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PATRIA Y HUMANIDAD

LAS RUINAS DEL CAFETAL ARIADNE

LAS RUINAS  DEL CAFETAL ARIADNE Por Luis Sexto

Una estampa histórica

Cualquier escolar norteamericano sabe que Rufus Devane King tomó posesión de la vicepresidencia fuera del territorio de los Estados Unidos. Pero quizás desconozca que en Cuba perviven las ruinas de la casa donde asumió sus funciones constitucionales el 24 de marzo de 1853,  ante el cónsul de la Unión en La Habana.

En tierras del municipio de Limonar, al este de la ciudad de Matanzas, la casa de vivienda del cafetal Ariadne, que perteneció a la familia Chartrand-Dubois, todavía mantiene sus paredes en pie, como memoria de una fenecida etapa de esplendor económico colonial basado en la caña de azúcar y el café. 

Electo vicepresidente el 2 de noviembre de 1852 en la candidatura  demócrata de Franklin Pierce, Rufus King, ya enfermo, renunció en diciembre a la presidencia provisional del senado y se embarcó hacia  Matanzas para buscar allí, entre amigos y en un  ambiente saludable, alguna mejoría a su dolencia. En la ciudad habitaban numerosas familias y operaban varias empresas comerciales norteamericanas, establecidas entre 1825 y 1830. Hacia 1840, el médico  John G. Wurdemann apuntó en sus  notas sobre Cuba, publicadas más tarde como crónicas de viaje con ese título, que “el clima, después de diciembre, es seco y fortificante”. En particular, en la zona del entonces partido de Limonar, un poblado de unas 180 casas, pero establecido en un paisaje que al propio Wurdemann sedujo, especialmente  los cafetales, calificados de “edén perfecto” por el viajero estadounidense. 

King se hospedó primeramente en la casa de William Scott Jenckens Updike –raíz de una familia cubana actualmente multiplicada en la Isla-, ubicada en La Cumbre, a escasos kilómetros de Matanzas.  La mansión de dos plantas recibía el aire de la cercana costa,  cargado sales salutíferas, mientras el valle del Yumurí se explayaba, en sus faldas, como una visión de paz y serenidad.

En fechas posteriores, el político se trasladó al cafetal Ariadne, en Limonar, a unos 20 kilómetros de la ciudad. El hogar de los Chartrand-Dubois, de origen francés, era asiento de sensibilidad y cultura artísticas.  Dos de los hijos,  Esteban y Phillip, se dedicaban a la pintura. El primero sobresalió por recoger en sus cuadros la imagen romántica del paisaje cubano, regidos por árboles como la palma real, la ceiba, y multitud de campos de caña de azúcar que, como un océano, cubrían la llanura. 

Pero medio y clima tan propicios poco coadyuvaron a la salud del vicepresidente electo de los Estados Unidos. Y ante su deterioro físico, el cónsul   William L. Sharkey  viajó desde La Habana para tomar juramento a Rufus King que, con paso vacilante, se acercó a una mesa de mármol para  oficializar la dignidad que sus compatriotas le había confiado. Una ley del Congreso, aprobada en febrero de 1853, lo autorizaba a concretar ese acto constitucional tan lejos de Washington.  Unos días después embarcó hacia el continente.

No pudo, sin embargo, ejercer sus funciones. El 18 de abril, murió en su tierra natal el que, presumiblemente, fue el primer vicepresidente de los Estados Unidos que asumió el cargo fuera de su patria. Ello lo sabe cualquier escolar norteamericano. Ignora, en cambio, que el recuerdo de Rufus Devane King perdura en un paraje rural de Cuba, dentro de unas paredes ante las cuales se inclinaron  los soles y las lluvias del tiempo y el olvido.  

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