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PATRIA Y HUMANIDAD

Cultura

PEDRO JUNCO, MITO Y REALIDAD

PEDRO JUNCO, MITO Y REALIDAD

Por Pedro de la Hoz,

del periódico Granma

Ahí está, incombustible, una canción que ha pasado a formar parte de la banda sonora de varias generaciones, por aquello de que unas y otros, no importa la edad, ven reflejados en versos transparentes, desprovistos de metáforas, el ardor y el dolor de una ruptura sentimental.

Nosotros clasifica entre los boleros más rotundos de todos los tiempos por su progresión melodramática: el aviso de "algo que quizás no esperes", la entrega inmediata de quienes "desde que nos vimos amándonos estamos"; la intensidad de la entrega de una pareja "que del amor hicimos un sol maravilloso; y luego la decisión intempestiva —"debemos separarnos"— con un toque de suspenso: "no me preguntes más... ". Y como para que no quepa la duda, aunque sí el misterio, "no es falta de cariño, te quiero con el alma, te juro que te adoro y en nombre de este amor y por tu bien, te digo adiós".

En torno a su autor, el pinareño Pedro Junco (1920–1943) se ha tejido una leyenda propia de los que mueren jóvenes víctimas de afecciones respiratorias (en su caso bronconeumonía o tuberculosis, quién puede estar seguro a estas alturas), multiplicada por la especulación acerca de cuál muchacha fue la destinataria de su canción más famosa.

Dos veteranos periodistas, Luis Sexto y Viñas Alfonso, abordan el mito y la realidad de Nosotros y Junco en una obra que la Editorial Pablo de la Torriente Brau, mediante presentaciones en La Habana y Pinar del Río durante la Feria Internacional del Libro 2014, ha puesto en una versión definitiva a disposición de los lectores. Bajo el título Nosotros que nos queremos tanto ambos autores despejan, hasta donde les fue posible pero con sumo rigor documental, como hasta ahora no se había hecho, el fondo y el trasfondo de una vida y una canción.

De entrada aclaran que "este libro no es una biografía, ni un ensayo musicológico o literario. (... ) Quiere ser un reportaje investigativo que propicie esclarecer la memoria de Pedro Junco". Sin embargo, como acertadamente anota en el Prólogo el escritor villaclareño Alexis Castañeda Pérez de Alejo, a quien conocemos por ser un voraz buceador y contador de historias menudas, el mérito principal de la entrega radica en "el interés de Viñas y Sexto por develarnos desde la distancia intelectual el sedimento impresionista que ha tenido siempre cualquier acercamiento a la vida de Pedrito Junco, primero por los que lo conocieron, lo admiraron y fueron sus amigos, así como en la prensa provinciana de la época".

El bolero sobrevivió a Junco. Tal como consignan Viñas y Luis el éxito estuvo asegurado por la grabación inicial del Con-junto Casino en la voz de Roberto Espí, la temprana difusión nacional en la voz de Mario Fernández Porta, su incorporación al repertorio del mexicano Pedro Vargas; y la posterior versión de la Orquesta Aragón.

A más de resultar el más completo perfil del compositor hasta la fecha y de orientar el conocimiento del lector hacia otros aportes creativos de un autor cuyas potencialidades quedaron truncas, lo más importante está dicho en una frase tan rotunda y veraz como el propio bolero de marras: "Todos cabemos en Nosotros".

(Publicado en Granma, sábado 1 de marzo)

NOSOTROS QUE NOS QUEREMOS TANTO

NOSOTROS QUE NOS QUEREMOS TANTO

Luis Sexto

El 14 de febrero próximo pasado, al día siguiente de la inauguración de la Feria Internacional del Libro de La Habana,  la Editorial Pablo de la Torriente Brau presentó en el Pabellón Cuba  a Nosotros que nos queremos tanto, un texto en que se mezclan la investigación periodística y el estilo del ensayo, al tratar de dilucidar las distorsiones que la tradición ha impuesto sobre la vida, la muerte y la obra de Pedro Junco Redondas, malogrado autor de Nosotros, una canción símbolo en Cuba y también en el extranjero.

 Escrito  por quien esto dice,  en colaboración con  el periodista Pedro Viñas Alfonso, en 2011  tuvo una modesta  edición de 500 ejemplares. Con ella, ganamos el  derecho a la segunda edición corregida y aumentada con fotografías, fotocopias de documentos y otros anexos, para corroborar nuestros hallazgos y evidenciar  las inexactitudes vigentes en tradiciones y memorias. El día elegido para su presentación fue un acierto. Porque podríamos decir que Nosotros es uno de los himnos de los enamorados y Pedro Junco el patrono de los amores imposibles.

Aunque mi amigo Viñas Alfonso no concurrió al pabellón Cuba por hallarse enfermo, y por tanto no puede dar su opinión, me parece que la presentación, entre otras presentaciones simultáneas, gozó del favor de los lectores. Al menos, vi  muchas personas, en particular mujeres, ocupando el sillerío. También   asistieron algunos de mis amigos, y entre ellos el poeta y compositor Julio Cumbembacht interpretó  su versión de Nosotros para abrir el acto. ¿Cuántos libros se vendieron? No lo sé, ni lo averigüé.  Pasé largos minutos firmando ejemplares. Estimo, quizás, unos 30. El precio no es muy alto,  porque estimo que en Cuba el libro no podrá convertirse en un artículo del mercado. Es, sobre todo, un artículo cultural masificado por la Revolución. Y creo que diez pesos es suficiente para resarcir el costo.

Estoy, como autor, satisfecho. La tirada de 3 000 ejemplares ya aparece en algunas librerías de La Habana, y aunque podríamos decir que esclarecer la causa de la muerte y las relaciones eróticas de Pedro Junco, fallecido a los 23 años de edad, no entraña un asunto de urgencia, ni cambia la historia de nuestro país, al menos los lectores podrán confirmar que el pasado a veces nos llega envuelto  en la poesía o la mitología,  y  por tanto, cuán necesario  ha sido penetrar en los entresijos de los documentos públicos y privados donde  ha discurrido calladamente, durante casi 70 años,  el caso de Pedro Junco. Hasta ahora cuando uno preguntaba: ¿De qué murió Pedrito Junco? La respuesta es: “Mi mamá, o mi papá, me dijo que de tuberculosis…” La muerte, un acto común y a veces prosaico,  en Pedro Junco  se convirtió en una conmoción colectiva, a causa de su popularidad creciente y, en particular, porque falleció cuando Nosotros comenzaba a difundirse en  emisoras  y  victrolas. La letra gana entonces una referencialidad  biográfica; se asocia a un enamorado que se despide de su enamorada, porque aunque se quieran mucho, demasiado, deben separarse por el bien de la muchacha.  ¿Qué más falta para integrar una tragedia? Ah, la tuberculosis, entonces el principal problema de salud de Cuba. Y por aquellos tiempos, quien tuviera una afección pulmonar, todos, incluido el paciente, creía que padecía de tuberculosis.

El 28 de febreropróximo  nuestro libro será presentado en la ciudad de Pinar del Río donde Pedrito es un ídolo y donde aún viven algunos de quienes lo conocieron o fueron sus amigos. El lugar elegido, según nos han informado, es la casa de los Junco Redondas, hoy convertida en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Pinar del Río.

No les digo más. Nosotros que nos queremos tanto intenta dejar a Pedrito Junco en su verdad, más allá de apropiaciones folclóricas o míticas. Posiblemente, no  hayamos agotado los perfiles de Nosotros y su autor. Pero parece un buen comienzo para impedir que cada  25 de abril, cuando murió  en La Habana en 1943, la saga de Pedrito siga colmándose de inexactitudes y de hemotipsis imaginadas.

 

EL PERIODISTA MARTÍ

EL PERIODISTA MARTÍ

Luis Sexto

Solitaria y arriscada,  Playita de Cajobabo servía  de caja de resonancia cuando el agua se echaba un tanto airadamente contra las rocas. El golpe de las olas acentuaba la sensación de soledad, como de espacio sagrado, donde el pecho de Martí se le hinchaba por la dicha íntima de estar pisando el polvo arenoso de la estrella que lo había guiado hasta Cuba. Puede uno imaginarlo en aquella noche tormentosa, mientras recogía, junto a sus cinco compañeros, armas y jolongos antes de adentrarse en el monte inmediato para seguir su destino bélico… Luego, trepará laderas, pisará rocas, rozará espinas, truncará bejucos, apartará ramas con sus manos finas.

En ese  itinerario,  el genio de Martí se desdoblará en numerosas facetas. Es  la hora en que la acción y el riesgo extremos van a exaltar aquel hombre de cuya palabra había que cuidarse, porque lo acompañaba el don  taumatúrgico de “enredar”  a los hombres y transformarlos en héroes,  o mártires. Posiblemente, José Martí no reparara en la nueva fase de su deber agónico y no pretendiese gozarse en su virilidad, o tal vez no tendría en cuenta cuánto de inconsciente menosprecio pudo notar en aquel título de “doctor Martí” pronunciado en otros momentos por veteranos de la manigua. Supongamos con certidumbre que  actuaba en el monte con la misma  indisoluble integridad e integralidad que en su despacho de Front Street.

Qué habría preguntado o qué habría escrito de haber sido testigo de esta epifanía patriótica, el periodista que soy y ahora se atreve a escribir sobre el Apóstol del evangelio civil cubano. Permítanme, pues,  continuar  en las claves de la imaginación. El periodista se aproxima y camina  al lado de los seis expedicionarios. Y pregunta... El Delegado, con la delicadeza como de miel que humedece su voz, responde que él  también  es periodista y ahora redacta su más útil crónica.  El recién aparecido mira hacia la chaqueta de su entrevistado y ve  la pluma y el cuaderno de notas en el bolsillo. Sobre sus espaldas,  la mochila abultada, y de su hombro izquierdo cuelga un fusil, casi del tamaño físico del Apóstol.  Máximo Gómez  advierte que las palabras ahora no hacen falta. Ni siquiera el Delegado las necesita, él, tan señor del verbo. Hoy Martí supera su grandeza: Nunca antes –escribirá  Gómez  el 19 de mayo de 1902, en El Mundo- lo he  visto tan grande como  cuando  se dobla bajo un peso que le excede el cuerpo frágil.

En el primer descanso con menos angustias, Martí se sienta, tal vez  sobre las raíces de cualquier  árbol copudo, y abre su cuaderno de apuntes.  ¿Quién escribirá las primeras notas en Cuba: el memorialista, el organizador, el político, el  poeta? Posiblemente, todos a la vez,  aunque ahora predomine la índole del periodista  encargado de rescatar los pormenores de su desembarco y la ruta hacia los tiros  insurrectos  junto a “una mano de valientes”, para hacer  combativamente visible el liderazgo de la revolución reiniciada el 24 de febrero último. Las frases se adaptan  al salto de mata de las circunstancias de los perseguidos. El  Diario de campaña. De Cabo Haitiano a Dos Ríos se articula sobre la rectoría  de la frase breve, unimembre, rápida, nominal, variante estilística contrapuesta a su prosa sintética, de largos períodos  -barroca y opulenta como la calificó Manuel Pedro González[i]-   y parecida a la otra variante concentrada y aforística señalada también por el mismo crítico, aunque las tres se mezclasen en el  oleaje estilístico que se abalanza sobre el lector  acariciándolo o desgarrándolo en un misterio irresistible.  Pero ese que hoy llamamos  estilo analítico o cortado no resulta ahora usual  sólo por  la prisa con que la manigua insurrecta reclama del que resume su diario andar en circunstancias de excepción. Más bien, responde a un oficio sabedor del inviolable  ajuste  entre el  concepto,  incluso  las circunstancias, y la forma. Martí cumplía  la regla tonal  que  impone que el escritor o el orador alcen la voz si el discurso pretende enardecer, pero si convoca,  o intenta persuadir  la palabra ha enternecerse como si se echaran  flores a los pies de una mujer.  Lo antes dicho es una idea martiana que ahora  esclarezco con esta otra cita: “La dote suprema en el arte de escribir” es  “la de ajustar la forma al pensamiento”. Actualmente, ello significa lo mismo en la teoría del estilo: adecuar el lenguaje al tema.  Y así esos apuntes asmáticos,  como esculpidos a tajos  jadeantes, se adecuan estilísticamente en su Diario al tono del que anda acuciado  por los quebrantos de la guerra.

Entre las variantes martianas, el periodismo, particularmente en crónicas y reportajes,  suele adscribirse a la barroca, de matiz cromático, de arquitectura imponente. Hoy, sea recordado, ningún especialista recomendaría escribir como Martí, ni siquiera en su espíritu literario,  para un medio impreso. Ciertos editores y teóricos  exigen cumplir la norma de escribir “para todos”, que por el descrédito de su elemental composición implica un escribir “para nadie”. Por ello, el periodismo ha derivado, entre nosotros, y fuera de nosotros los cubanos,  en un caldo ligero, sin sabor, ni sustancia. Hay, sin embargo, otra razón: Martí es inimitable por único. Quien intente copiarle el ritmo, la música  y el caudal tropológico, pondrá en solfa el origen de su presunta originalidad, como el rey desnudo de la fábula ridiculizó la  majestad que representaba.

Gabriela Mistral confesó que  “solamente en Martí no me fatiga el período, a fuerza de estar vivo desde la cabeza hasta los pies”[ii]  Es exacta esa mujer hecha ángel y viento.  En la vitalidad, el vigor,  está la  esencial definición del estilo martiano, tachado de impropio  para el periodismo por algunos incapaces de entenderlo o de tomarle el impulso febril. Dice la chilena: está “vivo desde la cabeza hasta los pies”; es decir, desde arriba hasta abajo, como roca que se despeña y no se detiene ni se despedaza, sino arrastra consigo a otras piedras. Pero advertimos, para prever equívocos,  que el periodismo martiano, su estilo, en fin,  no se abroquela en lo deslumbrante;  no es ampuloso, ni se enjaeza como caballo versallesco, aunque sí como potro de paso fino, plástico, seguro,  envuelto en el sudor que destaca el color de su piel y su crin cuando fluye  como en un galopar hipnótico.

La prosa de Martí habrá de ser para hoy, como lo fue para ayer,  una invitación a  levantar  el periodismo  a  función profética y literaria. Alianza entre idea  y  arte, entre pasión y letra. Por ello lo viste con la clámide del fecundo y culto decir   de quien no puede escribir de manera  opuesta, porque cree en la misión socializadora y humanamente transformadora de un periódico. En esos tiempos renovadores de finales del XIX, ya los tratadistas hablaban del gancho periodístico en el primer párrafo, y  de la estructura interesante al ordenar  y distribuir el contenido.  Pero en Martí el primer atractivo será la servicial reciedumbre de un estilo que no se extravía en poses, oropeles, y vaciedades parnasianas, en un decir por decir.

Fue a veces incomprendido ayer, como hoy.  En el vespertino caraqueño La Opinión Nacional, Martí escribió una columna eminentemente informativa, cuyo título indicaba su periodicidad y su alcance: Sección Constante. Los Aldrey, padre e hijo, se consideraron afortunados al contar con ese periodista tan culto, audaz, imaginativo, hondo que una vez en Venezuela y ahora desde Nueva York les entregaba  sus colaboraciones, aunque a veces le mutilaban o le corregían lo estimado inconveniente, demostrando que  en todo tiempo los medios se han  sometido a los intereses crematísticos  y a los compromisos políticos y clasistas de propietarios y directores. No obstante cualquier disgusto previo, los Aldrey  lo habían elegido para la Sección Constante. Martí cumplía a gusto haciéndose degustable en una columna breve, armónica, cargada de información y de las opiniones de quien,  más que  ver y oír  como un reportero de cuerpo presente, ve y oye mediante la acumulación de lecturas y vivencias que le favorecen reconstruir hechos y personajes de Francia o de España. Martí se adelantaba a lo que  Máximo Gorki propondrá a principios del siglo XX: la intuición del escritor cubre el vacío de algún detalle secundario  desconocido  mediante la función asociativa de la cultura. Y de ese modo  lo posible adoptaba la capacidad de lo verosímil: Si no resulta verdadero  el día nublado, puede serlo a causa de la estación climática del instante informativo. Mas,  por momentos, la tendencia  a perfilar culturalmente la conciencia de los lectores, o los repetidos juicios sobre las fuerzas destructivas que se recalentaban en los sótanos de la sociedad estadounidense, evitaban que la Sección Constante diera constancia de sí durante toda la semana. Por momentos, el pulgar de los directores apuntaba hacia abajo.

Como podría entonces parecer previsible, los dueños de La Opinión Nacional comenzaron a quejarse de que ciertos juicios, ciertas metáforas de su colaborador –al que pidieron firmara con el seudónimo de M de Z para no inquietar al gobierno, que había expulsado a Martí de Venezuela - entorpecían también las relaciones del periódico con el presidente Guzmán Blanco, y de éste con la Casa Blanca. Martí fue presionado, porque profundizaba, porque instruía y escribía demasiado bien, y  demasiado bien significa en el lenguaje de los mercaderes o  curanderos de la prensa, rehuir  la superficialidad  del periodismo de cascabeles y abanico.  Lo sabemos: cuando queremos desprendernos de alguien que nos desborda, acudimos a la técnica de perturbarlo, zaherirlo, negarlo. Y no hubo necesidad de cesantearlo, aunque de hecho lo botaron. El corresponsal inoportuno, pero digno, renunció. Y ese episodio  ubica a Martí  entre los periodistas de antes y de ahora en el largo trecho de la incomprensión formal y de la hostilidad contra la independencia de criterio y la superioridad del intelecto.

Hemos dicho: Martí ejerció el magisterio, la diplomacia, la poesía, la narrativa; pensó en economía, en filosofía, en ética, en política.  Y se expresó fundamentalmente en periodismo. Sus libros escritos y publicados como libros, son escasos. Sin embargo, los textos de la prensa le colman varios tomos de sus obras completas, y componen el alegato martiano a favor  de un periodismo que se niegue a aceptar como “cosa mala” el halago  de la forma.  Nunca estuvo dispuesto a  echar en el rincón menos visitado de las redacciones,  el esmero que tiene en cuenta la sencillez,  sin que haya que obligarla  “a excluir del traje un elegante adorno”. Y en el vocabulario martiano,   ni el adjetivo elegante, ni el sustantivo adorno  significan banalidad o baratija. Significan asumir el periodismo como una formación estilística pragmática que necesita igualmente del dato informativo actual, jerarquizado por importancia e interés, y de la apropiación desde la estética, desde un espíritu de creación aun dentro de lo práctico. Citemos  a El Terremoto de Charleston. Contrariamente a  exégetas y martiólatras que recurren al término crónica, un tanto acomodaticio, para encasillar los textos que no caben en un molde más preciso, yo lo clasifico de reportaje siguiendo a José Antonio Benítez en su Técnica periodística, manual donde muchos cubanos hemos aprendido los resortes del oficio. El terremoto de Charleston compone todavía, como tantas páginas, una muestra antológica de la narrativa periodística, en cuya estructura las descripciones se anticipan, por su exactitud,  ritmo  y secuencia, a la cámara noticiosa del cine. Desde la entrada, el corresponsal  acusa el empeño de contar en clave periodístico literaria  una historia de actualidad informativa: “Un terremoto ha destrozado a Charleston. Ruina es hoy lo que ayer era flor”.

En Martí, el apóstol, Jorge Mañach reconoce que “Martí escribe de todo con un color y riqueza de datos cual si lo hiciera  desde un mentidero madrileño”. Ese escribir de todo lo aproxima a la concepción renacentista de un genio como Leonardo: pensar y hacer de todo. Y no me parece un símil estrujado. Porque ensanchar el conocimiento, macerarlo de modo que se asimile a la ductilidad, resulta todavía un rasgo de los periodistas más aptos e influyentes. La especialización, tan recomendada, debe de ajustarse a la aparente paradoja de que la visión parcial  ha de  tributar a  la totalidad. El propio Maestro lo escribió en uno de sus apuntes: “Muchos hombres saben de Homero, y no de ardillas”. Sólo con uno de los dos extremos, los ojos de la cultura serán impedidos de  dar la vuelta completa.

En un intenso proceso, el  Maestro flexibilizó las cuerdas de su formación entre clásicos, románticos y modernos para que sonaran en sus vibraciones diversos géneros y tonalidades, y con ello se ubicó en la delantera de la modernidad, que el capitalismo, en edad de la pujanza, dotaba de aciertos tecnológicos y de desatinos y desequilibrios sociales. Ya el periódico en sentido general completaba su desarrollo básico, y se convertía, casi plenamente, en “la oración matutina del hombre moderno”, según metonimia  empleada por Hegel. La última mitad del siglo XIX es la etapa en que  se va desplazando de lo editorial a lo informativo, para mezclar el articulo y la noticia.

El periodismo le valió de  impulso vocacional desde la adolescencia. Su primer artículo apareció en El diablo cojuelo,  dirigido por Fermín Valdés Domínguez, y en cuyo único número Martí, casi con 16 años, redactó el editorial con un título que proponía la disyuntiva del país en guerra: Yara o Madrid. Desde entonces la prensa integró la concepción  martiana de la sociedad democrática, sin que aquella fuese únicamente difusora de noticias, o palenque de polémicas baladíes, o catapulta  de intereses  injustos, sino también alternativa de opinión, variedad de propuestas, acicate de ética solidaria. Proyectó  periódicos y revistas. Y algunos cristalizaron, al menos  brevemente, como la Revista venezolana,  y Patria, periódico fundado para liberar a la par que soldaba las articulaciones de Cuba independiente, esto es, Cuba en sí y para sí, unida en  la guerra que, como envión  para trascender la colonia,  mereció la purificación mediante el atributo de necesaria.

Resumiendo, al principio de estas líneas me referí a la multiplicidad de facetas de Martí. Y aunque el periodismo sobresalió como expresión recurrente de su ideario y sus propósitos,  y  lo he calificado como su medio de expresión básico,  debo equilibrar el juicio.   Lo esencial en la cultura y la conducta martianas fue la palabra, que según Fina García Marruz coincide con los actos del Unificador de la nación. Coincidencia milagrosa, asegura la sutil ensayista[iii]: “La palabra, llena de la majestad del acto; el acto de la palabra”. Y la palabra, la palabra responsable es, a mi parecer,   el instrumento que conducido por una voluntad de estilo de ardiente efusividad y compromiso profético, convirtió también el ejercicio del periodismo en una propuesta para acrecentar el intelecto y la sensibilidad de los lectores. Lo repito: algunos confesaron  no entenderlo o confiesan que no lo entienden; siempre existen los que no entienden. Esos no entenderían al político, ni al periodista si lo  imaginaran, como hicimos al principio durante  aquel inicial momento, escribiendo  las primeras frases de su Diario de campaña  en tierra cubana.  Desdoblándose, apartando su papel de santo y seña de la Revolución en la manigua, traza apuntes de corresponsal de guerra, ese que observa, oye, registra, y  encapsula el dato, el color, el rasgo, en la  síntesis y la concisión jadeante de su Diario.  Pero insistamos en que la escasez de las horas y los apremios de la contienda no lo obligan a emborronar y aplazar la expresión definitiva. Para él, y sabemos que lo presentía, no habrá más tiempo, salvo el que mediará entre sus palabras ordenadoras  de este día y los pocos días  siguientes,  hasta su acto más integrador e  iluminado: la caída.

Tampoco, si hubiese vivido, habría  sido imprescindible tachar, sustituir y cortar para una presunta  forma definitiva. Aun  en su prosa urgente  gobernó  la palabra con el cabestro indoloro, aunque exigente de la originalidad, y con el tino del que sabe que si el periodismo se abaja, rebaja y se rebaja.

1 Serna Arnaiz, Mercedes: Evolución estilística de las crónicas martianas (1875-1882), en El periodismo como misión, ed. Pablo de la Torriente, La Habana, 2002.

2Mistral, Gabriela,  La lengua de Martí, Ediciones de la Secretaría de Educación, La Habana. Prólogo de Jorge Mañach.

3García Marruz, Fina, El escritor, en El periodismo como misión, ed. Pablo de la Torriente Brau, La Habana, 2002, pp.228 y 229.

(Publicado en  Cubaperiodistas.cu)

 http://www.cubaperiodistas.cu/marti_periodista/119.htm

LARRY MORALES NO PUDO ENTRAR EN CHILE

LARRY MORALES NO PUDO ENTRAR EN CHILE

Por Roberto Fábregas

 

El escritor Larry Morales, invitado por destacadas personalidades de la cultura de Argentina y Chile, como parte de un plan de intercambio cultural, luego de algunos días de estancia en Argentina, parte hacia Chile para cumplir la segunda y menos importante etapa de su plan,  es retenido en la frontera y se le niega  la entrada con argumentos que al parecer demuestran, que todavía están vigentes en Chile las restricciones políticas de Pinochet respecto a la entrada al país de los cubanos.

 

Esta visita tenia, entre otros objetivos culturales, cumplir su viejo sueño de depositar en la tumba de Víctor Jara su última  canción, la que quedó inconclusa al ser asesinado, y que Larry, conmocionado por el golpe de estado, por las masacres que se sucedieron y por la muerte del cantautor revolucionario, hace 40 años, la concluyó la cantó y la gravó cuando apenas tenía 16 años.

 

El 17 de enero recibí esta noticia por correo y del propio Larry, con el cual me unen, desde hace muchos años, fuertes y profundos lazos revolucionarios y de amistad, y para no omitir ningún detalle, transcribo a continuación el texto completo de su mensaje, para que sea el mismo quién narre lo acaecido:

 

 

“Queridos Roberto, Germa y Erick, aquí va un mensaje inesperado.  Te mando esta nota con cierta urgencia porque a lo mejor ves algo por Telesur o por Internet o por cualquier vía y quiero que estén al tanto de esto directamente informado por mí.

 

Preparé el viaje a Chile, en el cual recibí la ayuda de instituciones y personas, tales como la Asociación Cultural del Litoral de Santa Fe, el CELche en Rosario, el activista rosarino y amigo de la Revolución cubana Carlos Segura Zambrano, el trovador rosarino Pablo Poletto, el exiliado chileno en Mendoza, desde los tiempos de Pinochet y amigo entrañable de Cuba, Fernando Bustos y el profesor de Filosofía de la Universidad de Santiago de Chile, el poeta, Hans Aranda, entre otros. 

 

El jueves 9 de enero viajé desde Santa Fe a Rosario en ómnibus, allí fui recibido por Carlos Segura quien me condujo hasta Villa Mercedes en la provincia de San Luis en su auto (más de 600 km).  En Villa Mercedes (viernes 10)  me esperaba el trovador Pablo Poletto con el que di una actividad poético musical en la Casa de la Amistad Cubano-Argentina.  Allí sostuve un encuentro con el poeta más importante de dicha región Rubén Sosa, el cual me dedicó cuatro de sus últimos libros.  Al siguiente día (sábado 11) partí en un ómnibus hacia Mendoza (400 km), donde me esperaba el chileno radicado en Mendoza, Fernando Bustos. Esa noche me preparó una cena con diez personas que han viajado a Cuba para que les hablara de la historia de mi país. El domingo 12 descansé y el lunes 13 preparamos todos los documentos, confirmamos con Telesur la fecha y la hora de la visita al cementerio, llamamos a Hans Aranda, quien nos iba a recibir en Chile, en fin, dejamos todo listo para el viaje.  El martes 14 salimos Fernando y yo en su auto, en horas de la mañana rumbo a Chile.  Ascendimos la cordillera de los Andes, pasamos la frontera natural, después de haber admirado la altura más alta de América, el Aconcagua, y llegamos al punto fronterizo donde están las autoridades de inmigración y aduanales.  Llenamos los documentos, todo marchaba bien, sólo faltaba comenzar a bajar la gran montaña para llegar a Santiago de Chile.  Cuando entrego mi pasaporte, las autoridades argentinas me dan salida, pero los guardias chilenos, muy parecidos a los de los tiempos de Pinochet, nada más de ver que mi pasaporte era cubano me dijeron que no podía entrar a Chile porque no tenía visa.  Fernando discutió fuertemente con los guardias.  Yo me bajé del auto y le pregunté a los guardias si era por la visa o porque era cubano.  No respondieron. Fernando, con mucha ira, preguntó qué se debía hacer y le dijeron que fuéramos al Consulado de Chile en Mendoza y que allí me darían la visa.  

 

Dimos la vuelta y nos dirigimos hacia la parte argentina para que nos anularan la salida de la Argentina, pues regresábamos al país. Fernando me dijo que no me desanimara, que al día siguiente iríamos al Consulado y regresábamos para Chile.  Me daba pena por Fernando, eso costaba mucho dinero y esfuerzo, pero no había manera de convencerlo.  

 

Al siguiente día (miércoles 15) salimos para el Consulado y Fernando se entrevistó con el Cónsul.  Nos habían engañado en la frontera, pues las visas las otorga la Embajada en Buenos Aires y demoran al menos 20 días en ser concedidas, de manera que no sería posible viajar a Chile en esa ocasión.

 

Me sentí un poco triste.  Me comuniqué con Lina, quien esperaba ansiosa por las noticias en Santa Fe, llamé a los amigos que me habían ayudado, Poletto se encargó de llamar a los corresponsales de Telesur, pero yo además le pasé un correo a la periodista Beatriz Michell, corresponsal de Telesur en Chile, quien iba a cubrir la noticia.  Esa tarde, en la casa de Fernando éste me sugirió que si yo estaba de acuerdo él iba a Chile y colocaba la canción en la tumba de Víctor Jara.  No sólo me gustó la idea, sino que comprendí el valor de muchas personas que andan por el mundo y creen en nosotros los cubanos.  Con lágrimas en los ojos le dije que valoraba su gesto y que para mí sería un honor que un exiliado del régimen de Pinochet, un amigo verdadero de Cuba, me suplantara en tal empresa. Después surgió la idea de que el poeta chileno Hans Aranda lo acompañara al cementerio.  Le escribimos un mensaje para ver si estaba de acuerdo y aceptó con entusiasmo. Decidí regresar esa misma noche para Santa Fe, pero antes llamé a todos los amigos para que comunicaran lo que se iba a hacer, la nueva idea que había acabado de surgir.

 

Tomé en Mendoza un ómnibus hasta Santa Fe (15 horas de viaje) y al llegar en horas de la mañana del jueves 16 al lugar donde me hospedaba, ya tenía la noticia de que esperara una llamada de un periodista de Telesur.  Sobre las dos de la tarde me llamó Raúl Martínez, productor y periodista de la corresponsalía de Telesur en Chile.  Me dijo que él sabía todo lo que había ocurrido en la frontera y en el consulado y que también sabía la decisión de que otras personas viajaran por mí y depositaran la canción.  Que necesitaba dos cosas: la primera que le comunicara la fecha y hora exactas en que mis amigos se personarían en el cementerio de Santiago de Chile para firmar el hecho, y la segunda que le diera mi correo electrónico para que me contactara el correponsal de Telesur en La Habana, quien me haría una entrevista cuando yo regresara a Cuba.

 

El lunes próximo, si no se cae la cordillera de los Andes, mi amigo  y amigo de Cuba, Fernando Bustos, partirá hacia Chile para, junto al otro amigo, el poeta Hans Aranda, cumplir con mis sueños de colocar junto a la tumba de Víctor Jara lo que iba a ser su última canción y que yo hace 40 años concluí, canté y grabé cuando apenas tenía 16 años.

 

Esta es la historia.  Todavía me quedan algunos días por acá.   Volveré a reunirme con Ramiro Guevara, el hermano del Che en Rosario y volveré a decir mis poemas con el trovador Pablo Poletto, quien en octubre estará en Cuba invitado por Silvio Rodríguez y en Morón, en la hamaca, invitado por mí.

 Les mando un abrazo grande. Pronto estaremos allá.   Larry Morales

 

 A continuación  también transcribo algunos de las noticias y comentarios que ya están circulando por Internet:

 Parece ser que para ciertos países, la prepotencia la falta de respeto y la mentira son moneda corriente.
Si usted recorre páginas de internet verá que los tratados del país trasandino de Chile, respecto a migración turística en algunos enunciado dice lo siguiente: 1) Para estadías inferiores a tres meses no se debe tramitar visado. 2) Si son americanos tampoco necesitarán visado para viaje de turismo. Luego en otra pagina dice que los ciudadanos cubanos que se encuentren o viajen de terceros países necesitarán sacar visado.
"Perdón"... ¿Los ciudadanos cubanos no son americanos?  ¿Pero no era que menos de tres meses no se necesitara visa?  Claro viene de Argentina y porta pasaporte cubano dos países que ciertos funcionarios o funcionales no pueden digerir.

 Bueno este es el caso del escritor Larry Morales, que visitara nuestro país y en una misión para llegar a Santiago de Chile se le negó la entrada a dicho país. Funcionarios de Chile deberán revisar bien sus legislaciones y no hacerles perder el tiempo a las personas de buena voluntad.

Carlos Rubén Zambrano,Rosario, jueves 16 de enero del 2014

 

Qué barbaridad que a un pueblo hermano tan solidario se le siga insultando en estos modos. Hasta cuándo? Quisiera saber qué requisitos pide Cuba a los ciudadanos chilenos para entrar a la isla y cuánto se demora en otorgar la visa. Qué oscuridad reina todavía en ese país del sur, qué lamentable.

Ana Toribio, Santa Fe, viernes 17 de enero del 2014

Estimado Larry acabo de enterarme de lo que te ha sucedido en la frontera de Argentina con Chile cuando tratabas de viajar a este último país en una misión cultural, revolucionaria y humana.  Ya se lo he comunicado a los corresponsales de Telesur en Chile y te van a llamar, ellos quieren entrevistarte. Cuando se les dije que otras personas amigas pondrían por ti en el cementerio de Santiago de Chile la última canción de Víctor Jara, me dijeron que quieren la fecha y la hora en que lo harán para personarse allí y filmar, tal y como lo iban a hacer contigo. Sabes que no te dejaron entrar por ser cubano y eso debe ser más orgullo que pesar para ti. 

Pablo Poletto, Rosario, miércoles 15 de enero del 2014 

Larry, la última canción de Víctor Jara concluida por ti será colocada en su tumba.  Bien sabes cuanto batallé para que te dejaran pasar, pero eres cubano y no tenías visa y eso es suficiente para que te negaran culminar tan bella obra.  Cuenta conmigo para hacerlo y me parece bien  que Telesur é cuenta de ello al mundo.  El lunes de la semana próxima prepararé el viaje a Chile para cumplir con tus sueños.

Fernando Bustos, Mendoza, 16 de enero de 2014

Larry acompañaré a Fernando Bustos al cementerio de Santiago a colocar tu canción.  Me hubiera gustado hablar contigo sobre el tema de Víctor Jara, pero será en otra ocasión.

Hans Aranda, Santiago de Chile, 16 de enero de 2014

                                                                     

 

 

ADIÓS, TORBELLINO DE GRACIA

ADIÓS, TORBELLINO DE GRACIA

 

Palabras del actor y escritor  Carlos Padrón en el sepelio de Asenneh Rodríguez , cementerio de Colón, La Habana, 5 de agosto de 2013

Fallecida a los 79 años el  4 de agosto, la  célebre actriz era una de las figuras que encarnan  un capítulo de excelencia en el teatro, la radio y la televisión de Cuba

 Querida Asenneh:

Aquella mañana en que llegaste, casi de la mano de tu madre, a la emisora 1010, traías ya ese duende que vivió en ti en ti todo este maravilloso tiempo.

En estos benditos, pero también difíciles años, no faltaron, tú y tu duende, a ninguna pequeña o grande cita con el arte, a ningún enfrentamiento con lo desconocido o lo desmesurado; tampoco a uno solo de los urgentes reclamos de la Patria.

Fuiste maestra en expresar las esencias de lo cubano, los anhelos de mujeres y hombres humildes, en su tiempo de desheredados y en su tiempo de libertad para luchar por una sociedad mejor. Siempre con esa sandunga tuya, Asenneh, tú y tu duende, tu duende y tú.

Así, poseedora del don de la cubanía, entraste a tantos corazones, tocaste a la puerta de tantas almas -necesitadas del disfrute del misterio de lo real que se convierte en hermosura, de lo feo que se transmuta en arte-  ávidas de mucho amor y de una pizca de fantasía.

Por eso, siempre iluminada por tu duende, brillaste en el teatro, el cabaret, la radio, la televisión y el cine.

Así lograste concitar la risa y la reflexión, y acariciar los sentimientos de un pueblo que te conoce y te admira, en cada pequeño y grande espacio de esta tu isla de las luces.

Así pudimos también disfrutarte tus amigos y compañeros más cercanos, quienes sabremos guardar el secreto de que tu última voluntad fue legarnos tu dichoso duende.

Un beso de amor para ti, viajera incesante, mensajera del sol del Caribe.

Adiós, fierecilla; adiós, torbellino de gracia.

Hasta siempre, Asenneh.

Recibe el último y más sentido de los aplausos.

 

MAÑACH, EL SATANIZADO

MAÑACH, EL SATANIZADO

Luis Sexto

En el curso académico que recientemente concluyó, una estudiante de la facultad de comunicación de la Universidad de La Habana, basó su tesis de graduación en Jorge Mañach y la revista de Avance. Durante la investigación previa, me dirigió estas preguntas

1-¿El hecho de que Mañach hubiera recibido su formación académica en tierras foráneas pudo haber incidido en su Periodismo?

Posiblemente, la formación de Mañach en Harvard y en La Sorbona tuvo que ampliar sus límites culturales desde el punto de vista del conocimiento teórico. Tengamos en cuenta, además, que haber residido necesariamente en otros países para estudiar, lo puso en contacto con otras lenguas;  con otra prensa, es decir, con otras formas del hacer periodístico y de entender el estilo del periodismo. Ese intercambio, para un hombre de talento, implica enriquecimiento de la base original. En el  ejemplo de Mañach, cualquier influencia extraña sirvió para mejorar lo propio, más que para modificarlo en esencias.

2-¿Qué características tuvo el periodismo mañachiano en sus inicios?

Lo primero que uno puede apreciar es el cuidado formal. Mañach mostró usualmente su voluntad de estilo, que para él implicaba hacer evidente en sus enunciados lo que Martí llamó “los esmeros de la forma”. Pero, en sus textos primeros, digamos, en la década de 1920, se aprecia, a mi parecer,  cierto amaneramiento de la expresión, como una influencia de un esteticismo todavía no liberado.  También se evidencia apego a viejas formas de la tradición española. En esos años todavía la prosa de Mañach no es cubana. Todavía, como otros autores, escribe en vos, es decir, usa el “voseo”, entonces relativamente común. En ese sentido, Ambrosio Fornet  escribe  apreciaciones muy atinadas en su imprescindible libro En blanco y negro.

3-En los inicios de la década del ´20 Mañach escribe algunos cuentos, y una obra teatral titulada Tiempo Muerto, la cual fue criticada y llamada tiempo perdido. ¿Cómo califica la incursión de Mañach en estos géneros?

Afortunadamente, Mañach renunció al cuento y al teatro, para perdurar en el ensayo y el artículo ensayístico, incluso en la crónica, aunque en este género  el ensayista también muestra su bisturí intelectual. Evoquemos, por ejemplo, a Estampas de San Cristóbal, que para mí son crónicas, acercamiento sensible a cosas, costumbres  y figuras de La Habana, sin transitar por los caminos del costumbrismo. Más bien, junto con el trazo cordial, emotivo, periodístico y literario, asoma el punto fino de la vocación reflexiva. Ahora bien, si carecía del talento del cuentista, ganó el primer premio compartido con Alfonso Hernández Catá –este sí cuentista- en un concurso de la década del 20. La obra se llamó O.P. Y en verdad, el lenguaje es impecable. Incluso plástico. Pero frío. A mi modo de ver, le falta agilidad, adecuación del tono al medio y al lenguaje en la acción narrada. Resumiendo, si su cuento compartió el premio con un cuentista hecho y derecho como Hernández Catá,  no ganó el cuentista: Mañach no lo era.

4-Mañach fue uno de los editores de la Revista de Avance, ¿qué pudo haberle aportado a Mañach pertenecer a la generación vanguardista fundadora de Avance?

Ser uno de los editores de Avance, le aportó a Mañach el crédito de hombre de progreso y promotor de cultura, aunque no haya sido revolucionario en política. Además, le cimentó su crédito como prosista de pensamiento creador y original.

5-¿Qué género periodístico fue el más utilizado por Mañach en la Revista de Avance?

El que le fue, a mi juicio, habitual: el ensayo y el artículo ensayístico. Las ideas que se hacen acompañar de  las calidades del estilo exigen estos géneros.

6-¿Qué temas fueron los más recurridos en su discurso periodístico?

Mañach se define por su vocación social y política. Trató de literatura, de filosofía. Pero su obra se distingue por afrontar los problemas de la política, de  la ética, y los rasgos distintivos de nuestra sociedad en lo caracteriológico. Era, en suma,  un humanista.

7-¿Qué representa el estilo en Mañach? ¿Impuso Mañach un nuevo estilo dentro del Periodismo?

Mañach impuso su estilo, en consonancia con las renovaciones en el siglo XX. Y lo articuló con recursos de la herencia clásica de la lengua y en el renuevo de la vanguardia, pasando por Martí. No podemos obviar, Incluso, la influencia que en su estilo ejerció la Generación del 98. Unos le hallan resonancias de Unamuno. A mi parecer, con quien más tuvo analogías estilísticas y personales, dicho un tanto desde la intuición, fue con Ramiro de Maeztu. Pero ya en los inicios de la década de los 30, Mañach ha renunciado al “voseo”, y ha incorporado a su diccionario términos populares cubanos. Me parece que la colección de artículos publicados en Diario de la Marina en los tres primeros años de esa década, componen la prueba del rumbo definitivo de su estilo periodístico: más fluido, más democrático por cercano, sin que por ello deje de estar influido por un propósito  literario y culto. Mañach es uno de nuestros pioneros en la mezcla de literatura y periodismo. Al leerlo hoy nos parece, pues,  que todavía nos da lecciones de claridad, concisión y brevedad sin apartarse del tino que hace de cada uno de sus enunciados un texto ejemplar por armónico y deleitable, aunque sean profundos o elevados. Quizás, contrariamente, los disfrutemos también desde lo artístico  por profundos y elevados, en plena conjunción entre concepto y forma.

8-¿Pudo haber estado su periodismo en de Avance influenciado por alguna posición ideológica en particular?

Mañach fue hombre de ideas,  de ideología. Incluso, una ideología que osciló por momentos entre la derecha moderada y ciertas tangencias con la izquierda. Pero  heredamos una visión satanizada de Mañach. La polémica literaria y política, expresada candentemente, aunque con brillo,  en aquellos años de los 30 y los 40, incluso los 50, echó sobre el autor de Indagación del choteo una sombra de reaccionario contumaz. Es decir, que la polémica a la que era tan afecto y su ironía a veces tan punzante a pesar de  las finezas  de su estilo, lo cercaron con el (des)prestigio de ser enemigo del pueblo y de Cuba como nación. Transcurrían años muy complicados: Machado, la injerencia norteamericana, la pobreza, el desempleo,  la corrupción política…

En suma, fue un intelectual políticamente muy discutido, sobre todo por polémico. Sin embargo, supo adoptar posiciones de avanzada. Su apoyo a los prisioneros por el asalto al cuartel Moncada, su trabajo como editor de la primera edición de La historia me absolverá y su apoyo durante el primer año de la etapa de liberación nacional de la Revolución de 1959, definen a Mañach como un hombre que supo responder, en momentos cruciales, a las necesidades de Cuba. Y aunque no podemos pasar por alto contradicciones y ambivalencias, es legítimo afirmar –y yo rectifico parte de mis antiguas opiniones-  que si no fue un revolucionario, tampoco un contrarrevolucionario. Su partida a Puerto Rico en 1960 se debió, principalmente, a que se evidenciaba ya la orientación hacia el socialismo y hasta ahí podía llegar el respaldo de Mañach a los cambios revolucionarios dentro de su concepción republicanista.  No debemos ya aceptar, por tanto,  lo que el apasionamiento político de muchos de sus contemporáneos, tan brillantes como él, nos legaron como definitivos en medio de la lucha ideopolítica previa a 1959. Me parece que en ese sentido, el libro de Rigoberto  Segreo y Margarita Segura, titulado: Más allá del mito: Jorge Mañach y la Revolución cubana (Ed.Oriente, 2012), ha venido a esclarecer la historia y la obra del autor de Filosofía del quijotismo.  Este estudio coadyuva en considerable medida a quitar de la vida y la obra de Jorge Mañach los trapos de la demonización. Segreo y Segura demuestran que muchos de cuantos intentamos explicar a Mañach desde la política obramos en algún momento como ecos, como víctimas de una tradición peyorativa. 

9-¿Fue esta una etapa decisiva en la consolidación de Mañach como periodista e intelectual?

En efecto, los años 20 y los 30, etapa también fundamental para el afianzamiento de la identidad y la cultura nacionales, sirvieron para consolidar el crédito de Mañach como periodista, ensayista y polemista, más condenado cuanto más polémico. En esos tiempos, escribió algunos de sus textos definitivos, como Indagación del choteo y su biografía de José Martí, insuperada hasta hoy en sus calidades estilísticas.

10-La vida de Mañach fue un tanto polémica en el campo literario ¿Cuáles fueron las polémicas más importantes de las que fuera protagonista?

Mañach fue polémico como regla. Sus artículos y ensayos parten de problematizar el tema. Sus ideas generaban desacuerdo, y su tendencia pugnazmente reflexiva lo empujó a participar en discusiones políticas y literarias. Famosa la que sostuvo con Raúl Roa sobre Martínez Villena, poeta. También con Lezama Lima. Incluso, por polemizar, lo hizo también con  el jovencísimo Enrique de la Osa, más tarde agudo periodista de Bohemia. Enriquito le tiró el guante. Y Mañach no lo menospreció, sino que le respondió y elogió  su talento y su audacia juvenil.  Podría citar  polémicas sordas. Es decir, las veces que respondía a contradictores que él no mencionaba. Recuerdo el artículo donde se defendía de una acusación de ser enemigo de los cubanos negros. En conclusión, el debate fue el medio natural  donde su obra se integró y creció.

12-Inicialmente, Mañach se mantuvo al margen de la política, pero en la década del ´30 tomó lugar dentro de este ámbito ¿De qué manera se evidencia esto en su periodismo?

Habría, me parece, que puntualizar qué entendemos por política. Si no la consideramos sólo sinónimo de participar en elecciones o en actividades partidistas u ocupar cargos en el gobierno, me parece que Mañach siempre estuvo ligado a la política como actividad ciudadana. Hacia mediados de los 20,  sus glosas en El  País, repletas de cultura, también se mechaban de política, política como expresión de ideas que intentaban conceptualizar a la república. A principios de los 30, sus artículos de La Marina, que en 1939 integraron un libro titulado Pasado Vigente, insistían en explicar el origen de los problemas nacionales de aquella época, o interpretar fenómenos sociales como la bola y la bolita, o el deporte como aspiración trascendente de aquellos años de pobreza. Todo ello, se asentaba sobre una base política, además de sociológica, pero sobre todo con el método del ensayista, esto es, del escritor que piensa sobre aquello de lo cual carece de especialización.

Después, fue ministro, miembro de la asamblea Constituyente en 1940, miembro del Congreso. Esa fue la política de partido y de gobierno. Pero nunca dejó de ejercer su más afilada arma política: el periodismo y el ensayo.

13-¿Su militancia en el partido político ABC fue un factor que incidió en la opinión negativa que en torno a Mañach se conformó?

Su militancia en el ABC ha pretendido definirlo como ultraderechista. Sin embargo, hay que tener en cuenta la verdad histórica. Si en el pasado se tildó al ABC de fascistoide, no parece, según demostró recientemente  el investigador Jorge Domingo, que ese partido tuviera tangencias con el fascismo de Mussolini. Pero, aparte de ello, el militante del ABC fue sucedido por el militante del partido Ortodoxo de Chibás. Es decir, se precisa situar los actos políticos de Mañach como un todo, incluso en circunstancias específicas, considerando lo positivo y lo negativo de sus acciones y sus ideas, y sobre todo el valor exacto de las organizaciones políticas donde militó. De ese modo evitaremos juicios parciales que, como sabemos, carecen de objetividad para determinar una cabal definición .

14-¿Cómo influyó la política en el periodismo mañachiano y viceversa?

Fueron inseparables. Una determina al otro y este a aquella.

15-¿Qué diferencia existe entre el Mañach de Diario de la Marina, Avance y Bohemia?

A mi parecer, visto desde las impresiones, es el mismo Mañach, con algunas adecuaciones mediáticas. Más culto en Avance; más incisivo en La Marina; más extenso y prolijo en Bohemia. Pero en sus textos publicados en cualquiera de esos medios, mantiene la unidad estilística y conceptual que lo distinguió. Obviando las modificaciones normales de un pensamiento en lucha, Mañach sostuvo principios como intelectual orgánico de la burguesía liberal, enraizado en el pensamiento de la independencia y el republicanismo. En algún momento llegó a señalar el daño que los Estados Unidos le causaban a Cuba con la tutela económica y política. No pretendo ahora exonerar a Mañach de los deslices e inconsecuencias que su propia filiación política  y su origen de clase podrían condicionar. Pero juzguémoslo por cómo obró y escribió y no por cómo quisiéramos que haya obrado y escrito. Simplemente, Mañach, con su obra política como periodista y pensador, enriquece el pensamiento nacional y el estilo de nuestra cultura.  Como escritor y periodista, quizás  haya tenido  escasos pariguales después de su muerte en 1961.

16-¿Qué factores pudieron haber incidido en la exclusión de la obra de Mañach después del triunfo revolucionario?

Los factores mencionados. Su postura equilibrada  de derecha frente a la postura de izquierda. Su capacidad polémica y su talento para zaherir al contrincante. Indudablemente, el encono político entre unos y otros fue arrastrado al futuro y lo recibimos como herencia. Muchos se sintieron obligados a combatir a Mañach. Incluso, aun en 1959, escribiendo a favor de la Revolución, fue denostado. Hay autores que son polos de atracción para el dardo y la hostilidad. Tal vez pagó el precio  de ser mucho más que una medianía.

17-¿Ha habido una reinserción de su obra en los últimos años?

Desde hace más de veinte años, las obras de Jorge Mañach se han publicado en Cuba: Martí el Apóstol, Estampas de San Cristóbal y varios de sus  ensayos fundamentales. También libros de exégesis que han tratado de hacerlo nuestro, como paradigma de estilo y cultura, a pesar de las injusticias condicionadas por la visión negativa tradicional con que políticamente lo hemos juzgado.  Mañach, ahora, me parece más nuestro, porque nunca dejó de ser cubano en una Cuba necesariamente diversa, pero esencialmente patria de todos.

DE PARRANDAS…

DE PARRANDAS…

Luis Sexto

Las parrandas de Remedios comienzan hoy  a ser reconocidas oficialmente como patrimonio cultural de la nación.

Si yo no hubiera nacido General Carrillo, barrio del término de San Juan de los Remedios, y no me hubiesen bautizado en la parroquia de la cabecera –donde hay una imagen de María en gestación, quizás la única en el mundo-,  y mamá y papá no se hubieran casado  ante  ese mismo  altar donde también un tío abuelo materno, fraile franciscano, había rezado sus horas.  O si alguien me lo prohibiera, o me negara el derecho a sentirme remediano, le opondría otros argumentos que presumo incontrovertibles.

Pertenezco a Remedios, señor,  por su cultura, que colorea a poblados cercanos, incluso a localidades más alejadas e insertas en jurisdicciones como Villa Clara, Sancti Spiritus y Ciego de Ávila. Y porque tengo en la sensibilidad la huella mohosa e inhibida de sus calles, casi tan antiguas como el deslumbramiento de Colón al mojarse las sandalias en las playas de Cuba; calles y callejones que  recorrí a paso azorado de la mano de mamá en mi primera visita. Y, en particular, soy remediano por un trauma que se ha erigido en fracaso profesional de ciertos psicólogos.

Las parrandas condicionaron  esa razón patológica…

En General Carrillo celebrábamos las parrandas con la misma intensidad comunitaria en el color, la música y el estruendo que en la metrópoli municipal. Cada año todos los vecinos de los dos barrios, Los Mangos y La Loma, se atareaban secretamente en la confección de carrozas y luminarias  para salir  a competir entre sí y asombrar al contrario con el exceso y la originalidad de la fantasía colectiva. Eran fiestas de vecinos. Sin participación de instituciones oficiales. Vi construir en locales cerrados los artilugios que iluminarían las calles, y vi también el almacenamiento secreto de la pirotecnia –voladores y fuegos de artificio- que  clausuraría los festejos en un duelo de explosiones... 

Eso, que hoy puedo llamar la artillería, era, y es,  primordial y decisivo episodio. Las parrandas comenzaron por el ruido. Aquel cura d San Juan de los Remedios, no halló  solución más atinada a su conflicto pastoral que estimular la generación de ruido entre los niños de la parroquia para despertar a los fieles que, remolones o menos devoto, no asistían a las misas de aguinaldo, convocadas desde el 17 al 24 de diciembre al amanecer. Y la muchachada arrastraba al trote cacharros, y golpeaba metales, y gritaba,  de modo que el sueño de la prima mañana se espantara. Y a misa. Qué remedio... en Remedios hacia 1820.

Las parrandas, año tras año, fueron divorciándose de su origen litúrgico, y se transformaron en esa festividad en los días más alegres de diciembre  en la que predomina la fineza, el torneado artístico de carrozas y esculturas de plaza, de cartón y madera, que lo mismo  remedan la Torre Eiffel que la de Babel, un castillo de Las mil y una noches que el Empire State. Y la música dispara viejas reminiscencias europeas mezcladas con el embrujo percutiente de lo afro. Pero el ruido primigenio subsiste perpetuado en el estruendo de los artificios de la pólvora cuando los barrios de El Carmen y San Salvador, gavilán y gallo, se baten en una contienda de bombazos de salva.

Aquella vez mamá y papá eligieron para presenciar los festejos una casa amiga situada en el medio de las baterías artilleras de La Loma y Los Mangos, e Estábamos en la calle que llamábamos Paseo -transversal y ancha-. Giraban también los faroles chinos, forrados de papeles transparentes azules, rojos, verdes: vertiginosos círculos parpadeantes en la luz inestable de una vela.

¿Habrán sido esas mis primeras parrandas? Recuerdo vagamente que las explosiones resonaban en mi pecho como si me lo comprimieran. Atosigado por el humo del bombardeo, apenas pude asombrarme ante el cielo punteado de chispas que caían como estrellas despedazadas. Al llegar a casa, el termómetro casi se quiebra. Y el niño quedó crucificado entre explosiones. A partir de ahí nunca he podido saber que algo va  a estallar. Puede hacerlo de improviso. Mi reacción es normal. Pero que yo no lo sepa, que no me avisen, porque  me embalaría en una carrera caótica, pregonando con mi desenfreno que soy el más chamuscado por el esplendor de la cultura de Remedios…

 

 

REFRÁN QUE SE DUERME…

REFRÁN QUE SE DUERME…

Luis Sexto

Con su tejer y destejer legendarios, Penélope quizás tendría paciencia para ponerse a contar refranes. Nadie conoce la cifra exacta. Solo en Finlandia, según datos eruditos, se trasladan de una  a otra boca o se han echado a recoger el polvo del desuso, más de un millón. El escritor Tomás Álvarez de los Ríos logró acopiar mucho más de seis mil, que inscribió en placas de barro y puesto en la fachada de su casa, en Sancti Spíritus.

Pero al autor de Los Farfanes aún le falta demasiado para igualar una de las mayores cantidades reunidas hasta hoy: l8 500, número  que contiene la Enciclopedia de proverbios mundiales, compuesta por el folclorista alemán Wolfgan Mieder. Este diccionario confirma que el refrán experimenta un indetenible proceso de invención y transculturación. De Lengua en lengua. Adoptando mínimas variantes. Después se torna muy escurridizo su origen. En tiempos duros los armenios dicen: “El melón no madurará  bajo las axilas.” Y los holandeses apuntan: “Los gansos asados no llegan volando a tu boca.”

 No siempre ha de atribuirse a un préstamo la similitud  refranera. Pueblos en iguales circunstancias pueden deducir similares conclusiones ante un mismo fenómeno. Por ejemplo, en lengua  yidish se asegura: “La manzana podrida arruina el resto.” Los malteses aseveran lo mismo sobre las naranjas. Y nosotros, en Cuba, aplicamos idéntica receta a las papas.

Ocurre también lo contrario: que el mismo asunto sea visto con óptica inversa. Los españoles y cubanos estamos convencidos de que “más vale tarde que nunca”. Los alemanes, en cambio, estiman que “un poco tarde es demasiado tarde”.

El refranero predominante en Cuba parte del español; son evidentes los clavos de la misma armazón, al menos en el sentido. En la forma, el criollo y luego el cubano lo revistieron con su imaginería jaranera, satírica, democrática. Y el contraste se presenta como una declaración de independencia, como una voluntad de diferenciarse. Esto es: miren este refrán español: “Tú, que te quemas, ajos has comido.” Y resulta  grave, muy empaquetado, muy rancio. La versión cubana es menos solemne, más llana y clara: “Al que le pica es porque ají come.”

Los cubanos, desde luego, inventaron su centón de proverbios. De su dolorosa experiencia  colonial y neocolonial, cuando mantuvieron un tuteo con la pobreza y la injusticia, y de sus luchas, que a veces se disolvieron en la frustración, fueron extrayendo una sabiduría expresada mediante la irreverencia, la picardía. Sabiduría defensiva, de resistencia, como nuestro humor. Samuel Feijoo, poeta de mística sensibilidad y folclorista de acucioso y apasionado amor por lo popular, recogió, entre l956 y l978, una enormidad de refranes esencialmente cubanos. Los halló en lo recóndito de una serranía, o en la abierta soledad de la costa, o en una ciudad o un caserío. Deambulando, con su paciencia y su ingenio, como un trashumante obrero de la cultura.

Este es uno: “Hasta que no pases el río no le mientes la madre al caimán.” Otro: “Lo que a feo quiere, bonito le parece.” Y más: “Lo que fácil se da, fácil se va”; “El perro tiene cuatro patas y coge un solo camino”; “Si el tambor suena es porque el cuero es bueno”; “No hay abeja que pique dos veces”; “Con dinero al jorobado la curva se le endereza”; “El egoísta es como la guataca, sólo hala para él”; “En la casa del desnudo cualquier trapo es camisa”; “Cuando no hay pan, se come casabe”...

El saber más común, define el refrán  como sabiduría en cápsula. Concentra en dos líneas y hasta en dos palabras una verdad extraída de la práctica social. Hay en su afanosa síntesis una vocación observadora y analítica, una intención de aviso y prevención, y un propósito simplificador, directo, inapelable. En códigos actuales viene siendo una señal de tránsito en el devenir de los pueblos.

Surgido espontáneamente entre la gente de todos los días, o de la meditación de un pensador o un poeta ―Shakespeare fue autor de muchos― y más tarde depurado por la inteligencia de la colectividad, el refrán compone una de las más antiguas filosofías o soporte de sabiduría; algunos datan del siglo octavo antes de nuestra era. Aleccionando y advirtiendo acerca del amor, el trabajo, la amistad, los oficios, los negocios, circula anónimo y sin precio por todos los caminos, navega por todas las aguas, se alberga en cualquier poblado y, sin respetar aduanas, protagoniza un constante intercambio con lenguas y culturas.

No siempre perdura. Por momentos expira con el tiempo y la sociedad en los que brotó, y si persiste a pesar de su descrédito, lo acompaña la fama de la mala hierba. Cuando muere es porque nació lastrado, deformado por algún foco pútrido de la ideología dominante. O fenece, porque el progreso y el sucesivo discernimiento de la verdad lo anulan. Nadie podría suscribir hoy ―al menos en Cuba― cuanto refrán o proverbio apareció contra la dignidad y la capacidad de la mujer. Ni habrá maestro o pedagogo que rija su cátedra con aquel proverbio de “La letra con sangre entra” sostenido por dómines antiguos. Y mucho menos en Cuba debe de tener vigencia –aunque a veces nos parezca que la tiene-  aquel del Martín Fierro,  poema jalonado de refranesca sabiduría: “Hácete amigo del juez/ y no le des qué quejarse, / aunque él te dé mucho quehacer, / vos te debés de encoger/ que siempre es bueno tener/ palenque ande rascarse.” Válido todavía este, sin embargo, integrado también a una copla, olla refranera, que copié de El Criterio Popular, periódico de Remedios en l890. Dice: “El querer a un ser querido/ es una pena muy grande; / pero es más pena morirse/ sin haber querido a nadie.”

No ha de existir quién niegue la vigencia y la fortaleza vital de los refranes como suma de sapiencia popular o de  experiencia humana. Un proverbio, que así también  puede  nombrarse, de procedencia yoruba, dicta que “el refrán es caballo de la conversación”. Y lo asumo entendiendo que a su lomo cuanto se habla discurre más provechosamente.

Pero una cultura forjada, lactada, con refranes permanece incompleta, endeble. Refranescos eran los conocimientos de Sancho Panza. Abro a la ventura el tomo segundo de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, y oigo a Sancho apostillar una frase de su señor: “En efecto, en efecto, más vale pájaro en mano que buitre volando.” Podría Sancho acertar; mas se conoce cuánta diferencia había entre la dimensión espiritual del gordo escudero y la del escuálido Caballero, aunque algo se le fue pegando a Sancho por aquello de “Dime con quién andas y te diré quién eres”. El propio Don Quijote admite más adelante que cada día su ayudante se iba haciendo “menos simple y más discreto”.

En definitiva, “El que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija”. Y yo, a mi vez, termino sin decir dónde nacieron y cuántos son los refranes, porque el que se acuesta contando estrellas, amanece despierto mirando el cielo.