POETAS EN PELOTA
Luis Sexto
A propósito de la conmemoración, aún discutida, del primer juego oficial de beisbol en Cuba, el 27 de diciembre de 1874 en el Palmar de Junco, Matanzas.
Una vez confesé que no soy filósofo ni del béisbol. Y si quizás una cafetera mágica me facilitara serlo, nunca me avendría a especular sobre la pelota. Ni siquiera a reportarla. Porque cuando ejercí como cronista deportivo al principio de mi ingreso en el periodismo, me negué a inmiscuirme en sus interioridades.
El argumento para defender mi resistencia a escribir de béisbol era sencillo, casi irracional. En Cuba –alegaba- todo el mundo sabe de pelota; uno más sobra. Y de ese parapeto nadie pudo desplazarme. Y reconozco, en cambio, que me gusta, tanto que muchas tardes, en aquella época cuando yo era soltero y descontrolado, del trabajo salía para el estadio. Jugar pelota, presenciar un juego, equivale a un acto de identidad cultural: un marbete de cubanía. Hasta Julián del Casal, melancólico, reconcentrado poeta, que vivía “en medio del cansancio de mis días”, en una fobia de entretenimientos mundanos, escribió sobre béisbol. Al menos comentó un libro de crónica beisbolera, en el periódico La Discusión, en 1889.
El volumen, más bien un folleto, portaba el nombre de Wenceslao Gálvez y exhibía las uñas largas y afiladas de este autor, novelista y periodista provisto de jocoso, irónico ademán, que además jugó como short stop del club Almendares y ganó la corona de bateo en la campaña 1885-1886. De El baseball en Cuba Casal aseguró que resaltaba por lo “sencillo, empapado de sana alegría y escrito al correr de la pluma”;“muy bien presentado en párrafos sencillos, desnudo de galas retóricas y salpicado de chistes originales”.
Por “Wen” Gálvez sabemos que el béisbol fue un flautista de Hamelin: con el swing del bate arrastró a los estudiantes, que escapaban de las aulas para jugarlos; dispersó por la atmósfera de calles y cafés nuevos nubarrones de polémica, y en la glorieta del Almendares Park apiñó centenares de gritos que, según los historiadores más exagerados, podían haber inquietado a la entonces guarnición española del Castillo del Morro, como inquietaron al Capitán General Francisco Lersundi años antes. Este mandón dictó un bando el primero de octubre de 1868, prohibiendo el juego de pelota en toda Cuba, por ser "un juego antiespañol y de tendencias insurrecionales, contrario al idioma y que propicia el desamor a España". La supresión, según las fechas, se eliminó rápidamente,porque,como sostienen historiadores matanceros con un almacén de argumentos -contrariamente a otros criterios de diversos parajes en Cuba- que en 1874 se jugó el primer partido oficial en el Palmar de Junco, entre peloteros de La Habana y de Matanzas. Quizás la polémica actual pueda alcanzar un punto de coincidencia si se le atribuye a ese primer "juego oficial" el participio "difundido" o "divulgado", como propone el reconocido cronista de deportes Elio Menéndez.
El baseball en Cuba compone un documento primordial para conocer, entre otros aspectos de su historia, el revuelo y el revolico que la pelota armó en La Habana durante las tres últimas décadas del siglo XIX. Pero no es el único texto con tales páginas de sucesos. Es decir, si las polillas convocaran un banquete con los ejemplares disponibles del libro de Gálvez, quedaría otra obra que, con síntesis y gracejo, aportaría elementos suficientes para siluetear ese lío de masas suscitado por la pelota.
Se trata de un poema. Y el autor, un poeta de menor rango que el modernista Casal, pero culto y reconocido por sus dos volúmenes intitulados Versos y Punto y final. Se llamaba Mariano Ramiro, andaluz criado en Cuba, de oficio tipógrafo, a quien sus contemporáneos respetaban, en particular, por su honradez. Escribió el poema en doce décimas, y lo nombró: "El baseball, jerigonza bilingüe". Por lo visto, no tuvo otra intención que retratar festiva y satíricamente al nuevo deporte, procedente de los Estados Unidos, y fustigar a quienes se apegaban demasiado a los usos norteamericanos. Es decir, el enfoque cambiaba: ya el béisbol no era antiespañol, sino anticubano.
Reproduzco algunos versos. “Tiene la gente devota/ del bullicio y la alegría,/ por la pelota manía/ y no suelta la pelota./ Suda el quilo gota a gota/ por beisbolero interés,/ y conozco a más de tres/ que llevan su frenesí/ hasta no entender el sí/ como no le digan yes.”
Y termino con esta décima. “Muchas lindas habaneras/ sienten del juego el contagio/ y hacen amoroso plagio/ de las luchas peloteras./ Al que en frases plañideras/ les declara su pasión/ y quieren meterse en jom/ sin sacramental detalle,/ lo ponen out en la calle,/ y mamá le da el scon.
1 comentario
daniel Franco -
Es la pasion de todo un pueblo, el cubano que no sepa de pelota se siente co0mo pez fuera del agua.
Lo felicto y algun dia espero escribir con una prosa como la suya.