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PATRIA Y HUMANIDAD

Literatura

LIBROS PUBLICADOS EN CUBA (9)

Trazados en el mapa

Por Luis Sexto

Trazados en el mapa,  libro de poemas de Pedro López Cerviño, me ha dejado mirando al techo. Es decir, pensando por qué estos poemas, esta poesía coloquial que destila tanta irreverencia, nos desafía. Y me respondo que Trazados en el mapa, premio José Manuel Poveda de 2007, y publicado por la Editorial Oriente, puede contar con mi voto, aunque no sea tan relevante como el del jurado que lo galardonó.

Si un libro nos inquieta, si un libro además de hacernos sentir las influencias emocionales de la poesía, nos obliga a pensar, es  un libro quizás único, de una especie que no se repite con frecuencia.

Pedro López Cerviño, nacido en Santiago de Cuba en 1955, es un poeta maduro, vivido, esto es, lo suficientemente experimentado como para bordear la escabrosa frontera entre el arte y la conversación, y ofrecernos, como si estuviera en una esquina, la trascripción cercana y a la vez alta de su apropiación poética de los días y los años. Podría estimarse que el coloquialismo, como tendencia poética, pasó de moda. Quienes crean que la literatura es un asunto de modas -y no de modos que si logran cuanto se proponen son siempre actuales- se equivocan al sostener que la poesía se empareja con la ropa o el peinado.

Pero López Cerviño, en Trazados en el mapa, se nos muestra coloquial y  no coloquialista: no se excede en la llaneza cotidiana que distingue a los poetas conversacionales. Es irreverente y lírico; objetivo e íntimo, de una intimidad de estar por casa, mapa conocido y reconocible de la singularidad de un poeta en su tiempo.

En  este poemario escribe un poeta de aguda inteligencia. Y por ello se mezclan creadoramente el ardiente  y dolido rumor de una sensibilidad agónica y el ánimo que se desquita con poemas que dictan sentencia, que interpretan crudamente lo vivido. De esa fórmula vindicativa, furia vuelta espuma generosa, la sección titulada “Epigramas y algunas especies más”, parece recoger lo más rotundo y audaz de este libro en que se juntan el talento epigramático y el lirismo de un hombre tan práctico y crítico que dice saber que nadie sabe el bien que tiene hasta… que no lo tiene. Algo semejante digo yo: Nadie sabe lo que vale este libro hasta que no lo lee. (Emitido por Radio Progreso, la Habana; sección Al pie de las letras)

EL ESCRIBIDOR Y EL TÍO NOBEL

EL ESCRIBIDOR Y EL TÍO NOBEL

A propósito de Vargas Llosa

Por Luis Sexto

El premio Nobel es como el invento primordial del millonario que le cedió nombre y dinero: dinamita. Y cada año, en particular en los acápites de literatura y el relativo a la paz, estalla echando a los aires anuencias y desavenencias; rara vez la convergencia. Mario Vargas Llosa no podía ser la excepción. Más bien el otorgamiento del Nobel lo confirma en una especie de trono del debate que habitualmente atiza con sus ideas y posiciones políticas conservadoras, por momentos aberradas, de acuerdo con quienes sostienen ideas opuestas.

Vargas Llosa gusta de oscilar en la paradoja.  Su conducta política es contradictoria, pues de la izquierda, con evidente inclinación hacia el extremo, pasó al extremo de la derecha, cuyo ideario ha defendido con  tozudez intestinal. Paradójicas resultan también, a simple vista,  su obra y sus ideas políticas. Porque  si se juzgan desde los conceptos del autor, la  obra no admite la acusación de retardatario que le encaja a aquel. Su periodismo  es otra cosa. Los académicos suecos no debieron tener en cuenta los artículos o ensayos periodísticos de Vargas Llosa. El propio autor de La ciudad y los perros se encargó de decir hace unos años en Madrid que él no cuidaba la forma de sus textos para periódicos, que solo decía lo que debía decir,  sin  inquietarse por  lo estético.  Y ello es otra paradoja. Porque pocos escritores por  grandes o pequeños que hayan sido descuidaron esos enunciados urgentes, escritos usualmente para ganar el sustento. Nombremos, como referencia más a mano, a García Márquez, cuyas crónicas y reportajes ilustran una lección de estilo original, convincente y conmovedor. O a Hemingway…

Lo principal en la obra literaria de Vargas Llosa es la altísima condición artística que exaltó “la cartografía de las estructuras del poder y su reflejo agudo de la resistencia del individuo, de su revuelta y de su fracaso”, según la frase textual del acta del Jurado, que no se hizo el “sueco” ante el expediente de Vargas Llosa, sino fue de verdad sueco premiando quizás  al más literariamente  iluminado de los escritores latinoamericanos.

Parece  lógico que desde las izquierdas se haga notar la discordancia entre la posición política y la técnica y la verdad literaria del escritor, pues seguimos utilizando lo político como rasero de la calidad literaria, artística o humana. De la misma manera a veces también confundimos ideología y política. Y como en la práctica se puede ser ideológicamente retrasado  y políticamente adelantado en  lo coyuntural, lo táctico referido a lo ideológico, se puede ser un escritor excepcional y un político degradado, o mal esposo o mal padre. O viceversa: un escritor inferior puede contener a un excelente político demócrata  o revolucionario. Esas analogías, esos engarces no parecen cuadrarle a la vida, más compleja que concebir una historia y vestirla de palabras. Y eso último le exijo a los escritores como característica primordial: usar la palabra, mediante la voluntad de estilo – y todo cuanto de artístico esta categoría implica- como instrumento de reconstrucción ético-estética del ser humano.

Qué tendrá que hacer, pues, un concurso literario, sino premiar la efectividad de la palabra, salvo que el pensamiento, imbricado como tesis en la obra, vaya contra la causa del hombre al promover la violencia o justificando la explotación, exaltando los desvalores que empobrecen la condición humana. ¿Son esos los propósitos que definen  la obra del escritor  Mario Vargas Llosa?  No me parece.

De cualquier manera,   lleva en el pecado la penitencia. Por mucha telaraña que envuelvan la militancia e ideas políticas del escritor, por mucho que la ciudadanía española encubra el origen de aquel y el afecto servil por los Estados Unidos pretenda lavar la condición de latinoamericano del autor de La fiesta del Chivo, la obra de Vargas Llosa y el premio Nobel lo desmienten. Y mientras el libro de Introducción a la geografía de las escuelas norteamericana enseña a los niños que en América Latina se ubican muchos de los países más miserables e ignorantes del planeta, la sangre, la lengua, la formación de Mario Vargas Llosa no pueden negar que este escritor pertenece a la región donde en los últimos 60 años se han escrito libros que han marcan la vanguardia literaria en el orbe hispánico. Posiblemente, por ello también lo premiaron.

 

RESUMEN BIOBIBLIOGRÁFICO

Nacido en la sureña ciudad peruana de Arequipa el 28 de marzo de 1936 en una familia de clase media, fue educado por su madre y sus abuelos maternos en Cochabamba (Bolivia) y luego en Perú. Tras sus estudios en la Academia Militar de Lima, obtuvo una licenciatura en Letras y dio muy joven sus primeros pasos en el periodismo.

Con su obra traducida a 30 lenguas, Vargas Llosa ha sido galardonado con los premios Cervantes, Príncipe de Asturias de las Letras, Biblioteca Breve, el de la Crítica Española, el Premio Nacional de Novela del Perú y el Rómulo Gallegos.

HIERROS DE INGENIO

HIERROS DE INGENIO

Por Jesús Arencibia Lorenzo

Premio de glosas en el reciente concurso

de la Semana Cucalambeana, en las Tunas, Cuba

 Quien te viera Flor de Caña/ emerger del horizonte/

como sombrero de monte/ sobre testa de montaña.

Luis Sexto

 

Con la aparente cordura

de un central semidormido

 un hombre viaja al olvido

 a buscar melaza pura.

 En la férrea dentadura

 del monstruo de dulce entraña

 va quitando la maraña

 del tiempo —polvo intranquilo—

 y un grito lo deja en vilo:

 Quien te viera Flor de Caña.

 

El hombre (el recordador)

 guarda la voz de carreta

 y traga en seco la inquieta

 sapiencia de aquel dolor.

 ¿Flor de Caña? ¿Caña en Flor?

 Almibarado bisonte,

 rama humeante de un sinsonte

 que envía lejos su trino

 por ver el raíl-camino

 Emerger del horizonte.

 

Surcando la guardarraya

de la nostalgia más verde

el hombre avanza y se pierde

por donde el Sol se desmaya.

Desde una grúa atalaya

dice al Ingenio: «¡Componte.

 Detén la nave-Caronte

 que en mar de herrumbre te lleva!»

 Y al fin la mole se eleva

 Como sombrero de monte.

 

El fardo de azúcar buena

ya cautivo en la montura

le recuerda la bravura

del guajiro que lo llena.

Cuando la mocha cercena

con raro afán de guadaña

el hombre piensa en su hazaña

y el amargor que la hiere…

Pero el coloso no muere

Sobre testa de montaña.  

 Nota: Jesús Arencibia Lorenzo es un joven periodista y poeta. Trabaja en Juventud Rebelde y en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de La Habana. Como es sabido, la Semana Cucalambeana está dedicada a homenajear a Juan Nápoles Fajardo, poeta criollista del siglo XIX, que recogió en sus estrofas, en particular la décima, las esencias de la vida campesina y del paisaje cubano.

 

 

   

 

 

MENOS LUZ EN EL MUNDO

MENOS LUZ EN EL MUNDO

HA MUERTO SARAMAGO

 Hoy viernes 18 de Junio, José Saramago ha fallecido a las 12:30 horas en su domicilio de Lanzarote, a los 87 años de edad, a consecuencia de un fallo multiorgánico después de una larga enfermedad. El escritor murió acompañado de su familia, despidiéndose de una forma serena y plácida.

Fundación José Saramago. 18 de junio de 2010

 

Hoje, sexta-feira, 18 de Junho, José Saramago faleceu às 12.30 horas na suaresidência de Lanzarote, aos 87 anos de idade, em consequência de uma múltipla falha orgânica, após uma prolongada doença. O escritor morreu estando acompanhado pela sua família, despedindo-se de uma forma serena e tranquila.

Fundação José Saramago.

 

 

LIBROS PUBLICADOS EN CUBA

LIBROS PUBLICADOS EN CUBA

Por Luis Sexto

Saga de un hombre sentado es el título de cuentos de Alberto Ajón. Quizás, para mi gusto, este libro pudo llamarse “El rojo y el mar”, o “La vuelta de Narciso”, o “Limones a la hora cero”, título de tres de sus 10 historias. Ahora bien, si pienso que el título pudo ser más incitador, creo que este es uno de los libros de cuentos más atractivos, interesantes, competentes de cuantos hoy aparecen en librerías. Saga de un hombre sentado nos muestra desde las primeras líneas de cada pieza que el autor sabe captar el interés  encontrando la situación más insinuante, más favorable para que  el lector se unza al texto. Y sabe Ajón,  además, exponerlo todo en una prosa sabia, conducida armónica, sugerentemente por un oficio que se mueve con tino por el espacio breve y cerrado de un cuento.

Alberto Ajón, según mi percepción,  no es un nombre muy mencionado. Suele pasar. Quizás carezca de una claque que esté recordándonos que Ajón es un gran escritor y que solo cuanto él escribe  es lo único digno de leerse o de figurar en el canon literario cubano, que suele componerse  muy prejuiciadamente por ciertos críticos con tiempo, con todo el tiempo… para perderlo

Me parece, sin embargo, que Alberto Ajón no necesita del coro de amigos que lo exalten. Se recomienda a sí mismo con su obra, con su estilo, con toda su experiencia como periodista y narrador avezado. Sabe lo único necesario para triunfar: escribir bien y esperar, no sentado sobre un inodoro como uno de sus personajes, sino creadoramente sentado ante el papel o el vidrio del ordenador.

En Saga de un hombre sentado vamos a leer lo que ya dije: un idioma, un estilo y una técnica plenos de competencia. Encontraremos también historias  armadas con ingredientes de psicología urbana, tejidas con los días actuales de Cuba.  Y  salpimentadas de humor; de ese humor que brota de situaciones en que los personajes están siempre sentados  ante una disyuntiva, un dilema, una posibilidad frustrada. Un remordimiento inquietante.

Saga de un hombre sentado apareció con el sello de Letras Cubanas y con el nombre de Alberto Ajón, autor también de la novela Áncora, publicada por Letras Cubanas en 2003  No lo olvide. Sígalo. (Comentario de la sección Al pie de las letras, en Epigramas, Radio Progreso; lunes, miércoles y viernes, 1 PM.)

 

¿SERES APOCALÍPTICOS?

¿SERES APOCALÍPTICOS?

 

Por Luis Sexto

Como minúsculos dioses, los fotógrafos recortan segmentos del tiempo y convocan una quinta dimensión de la vida: la perdurabilidad del momento en una imagen... Pero interesará acaso filosofar sobre la fotografía y sus administradores, los fotógrafos. ¿Acaso el hábito de verlas, atesorarlas no limita cualquier intento de meditar sobre esa magia tecnológica, química y física domesticadas, que echó sus humos definitivos en el siglo XIX, apoyándose en Niepce, en Daguerre, que se basaron en Da Vinci, incluso en Aristóteles, y en el XX se desarrolló tanto que se concibieron cámaras tontas, esto es, sin necesidad de ojos y dedos sabios?

 No tengo intenciones de filosofar. Quise simplemente presentar el tema. Porque lo capital ahora es reproducir dos cartas inéditas de Dulce María Loynaz. En esas dos tarjetas de cartón, de 13 por ocho centímetros, la desgarrada y  serena autora de Poemas sin nombre, confiesa aversión hacia los fotógrafos -al menos hacia uno de ellos-, a la vez que les otorga un papel básico en la vida. Y divulga que les ha dedicado una novela.

A pesar de su brevedad, son documentos que favorecen pisar el dintel de la espiritualidad de la poetisa. Los doy a conocer, porque en l981, cuando fui a entregárselos  ella me los dejó otorgándome implícitamente el permiso para utilizarlos.  Ese día, 9 de octubre de 1981, fue la única ocasión en la que vi y hablé con Dulce María. Aquella tarde me preguntó de pronto: ¿Usted tiene Jardín?  Y luego de mi negativa, cuyos síntomas de ridículo ya he contado prolijamente en otra página, dijo: “Me refiero a mi novela”. Yo no lo había leído. Dulce María, en cambio, la leyó cada diez años, a partir de l95l cuando la editorial Aguilar la publicó en España. No pude averiguar por qué cumplía un rito al que son renuentes otros escritores, que piensan que el libro, tras su difusión, no les pertenece, se les independiza, y por tanto lo olvidan. O temen hallarse con errores, deslices, que ya nadie podrá salvar... al menos en esa edición. Y no le pregunté la razón de su fidelidad a Jardín, porque en el momento de mi visita ignoraba yo su costumbre. La descubrí más adelante cuando terminé de leer la novela en el ejemplar que ella me regaló finamente dedicado. En la última página había escrito, con su letra desbordada, aparentemente inhábil: “Ayer domingo 9 de agosto de 198l, en compañía de Beba y Angelina leí por última vez este libro. Lo venía haciendo desde su publicación una vez cada diez años.” Y debajo, su firma.

 Parece evidente que Dulce María leyó, o releyó, cuatro veces su novela. La primera, en l95l, año de la primera edición; la segunda, en l96l; la tercera, en l971, y la cuarta, en l98l. ¿La habrá releído en l991? Lo dudo. Porque también parece evidente que me obsequió el único ejemplar de que disponía. La presencia de la nota autógrafa, lo atestigua. Y también el inapelable “última vez”. Ese término sugiere que se había propuesto no oficiar más  ceremonia tan íntima. Quizás, al regalármelo con el valor agregado de su decisión manuscrita, apartó la tentación inmediata.

Retornando a nuestro asunto, las cartas que intenté devolverle fueron dirigidas a Ascensión Tejera, hija mayor del poeta Diego Vicente Tejera y entonces esposa del doctor Alfonso Forcade, diplomático que fue embajador de Cuba ante la Santa Sede. Chon, con quien  sostuve una filial amistad, de hijo a madre, desde mis 20 años hasta su muerte, me las cedió. La primera data del l3 de marzo de l940. Este es el texto:

 Querida amiga mía:

 Muy buena has sido tú y tus compañeras queriendo oír mi palabra, pero más aún quiero que lo sean, que lo seas tú, Chon, complaciéndome en un pequeño ruego.

 Ayer tarde me retrató un fotógrafo, especie de ser apocalíptico que me inspira un verdadero terror. No dejes que mi retrato se publique, no dejes que se publique nada sobre mí. Guarden esa tarde para Udes. Y piensen que nada me es más grato que el silencio cuando puedo saber que no es indiferencia. Creo que tú sabes cuán sinceramente te lo pido.

 Eso espero de ti; y que vengas a verme también como dijiste. Tuya: Dulce María Loynaz.

 La otra, en tarjeta similar, y sin fecha, pero aludiendo a los mismos hechos y por tanto a los mismos días, dice:

 Querida Chon, gracias por tu carta, una de las pocas que yo guarde; cartas como esa consuelan de muchas cosas.

 Todavía con la grata impresión del martes, te recuerda Dulce María.

  Al dorso, una posdata:

 Los fotógrafos son cosa importante, son verdaderamente de las pocas cosas importantes que existen. Algún día te leeré algunas páginas de la novela que les he dedicado.

 ¿De dónde provino esa aversión a los fotógrafos? ¿Quién era ese ser apocalíptico: el género o un individuo? En cualquier respuesta, la contradicción planta sus púas, sus muelas, porque, no obstante el rechazo, ensalza a los fotógrafos hasta ubicarlos en el nicho de las pocas cosas importantes del mundo. Y en los años sucesivos, la fisonomía de la escritora famosa se introdujo en la cámara de decenas de fotógrafos. Quizás Aldo Martínez Malo, que le heredó la papelería y la frecuentó domésticamente, pudo descifrar el jeroglífico, aunque hay más de uno. Porque, ¿por qué son de las verdaderas cosas importantes? 

Sobre esa cuerda tan floja y ante esas confesiones, otra pregunta importuna al cronista, y posiblemente al lector. ¿Será Jardín la novela que Dulce María dedicó a los fotógrafos? Se sabe, por confesión de la autora en el prólogo, que en l935 ya estaba escrita. Y aunque no he hallado una referencia explícita a los fotógrafos, la atmósfera del libro huele a imagen, a instantánea. Es una mezcla de los claroscuros del pasado y del presente, de olores húmedos, rancios, y de aromas más jóvenes, limpios.

 La obra toda de la poetisa de Los juegos del agua entraña un atreverse hacia más allá de las movedizas fronteras del tiempo. De viaje por Egipto, siendo muy joven, pretendió desdoblarse, aventurarse por las galerías de lo inasible, y le escribió una Carta de amor a Tut-Ank-Amen, el adolescente faraón, entonces recién extraído de la profundidad momificada y arqueológica del pasado. “Daría –le dice- mis ojos vivos por sentir un minuto tu mirada a través de tres mil novecientos años...”

 Esa, a mi entender, es la clave poético literaria de Dulce María Loynaz. Ella, como sugiere en uno de los poemas sin nombre, está siempre doblada sobre un recuerdo, haciendo alusiones a las sombras. Incluso, la luz es sombra. “¿Y esa luz?” –pregunta la poetisa, y responde: “Es tu sombra.”

Y qué otra cosa puede ser la fotografía sino la sombra perdurable de la luz. La petrificación de la luz.  Cuánto poder el del fotógrafo, que, como minúsculo dios, si no crea el tiempo, lo detiene. Nos pone a hibernar en una estampa rígida, pero expresivamente definidora, como acuse de la memoria en el fervor hiriente de la nostalgia.

Tal vez por esa facultad de hacer claudicar el fluir de los días, para Dulce María Loynaz el fotógrafo era una “especie de ser apocalíptico”. Apocalipsis en su raíz de revelación. Y Nicéforo Niepce, que en l826 captó en el cajón de su cámara la primera fotografía de la historia, y Jacobo Daguerre, que mejoró el invento, quizás más que técnicos hayan sido poetas. Porque buscaban la visión de lo eterno en lo perecedero. Y a la vez, supone uno, los aterraba el vacío del pasado.


DENUNCIA DE UN PLAGIO

DENUNCIA DE UN PLAGIO

Luis Hernández Serrano

Tomado del periódico Juventud Rebelde

 

Enrique Cirules (Nuevitas, Camagüey, 1938), nos da nuevas noticias acerca del proceso de plagio y robo en Estados Unidos de dos de sus más exitosos libros. Cirules es autor de novelas, testimonios, cuentos y ensayos. Entre sus más afamados libros se encuentran Conversación con el último norteamericano, Premio 26 de Julio, 1973; La otra guerra (cuentos), finalista Casa de las Américas, 1977; Los guardafronteras, 1983; y las novelas La saga de la Gloria City, 1983; Bluefields, Premio 26 de Julio, 1986; y Extraña lluvia en la tormenta, 1988.

Además, Hemingway en la cayería de Romano, Mención Casa de las Américas, 1999. Sus más recientes éxitos fueron con La vida secreta de Meyer Lansky en La Habana, 2004, y la novela Santa Clara Santa, 2007.

El imperio de La Habana resultó Premio Casa de las Américas en 1993 y Premio de la Crítica en 1994. Acerca del plagio de que ha sido objeto, dialogamos con él nuevamente.

—Thomas Joseph English, periodista radicado actualmente en Nueva York, ha negado las acusaciones que usted hizo en la entrevista que publicó Juventud Rebelde el 12 de febrero pasado. ¿Qué puede decir al respecto?

—No voy a dialogar con el señor T. J. English. Del plagio ofrezco cifras, datos, pruebas. En Havane Nocturne, 2008, no me cita, sino que menciona en 72 ocasiones a Cirules, para justificar el robo de más de 260 páginas de El imperio de La Habana y La vida secreta de Meyer Lansky.

«Y, como si fuera poco se refiere —no 16 veces como dije en la ocasión anterior— en 35 ocasiones a una supuesta entrevista con Armando Jaime Casielles los días 24 y 26 de enero de 2007. Esa es una entrevista falsa, que nunca existió. Casielles nunca se reunió con English, nunca le concedió una entrevista a English.

«En esas fechas, hacía varias semanas que Casielles se encontraba hospitalizado, gravemente enfermo, con un solo pulmón, donde tenía cáncer, respirando con la ayuda de un balón de oxígeno. Casielles muere 17 días después: el 12 de febrero de 2007».

—¿Conoce usted que English ha declarado que puede utilizar a su arbitrio las memorias de Casielles?

—La ambición desmedida le hace perder la cabeza. Los libros míos tienen su copyright en Cuba y otros países; y ambos están registrados en la Agencia de Derechos de Autor: El imperio… en 1992, y La vida secreta… en 2003. Su plagio ocurre en 2008. Poseo, además, algunos otros documentos firmados por Jaime Casielles.

—Sin embargo, están preparando una millonaria película. Extraemos dos párrafos de cables internacionales: «(…) Un trío de productores prominentes se han unido para producir la Havana Nocturne, una historia de mafiosos radicados en Cuba en los años 50 y que está basada en el libro más vendido de la serie del diario The New York Times, del autor T. J. English (…) Los productores dicen que no han decidido todavía cuán tenaz será su solicitud para filmar en Cuba.

—Lo sé. Leí un artículo de Steven Zeitchik en The Hollywood Reporter (28-6-2009) donde se informa que los productores de Hollywood Eric Eisner, Gil Adler y Shane McCarthy preparan la filmación de La saga de la mafia en La Habana. La Paramounth es la encargada del proyecto; y la empresa de Eisner producirá y financiará la película, en coordinación con la Gilbert Adler Productions.

«Quiero pensar que la Editorial Harper y la gran prensa estadounidense, que ha elogiado tanto a Havane Nocturne, así como los productores cinematográficos, han sido engañados. Pienso que English les ha hecho creer que está en posesión de las memorias de Casielles, contenidas en mi libro La vida secreta de Meyer Lansky en La Habana. Supongo que todo haya ocurrido de esa manera y no que se trate de un proyecto coordinado para manipular lo que aconteció en La Habana con el clan de Meyer Lansky durante 1957 y 1958».

—Pero, insisto, English le ha declarado al periódico Esto, de México, lo siguiente: «El señor Cirules merece el crédito de ser uno de los primeros en explorar el tema de los gánsters de Estados Unidos en La Habana, pero «él no es dueño de la historia. Él no es propietario de las memorias de Armando Jaime Casielles, en quien está basada mucha de la reputación de Cirules como experto en la materia. Él no creó los hechos. Unos se basarán en su trabajo, y otros se basarán en los míos». ¿Cómo se explica eso?

—Sí —aprovecho para decirlo— ¡soy el dueño de las memorias de Armando Casielles! Pero el asunto es más complicado. Esa actitud de arrogancia y prepotencia del señor English no solo obedece a su plagio, sino a un proyecto para manipular lo que aconteció en Cuba con la mafia norteamericana antes y después de 1958. El proyecto es ocultar la responsabilidad histórica de Estados Unidos en estos acontecimientos.

«He sido muy cuidadoso y medido en las investigaciones que he realizado. Pero no voy a permitir que mi obra sea utilizada para la manipulación. ¡Hay muchos cabos sueltos! Y aún está pendiente el estudio de la evolución de la mafia norteamericana que fue derrotada en Cuba, y cuyos principales “personajes” fueron recibidos por el Gobierno encabezado por el binomio del general Dwight David Eisenhower y Richard Milhous Nixon desde los primeros días de 1959.

«¡No solo ese Gobierno recibió a los mafiosos, sino también a los torturadores y asesinos batistianos! El cine nos ha hecho creer durante 50 años que en Estados Unidos todavía existen rescoldos de las “clásicas” familias sicilianas, cuando en realidad ha tenido lugar un nuevo fenómeno, poco estudiado o no estudiado aún. Es parte de la herencia batistiana y de ese clan de Meyer Lansky que desató la guerra mafiosa de 1957 en Estados Unidos por la disputa de los fabulosos negocios que se estaban generando en la capital cubana.

«Lo que existe actualmente en Estados Unidos es el resultado de lo que el senador Kefauver denunció en 1950, cuando comenzaban los entrelazamientos entre el crimen organizado, la política y los negocios. Es esa mafia la que hoy aspira a la rendición del pueblo cubano por hambre y enfermedades, la que sostiene a los grupos terroristas anticubanos y la que apoya cruelmente la famosa licencia de tres días para matar a 300 000 cubanos.

«Quiero recordar que no corren los tiempos en que se podía construir una saga como la de El Padrino y sus herederos. El tema de la mafia norteamericana para la ficción, para la manipulación, está agotado irremediablemente. Ha sido desgastado con la filmación de miles de películas y actualmente millones de personas en el mundo entero desean conocer qué aconteció realmente con la mafia norteamericana antes y después de 1958».

—Es un tema fascinante…

—Es cierto: La vida secreta de Meyer Lansky en La Habana es un fabuloso texto para una magistral película, pero ¡las historias contenidas en mis libros nadie las puede plagiar, ni copiar, ni manipular impunemente! No lo voy a permitir y menos que se filme una película con los robos flagrantes que ha realizado T. J. English en Havane Nocturne. Su libro está cargado de plagios a mi obra. Cualquier proyecto que se comprometa con esas manipulaciones nacería herido de muerte.

—La denuncia suya al plagio en Havane Nocturne, ¿qué repercusión ha tenido?

—Ha tenido mucha resonancia y va a ser mucho mayor en las próximas semanas. He recibido numerosas muestras de condena al plagio, no solo de intelectuales, sino de lectores de varias partes del mundo. Algunos abogados de Francia, Holanda y España se han ofrecido para iniciar un litigio contra el plagiador, pero todavía no he tomado ninguna decisión en ese sentido.

—¿Qué piensa usted hacer?

—Seguir denunciando ante la opinión pública el plagio, y ver cómo se desencadenan los acontecimientos.

—¿Algo más?

—Sí, hay mucha información de interés que estaré dispuesto a revelar si fuera necesario.

FULGORES DE MATANZAS

FULGORES DE MATANZAS

Por Luis Sexto

 Entre Raúl Ruiz y yo mediaron dos afinidades geográficas y un vínculo sentimental. Nacimos muy cerca. Él en Buenavista y yo en General Carrillo, ambos en la provincia de Villa Clara. La cultura de Remedios -metrópoli municipal- nos quemó los ojos de la niñez con la pirotecnia de sus parrandas y nos ahuecó el alma con la melancolía que, como polvo viejo, brota de sus costumbres y tradiciones remotas, y se adhiere a las calles, plazas y templos de la octava villa de Cuba.    

El otro dato habitacional que nos igualó, se amarra en Matanzas. Raúl Ruiz residió desde los diez años en la ciudad del Yumurí y el San Juan; yo trabajé y radiqué allí durante un tiempo, y fui asiduo contertulio del aburrimiento ambiente en el Parque de la Libertad y lector diario en la biblioteca Gener y del Monte. Pero esas coincidencias en el registro civil o en el de direcciones no deciden la proximidad, la consonancia entre dos personas. Uno –según ha sido demostrado por la experiencia- no elige el lugar donde nacer y, a veces, tampoco la ciudad, el barrio, la calle donde vivir.

Nos unió, por tanto, y nos propició respirar en una misma atmósfera sensible, sentimental, el amor que, como todos hemos aprendido en ejercicio personal y transferible, es don, entrega, elección consciente y voluntaria. Raúl Ruiz amó a Matanzas. Yo también. Y del tamaño de la pasión matancera de Raúl Ruiz obtuve  una confesión al leer su  libro: Retrato de ciudad, publicado por Ediciones Unión.

Raúl era historiador. Su obra escrita y sus afanes de ciudadano se  orientaron a esclarecer a Matanzas mediante la conservación del pasado en sus verdades y monumentos decisivos. Trató  la historia con la severidad, la discreción, con que se manipula el arca que conserva la alianza entre el ayer y el presente. Mas, en este nuevo libro, Raúl Ruiz no actuó solo como historiador. Digo mejor: no fue historiador, sin que por esa salvedad los valores del texto o los propios de Raúl se amengüen.

Ejerció como cronista. Y asumo los riesgos de utilizar la palabra. La crónica persevera siendo uno de los géneros periodísticos de más escurridiza definición. Por momento se llama cronista al que es tan solo articulista, o expositor, o reportero. En cuanto me concierne, me parece haber resuelto –para mi gobierno, desde luego- el litigio entre los teóricos y los profesionales en su múltiple y contradictorio enfoque. La crónica habitualmente es un cuento, pero al contrario de este, que ha de discurrir bajo la influencia de lo activo, de la acción, las peripecias de la crónica se deslizan sobre el predominio de lo lírico, lo subjetivo. La emoción. Y Matanzas, la Yucayo gentil de la canción, va desenvolviéndose en este libro mediante los rostros y líneas de sus fundadores, personajes, escenarios, catástrofes, leyendas, títulos, mientras las letras del autor la expresan con una ternura inusual en un volumen historiográfico.

Raúl Ruiz acaricia el lomo marino y montuno -piedra y agua, esplendor y sombra- de la ciudad que escogió como metáfora y justificación de su existencia. El historiador ha trascendido las fechas y los nombres que exige el rigor de su oficio, sin hacerlos desparecer. Las ha dotado de la dimensión de lo que, perviviendo como referencia, se trueca en asidero, justificación, en silueta u olor que, al deambular a través del tráfago de un día y otro, nos confirma en lo que somos.

Toda esa querencia por Matanzas me juntó sentimentalmente a Raúl Ruiz, aunque no alcancé su estatura amatoria. Él la quiso  con el apego del nicho propio, sustancia de carne y espíritu; yo con la perseverancia del viajero que, deslumbrado, nunca rechaza, sino, por el contrario, procura la vuelta a ese sitio seminal. Mi primera impresión de esa ciudad  se engarzó con los puentes. De niño, viajero en una Flecha de Oro –la ruta de los pobres-, procedente de Las Villas, se me reveló a la derecha  la ventana azul del mar, atravesado en la desembocadura del San Juan por un cruce ferroviario, y a la izquierda la lejana silueta de las pasarelas de la calzada de San Luis. El niño miraba desde el paso de hierro del Calixto García. Nunca olvidé la visión. Y me ocurrió como a muchos, o a todos, cuando al transitar por la ciudad les perturba el discurrir de los 15 viaductos sobre los tres ríos que, en lógico rebautizo, debían de legitimarle a la ciudad el apelativo de la Venecia de Cuba, con las góndolas inmóviles de sus puentes.

Nuestros nombres se aparearon, tomo a tomo, en los anaqueles del Registro Civil de Buenavista. Pero uno no es del sitio donde se mojó en el bautismo de la luz. Uno pertenece al ámbito donde la luz se le reveló en la mirada de una mujer, la prolongación de los hijos, las angustias de un ideal. O donde, como a mí, se le depuraron los filtros de la sensibilidad, al roce de un fulgor natural y humano que, en vez de relampaguear afuera, alumbra adentro.