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PATRIA Y HUMANIDAD

CUBA EN UNA VOZ

CUBA EN UNA VOZ

 Por Luis Sexto

Me pide usted alguna canción de aquellos tiempos de mis 22 años. Y podría decirle que todo lo de Nino Bravo. Ese que grita por Noelia, o que lleva un beso y una flor por equipaje. Qué dulcemente cursi fui cuando mi corazón se henchía releyendo cartas amarillas. Y qué más le podré decir de aquella música, además de haber oído
algo de Shumann -el romántico-clásico-, y  de Lecuona, de Ankermann, de todo ese lirismo cubano que cada vez que lo oigo me remueve el corazón en un vaivén de nostalgia y acendrado patriotismo. O La Bayamesa de Céspedes, bajo el balcón de Luz Vázquez, la vecina de pelo negro y ojos límpidos del Padre de la Patria. Y también oía a Gardel, en particular en aquella canción tango o tango canción sobre la que murió en mis brazos, cerrando los ojos en la emigración injusta mientras el mundo seguía andando. O del día que me quieras añorado y nunca conquistado.

Pero los cubanos llevamos, sobre todo, una voz en la memoria. Nadie la olvida. Y su timbre pasa de padres a hijos como una herencia de cultura y mística patriótica. Nos identificamos con esa voz. Sentimos como un eco del sol y la lluvia, del azul y el verde del paisaje insular. Un eco del fuego y la sangre, del pasado y el futuro, de la cordialidad y la independencia de nuestra historia. Y nos quitamos el sombrero al oírla: es la voz de Benny Moré. Ningún músico cubano -en país de músicos suficientes e inspirados- ha concentrado sobre su recuerdo tanta incidencia de la añoranza y la valoración, del elogio y el afán de permanencia. Tan vigente está que cualquiera puede preguntar: ¿Dónde canta hoy?

Músico intuitivo, portador de una personalidad ritmática, desenfada, chispeante, el Benny  encarna la expresión sintética de toda la historia de la música cubana. Desde lo campesino a lo bailable, desde el cabaret hasta el teatro, desde el salón hasta el barrio. Único, insustituible, nadie como él pudo captar la esencia popular, ni convocar la sensibilidad de las masas, con sus movimientos improvisados en una originalidad inimitable, ni dirigir su Banda Gigante con la sola ciencia del oído.

Cohabitan en su voz todos los registros del sentimiento y el frenesí. Lo cubano  -pudo decir él- soy yo. En  mí naufragan o despegan la alegría y el dolor, el amor y el despecho, el desenfreno y la contención. Pudo haberlo dicho sin ofender la modestia y sin deslizarse por la desmesura tan recurrente en nuestro carácter nacional. Fue, ante todo, un músico pobre. Deambuló por bares y esquinas, poniendo su sombrero ante el trasnochado buscador de la felicidad, para recibir unas monedas, como un antiguo juglar o trovador. Más tarde, en la década del  1940, integró uno de los tríos más célebres de Cuba, dentro y fuera del país, el Matamoros. Luego viajó a México. Se juntó allí con Pérez Prado, otro cubano que acababa de dar un ritmo clásico en América: el mambo.

En 1953, Benny Moré fundó su orquesta, con formato de jazz band. Banda Gigante la llamaban en la publicidad de la fama. Y el genio fundador y director, en su decir compañero y familiar, se refería a ella como La tribu. En lo adelante, bastarán diez años para que plantara su leyenda en el alma del pueblo. Lo que el Benny cantaba solía ser  único, inigualable, inmortal. En 1963 falleció. Tenía 42 años, edad con la cual aún se eleva el hombre a la condición de predilecto de los dioses. Y ha sido más. Un símbolo. Todos los años, en septiembre y en su natal Santa Isabel de las Lajas, en la provincia centro sureña de Cienfuegos, se celebra, como un culto pánico, un festival en su memoria, con participación de destacados músicos nacionales y extranjeros.

 Dejó, por supuesto, los deseos enormes de tenerlo siempre cerca. Biografías, novelas, discos, programas radiales, documentales de la Televisión lo mantienen vivo con la vitalidad de lo que no se toca ni se ve. Solo se oye. En estos días, una película de ficción  recrea la vida del el Benny. Y la cauda de su voz despide una estela cósmica donde se entrelazan la nostalgia y la presencia. Lo temporal y lo eterno.

 ¡Silencio! Que va a cantar el Benny. Y yo, desde mis 22 años irrecuperables, lo escucho.

  

2 comentarios

Felix J. Breton -

Colega, hurgando en medios cubanos, y a proposito de este trabajo, encontre un interesante articulo sobre la vida de Benny More. Lo encontre interesante y creo que vale la pena insertarlo, ya que nos permite reconfirmar lo que expresa muy acertadamente aqui.
Con permiso del autor del trabajo, al que desconozco, realmente, pero lo tome ya que habia leido anteriormente el articulo publicado en su blog:

Benny Moré: el milagro de una voz
Por Emma Sofía Morales.

De no haber abandonado prematuramente la vida, dueño absoluto de las más completas facultades artísticas y en la cima de la popularidad, Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez, habría cumplido este 24 de agosto 83 años de edad.

Voz milagrosa y potente, con un timbre inigualable y dúctil, inimitable y de amplios registros para el son, la guaracha, el bolero, el mambo.

Benny Moré marcó un hito en la historia musical cubana como uno de los exponentes de mayor arraigo, amado por multitudes y recordado hoy como ayer en su extensa magnitud.

Artífice de una leyenda cargada de sensibilidad y ritmo, el Sonero Mayor aún provoca la emoción de quien le escucha y se reconoce sin contradicciones en las nuevas generaciones de músicos cubanos como una figura paradigmática y entrañable.

Los vecinos de la Guinea en su natal Santa Isabel de las Lajas, fueron los primeros en escuchar el torrente de su voz, y a este pedazo de tierra de "caballeros y mujeres altivas" llenó de alegría más de una fiesta, romerías de río y descargas, para asentarse para siempre en el corazón de su pueblo.

Las calles de la capital le acogieron, guitarra al hombro, entonando sus canciones de trovador incansable. Así lo halló Miguel Matamoros, con quien viajó a México donde se consagró como
solista de la orquesta de Dámaso Pérez Prado, creador del mambo.

Cuba lo recibió tiempo después con los brazos abiertos y brilló entonces como intérprete de canciones de Ramón Cabrera y se entregó plena e intensamente con ese enorme concepto del ritmo, su timbre privilegiado y enriqueció las formas interpretativas del son y el bolero con aportes indiscutibles.

Bartolo estableció así, una íntima relación con su público, se identificó con él, expresó en un solo sentir los sentimientos de todos.

Muchas de sus mejores composiciones estuvieron inspiradas en el suelo patrio, ese que se negó a abandonar cuando luego del triunfo revolucionario le llegaran tentadoras ofertas para marchar al extranjero.

La respuesta no tuvo equívocos: "Jamás abandonaré a mi Cuba, la Patria que me vio nacer". Por eso quedan sus mejores montunos dedicados a Guantánamo, Santiago de Cuba, Palma Soriano y Cienfuegos "la ciudad que más me gusta a mí", para inmortalizar y universalizar nuestra cubanía.

Sencillez, modestia, sinceridad, desprendimiento, son cualidades que le atribuyen sus familares y colaboradores más cercanos, conocedores de su total dimensión humana, del alto sentido del amor filial y la condición de hombre de pueblo que siempre le acompañó.

En 1962 la enfermedad amenazó seriamente la salud del Benny y sus consecuencias le impidieron realizar planes como una presentación en el teatro Olimpia, de París, una gira por países socialistas, o presentarse ante el público cubano todas las veces que fue reclamado.

Si el pueblo lajero lo oyó cantar por primera vez, tocó a los palmireños escucharlo la última, poco antes de morir en La Habana el 19 de febrero de 1963.

Sonero Mayor, Bárbaro del Ritmo, Benny, Bartolo, no es hoy un recuerdo, es más bien una presencia viva como músico y ser humano, recurrido en el sentimiento y en la alegría, entrañable aún en el tiempo, elevado a la categoría de mito y asentado para siempre en la memoria de cubanos y foráneos. (AIN)

Ricardo -

Hablando de épocas pasadas y cantantes cubanos quiero mencionar al también cubano Antonio Machín.

Este cubano en los años 50 fue muy querido y admirado en España. Sus canciones llenaban nuestras radios.

En España Antonio Machín fue un Dios, mientras que por el contrario en Cuba no lo conoce ni Dios.