LOS HIJOS DE LA LUNA
Luis Sexto
En la foto, El Andarín Carvajal cuyo sobrenombre es todavía una referencia en el habla coloquial del cubano
Este título puede llegarnos un tanto polisémicamente. Es decir, puede sugerirnos más de un significado. ¿De qué trata, pues, Los hijos de la luna, libro de Orlando Carrió? ¿Es acaso un texto de ciencia ficción que supone que allí, en el satélite natural de la tierra, viven personas como nosotros, o parecidas? ¿O acaso los hijos de esa lámpara fría que cambia varias veces de tamaño y de cara ante nuestros ojos, son esas personas que desde hace mucho tiempo llamamos lunáticos?
Posiblemente Orlando Carrió esté proponiéndonos una pista falsa, o se refiera con título tan enigmático a que las personas que nos presenta son tan excepcionales que sólo caben en el calificativo de locos, esa condición que en los entretelones del lenguaje le damos a todos aquellos que se destacan por su originalidad o por su singularidad. “Es un quemao”, es un loco, exclamamos ante las conductas que no podemos explicarnos, o no sabemos calificar. Por tanto, estar loco, entre nosotros, resulta frecuentemente un elogio.
Me parece, así, que el profesor Orlando Carrió, con Los hijos de la luna, nos ha presentado un conjunto de personajes caracterizados por su exclusividad y que, de alguna manera, con sus actitudes y hechos se han quedado entre nosotros. Eso es, en fin, este libro, publicado por la editorial José Martí: un muestrario de maravillas humanas. Y digo más; es también una relación de personajes que no suelen aparecer en los diccionarios biográficos, porque su originalidad clasifica en las calles, en los campos, en el vecindario. Ni la Televisión habitúa a mostrarlos. Pero alguna vez nos hemos topado con ellos en persona, o al menos, en libros y periódicos. Y de ese modo, registrando en libros y periódicos, Orlando Carrió ha compuesto Los hijos de la luna. Libro dividido en capítulos clasificadores, es decir, comienza por los personajes heroicos, y sigue por los solitarios, por los indomables, por los inauditos, y otros epígrafes que caben bajo el techo de personajes populares. Eso son, sí, personajes populares, cuya primera página abre el heroico Matías Pérez, primer retador del aire en nuestra historia.
He de mencionarles algunos. Además de Matías Pérez, nos salen al paso El andarín Carvajal, y Faquineto, aquel portentoso meteorólogo empírico e inspirado de Guanabacoa; también Bigote Gato, el Médico chino, Chicho pan de gloria, Papá Montero, Olga la tamalera, Chacumbele, Seboruco, La marquesa, y muchos más, inclusos personas tan serias y cuerdas como el umpire Amado Maestri, o el viejo Raúl Acosta, cuyo patio en su casa en campos de Pinar del Río se había convertido en un zoológico, con leones y cocodrilos conviviendo entre seres humanos. Es decir, hombres que sin estar loco lo parecían por su excepcionalidad o por su originalidad humanas.
No voy a seguir. Ponga usted cualquiera de esos nombres que recuerde haber oído o haber visto, y quizás esté aquí en este libro confeccionado con honradez. Sí, con honradez. Los libros también necesitan ser escritos con honradez. Y si Orlando Carrió extrae del olvido a tantos personajes populares, se sirve básicamente de periódicos y revistas. Y lo reconoce, y cita, incluso, párrafos de los periodistas que le han servido de fuente. Si hubiese un premio a la honradez intelectual, el autor de este libro tendría mi voto. Y mi voto tiene también este libro titulado Los hijos de la luna, que ha reunido en un volumen a toda esa gente que alguna vez hemos visto entre las sombras del anonimato, o entrevisto en la distancia de lo desconocido u olvidado.
(Difundido por Radio Progreso el 5 de septiembre de 2014, en el programa Epigramas, sección Al pie de las letras)
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