcia Leyva, Perlavisión, Cienfuegos

 

José Martí

 

1. “La infancia de un líder”, de Miguel Ángel Montero, CMHW, Villa Clara.

 

 

 

 

 

EL CASCABEL DEL GATO

EL CASCABEL DEL GATO

 

Por Luis Sexto

Rápida opinión sobre otra opinión

La web repite ahora la misma receta: circula un nuevo artículo sobre la prensa cubana, escrito por un intelectual tan respetable como los autores de los textos anteriores, y con quien  he coincidido habitualmente por la hondura y el saber de sus enunciados. Pero no por el prestigio del articulista, he de renunciar al derecho de exponer mi parecer como parte del problema, aunque hasta el momento no integro la solución.  Y como veremos,  los que juzgan a la prensa, sin conocerla desde dentro, solo desde la percepción del lector, aunque de sabio lector, se quedan en la periferia y por tanto suelen no oler las esencias.

La prensa cubana es uno de los aspectos superestructurales en que aun mentes sólidas, cultas, incluso especializadas yerran con frecuencia cuando la enjuician.  Y de cuanto uno ha leído sobre las deficiencias e insuficiencias de la prensa, casi todo termina en maledicencia, porque no toca el fondo. Arremeter contra la prensa compone, por supuesto, un modo muy superficial, y por ende cómodo,  de expresar la beligerancia crítica en nuestra sociedad. Lo sabemos: un periódico, una revista, un programa informativo de la TV o la radio son un producto de consumo. Incluso, como la mercancía, se realizan en la circulación. Un periódico impreso que permanezca en los sótanos del poligráfico, sin que ningún ojo humano lo lea, no existe como documento informativo. De modo que, si existe, es susceptible de servir de diana a la opinión de los receptores.

Ahora bien, los criterios que justificadamente descalifican a la prensa cubana en su efectividad como producto informativo, adolecen de un enfoque astigmático al indicar que si la escriben o la hablan los periodistas, estos son los culpables de esos periódicos y espacios noticiosos de TV y radio sin interés, repetitivos,  grises. Y uno entiende que  nos invalidan como competentes profesionales. Los más aptos son los que no escriben en los medios. Y el doctor Esteban Morales, autor del artículo que comento, señala algunos nombres.

Y qué sería llegar al fondo del problema. Que excuse el doctor Morales si, tras leer  su artículo dos veces, no lo he interpretado cabalmente. Pero en vez de aludir a periodistas y editores o emisores -a veces clara o subliminalmente- como los únicos responsables de la mala prensa y de que, incluso, no respondamos afirmativamente la invitación o exhortación de Raúl  a terminar con el secretismo, habría que  sumergirse hasta el lecho de la charca en que se debate nuestra prensa, y reconocer que  discurre por los carriles de  un sistema en el que los profesionales de la información somos, simplemente, instrumentos. No nos corresponde trazar las estrategias.

Los que critican la prensa actual han de saber que un medio depende fundamentalmente de las fuentes. Si las fuentes se cierran, el periodista o el reportero quedan con una información mediatizada, inofensiva, o sin ninguna. ¿Saben acaso quienes escrutan  nuestro proceder que  por norma nos han impedido  la entrada hasta en una escuela primaria si no llevábamos un permiso del ministro? Imaginemos, así, cuánto significaría cruzar la puerta de una fábrica, o de una oficina de vivienda con fines de investigar periodísticamente sus realidades interiores. ?Fue responsabilidad de Radio Reloj que no dijera rápidamente las causas del  apagón  casi general en el país la noche del 9 de septiembre próximo pasado para que al menos se enteraran los radioescuchas que poseen receptores de baterías? Razonablemente,  esa u otra difusora debieron esperar a que la Unión Eléctrica averiguara las causas de la falta del fluido y las comunicara en una nota. Ese proceso de indagación, según la hora en que fue firmado el breve informe oficial, duró algo más de dos horas, y si se pudiera considerar tardío, la demora no fue obra de Radio Reloj o de otro medio.

Algunos de nosotros, intentanto ser más efectivos,  han acudido a fuentes alternativas, pero  afrontan un obstáculo: que estas no digan la verdad, o no pueda confirmarse, o que los editores no tengan confianza en la información, o hayan recibido instrucciones superiores de no publicar nada sobre cualquier tema o acontecimiento.

La falta de transparencia y el secretismo que tantas veces Raúl ha cuestionado, no es obra de los periodistas. Al menos, si formamos parte de un sistema, mucho de cuanto hemos de decir corresponde decidirlo a ese sistema. Hemos de saber, para adquirir luces, que en Cuba aún existe la percepción de que fue la prensa la que derrocó el socialismo real. Muchos políticos y decisores tienen esa convicción. ¿Y no estarán nuestros medios limitados en sus posibilidades, no de demoler el socialismo, sino de ayudarlo a construir, por ese enfoque tan elemental?  Como dijo, poco antes de fallecer, Carlos Rafael Rodríguez: Ya sabemos que la disolución de la Unión Soviética fue obra de un socialismo mal concebido y peor aplicado.

Y veamos lo más  curioso de las acusaciones a nuestra prensa y a sus periodistas: algunos de cuantos las formulan por escrito u oralmente, fueron algunos de los que, en un tiempo, te decían: eso no se puede publicar… Ejercían entonces como directores o presidentes de instituciones y a la vez como censores. ¿Podemos describir lo que  haya detrás de una pared,  sin abrir un hueco o tratar de entrar por una puerta? Sepamos definitivamente que los medios no componen una cooperativa de profesionales de la información, dirigida endógenamente. Los periodistas nos debemos a una regulación exógena. Ah,  y conozco a numerosos periodistas tan buenos como esos que el doctor Esteban Morales señala. Y  también los conozco mejores, sin desdorar a los mencionados, cuyo periodismo suele hacerse para el extranjero.

Sostengo, además, que el congreso de la UPEC no podrá darnos más espacio. No le corresponde, porque no tiene capacidad política. Los delgados, estoy seguro, sí reclamarán lo mismo que el doctor Esteban Morales y otros sobresalientes intelectuales: el derecho a construir una prensa que se parezca a nuestro país, y satisfaga todo cuanto nos demandan lectores, televidentes y radioyentes. En ello estamos de acuerdo con nuestros contradictores. Tal vez, entre todos, pongamos el cascabel al gato.

ALGUNOS RETOS DE LA PRENSA CUBANA.

Por: Esteban Morales,

Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC)

Todo parece indicar que ya hay dos prensas en Cuba. La que algunos pretenden que todos leamos y otra, al alcance solo de un 10% de la población, pero cuyos resultados se retransmiten por medio de "radio bemba", que como diría el propio Raúl Castro en una ocasión, trasmite mejor que el Instituto Cubano de Radio y Televisión. Solo que desde que el Cro. Raúl Castro dijo eso, hasta hoy, ya existen el correo electrónico e internet, que resultan medios muy eficientes para hacer circular la información que nuestra prensa aun no se atreve a publicar.[i][i]

La primera, la prensa escrita, que tiene dos periódicos principales nacionales, muchas veces lo que hacen es duplicar las noticias, que bastaría con sacarlas en uno de ellos.[ii][ii] Una prensa, que el pueblo compra todos los días, con la esperanza de ver reflejadas de manera abierta, fresca y franca, tanto los principales acontecimientos y especialmente sus preocupaciones. O sea, lo que todo el mundo habla en la calle. Qué pasa con la corrupción; donde está el cable; cuándo la agricultura va a dar resultados satisfactorios para que bajen los precios; cuándo se darán los cambios en las regulaciones migratorias algo tan prometido; cuándo conoceremos el texto de la ley tributaria; qué pasará con el cúmulo de opiniones negativas que existen sobre las más recientes regulaciones aduanales, etc.

Se trata de una prensa que en verdad no parece cubana. Demasiado esquemática, secretista, insípida. No tiene casi nada que ver con la idiosincrasia del cubano que se ríe hasta de sus propias desgracias; una prensa que con tal de sacar lo negativo de Estados Unidos, pone a veces en primera plana noticias de ese país, que no la reflejaría ni en su décima página el U.S.A Today, el periódico más popular en los Estados Unidos. Sin dudas, últimamente, se nota que nuestra prensa hace un esfuerzo, pero está muy lejos aún de satisfacer las expectativas del ciudadano medio. Ello se observa en alguna medida en la sección de los viernes de Granma y con algunos artículos publicados esporádicamente. El anunciado congreso de la UPEC inevitablemente tendrá que tomar el "toro por los cuernos", si es que de verdad queremos lograr una prensa acorde con los tiempos que estamos viviendo. Una prensa que se convierta en instrumento eficaz para la crítica, el perfeccionamiento del modelo económico y el cambio de mentalidad que se ha pedido por la máxima dirección del país.

Pero no obstante, haber modestos avances, es lamentable ver, cómo nuestros periódicos nacionales van perdiendo adeptos. La población los compra casi por inercia, o porque no hay otros, esperando encontrar en ellos algún día sus inquietudes o aquello sobre lo que desea saber e informarse. No es para dudar, que con una prensa así, las batallas a librar están pérdidas de antemano, por las razones siguientes: - La población termina por cansarse de leer una prensa que no refleja nuestras realidades, ni con amplitud lo que está pasando. - La separación entre lo que esa prensa refleja y la realidad introduce la desconfianza. - El ciudadano se mueve buscando otras alternativas para informarse mejor. Lo cual es muy peligroso. - El ciudadano apela a la radio nacional, que siempre es más espontánea. De ahí pasa a las emisoras extranjeras que nos rodean, alguna de las cuales transmiten incluso en español, estando muchas de ellas diseñadas para intentar que sean escuchadas en Cuba. La peor de las cuales es la mal llamada Radio Martí.[iii][iii] - Se va generando una mentalidad que busca afuera la información que debiera recibir adentro. Regalando muchas veces la inmediatez de las noticias e informaciones.[1][1] - El ciudadano se hace entonces más sensible a las llamadas bolas y a las distorsiones de la información.

Una sociedad, que en medio de la revolución de la información, regala los oídos y ojos de sus ciudadanos no sobrevive. Recuperar la confianza del pueblo se va tornando muy difícil. Porque la población reacciona ante la ausencia o calidad de la información, como ante algo que le pertenece, que debe recibir y que alguien le está robando o está tomándose la atribución de negarle. Ese es un sentimiento que peligrosamente ya va ganando espacio entre nosotros. Legítimo por demás, porque ha sido la propia máxima dirección del país, la que ha criticado a la prensa, hablando de sus deficiencias y entre ellas, del secretismo. Ha sido el propio Presidente, el que ha abierto los canales de la crítica y ha presionado para que la prensa partidaria le acompañe. Pero no se produce el cambio y la gente espera cada vez más impacientemente, por lo que no acaba de llegar. Sin embargo, una nutrida intelectualidad revolucionaria encuentra espacio en la intranet y en internet y aunque los que tienen posibilidades de acceder a ese medio son pocos aun, sus artículos y comentarios, se divulgan internamente a través de los correos electrónicos y llegan a una cantidad de personas mayor que la que se puede suponer. Pero lamentablemente, internet se beneficia de ello, rebotando hacia Cuba las informaciones y comentarios que el propio país debiera reflejar. Ese es el daño que nos hace el "exceso de celo" con internet, que es más dañino que el propio daño que internet pudiera hacernos.

Dentro de este mundo en que vivimos, para lograr sobrevivir, es una exigencia afrontar los riesgos de estar dentro del. ¿Cómo lograr invertir esa ecuación, donde los medios nacionales también comienzan a perder prestigio internacionalmente? Las deficiencias e insuficiencias de la prensa y medios informativos cubanos, tienen también repercusiones negativas en el exterior, donde existe gran interés sobre los acontecimientos y la situación de Cuba, por las propias preocupaciones que la crítica realidad cubana despierta y porque el discurso oficial las reconoce. Incluso muchos extranjeros amigos de Cuba, están preocupados por lo que ocurre en la Isla, pero sienten que no reciben información fidedigna y suficiente de nuestras realidades, se percatan de que la prensa cubana no las refleja, y que es más realista informarse sobre Cuba a través de internet, la intranet y de otros medios alternativos.

Los blog, revolucionarios o no, las publicaciones digitales, como Espacio Laical, La Ceiba, Observatorio Critico, Moncada, SPD, Café Fuerte, Havana Times, La Joven Cuba y otros, se mueven hacia delante, copando la atención de lectores que fuera de Cuba buscan una información más objetiva, atrevida, critica, en general más acorde con los retos que se sabe por todos enfrenta el país y que no encuentran en la prensa escrita nacional, que por lo general, presenta una imagen casi idílica, carente de suficientes críticas, las dificultades e inconformidades; que apenas refleja nuestra realidad y de manera aun timorata, secretista y restringida. Impidiendo por esa vía, que nuestros potenciales amigos fuera de Cuba, conozcan lo suficiente, no solo de cuáles son nuestros problemas, sino también los argumentos para apoyarnos.

Se trata de un fenómeno, del que no creo la prensa nacional se percate claramente, porque muchas veces esos amigos, adolecen de los mismos problemas que nosotros en Cuba: la defensa a ultranza, la autocensura, el insuficiente reconocimiento de lo negativo, la apología, la solidaridad ciega. Vicios que nosotros mismos, los revolucionarios cubanos, les hemos inoculado desde Cuba en no pocas ocasiones. ¿Cómo salir de ese atolladero desinformativo, para que la defensa de la revolución cubana hoy sea más realista, más consciente, más acorde con los desafíos que ahora enfrenta el país, para que nuestro pueblo confíe en ella y nuestros amigos en el extranjero nos puedan ayudar más a enfrentar la avalancha de la crítica contrarrevolucionaria? Crítica contrarrevolucionaria que es sin dudas, en estos tiempos¸ más inteligente, más científica, puesto que no se apoya muchas veces en la simple mentira, la burda distorsión de los acontecimientos o la sobredimensión de nuestros problemas, sino que toma nuestros problemas reales, para presentarlos de manera más sofisticada, mas finamente manipulada, buscando el desaliento, la confusión y la desconfianza en nuestras soluciones.

Pienso, que existe solo un camino, para que nuestra prensa termine por superar esas situaciones. Nuestra Prensa a todos los niveles de su gestión: - Debe ser más realista, democrática, abierta, eliminar definitivamente el secretismo, la autocensura, el discurso viejo, dogmático y apologético. - Debe abrir espacio a la intelectualidad cubana revolucionaria, reflejando su discurso más realista, crítico abierto e inteligente. Aliándose con aquellos que enfrentan la crítica contrarrevolucionaria desde posiciones que reconocen nuestras deficiencias, antes de que el enemigo nos las tire a la cara y las convierta en armas de una diplomacia subversiva, apoyada por la política del "Cambio de Régimen" preconizada por la administración norteamericana actual. - Debe ganar conciencia de que la superioridad técnica del enemigo no tiene por qué ser una desventaja para nosotros, si sabemos utilizar de manera inteligente las armas de la verdad, la coherencia, la sistematicidad critica, y el valioso potencial científico e intelectual revolucionario de que disponemos. Mientras no logremos esa alianza, cada cual seguirá por su lado, con sus arma, algunas muy melladas por cierto y seremos solo una tropa dividida por la desconfianza, el dogmatismo, la apología y el elitismo de algunos que adoptan, desde sus posiciones de poder, la actitud de defensores "puros", mientras consideran a los otros, como unos simples liberales que quieren regalar el discurso de defensa de la revolución a sus enemigos. Septiembre 8 del 2012.

[2][1] La noche del 9 de septiembre del presente año, una parte
importante del país quedo a oscuras  y Radio reloj era incapaz de
informar a la población que  estaba pasando. Lo cual hace algunos años
no ocurría.

[iv][i] Existen excelentes periodistas como Jorge Gómez barata, Félix
Sautié, Fernando Ravsgber, con cuyos artículos nuestra prensa  ganaría
mucho. Sin embargo ninguno  es bienvenido en ella. No pocas veces
cuando se publica un artículo de fondo sobre los problemas del mundo
actual, se hace con refritos de artículos de  autores  extranjeros,
cuando en Cuba sobran quienes puedan publicar sobre esos temas.
Observándose un verdadero divorcio entre la llamada prensa oficial y
la intelectualidad  del patio.

[v][ii] Sin dudas hay un problema de personalidad entre los dos
periódicos, que afecta fundamentalmente al periódico de la juventud.
Que ineludiblemente dedica mucho espacio a  repetir noticias que no le
correspondería publicar, si ya han aparecido en el órgano oficial del
Partido y muy poco a los problemas de los jóvenes.

[vi][iii] No se habla aquí del fenómeno de la proliferación del CD con
programas de todo tipo que circulan en la red nacional. Lo cual
responde a un  problema  parecido al de la prensa plana, pero en
nuestra televisión, Sumamente criticada y no por falta de recursos,
sino de creatividad.

EL COLOR QUE POCOS QUIEREN

EL COLOR QUE POCOS QUIEREN

Luis Sexto

La periodista española Maruja Torres cuenta en su libro Mujer en guerra que cuanto conflicto bélico cubrió en su borrascosa profesión fue con la misión de dar color a lo que pasa. Los editores del El País –sea mencionado por esta vez- sabían qué le solicitaban a la polémica columnista cuando la remitieron a Beirut durante uno de los episodios de guerra en Líbano. Otros se ocupan de decir lo que pasa. Pero no basta si seriamente se empeñan los medios en informar.

“Dar color” en el periodismo sugiere mucho más que una pincelada. Una frase saturada de alguna sentimentalidad gratuita. El periodista polaco Rysiard Kapuscinski en una entrevista con el periódico La Jornada, de México, lo definió así, de modo que ya podemos entender de qué empiezo a hablar: Uno se percata que los instrumentos tradicionales del periodismo son insuficientes cuando queda mucho por decir en una nota informativa o un cable.  Y por ello hay que pedir prestado ciertos recursos a la literatura de no ficción para que el periodismo pueda reflejar el llanto de una madre sobre el cadáver de su hijo calcinado por un misil y la desesperación de una familia ante su casa arruinada por bombas y cañones.  En otro momento, el experimentado polaco recomendó una norma poco tenida en cuenta por el periodismo de los medios globales y todoterreno, y por los blogueros de la derecha ingenua: "Para entender algo hay que entrar en otra cultura. Nunca es posible al 100 por ciento, pero hay que intentarlo. Para captar esa otredad hay que estar abierto, dispuesto".

El norteamericano Norman Sinn llama periodismo o reportaje personal a lo que otros llaman periodismo literario.  El nombre de periodismo personal, parece ser el que más se ajusta dadas las circunstancias en que hoy predomina la imagen y con ella la televisión. Aparte de sus características hipnóticas, de su imposibilidad de establecer una relación dialógica con el receptor, la TV es uno de los medios más enmascaradores y manipuladores de la realidad. Las cámaras de vídeo la eligen y graban de modo aséptico. Periodistas y camarógrafos llegan solo a donde necesitan, hablan exclusivamente con quien necesitan y sin siquiera oler el ambiente toman el autobús o el helicóptero hacia los estudios donde con un fragmento de realidad pretenderán expresar todo el orbe local. Y como ha sostenido Kapuscinski ese periodismo no los ha vuelto cínicos; ya eran cínicos. Periodistas por dinero, sin vínculos con nuestra vocación. "Nuestra profesión nos hace cada vez más sensibles y vulnerables".

Todos lo hemos visrto en las últimas guerras condicionadas, gestadas y declaradas por los Estados Unidos y la OTAN: la TV y otros medios han inaugurado la época de “la información como espectáculo”, según el parecer de la propia Maruja Torres, que estima, además, que muy a menudo una foto miente tanto como mil palabras A mi parecer, la mayor manipulación periodística del acontecer se ubica en la aparente objetividad de la noticia o la información. Poco espacio se le da a los valores humanos.

El periodismo personal, pues, viene siendo un antídoto para esa manipulación mediática que ignora las zonas más conflictivas de un conflicto. Le enviada de El País tenía razón: ir a Beirut para “dar color”… el color de la sangre y el color de dolor singularizado en una persona, víctima de una guerra cuyo sentido se oculta a veces en subterfugios de nacionalismos, de tendencias religiosas o de rescate de las libertades conculcadas por un “genio del mal”. Y para “dar color”, para escribir como artista, y persona humana  lo que se observa como periodista, se necesita levantar las cubiertas de los sótanos, penetrar en las alcobas, llegar a los hospitales y cementerios. Ya no se trata de contar cuantos misiles estallaron esa noche. O cuantas excusiones de la aviación de los invasores.

El periodista narrador, el John Reed de este momento, tendrá que andar por ahí, democrática y honradamente entre la gente, dándole protagonismo a los parias, apostando incluso su vida a una historia verídica que servirá para revelar el dolor más soterrado e intenso. Ese que hoy casi ningún medio, ni ninguna fuerza política mezclada con la pólvora y las explosiones, quieren dejar ver.

 

 

 

 

 

 

 

COLOQUIANDO CON...

COLOQUIANDO CON...

Por Lianne Fonseca, Maylín Betancourt y Diannelis Silva

Entrevista publicada en 2009

El II Coloquio Universitario de Periodismo con sede en la Universidad Oscar Lucero Moya, de Holguín, contó con la presencia de importantes figuras del periodismo  actual como Luis Sexto, Premio Nacional de Periodismo José Martí en el 2009. La ocasión fue oportuna para el intercambio mutuo.

Luis Sexto es un periodista-escritor que ama a su profesión. Su labor y talento lo llevó a recibir el máximo galardón que  otorga la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) por la obra de toda la vida. Cada viernes nos cautiva con su sección Coloquiando en el periódico Juventud Rebelde y nos hace reflexionar sobre los problemas sociales y políticos que enfrenta el país.


-¿Cómo se inició en el periodismo?

-De modo bastante accidentado. Resulta que a los 25 años yo había ejercido varios oficios. Después de ejercer de vendedor de ostiones en los portales de Cuatro Caminos, entonces esquina célebre en la Habana, y de refrescos en la calle Muralla y de haber sido trabajador de la construcción, empecé a trabajar en ingenios azucareros como medidor de tierras. Dos años después, el MINAZ me envió a una escuela para estudiar topografía; me gradué, y  en 1969 pasé al ejército; me licencié en el 71, conseguí empleo en la industria deportiva como bibliotecario, pero, como se puede deducir, yo no era feliz. En 1972 pasé un curso de corresponsales voluntarios y  pude cubrir los juegos escolares de ese año –muy recordados por su masividad y esplendor- y ya no regresé más a la Industria Deportiva: la dirección de Divulgación del INDER en la ciudad de La Habana consiguió mi traslado para el departamento de Prensa. Y pocos meses después, me ascendieron como redactor del Semanario Deportivo LPV. Ya empecé a ser el que había soñado. De esa publicación partió mi vida profesional. Como es natural, ingresé en la Universidad y me gradué de periodista. En fin, todo lo vivido me ha servido para escribir.

 -¿Por qué el periodismo como profesión y no otra?

-Tal  vez esta pregunta sea tan difícil de responder como la de por qué  nací con ojos verdes. En ambos casos diría que por determinaciones  genéticas. Desde niño no me recuerdo de otra manera que soñando con  ser poeta, periodistas, hombre de letras y además polemista. Lo  misterioso de esta vocación es que en casa no había nada que la  condicionara. Mis padres eran personas con pocas letras, aunque sí con  muchas luces de cordialidad y decencia. Ahora, ya terminando mi  carrera, me declaro incompetente para otra actividad que no sea el  
periodismo y la literatura. El ejercicio de las letras ha justificado  mi vida y la ha colmado de sentido, aunque yo no sea un clásico.

 -¿Cuándo surge y con qué objetivo la sección Coloquiando del periódico Juventud Rebelde?

-La primera sección se publicó en junio  de 2002. Y su objeto fue  el de abordar, en un espacio caracterizado por la misma frecuencia  semanal, el mismo día y por el mismo autor, la situación político  social de Cuba. Estilísticamente me propuse escribir de modo que el  enunciado pareciera una conversación íntima, en un estilo apagado. Por  ello la nombré Coloquiando, es decir, hablando cercanamente al lector,  como bajito, entre él y yo. Eso es lo que me preocupa: el tono  conversacional, lo cual me libera de estridencias o altisonancias.*

-En esta columna usted opina, juzga y analiza los problemas que  afectan a la sociedad sobre todo en el plano ético. ¿Qué lo motiva a  abordar estos temas?

-Me parece que puedo identificar dos razones primordiales: asumir  
el periodismo como un  servicio social y solidario y como un ejercicio  llamado a ejercer de instrumento de la conciencia crítica de la  sociedad. Y a estas razones  añadenles mi inclinación polémica, pues no tengo la  fórmula que explica por qué opino sobre los problemas que afectan a  nuestra sociedad, en particular en el plano ético. Si no tuviera  en cuenta los problemas para juzgarlos, creo que el periodismo no tendría sentido en  la sociedad ni en mí mismo como profesional de la comunicación.

-Recientemente obtuvo el máximo galardón que otorga la UPEC, el  Premio Nacional de Periodismo José Martí. ¿Cómo acogió este estímulo  por la obra de toda la vida?

-Con mucha sorpresa, y luego con mucha gratitud hacia el jurado que  reparó en mi obra y hacia cuantos se alegraron junto conmigo.  Pero  ello, como ya he dicho, no impide que yo piense más en mis  insuficiencias que en mis aciertos, y salude la decisión que me  premia, cuando todavía tengo una edad  lo suficientemente apta como  para intentar ganarlo con lo que me resta por hacer. Espero poder  demostrarle al jurado que no se equivocó.

-"Solo el amor alumbra lo que perdura", al decir de Martí. ¿Continúa  Luis Sexto enamorado de su carrera?

-Ya lo dije: vivo en periodismo y por el periodismo: lo asumo como una  misión sacerdotal, como una orden de campaña que ha de concluir con la  muerte. Deseo vivamente que, con mi último suspiro, quede en el aire  la última palabra de mi último Coloquiando o de mi último poema o mi  último relato.  Si uno es capaz de vivir hasta el final con la primera  mujer y única esposa y con la profesión soñada en la juventud, es porque perdura el amor.

¿Qué opina del periodismo cubano?

-Al juzgarlo, me juzgo; soy parte de él, desde hace casi 40 años. En  las redacciones respiran competentes periodistas: revolucionarios,  cultos, con estilo; sin embargo, el periodismo no se entera, o se entera a medias. Influyen muchos factores. Uno de ellos es que la prensa,  a partir de 1965. ha sido sometida a las coyunturas  políticas internas y externas, y por lo tanto ha tenido que bajar la cabeza, justificadamente algunas veces y otras limitada por la acción  burocrática para la cual la información periodística es una amenaza que pone en peligro sus asientos. Confío que alguna vez, nuestra sociedad socialista sea lo suficientemente racional para reconocer que  la prensa, regulada desde dentro,  con madura autonomía, es uno de sus principales resortes de perdurabilidad.

-A lo largo de su vida ha tenido diversas responsabilidades de  
dirección periodística en Trabajadores, Prensa Latina, Bohemia. ¿Se  siente satisfecho con la labor que ha desarrollado hasta ahora?

-Lo único que me satisface es lo que haré mañana; lo hecho hoy ya no  lo puedo cambiar, y generalmente le noto imperfecciones. Pero, siendo  sensato, crecí en un país en revolución y elegí servirlo en un sector  sumamente complejo. Hice, quizá, lo que debía: nunca aspiré a menos y  ello me conforta.  Ahora bien, no soy culpable de mi baja estatura, aunque sí creo tener el mérito de soñar con las estrellas más altas.  De cualquier modo, la obra de la vida ha de ser siempre provisional, hasta el último instante.

-El periódico Juventud Rebelde ya acumula casi 44 años de su  fundación y tiene mucha aceptación por parte del público. ¿Cómo valora  el trabajo que desarrolla  este órgano de prensa?

-A Juventud Rebelde le agradezco que el último tramo de mi carrera profesional sea recorrido beligerantemente, en campaña; peleando por causas tan nobles como la independencia, la justicia social, el predominio sin manchas de la revolución. Es mérito de Juventud Rebelde  nunca haber subvalorado a los periodistas mayores. Por el contrario, creo que nunca me respetaron tanto como en este periódico, a donde llegué casi con 55 años. Le pregunté entonces a Polanco si le inquietaban los viejos y él me dijo: al contrario, los necesitamos; ven para acá. Creo que con mi trabajo ayudo a Juventud Rebelde a estar cerca de la vida, y lo ayudo más que con mi presunta calidad, con mi cierta vocación juvenil por la lucha.

-¿Cuáles consejos daría a nosotros, los relevos del  periodismo?

-Tal vez los mismos que le daría a un periodista llamdo Luis Sexto. Primeramente, llenarnos de  cultura, para ser capaces de asociar los fenómenos más distantes y disímiles; no escribir nada que no  sepamos, ni de lo cual no  estemos convencidos; conceptuar la crítica como un método racional de  análisis; creer que solo siendo interesantes seremos periodistas, y  admitir que ser interesantes es también, entre otras calidades técnicas y estilísticas, escribir de modo que seamos claros y concisos, pero también amenos, armónicos, aceptables. Y un último consejo: poner la ética en un sitial tal alto que digan: podemos creerles porque viven y actúan como escriben.

-¿Proyectos?

-Escribir cuanto aún no he escrito, que es todo.

*Como saben algunos lectores, esta columna cesó, por voluntad de su autor, Luis Sexto, a fines del mes de febrero de 2012.

(Tomado de http://www.baibrama.cult.cu/pages/noticia.php?id=537)

 

 

¿QUÉ NOS TOCA HOY, MAESTRO?

¿QUÉ NOS TOCA HOY, MAESTRO?

Luis Sexto

La prensa, un problema siempre actual

Playitas de Cajobabo continúa solitaria, arriscada,  sirviendo  de caja de resonancia al mar cuando se echa un tanto airadamente contra las rocas. El golpe de las aguas acentúa la sensación de soledad, como de espacio sagrado, donde Martí y sus compañeros de desembarco sienten crecer el pecho por la dicha íntima que reclama espacio hacia fuera. Puede uno verlos en aquella noche tormentosa, mientras recogían armas y jolongos antes de adentrarse en el monte inmediato.  El periodista, que  ahora imagina la escena bajo un sol airado y el forcejo del mar, piensa que ese ha sido uno de los hechos fundamentales de la patria que ningún reportero pudo cubrir.

 Y si hubieras estado allí, qué habrías preguntado o qué habrías escrito. Posiblemente, mientras caminabas junto a los seis expedicionarios, a la primera pregunta, José Martí, con la delicadeza como de miel que humedecía su voz, te habría respondido que él, él también, era periodista y ahora redactaba su más vívida crónica. Mira,  la pluma y el cuaderno de notas van en el bolsillo. Sobre sus espaldas,  la mochila abultada, y de su hombro izquierdo cuelga un fusil, casi del tamaño físico del Apóstol. El Viejo, Máximo Gómez, se aproxima y te advierte que las palabras ahora no hacen falta. Ni siquiera el Delegado las necesita, él, tan señor del verbo. Martí hoy supera su grandeza: Nunca antes -dice Gómez  el 19 de mayo de 1902- lo vi tan grande como ahora, cuando sube lomas bajo un peso que le dobla el cuerpo frágil, pero le empina el alma.

Y el periodista de hoy, que se ha asomado de día a aquella noche única, decisiva para la historia de Cuba, se percata entonces que ha recibido la mayor lección de periodismo de todos sus años aprendiendo a sintetizar, a sugerir, a informar,  a convencer. Imagino que ese nombre que uno ha sentido desde la infancia como una presencia sólida, palpable, amiga, me dice bajito, como si las palabras gatearan sobre la manigua: Habrá momentos, cuando el enemigo de la patria amenace, que el periodista contenga su alfabeto, su técnica, su impulso de multiplicarse en papel y tinta, para hacerse uno con el pueblo y su causa.

Ah, sí, hermano, el romanticismo no se quedó  como lápida en el sepulcro de su época.  Para nosotros, el periodismo es como el sentimiento de la patria: un deber fuera del tiempo y dentro de todos los tiempos. Después, en su Diario de campaña, Martí, hurtándoles el minuto a la prisa, al sigilo, al hambre, anotará aquella experiencia en un estilo que calzará botas de siete leguas, siete leguas que una sola palabra, un solo verbo y un punto y seguido recorrerán en una concisión inédita en él, cuyo  estilo se define por la  aglomeración torrentosa, la caricia en el ritmo, la desgarradura de las metáforas más clarividentes. Después su Diario y sus cartas  serán el más preciso reportaje de aquellos acontecimientos.

Quisiera preguntar, quisiera proseguir concibiendo lo imposible. Y desde la neblina entre la cual se difumina, Martí, levantando el índice hasta la sien derecha,  me hace recordar cuánto escribió sobre el periodismo. ¿Acaso no lo estudian, no lo meditan? Y como no puedo retenerlo en la manigua, camino hacia  su verde martirio, lo veo en el aula de sus libros. Y no me explico por qué a veces en su obra, publicada principalmente en medios de prensa, no aprendemos respetar el legado del Fundador. Oiga, maestro, repítame las fórmulas para que no me tachen de pusilánime, ni de gris, ni de machacón. Digo –dice el Maestro- que “nunca se acepta lo que viene en forma de imposición injuriosa; se acepta lo que viene en forma de razonado consejo”. Pero, a fin de cuentas, qué nos toca hoy, cuando usted ya no está. “Toca a la prensa encaminar, explicar, enseñar, guiar, dirigir; tócale examinar los conflictos, no irritarlos con un juicio apasionado”. No parece sencillo acabar de entenderlo, Maestro. Sí, pero será necesario que la prensa salga “cada mañana por la ciudad como un viento duende, levantando caretas”, porque “no puede ser, en estos tiempos de creación, mero vehículo de noticias, ni mera sierva de intereses…”

Ha dicho Martí, y se va a llenar de vida una cuartilla para Patria. Porque nunca creyó tanto en el periódico, el hombre que lo usó para convocar a la guerra, para fustigar a los enemigos de la independencia y la justicia y exaltar la paz.  Y de Playitas de Cajobabo, aquel día que también coincidió con un 14 de marzo, cuando Martí fundo Patria, me marcho como oyéndole envuelto en mi fervor aquella última definición: “…el periódico es la vida”. (Tomado de Cubahora)

 

 

 

 

RE(IN)FLEXIONES

RE(IN)FLEXIONES

 

 LUIS SEXTO 

Estudiantes de periodismo de Camagüey me pidieron estas líneas para hoy, 14 de marzo, día de la prensa en Cuba. Se las envié como si arrojara una botella con un mensaje al mar de nuestras costas

 Quizás deba modificar un antiguo refrán: más sirve el periodista  por viejo que por graduado. Y me parece que cuando hace exactamente 40 años comencé mi carrera, o mi corre-corre, de periodista pretendí ser, siendo joven, un viejo en la prudencia y la habilidad. Desde temprano aprendí con Martí que en el periodismo la pasión descarnada y la imposición no son nunca bien acogidas. Por ello, los que alguna vez subieron el Calvario en mis clases de la Facultad de Comunicación en La Habana, tuvieron que conocer, al menos, lo que se nombra estilo apagado en el ejercicio de la opinión, o en la búsqueda de la información. Estilo apagado que no significa apocamiento, sino un modo de expresarse desde la duda, la posibilidad, para que las actitudes omnímodas, imponentes, absolutas sean anuladas mediante una “adverbialización” discreta: quizás, posiblemente,  a mi parecer, etcétera, modalizadores que nos protegen de tener la razón. No siempre es conveniente tener la razón; es recomendable dudar de que la tengamos, aunque la tengamos.

El periodismo cubano pasa hoy por su peor momento. También Cuba transita por su peor época, una época que podría, como se ha dicho, ser el sepulcro de la revolución. Por ello, aunque de una manera u otra, hubo tutelaje, el del presente no tiene ninguna referencia comparable. Los que controlan la prensa y la controlan exógenamente, tienen de la prensa un concepto desmesurado en el peor de los sentidos. La experiencia soviética con Gorbachov, que liberó a la prensa, entonces no tan amarrada en la Unión Soviética, ha hecho pensar que los periódicos "tumbaron" el socialismo. Claro, esa percepción es un equívoco. Y le asignan a la prensa un poder que no tiene, pero les sirve para regularla desde fuera. Cualquier periodista avezado en la teoría ha de saber que la prensa, aunque sirva a una causa o a unos intereses políticos o económicos, debe ser regulada desde dentro, por los mismos que la hacen. Entonces sí podríamos cumplir nuestro papel. Ahora, siendo regulados exógenamente, pues lo único que hemos conseguido es que nuestra credibilidad esté en entredicho.

Todo ello ustedes lo saben y lo sufren. Ahora bien, cómo he podido yo,  me preguntan, cómo he podido yo decir, tal vez, lo que otros no han dicho. Cuando yo comencé, la situación no era la misma de hoy. Y empecé asumiendo mi papel, mi vocación, que nació a prueba de desengaños y obstáculos, tratando de escribir cómo mis maestros, vivos y muertos, me habían enseñado. Recuerdo que una de mis primeras batallas fue el uso de la primera persona en los artículos, reportajes y crónicas. En aquella época, principios del 70, el yo estaba proscrito. Todos hablábamos en nos, porque el individuo se perdía en la masa sin nombre. Yo, con modestia, sin ánimo retador, empecé a opinar en yo, a decir “me parece”, “vi”, “anduve”, etcétera, en los géneros que lo soportaban. Insistí, probé, soporté críticas, incluso injurias y menosprecios, sobre todo la estólida acusación de vanidoso. Pero, con el tiempo, me respetaron, porque el uso de la primera persona estaba inserta en un estilo cuidadoso, tan construido que a veces, y le suele pasar a los aprendices, se amaneraba. (Claro, luego fui raspando esas flores un tanto difíciles). Ese fue mi primer gran pecado, pero también me ayudaba a que me respetaran, porque, al menos, Sexto hablaba en primera persona, pero “lo sabe hacer”, llegaron a decir.

El asunto, por supuesto, es saber hacerlo. Demostrar que en lo que uno escribe se puede confiar. Y por ello, a medida que acumulaba experiencias, me percataba de que el equilibrio,  en el uso del lenguaje, en el uso del estilo, de la metáfora, de la gradación del interés periodístico mediante la forma, el equilibrio, repito, es la palabra más hermosa y útil de la lengua. Por tanto, cuando se hizo pertinente empezar a cuestionar errores, malos procedimientos, estupideces, intenté hacerlo mediante la mezcla: nada es absolutamente malo, nada es absolutamente bueno; hay parte y parte. Y esas partes y partes tenía que considerarlas, combinarlas para ser objetivamente justo. Pero, por otra parte, procuraba que cuando yo escribiera, por duro que fueran mis juicios, nadie pudiera dudar de qué lado yo estaba. Es decir, Martí dice que el periódico debe salir cada mañana a quitar caretas, pero uno debe dejar muy claro, al menos implícitamente, en los términos elegidos en la operación del estilo, con qué fin salgo a tumbar caretas, es decir a descubrir farsantes. ¿A destruir o a construir? La respuesta no ha de vacilar: siempre a favor del signo más constructivo.

Por otro lado, nadie puede pretender empezar a escribir y ser enseguida acatado y respetado. Es una lucha constante y larga. Y por supuesto, tiene que ver con la personalidad del periodista. Pensemos que, cuando digo personalidad, no me refiero a ser un García Márquez, sino un profesional consciente de sus debilidades, pero servidor tenaz de su vocación y su papel.

Eso hice. No creo, en verdad, que haya conseguido mucho. Pero algunos lo creen y me han premiado y me respetan y a veces, creo, consideran lo que escribo. He logrado cosas que me enorgullecen. Cuando en este país todo el mundo era bueno, y todos los escritores genios y todos los libros geniales, empecé en Trabajadores a hacer crítica, digamos crítica literaria. Y si estimulé, y elogié libros buenos, también taché libros que no consideré dignos de sus autores, autores destacados como Cofiño o Chavarría,, y de jóvenes petulantes. Aquellos años de inicios del 80 fueron duros, me busqué muchos líos, me granjee amenazas, cartas al director emborranadas de insultos  contra mí . También tuve el placer enorme de escribir el primer artículo, en 1984, contra la célebre encuesta de la popularidad de la revista Opina. Permítanme, entre paréntesis, contar este detalle: lo escribí la noche del día en que enterré a mi padre. Y ahí, en ese momento, comprendí que el periodista es como el artista: ha de salir al escenario, aunque el corazón lo tenga estrujado. Y yo debía cumplir mi tarea.

Ustedes no lo pueden recordar. Quizás aún estaban pensando si nacían o se quedaban en la nebulosa de Andrómeda. Pero cuando aquel artículo apareció en la página cultural de Trabajadores con el título de "No son todos los que están, ni están todos los que son", el mundo pareció venirse abajo, porque yo acusaba de fraudulenta a la encuesta. Y tenía pruebas, pruebas que guardé, aunque le dieron base a mis imputaciones y argumentos. Bueno, de mí se dijo todo, incluso que estaba preso. Y alguno me amenazó por carta y le respondí que eligiera las armas y la esquina donde dirimiríamos el problema. Aún lo espero. Porque es preferible que  se diga que aquí murió un periodista a que la tarja exprese que aquí corrió un periodista.

 Pero cuánta repercusión popular, cuánta carta y telegrama sirvieron para comprender que no me había equivocado. Por otra parte, cuando me echaron el Partido encima, el Partido me protegió, porque yo había hecho, sin preguntarles, lo que ellos esperaban que alguna vez alguien hiciera. Claro, otra época y otros hombres. Ese fue el principio del fin de la encuesta de Opina. Luego vinieron los demás medios a seguir la tarea por mí convocada.

En fin, la vida de un periodista que no quiera languidecer en una redacción, es la de perseguir una estrella. Habrá, por momentos, caídas, rechazos; pero ha de acompañarnos  el tiempo y el mejoramiento continuo, y el equilibrio y la claridad de las ideas como para no batear de “fao” una bola mala. Y sobre todo hay que hacer saber que uno tiene criterio y lo que no pasa por mi razón, no puede pasar a mis textos, porque entonces el lector sabría que lo engaño. No podemos  escribir contra el hábito de fumar, con un cigarrillo en los labios: el lector huele el humo y la falsedad. Por lo tanto, queridos amigos, en quienes me veo reflejado, el periodista honrado, ético, equilibrado, sabio en la vida y la técnica y la cultura de su oficio, será siempre respetado. Nadie se equivocará al elegirnos para repetir, porque sabrán que uno no ha sido de los que repiten, sino de los que crean y creen en su papel.

Todo, pues, todo lo que podamos hacer dependerá, en medida primordial de nuestras convicciones y de nuestra dedicación profesional. Y sobre todo de nuestra ética: Líbrenos la Patria  de ir a los organismos a pedir gasolina, o ropa, o privilegios. Caer en esa debilidad supone nuestra muerte como periodistas. Hoy tengo casa, pero hubo mucho tiempo en que no la tuve, y si la tengo hoy es porque la heredé de mi padre. Claro, uno no puede pedir a los demás lo que uno ha sido capaz de hacer; ese es el secreto del buen gobierno y de las relaciones humanas. Pero la ética y el equilibro, la sinceridad y la honradez son nuestras murallas. ¿Qué dijo Martí? Lo sabemos: No hay monarca como un periodista honrado. Y con esa fuerza tendrán que aceptar, cuantos dudan o  niegan, que los periodistas tenemos una misión  que cumplir en la sociedad del socialismo y la revolución.

 

PREGUNTAS Y RESPUESTAS

PREGUNTAS Y RESPUESTAS

Por Luis Sexto

Como profesor de la Facultad de Comunicación Social, cada año los alumnos que preparaban sus trabajos de diploma o tesis de grado me sometían a numerosos y variados interrogatorios. Me parece útil reproducir varias de esas preguntas y respuestas, alusivas a diversos temas que los estudiantes suponían que el profesor dominaba, quizás por viejo. Cuarenta años en el periodismo, tal vez,  me autorizan a exponer criterios que  sirvan  como un aviso, una señal.

PERIODISMO Y REALIDAD

P.- ¿Toda problemática social es de interés periodístico? ¿Cuándo podemos decir esto?

R.- De primera intención podríamos decir que toda problemática social –creo entender problema más que problemática- ha de interesar al periodismo. En suma, la razón de ser de nuestra profesión es captar, sintetizar, codificar la vida social –la realidad- y difundirla como información. Eso es así, quizás desde los avissi venecianos, en el Cuattrocento, o desde mucho antes. ¿Por qué aparecieron? Pues, para empujar el desarrollo del comercio, de los viajes, para estimular, mediante el conocimiento general o de cuantos sabían leer, la certeza de que el mundo se ensanchaba. Es decir, la gente necesitaba saber para actuar.

Desde luego, tanto ayer como hoy la prensa difunde información desconocida y significativa. Esa es la noticia. Lo conocido no es, habitualmente, contenido de los medios periodísticos. Por lo tanto, siempre hay que discernir qué problema debe de ser interesante para caber en un periódico. Esa condición es relativa. Depende del tipo de sociedad y de las circunstancias.

Por supuesto, ese espectro sobresale por su anchura. Todo cuanto pueda tener una incidencia social, y sea información desconocida y significativa, interesa a lectores, escuchas y televidentes. Para ello, ya sabemos que la teoría del Periodismo ha determinado los valores de la noticiabilidad: proximidad política, proximidad geográfica; interés humano;  proximidad psicológica, afectiva, etcétera. Si cualquier problemática social cumple esas o algunas de esas condiciones, compete al periodismo, teniendo en cuenta, como dije, la naturaleza del sistema social. Quizás, como sabes, un cortador de caña recordista, no debe interesar en Estados Unidos, España, México o Bolivia, pero a nosotros, por su vinculación con el orden político y económico de Cuba, tuvo, con más o menos fortuna, espacio en nuestros medios. Si no interesó más fue por causa de nuestras limitaciones formales y periodísticas. Por ejemplo, a quién no le interesaría en Cuba un reportaje sobre las fiestas house. O el problema de las jineteras, o el trasiego clandestino de mercancía desde cualquier puerto, o el porqué nuestra agricultura se retrasa y languidece en la improductividad. En efecto, que toda problemática social puede ser, relativamente, de interés periodístico por sí misma. Después, viene lo otro: que sepamos expresar ese interés en la forma apropiada para que el interés no se diluya en la nada.

P.- ¿Considera que le corresponde al periodismo estar en el centro de la vida misma, aunque haya baches –casi insalvables– que saltar?

R.- Debe estar en el centro de la vida. Esa es su función. Claro, que la presa integra la estructura del poder; se debe a reglas, normas, regulaciones, impuestas por el Poder. Lo de Cuarto Poder en las sociedades capitalistas es un sofisma, en todo caso un Cuarto Poder que se pliega al primero cuando es necesario. No olvidemos que los dueños de periódicos son capitalistas. Por ejemplo, en Cuba, durante la república neocolonial, había un acuerdo implícito entre los medios: ninguno podía atacar a otro, y mucho menos a sus directores o propietarios. Había solidaridad de clase. Ahora, debemos estar en el centro de la vida, pero los periodistas honrados afrontan limitaciones. Algunas justificadas por el interés nacional y  otras como expresión de una burocracia que no tolera que le quiten la paz de administrar sin rendir cuentas. Pero, la prensa ha de luchar, no antagónicamente, contra las limitaciones. La crítica es dolorosa, pero los periódicos, en Cuba, insisten en mantener el derecho de advertir, alertar, sacudir para construir y preservar. Una sociedad que no pueda construirse tal como es en un periódico es, al parecer, una sociedad enferma, o cuando menos inestable.

En otras sociedades el antagonismo es inevitable entre la prensa de izquierda y los gobiernos de derecha. O entre la prensa revolucionaria y la prensa de apropiación privada, como en el caso de Venezuela.

PERIODISMO Y LITERATURA

P.- No han existido medias tintas entre “literatura” y “periodismo”: antes del “Nuevo Periodismo” norteamericano muchos escritores de ficción publicaron en periódicos piezas literarias (de no ficción), que se han clasificado además como periodismo; y a partir de los años sesenta los nuevos periodistas emprendieron un periodismo que se propuso clasificar (y lo logró) como literatura (de no ficción).

R.- En efecto, parece que el periodismo literario está presente desde el siglo XVIII, con El diario del año de la peste, de Defoe. Ese es un reportaje que hoy se llamaría literario o narrativo, literatura de no-ficción. A mi parecer, sin embargo,  la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, en el XVI, es un antecedente notable. El conquistador español, devenido narrador, escribió un gran reportaje, quizás el primero en nuestra lengua y el primero sobre América. Es un texto de información actual en aquella época y  contada como una novela, viéndose más que oyéndose. Después, el periodismo literario, dicho sumariamente, pasa por Víctor Hugo, José Martí, James O´Kelly; los modernistas Manuel Gutiérrez Nájera,  Rubén Darío, Enrique Gómez Carrillo; también por José Ortega y Gasset, Azorín, Ramiro de Maeztu;  John Reed, Pablo de la Torriente Brau, Hemingway, García Márquez, Norman Mailer y muchos más antes de la aparición del Nuevo Periodismo.

P.- En realidad, el llamado “periodismo personal o literario” no es un fenómeno nuevo; mas solo de un tiempo acá empezamos a reflexionar sobre tal hibridación y a crear conscientemente desde ese baluarte. ¿Pudiera decirse que el periodismo literario no es literatura (aunque pudiera llegar a serlo), sino una variante periodística que se vale de algunos de sus recursos técnicos y de estilo para agregar a sus enunciados perdurabilidad y atractivos?

P.- A mi juicio no es literatura en su estricto sentido, pero es una categoría de arte, porque combina el tratamiento de la actualidad con los recursos estéticos de la narrativa. Es decir, en el periodismo literario se aprecia también una apropiación artística de la realidad, pero sin ficción. Resulta una mezcla creadora de los fines y géneros del periodismo con la sensibilidad, las técnicas y el lenguaje literarios, de modo que el contenido informativo resalte por su profundidad y sensibilidad. Lo caracterizan las técnicas de la narración: el predominio de la acción, la trama, los  puntos de vista personal, espacial, temporal; las estructuras circulares, cronológicas, discontinuas, invertebradas. Estilísticamente singulariza al periodismo literario un lenguaje ajustado en el tono a su tema, y una organización del enunciado variable en su ritmo, armónica, con un nivel tropológico que, además de embellecer la prosa, la haga más diáfana y precisa. Es decir,  calidades estéticas que permitan que el texto permanezca vigente, vivo.

P.-¿Qué géneros (literarios y periodísticos) pueden merecer tal clasificación?
Explique y ejemplifique en cada caso.

R.- Al menos en el periodismo, los géneros no merecen esa clasificación, sino el resultado de su tratamiento. Son los habituales del periodismo, pero enriquecidos por el tratamiento literario. Digamos que el reportaje y la crónica se ajustan muy bien al periodismo literario. En el reportaje se cuenta una historia y su lenguaje y estructura pueden apegarse a lo literario. La crónica exige un lenguaje casi poético, una exaltación lírica y su estructura puede ser: cronológica o circular o zigzagueante. También el artículo cuando se realiza con actitud de ensayista, esto es, que valora  tanto el concepto como la forma. Pongamos por ejemplo, los artículos de Jorge Mañach en el Diario de la Marina, o sus Estampas  de San Cristóbal y Glosario en El País, entre los años 20s y los 30s del siglo XX. En ellos hay estilo seductor, cautivante, sin dejar de ser claro y conciso. La entrevista de personalidad, si trasciende la rutina de preguntas banales y de un esquema sin vitalidad, sin interés, también se inserta en el llamado periodismo literario.

 

P.-En general, ¿cómo aprecia el comportamiento del periodismo personal o
literario en Cuba?

R,- No es frecuente, ni común. Sin embargo, son numerosos los periodistas que lo escriben: Leonardo Padura, Yamil Díaz Gómez, Ciro Bianchi, José Alejandro Rodríguez, Michel Contreras, Luis Vázquez Muñoz, José Aurelio Paz, Enrique Milanés León, Eduardo Montes de Oca, Félix Guerra, Osmar Álvarez Clavel, Leandro Estupiñán, Jesús Arencibia, Roger Ricardo, Rafael Grillo, Francisco G. Navarro, Julio García Luis, Joaquín Ortega, Katiuska Blanco, Rosa Miriam Elizalde…

P.-De la historia del periodismo cubano, hasta hoy, menciones autores y obras paradigmáticas.

Solo es posible ahora una breve enumeración: Escenas norteamericanas, de José Martí, y el reportaje Terremoto en Charleston, del propio Maestro; Episodios de la revolución cubana, de Manuel de la Cruz; muchas crónicas de Julián del Casal; Presidio Modelo, de Pablo de la Torriente; Estampas de San Cristóbal y Glosario, de Jorge Mañach;  Los ojos de Argos, de Ruy de Lugo Viñas; Prosas Varias, de  Miguel Ángel de la Torre; Crónicas, de Miguel Ángel Limia; artículos y crónicas de Rubén Martínez Villena; Bufa subversiva, de Raúl Roa; Prosa de prisa, libro con crónicas y artículos de Nicolás Guillén; crónicas y artículos de Ramón Vasconcelos, Fernando G. Campoamor, Félix Pita Rodríguez, Mirta Aguirre;  reportajes de Lino Novás Calvo; textos de la sección En Cuba, de Enrique de la Osa; los reportajes de Gente de pueblo, reunidos bajo ese título por Onelio Jorge Cardoso;   libro de crónicas de viaje de Francisco C. Bedriñana,  titulado Nuestra América es así; artículos y reportajes de Lisandro Otero; Los fantasmas de Omaha, reportajes de Jaime Sarusky recogidos en un libro con ese título; Ahora se acabó el chinchero, de Santiago Cardosa Arias; El año 61, de Dora Alonso, volumen de sus experiencias en La Sierra Maestra después del triunfo de la Revolución y su faena como corresponsal de guerra en Playa Girón,  y El viaje más largo, colección de reportajes, de Leonardo Padura… Y siendo objetivo, justo y honrado como clasificador, tengo que anotar también que, en un tiempo, sobresalieron Norberto Fuentes, con los reportajes de Nos impusieron la violencia; Manuel Pereira, con Cro-nicas, publicadas primeramente en Granma y luego compiladas en libro,  y Bernardo Marqués. El destino político ulterior no puede limitar el perfil periodístico literario de estos  tres autores, ni invalidar a su obra anterior. (Toamdo de La palma de la mano)