LA BEBIDA AJENA
Por Luis Sexto
Volví a beber sidra. El líquido burbujeaba unos segundos antes de las 12 de la noche del 31 de diciembre. Y cuando el grito familiar redondeó la hora esperada, y los presentes levantaron las copas para que los deseos de paz y amor rociaran el nuevo año, quedé rezagado, meditabundo, pensando en aquel incidente. Mis parientes creyeron, sin embargo, que me habían acometido de golpe la pena y la nostalgia por las presencias perdidas.
-Es lógico, viejo, que te pongas triste. Todo pasa, como dicen...
-¿Triste? No, hijo.
-¿Por qué entonces esa cara?
-Precaución ante la sidra. Nada más.
Y les expliqué las razones. Porque, en efecto, todo pasa. Cabelleras que se volatizan, bellezas que se deshilachan, talentos que se fragmentan, sueños que se endurecen. En una novela francesa escrita por un español leí que todo es eterno, menos tú, hombre, mujer, confluencia de una noche sin rostro ni estatura, en cuya contingencia –ser o no ser- solo está emplantillado el fin, la caía de la curva en la disolvencia fatal de la muerte. Y uno debe, a pesar de lo efímero de la existencia, lograr que el recuerdo de los errores perduren, vacunados contra el remordimiento, como una lucecita de advertencia. La memoria no ha de utilizarse solo para aprobar exámenes de fechas históricas, participar en concursos de la Televisión, conservar deudas o rencores, o como pretexto de la añoranza. La memoria es el testigo de uno mismo; el policía de tránsito. Pare. Cuidado. Curva peligrosa.
En mi adolescencia también me enseñaron que la felicidad no se define como un artefacto electrodoméstico comprado a plazos: mañana será mío. Por el contrario, es tuya hoy; está aquí. Debajo de tu ventana. Como una flor nacida entre las piedras del patio. Por eso, mira la comida en tu plato, no en la del ajeno. Y confieso que así obré por mucho tiempo hasta el momento de aquel incidente.
Recuerdo que cuando, muy joven, corté caña voluntariamente, mis compañeros de estudios corrían hacia la carreta que traía el almuerzo, tragaban en remolino, y en un vértigo pedían turno para reenganchar, repetir, el arroz sobrante. Yo, en cambio, tomaba mi bandeja metálica, buscaba la sombra de algún árbol, me recostaba al tronco y parsimoniosamente almorzaba. Algunos se reían de mi “finura”. Y yo les respondía en un tono refranesco que ahora me parece insoportable: “El que come mal y apurado: no come. El que mal y despacio, al menos come media vez.”
Eso expliqué a mi familia el 31 de diciembre de un año reciente, cuando, al brindar, mi copa quedó unos instantes abajo, a la altura del pecho, mientras mis ojos la calibraban. Luego, ya a destiempo, la alcé y expresé mi voto por la paz, en particular por la paz interior de cada uno, y bebí, primeramente en un sorbo que permitió a mis labios comprobar la naturaleza del espumoso líquido.
-Pero, cuál es tu problema con la sidra, viejo.
En fin, un viernes, cuando íbamos los fines de semana a la casa de mis suegros, me adentré –como usualmente hacía- en la arboleda buscando una toronja, o un mamey. Al regreso, sobre la mesa del cobertizo trasero, vi una botella de sidra. Ah, se jodieron mis cuñados, me dije goloso. Eché hasta la mitad de un vaso: la observé amarilla, insinuante, acariciándome el gusto con la miríada de sus burbujas. Y bebí un trago hondo, tan hondo que me quemó la garganta.
Grité. Corrí. Y consumí casi un cubo de agua. Aquello no era sidra. Entre las jabas y paquetes que yo mismo cargué, mi esposa le había traído la botella a su mamá... para limpiar el inodoro.Era salfumán.
16 comentarios
alberto Morales -
Brindo por tus apagones, por tu hambre de mil noches, por tu doble moral, por tu falta de libertad, por tu miedo, por tu estrechez moral, por tu hipocrecia, por los amigos que te han abandonado por tierras de libertad y envidias en silencio, por tu comandantre moribundo, por tu dependencia de un chusma con petroleo al cual aborreces en la oscuridad de tu alma, por lo que no puedes decir aunque lo pienses, por tus marchas bajo el sol y tus aburridas mesas redondas, en fin: BRINDO POR LO QUE TE MERECES. FELICIDADES COMPANERO!!!!!
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova -
Enrique R. Martínez Díaz -
Los deportistas cautivos que han ganado tantas medallas de oro (e incluso le ganaron en el Clásico a los todopoderosos Grandes Ligas), antes de la Revolución solo llegaban a limpiabotas ó a tristes comparsas en el boxeo rentado ó la llamada lucha libre, para al final, morir en la miseria como Gavilán, ó, como Benny Kid Paret y José el Tigre Blanco, muertos a golpes por la inhumanidad de un supuesto deporte que solo busca ganancias monetarias y es feudo de la Mafia. Sin embargo, los medallistas cubanos en su inmensa mayoría viven en Cuba, y son entrenadores, e incluso van a entrenar a deportistas en otros países, en América latina e incluso en lugares tan lejanos como Filipinas y Tailandia. Por cierto, debemos sumar a esa lista de medallistas a ese mencionado Juan Torena, que aquí en Cuba no se conoce (para criticar hay que saber, si no lo que se hace es hablar m )
Fabian Pacheco Casaanova -
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova -
Enrique R. Martínez Díaz -
Fabian Pacheco Casanova -
Enrique R. Martínez Díaz -
Armando Betancourt -
Moraleja... Cuando vayas a tomar, hazlo sorbo por sorbo...
¡Un brindis¡ Hay muchas razones.
Fabian Pacheco Casanova -
Ricardo -
Nosotros, los actuales maridos de las futuras viudas, unidos, jamás seremos vencidos.
Moraleja: Cuando sidra quieras tomar, antes de empezar, el tapón debes quitar.
Animo compadre. El mal trago ya pasó. Viva la sidra y el cava.
Yo ahora mismitico acabo de tomarme unas cuantas y estoy más alegre que unas pascuas.
Alegría y Feliz Navidad.