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PATRIA Y HUMANIDAD

Ética

EL DEBATE, ESE RÍO CRECIDO

EL DEBATE, ESE RÍO CRECIDO

Luis Sexto

El problema principal del debate entre ciertos cubanos radica en que desde sus inicios cambia de ropas, como Clark Kent cuando se desviste en Superman. De lo mesurado o lo enérgico transita a lo violento. Y el que va a responder un criterio yergue su pecho, alza la voz y declara para todo el orbe: Tú estás equivocado; soy yo quien tiene la razón.

Solemos no escuchar. Y casi ni «leer». Tantos años de experiencia me han confirmado que cuando uno emprende la lectura de un texto a veces no lee lo que está dicho, sino lo que quiere leer. Eso en el caso menos infeliz. Porque a veces, algunos, al leer un texto correcta e inteligentemente escrito, lo tachan de literatura, elogian el estilo de quien lo firma y enseguida pronuncian la fórmula pontifical: Pero usted no dice nada; solo habla bonito… El que sabe y dice claramente soy yo.

El problema es que a veces no saben leer para comprender, ni tampoco saben escribir para debatir. La esencia se halla en que polemizan no con lo que está escrito, sino con lo que entendieron de lo que el otro quiso decir. O con lo que quieren que el otro hubiese escrito. Y a  veces dicen que dijiste esto o aquello y se atreven a ubicar fecha y medio donde lo escribiste, y, de pronto, un comentarista aparece denunciando la mentira: No, no Luis Sexto nunca dijo eso por lo que usted lo acusa.

Complicada psicología la de algunos objetores de conciencia, esos que creen que cualquier sitio es un Hyde Park donde alzar la carpa para decir lo que se les ocurra de las cosas y los hechos, y sobre todo burlarse de aquel que no piensa igual. También dan una vuelta por nuestras esquinas, salas de reuniones y pantallas digitales esos que se estiman invitados a reírse a costa de las ideas o criterios de cualquier prójimo, y llenan de papeles sucios el patio ajeno: invenciones, calumnias, manipulaciones, insultos, desconocimiento. Tienen tiempo. Mucho tiempo. Por lo cual uno supone que cobran una jubilación suficiente para perder el día, o les pagan. O aspiran a cobrar por pastar como dinosaurios sobre el crédito ajeno.

Y qué propósito implica el debatir. En racional ejercicio, el debate ha de pretender encontrar la verdad, o lo más justo y conveniente. Aunque uno no haya leído mucho, como Rilke, sí pudiera decir, por lo menos, que ha leído para aprender a entender y para aprender a debatir. La biografía de Benjamín Franklin, que leí entre los 23 y 25 años, me enseñó que nunca digas en una discusión: No estoy de acuerdo contigo. Di, en cambio: Yo tengo otro punto de vista. Respetando al otro es la manera más provechosa y respetuosa de polemizar por la verdad, en particular la verdad política, tan frágil, tan expuesta a intereses económicos, de partidos, a posiciones de clases y a mercenarismos.

 El debate es un camino largo. Tan largo, al decir de un verso, como si se engancharan todas las ideas del mundo, y quizá mucho más. El aprendizaje del debate, igualmente, es largo, tan largo como la lengua maldiciente e irrespetuosa que empieza a perder el litigio casi acabado de enunciarlo. O como el río crecido que te moja cuando lo cruzas a pie y con ropas.

VIVE LA VIDA

VIVE LA VIDA

Luis Sexto

Compartiendo

Vive la vida, recomienda la filosofía del barrio. ¿Y acaso hacemos algo distinto? Tengo vida, luego vivo. Esa es la certeza íntima e impostergable de cualquier persona. Vivir, imperativo, avalancha sucesiva de energía y conciencia. Pero la frase no es tan torpe como aparenta. Excluye el simple existir, el mero impulso de respirar y andar.

Vive la vida, me aconsejan al lado. Y en el horizonte de tan redundante máxima, prevalece  cierta subrepticia y nociva  intención. Recomienda algo más. Y lo que pretende sugerir en tono tan inapelable, equivale a un apartamiento de las consideraciones éticas, a un cerrar los ojos ante una disyuntiva moral. Sacrifica la honradez, la verdad, el amor. A eso apunta. Porque vivir la vida para esta frase tan recurrente implica la erupción del yo y la inmersión del él, del tú, del nosotros. Exaltación, apoteosis del egoísmo, en la trama un tanto desvergonzada de una filosofía vitalista cuyo objeto es el placer y el tener.

Vive la vida. Goza, despreocúpate, záfate. Y los principios, ah, los principios, conviértelos en tus “fines”. No partas de ellos, móntate sobre ellos. Y simúlalo. Sólo se vive una vez...

Ahora, luego de haber conocido, alguna vez pronunciado y de haber  hecho la ficha de tantas frases de uso común, me doy cuenta de que son versiones de una única actitud; visiones presuntuosamente originales del descrédito. Vive la vida. ¿No es en su esencia igual que Déjate de escrúpulos, Échatelo todo a la espalda, Que arree el de atrás... Este diccionario ha sido un serón de redundancias, un tragante de malquerencias. El contacto con un lejano y persistente legado que utiliza la lengua para acusar su presencia.

Y no ha de asustarnos. El hombre es mezcla. La vida es mezcla. La historia se configura con el barro y con la sangre. Y la sangre va limpiando, como el discurso de Diógenes desde su barril, las adherencias irracionales. Y la frase de Vive la vida abre, como luego de un baño profundo, otros espejos, se resuelve en otra dimensión. Y en vez de ser sinuosa, escabrosa, norma de conducta, pasa a componer un desafío. Vive la vida. Esto es, sóplale sentido: convierte el beso en luz; el trabajo en cimiento; el deber en identidad; la palabra en sinceridad; el acto en justicia; la relación en solidaridad.

Y los principios, ah los principios, transfórmalos en fuerza, en medio de renovación. Porque, si no, por mucho que los pregones, por mucho que aparentes rendirle acatamiento, se descubre que está viviendo la vida al revés, usándolos para tu provecho. Con lo cual, además de falsearlos, los expone al desdoro. Porque otra cosa no hace quien, en nombre de de lo justo, daña a una persona por  emplear equívoca o inmoralmente sus principios .

Simone de Beauvoir recomendaba que para vivir con plétora de satisfacción la etapa última, esa que los nomencladores llaman eufemísticamente tercera edad, hacía falta entregarse a una pasión, a una obra, a un semejante. Y me parece que no solo en el trámite final de la existencia. Entregarse a una pasión aun cuando el vigor se desparrame por hirviente y abundante; a una pasión -creo interpretar la idea de la compañera del filósofo Sastre- que rebote en otro, en un plural juego de dar una prenda, aunque del lado de allá solo retorne el vacío. Porque, al cabo, el acto de dar implica también el de recibir las certezas de que se tiene el sentido profundo de la solidaridad. Solidaridad que no espera regreso, ni pago, ni gratitud. Y olvida pronto lo que dio.

Me he repetido, en voz alta, estas ideas aprendidas expiando tantos yerros, tantos devaneos.  Y debo quizás dar gracias por intentar comprender que vivir la vida es una suma de elementos que no tienen razón natural para derivar en el egoísmo. Si así fuese, ya empezaría a ser el “bon vivant” de los franceses. El “vividor” de nuestra lengua, ese que chupa, muerde y luego se lava las manos sin sentido de culpa ni responsabilidad. Me parece que para vivir plenamente  mi sueño,  también  tu el tuyo, es inevitable integrarlo al sueño del otro, tal vez propiciando el sueño del otro. Porque, de otra forma, como diría el poeta Bécquer, qué solo se quedan los muertos… de espíritu.

 

 

  

HUYE DE LOS PROBLEMAS

HUYE DE LOS PROBLEMAS

Luis Sexto

Diccionario de la medianía

 Primero, una definición. La felicidad, qué es. Según esta frase, eso: ausencia de problemas. Placidez en el calendario, día plano y pleno. Complacencia por que la aguja de la vida traza una raya sin arrugas. Todo va bien...Huye de los problemas. Claro, la recomendación no es tan absoluta como alardea. Hay problemas que nos asedian inevitablemente. Llegan sin invitación. En cuentas realistas y redondas, existen tres tipos de problemas: los que nunca tendrán solución; los que conceden espacio a la solución. Y los que uno no quiere solucionar.

    Evidentemente, la frase enruta su imperativo hacia un nirvana acomodaticio. Si ignoras el problema, el problema no existirá. Y no permitas que nadie lo descubra, lo devele, lo recuerde. Acude a esa excusa incontestable: no nos desviemos; este no es el momento; más tarde, en otra ocasión, convocaremos una asamblea para analizarlo. O si estás en tu casa, di campantemente: otro día conversamos; ahora estoy muy cansado. Y la rotura de la ventana perdurará, o la lámpara continuará ciega. Y la maquinaria puesta en el patio de la fábrica, a la intemperie, proseguirá su paso hacia el deterioro, y el camión o  permanecerá abandonado en aquel parqueo lejano, con los neumáticos podridos de tanto aguardar.

     Y quién duda que alguna vez no hayamos actuado así: emulando al avestruz. Usted mismo; yo. ¿Y acaso no hemos sentido tirria por ese compañero que cada vez que se nos aparea acude a una lista de problemas envejecidos? Chico, cará, cuándo vas a entrar en esta oficina con las manos limpias. Con una sonrisa de felicidad. Y el reproche se justifica. Porque a nadie le gusta que lo estén importunando con la letanía de que aquel problema sigue con la oreja enhiesta esperando oír una decisión resolutoria.

    En efecto, a tales sujetos les molesta que le recuerden que lo que se niegan a aceptar, lo que para ellos no existe, palpite, persevere en su ser. Son los complacidos y complacientes de plantilla. Ah, y no los llames burócratas, o irresponsables, ni siquiera “felicianos”. ¿Feliciano yo, que me mato preocupándome por que nadie se preocupe?  ¿Burócrata yo, tan flexible, tan amplio, tan tolerante; yo, que le doy tanto tiempo a la gente y a las cosas?

Esa actitud es, en sí misma, un problema. Y tiene su antídoto en otra frase, pero de signo positivo: no convivas con los problemas, no les permitas alcanzar la mayoría de edad. No puede crecer en armonía una familia cuyos problemas se aplacen cotidianamente. Ni organismo económico, productivo, social o político que prospere o ejerza cabalmente su papel o logre su objeto metiendo los problemas, o un solo problema, en el almacén de desechos. Un problema presuntamente desconocido posee un efecto de multiplicación. Es el mismo problema pendiente en la conciencia de cuantos exigen o esperan la solución. Lo político, lo eficiente, lo racional, implica el resolver problemas, no el crearlos. 

En el fondo del problema, sin embargo, se aprecia un equívoco. La felicidad no es el lugar donde no habitan problemas. Marx lo intuyó con vocación romántica y realista a la vez: “La felicidad está en la lucha.” La felicidad es eso: probarse ante los problemas. Sin fragmentarse. Séneca, el filósofo español en la Roma imperial, lo barruntó en una de sus epístolas a Lucilo. Le dijo: desgraciado el hombre que no tenga dificultades.        

 

 

 

¿INFORMATIZAR LA SOCIEDAD O SOCIALIZAR LA INFORMATICA?

¿INFORMATIZAR LA SOCIEDAD  O SOCIALIZAR LA INFORMATICA?

Por Dr. Antonio Martínez Fuentes,

Presidente de la Sociedad Cubana de Antropología Biológica

 

Las expresiones de alarma ante las graves crisis que vive el planeta no son exageradas. En el último siglo el desarrollo científico y tecnológico nos ha propulsado hasta pretender la conquista del espacio extraterrestre  cuando aún  nos queda mucho por hacer en la Tierra. Los avances han sido grandes pero la gran paradoja son los peligros a que nos exponemos o que se derivan de esos propios progresos sobre todas las forma de vida.

La evolución humana continua, ahora sobre todo por la cultura. El ser humano es una especie biocultural. La ciencia y la tecnología son cultura, la  cibernética es producto de la cultura humana Cuando escucho, por ejemplo, hablar de la informatización de la sociedad me aterro. Tal parece que vamos a ser seres informatizados, robotizados, cuando lo que aspiramos es a realizar un uso racional de la informática. Hay que evitar a toda costa que comencemos a producir “seres humanos” dominados por el desarrollo tecnológico que desemboque en un “repliegue neuronal”, ¿Haremos uso de los avances de la tecnociencia o será ella quien haga uso de nosotros?

 ¿Estamos preparados como especie para asumir esta avalancha de la carga tecnológica? El cerebro humano es de una gran plasticidad, así lo muestran los estudios de nuestro origen y evolución, pero hay que ponderar en que medida esos avances compiten con esta propiedad.

¿Hasta qué grado impacta  toda esta evolución en la vida cotidiana? ¿Preferimos leer libros digitales que sentir el aroma del clásico libro viejo? ¿Preferimos sentarnos a comer con un  IphoneBlackberry, un tablet, o mejor  con las personas con las que estamos conviviendo? ¿Creemos tener la capacidad de estar conversando, tomando un café y a su vez estar verificando las actualizaciones o comentarios en las páginas de nuestros amigos cibernéticos?

La tecnología evoluciona al grado que  ya desde los celulares se puede  estar navegando, e incluso pronto estará en uso un modelo que permitirá determinar si se es VIH positivo en solamente 15 minutos.

Me aterra el saber que ya muchas personas viven apegados y pegados al celular, a internet, twiter,  a las redes sociales, incluso  la comunicación de padres e hijos llega a ser  a través de correo electrónico.

No expreso que estoy en contra de este importante desarrollo, pero  si contra  la carencia de límites y la  repercusión  en nuestro mundo si  lo concentramos todo o casi todo en un celular y en los comentarios de una red social, olvidando con ello la calidad en el tiempo de la convivencia familiar, o de la amistad  y da lo mismo comer con alguien, que comer solo.

Estamos en la época de la tecnología, ella nos invade totalmente. Se está creando  una nueva especie humana:   Homo ciberneticus, ¿Un nuevo  ser humano pendiente de las tecnologías y esclavo de ellas?

El avance científico-tecnológico  presupone un adelanto en el  conocimiento  y  avanzar creándonos nuevas condiciones  de vida, de sentir, de bienestar,  de ser y actuar.  

Por otra parte  la ingente cantidad de conocimientos que viajan, que se intercambian,  permiten conocer lo que esta sucediendo en casi cualquier lugar del planeta en tiempo real o relativamente breve.  Hay otras muchas ventajas, pero vamos al peligro, que nace de su misma esencia.

Se  llenan las  vidas de decenas de aparatos para resolver cientos de supuestas necesidades humanas y corremos el riesgo de depositar en ellos nuestra felicidad y bienestar, no sólo físico, sino psicológico y moral.


Es el espíritu pragmático y materialista del Homo ciberneticus que se impone: un problema, una máquina. Pero el peligro es extender este esquema, bastante simplista al mundo de las relaciones sociales, la familia, la pareja, las relaciones padres-hijos, las relaciones profesionales.

 Podemos y debemos utilizar el progreso para nuestro bienestar, para facilitar nuestras vidas, nuestra salud, el trabajo, el ocio y el descanso, pero no podemos permitir que las máquinas sustituyan a nuestros congéneres en las relaciones sociales.

No creo que debamos pretender INFORMATIZAR LA SOCIEDAD,  SINO SOCIALIZAR LA INFORMATICA, HUMANIZARLA. Debemos humanizar el progreso tecnológico apostando por aquella tecnología que esté verdaderamente a  nuestro servicio, que sea universal, ecológica, pacífica, ética, convivencial y humanista

 ¿Dominamos la tecnología o la tecnología nos domina? ¿Seremos autistas cibernéticos?

 

 

ESAS MANOS, ESAS MANOS...

ESAS MANOS, ESAS MANOS...

Luis Sexto

La violación  de precios en nuestra sociedad no compone una noticia, sino una constante queja.  Tampoco es una norma escrita en una ley, o una recomendación ministerial. Más bien las violación de precios se ha vuelto una costumbre. Una  ilegal e inmoral costumbre.  ¿Tendremos que aceptar acaso  la mitología de  los antiguos griegos que  convirtieron  al dios de los comerciantes, también en  dios de los ladrones?   ¿Tendremos que  admitir que los griegos tenían razón al destacar las afinidades entre comerciantes y ladrones?   En verdad, y desgraciadamente,  la  violación de precios en tiendas, mercados, bodegas,  restaurantes, centros recreativos y en un largo etcétera,  evidencian que cierto número de nuestros trabajadores del comercio, quiebran  la ética y las leyes.

No, no es fácil para la sensibilidad de un periodista  emitir un juicio tan duro,  pero lamentablemente exacto. La opinión pública se queja del despojo a que son sometidos los consumidores, compradores, clientes, y pide soluciones. Del lado de allá, tras mostradores  y cajas de cobro numerosas voces justifican su proceder con los bajos sueldos. Y por lo que parece les resulta legítimo incrementar sus ingresos  mediante la estafa a sus compatriotas, vueltos consumidores.

Ética y racionalmente,  es erróneo, hasta malévolo,  aceptar que los hoy  insuficientes salarios para la mayoría justifican la estafa o el hurto, o el robo. Podrá la depreciación de nuestros salarios explicar, en parte,  la estafa o el hurto o el robo, pero nunca justificar esas acciones delictivas.  La moral del pueblo cubano nos legó, desde  la experiencia del capitalismo dependiente, que generaba pobreza cada día, una norma: pobres, pero honrados.  Al parecer  ciertos cubanos la hemos olvidado. Pero por mucho que se soslaye la ética  y las leyes, tendremos que admitir que ladrón es ladrón aunque el suelo no le alcance. Y no le alcanza a muchos -sea dicho de paso- porque haya una voluntad expoliadora que niegue el salario justo. Para explicarlo, sin abuso de la politiquería, o la oposición, habremos de aceptar que la economía, las finanzas, el comercio exterior, influyen en los desajustes macro y microeconómicos de Cuba, ahora en proceso de corrección. 

Volviendo a nuestro tema, si el control, que implica un conjunto de  procedimientos  para  supervisar diariamente que los objetivos de una empresa o entidad se cumplan sin desviaciones;  si el control, que no es represión,  ni limitaciones,  sino regularidad, si el control, digo,  se efectuara, posiblemente no estuviéramos escribiendo ni hablando contra las violaciones de precios.  Porque  el control no  reside en la visita de un inspector cada cierto tiempo, sino una operación, una confrontación cotidiana. Si el administrador de una tienda no ve, por ejemplo, que un bombillo ahorrador de 220, tiene puesto en la vidriera un precio que triplica el oficial, está admitiendo que como mínimo es incompetente, o, lo que resulta peor, es cómplice de la estafa.  Tal vez, por esa causa, cuando el consumidor pide ver al administrador le dicen: no está. ¿Será que su función es no estar allí donde debe estar?

 El país se transforma, aunque todavía nos parezca, en la yema de los dedos, que no avanza. Las causas objetivas de nuestras carencias cederán. Y mientras tanto, los consumidores deben de aprender a defenderse. La defensa del consumidor comienza por una autodefensa. Si cuantos compraron, por ejemplo,  un bombillo ahorrador de 220 w cuyo precio oficial es de 15 pesos, y pagaron 40, es porque  no revisaron el envase  para  confirmar  sus valores eléctricos.  

Allí, en la tienda ha de empezar a  auto defenderse el comprador. Y decir, en voz alta: a otro con ese precio. A veces, incluso,  algún cajero o cajera nos suma dos veces  la misma mercancía. Y allí,  a pie de caja, revisando el papelito tendremos que decir: a otro con esa cuenta. Así empezará el fin de  este cuento.

QUÉ SEREMOS ENTONCES

QUÉ SEREMOS ENTONCES

Luis Sexto

 

Cierto conferenciante en una universidad romana intentaba demostrar hace algún tiempo que a la música actual le falta corazón. Pueden sobrar combinaciones de sonidos e instrumentos para ejecutarlas, pero se echa de menos el latido de la emoción. Posiblemente, a ciertos juicios les  parezca un disparate tal conclusión. Otros, en cambio, se darán cuenta de que lo  predominante en el éter o en algún espacio es la estridencia, el ruido que  enardece la herencia primitiva de nuestra especie.

Para gustos -modifico el dicho- hay sonidos y colores. Y si me he colado en sector tan técnico ha sido como un modo de entrar en el tema. Corazón, pues, le falta sobre todo a la política, a las relaciones entre países y al uso del derecho internacional. De tanta cordialidad carecen las potencias económicas y militares, que a la puerta del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas podría colgársele este cartel promocional: “Se legalizan  agresiones, siempre y cuando provengan del fuerte contra el débil.”

¿Y qué letrero levantar en la fachada del Fondo Monetario Internacional o del Banco Mundial? Cualquier término negativo encajará. Porque, en esencia, le falta corazón al capitalismo cuya economía aparenta multiplicar, y en la distribución resta más que divide: resta a los muchos para sumarles la diferencia a los menos. Y le falta sensibilidad a su prensa, o a  cierto sector de su prensa, que destruye un prestigio, sin discernir la verdad o la mentira, como si bebiera indiferentemente  un trago de mal güisqui.

Pero no es hábito de esta columna aterrizar en pistas internacionales. Y si hablo de cordialidad y sensibilidad –casi sinónimos en la semántica de las relaciones humanas- es para insistir en que a cada uno de nosotros y a las instituciones del país no nos debe faltar la sensibilidad, ni la cordialidad. Y si un tímpano preparado para oír y valorar los sonidos medidos y armonizados, puede detectar la falta de corazón de esta o aquella música, también una conciencia sensible sabrá precisar qué es y que no es ni podrá ser la política en Cuba.

Hace más de 150 años, un cubano llamado Antonio Bachiller y Morales, hombre de letras y ciencia, dijo en su curso de economía política en el seminario de San Carlos y San Ambrosio, que las acciones económicas eran válidas si servían para hacer felices al mayor número posible de personas. Dicho esto, que se empalma con los fundamentos del humanismo de la cultura cubana y la doctrina de la Revolución, tendremos que reconocer que la política necesita de un sustento ético. Porque sin el beneficio de la ética, la política se inclinaría a resolverse en consigna o cálculo de intereses.

Como advertencia imprescindible, oímos que todo cuanto se decide hoy en la sociedad cubana en lo económico y lo social, incluso en lo político, exige una anulación de la vieja mentalidad y la articulación de un nuevo concierto de ideas, iniciativas, costumbres y enfoques que sean el antídoto de ciertas fórmulas ya estériles. ¿Quién negaría que si la visión pervive envejecida, prácticamente la concreción de leyes, resoluciones, modificaciones atravesarán una zona reblandecida, demasiado movediza como para subsistir erectas y actuantes?

A mi manera de juzgar, la ética como orientación básica de los actos económicos o políticos nos tendrá que conducir a un fin, el fin auténticamente revolucionario y socialista: procurar la felicidad o el bienestar de la mayor cantidad posible de nuestros compatriotas. Cualquiera otra finalidad quizás se conjuraría contra lo actualmente proyectado o aplicado. Por tanto, la ética del deber ser tendrá que prevalecer contra la desvaída ética de lo que es o ha sido.

Se me ocurre un símil, un juego de palabras: podrá haber receso “docente”, pero nunca habrán de entrar en receso las actitudes “decentes”. ¿Me explico? La decencia, palabra que define verdaderamente a cualquier ciudadano, tendrá que convertirse en un rasero, una condición. Porque decente es mucho más que capaz, inteligente, culto. Decente viene siendo el que emplea sus facultades y posiciones para trabajar por los demás, sin acudir a las apariencias, o a las promesas fatuas, o a la mentira, ni otras mañas de basurero.

Y en ello consiste la diferencia: O nos renovamos en ideas y actitudes honradas, y consecuentemente  con el espíritu de la nación y del socialismo renovado, somos medidos y pesados por la actitud ética, o seremos… qué. Podría terminar la disyuntiva, mas no quiero ser pájaro de mal agüero y permito que lo medite usted, si me leyó hasta aquí.


SE QUEDARON CORTOS...

SE QUEDARON CORTOS...

  Luis Sexto

Al fin hubo una explicación.  Durante semanas la opinión popular en la calle, y en las redes sociales, incluso en algunos medios de prensa,  cuestionaba que después de reparada la terminal tres del aeropuerto José Martí, sus puertas seguían cerradas para quienes iban  despedir a los viajeros.  Al fin, repito, hubo una explicación. No voy a discutir si fue una explicación acertada, razonable. Sencillamente, voy a celebrar el hecho de que, mediante preguntas del periódico Gramma el pasado 25 de julio,  funcionarios del aeropuerto  expresaron las razones de mantener permanentemente  cerradas las puertas para quienes no son viajeros. Es decir, no hubo durante meses, por causa del remozamiento, acceso libre al aeropuerto.

Ahora, tampoco lo hay. Sin embargo, los voceros de la terminal aérea anunciaron que construirán una especie de bulevar dotado de comodidades y servicios para los que acompañan a los que  van a viajar o esperan a algún viajero.

Las razones aducidas se refieren a que la terminal tres es pequeña, y que en determinados momentos se aglomeraba  un exceso  de personas que reducía el espacio que las normas internacionales prescriben para el expedito desenvolvimiento de las terminales aéreas. Esa fue la razón básica. Este comentarista averiguó en otras fuentes, y también ocurría que en el aeropuerto entraban personas que ni aguardaban  ni despedían viajeros. Sencillamente, concurrían a beber, usar los baños, y también hurtaban elementos sanitarios o dañaban inmuebles de la terminal.

Supongamos que todo es cierto. Pero se sigue apreciando la misma solución para problemas parecidos. Si en los años 90 -años de escasez generalizada- cerraron de noche la terminal de ómnibus nacionales en La Habana, ahora, en situación más favorable desde el punto de vista económico, cierran el aeropuerto. Es decir, la medida más fácil. Por otra parte, si el cierre para  personas no viajeras, iba a ser permanente, por qué no construyeron primeramente  el sitio para la mayoría que despide o espera, y después remozaron la terminal tres. Pero por qué, y esta pregunta es la esencial, por qué no dieron una explicación a tiempo, por qué dejaron correr los meses atizando  dudas y críticas.

Un detalle es muy evidente. Para algunas instituciones, el sentido principal no es el servicio, sino aplicar fórmulas que les faciliten comodidad y placidez en la práctica de sus deberes. Hasta las explicaciones demoran, cuestan trabajo, porque tal parece que para ciertos funcionarios explicar al pueblo sus decisiones es como humillarse. Entonces, en qué país vivimos. Cómo queremos mejorarlo. ¿Acaso algunos creen que debemos gobernar para el pueblo, pero sin el pueblo? Si la respuesta fuera afirmativa, ya estaríamos alejándonos de los postulados de la revolución cubana. 

Cuando he afirmado que a algunas de las leyes y resoluciones que articulan la actualización de la economía en nuetro país, les falta política, me refiero a que es preciso argumentar, explicar las razones de por qué se actúa de esta manera o de esta otra. Lo revolucionario es sumar al pueblo, y no abrir brechas para que el pueblo sólo sea un espectador de brazos cruzados que, incluso, se considere víctima de medidas que no entiende. Y mucho menos que no las entienda porque nadie se las explica.

Antes de fallecer a deshora, Joel James, agudísimo escritor revolucionario, escribió un ensayo en que sostenía que podremos tolerar que ciertas medidas de mercado en las actuales circunstancias de deterioro e insuficiencia  material,  potencien  la economía cubana. Lo único que no puede ocurrir, decía Joel James, es que  algunos de  cuantos dirigen y apliquen la política sean permeados por el mercado o sigan atrincherándose detrás de actitudes burocráticas. El pueblo, ese es el antídoto. Porque contando con el pueblo,  seguirá Cuba manteniendo  la esencia  de la revolución. Pero si algunos prescinden de la gente,  me parece que tendrán que rendir cuentas por un delito contra la doctrina y los intereses de la revolución y, por ende, de la nación.

No; nuestra  historia no puede ser una olvidada película en blanco y negro…

(Comentario difundido por Radio Progreso el 4 de agosto de 2O14 en la sección Puntos sobre las íes)

EL INFAME OPORTUNISMO

EL INFAME OPORTUNISMO

 

Por Reinaldo Cedeño Pineda

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Patria y humanidad acoge el Yo acuso contra Edgard Gousse, del autor de este post: amigo generoso,  periodista con estilo, creador 

Esta es la historia de lo que nació como un hermoso proyecto y acabó convertido en una infamia. Como se trata de un libro que implica a muchos escritores, como su presentación se han hecho pública, como puedo decir con orgullo que lo ayudé a existir, aquí van estas notas.

 Los que me conocen saben que nunca las hubiera querido redactar, mas las circunstancias no dejan otra opción..

 El haitiano-canadiense Edgard Gousse, a quien conocí por el poeta Jesús Cos Causse hace algunos años, me comisionó en casa de la inefable Marlene —compañera de muchos años de Cos― para un posible libro que abarcaría la obra de la joven poesía cubana y haitiana. Él se encargaría de la hermana isla y de 17 autores, y yo de seleccionar a otros 17 jóvenes poetas en la Mayor de las Antillas, mas la presencia especial de la núbil Libertad Dearriba.

 De aquella conversación fueron testigos José Orpí, la propia Marlene y León Estrada. Este último trabajaría a su vez en una antología general de poesía cubana. La idea era un trabajo a dos manos. El haitiano mostró incluso una posible cubierta ya hecha que mostraban a dos autores. Así quedamos.  

En fatigosas jornadas, durante meses, robé tiempo a mi trabajo y a otras responsabilidades para honrar mi compromiso.  Primero, se dieron a conocer  las bases de manera digital e impresa —incluido el periódico Juventud Rebelde y muchas páginas digitales― y se creó una cuenta para que los interesados enviaran sus poemas. Aquello parecía serio. Sobre la base de mi juicio, de una intensa lectura y de la sugerencia de otras personas, seleccioné y busqué autores jóvenes de valía a lo largo del país. A la convocatoria respondieron más de 70 escritores a los que leí con cuidadoso esmero.

 Podría hacer otro volumen  de cómo logré localizar y convencer a algunos de ellos, porque se exigían  textos INÉDITOS.

 Consulté, devolví, pedí explicaciones y hasta incluí ―a petición del mismo Gousse y con preguntas preparados por ambos— cuatro interrogantes que vinieron a complicarlo todo porque necesitó de varias consultas; pero esa petición también fue cumplimentada.

Correos fueron y vinieron, llamadas fueron y regresaron desde Pinar del Río hasta Guantánamo, sin que mediara más financiamiento que el de mi menguado salario. Tuve incluso que reponer el teclado de mi computadora, que se resintió de tanto trabajo. Lo expongo no como arrepentimiento, sino para que se sepa el carácter de la contribución.

 Cada centavo lo di por bien empleado. Se trataba de la posibilidad de abrir puertas a voces nuevas de la lírica cubana.

 Gousse seguía sumando iniciativas a la antología. La última fue una reseña crítica de cada autor. Traté de disuadirlo —no porque lo considerara intrínsecamente una mala idea―, sino por el riesgo de establecer criterios sobre la base de unos pocos poemas. En mi opinión, se actuaría de una manera impresionista, porque en algunos casos, las breves carreras de los autores aún no habían arrojado libros. Era difícil. Lo intenté, no obstante, y le envié lo escrito sobre Libertad Dearriba ―publicado en más de un sitio— y Eliécer Almaguer, mas mi partener en la antología tenía otras consideraciones.

Le dejé el camino expedito para que tomara de su mano esa parte del volumen. ¿Qué más podría hacer? El estilo es una de esas cosas que no es posible cambiar. En el  interín, por cierto, también decidió no seguir trabajando con Edgard Gousse, el poeta  Agustín Garzón quien le ayudaba sin descanso en la traducción.

Le suministré entonces a Edgard, escrupulosamente, todos los datos de los autores cubanos: fechas de nacimiento, direcciones postales y electrónicas, biografías, fotografías,  las respuestas a las pequeñas entrevistas y, por supuesto, los poemas ya decantados. Todo, autor por autor. El núcleo de la antología estaba terminado, la papilla lista.

 Sin embargo, CAMINOS POÉTICOS-CHEMINS POÉTIQUES  Voces nuevas de Cuba y Haití / Voix nouvelles de Cuba et d’ Haiti aparece ahora como obra de un solo autor. Mi nombre —que es decir mi esfuerzo― fue remitido “al corazón profundo” del libro. Tal fue el término empleado por Gousse. Léase: un puntaje apenas visible como seleccionador y una mención en los agradecimientos. Un ninguneo.

 Ni el propio Edgard encontraba esa línea de agradecimiento en la presentación del volumen hecha este 6 de julio en la Casa del Joven Creador. El trance tragicómico movió a la risa del auditorio.

 No soy ningún advenedizo en materia editorial y ese despropósito nunca debió ser. Sé donde debe ir cada cosa. El aporte era capital y así debió ser reconocido. Edgard Gousse actuó como el emperador que al no ver cumplidos sus caprichos, pasa por sobre la cabeza de sus servidores. Actuó de mala fe y con una alta dosis de oportunismo, cual si tirara un hollejo luego de exprimirlo. Tengo un vecino que lo llamaría de una manera más fuerte.

 Los  autores cubanos —la mitad del libro— que están aquí son mi responsabilidad. Y también sus versos, sus datos, sus imágenes y sus respuestas.  Una antología no existe sin antologador y sin el riesgo de su criterio. Un libro no existiría sin autores, una editorial no existiría sin autores, una imprenta no existiría sin autores.

 

   A estas alturas he visto publicado mi nombre en libros, revistas, periódicos y páginas web más veces de lo que imaginé; pero no se trata de eso. Mi madre me enseñó desde muy joven a jamás ambicionar lo que no me pertenece, pero también a defender lo que merezco.

 Pudiera parecer este un capítulo particular, pero no lo es en absoluto. No es la primera vez que Edgard Gousse se ve envuelto en capítulos oscuros con escritores de Santiago de Cuba. Muchas  personas pueden atestiguarlo. Solo esperemos que sea la última.

 Este es un caso más, donde la nobleza y la confianza de un cubano trabajador se estrellan contra el humillante poder del dinero.

 Si no leí estas notas en la propia presentación del 6 de julio, si domeñé mis demonios fue por respeto elemental a los allí presentes ―haitianos y cubanos―, a la Casa del Joven Creador, a la Asociación Hermanos Saíz y al Encuentro de Poetas del Festival del Caribe que ahora mismo encabeza Teresa Melo. Ellos no tenían porque pagar semejante acción.

 Quiero que sepan los poetas Maikel Rico Trujillo, Eilyn Lombard Cabrera, Miguel Cándido Francisco Reynaldo, Yannier Orestes Hechavarría Palau, Jamila Medina Ríos, Reynier Rodríguez Pérez, Eliécer Almaguer Almaguer, Moisés Mayán Fernández, Rodolfo Tamayo Castellanos, Javier Luis Mora, Yoricel Andino Castillo, Raisa Katiuska Olivera Fleitas, Ricardo Javier L. Deville,  Arlin Alberti Loforte, Yunier Serrano Rojas (Valerio). Heriberto Machado Galiana y Daniel Lienz Fariñas, que me alegra su confianza, que me enorgullece verlos en el libro.

 Temo sin embargo, que se agregue a la condición ya sabida de que no recibirán un centavo —así lo establecía la convocatoria divulgada― el que no lleguen los ejemplares a todos.  Debo confesarles que la solución escapó de mis manos. Quisiera equivocarme.

 No me he leído las críticas ni los versos de los poetas haitianos, mas a primera vista CAMINOS POÉTICOS-CHEMINS POÉTIQUES  Voces nuevas de Cuba y Haití / Voix nouvelles de Cuba et d’ Haiti (Editorial Tres Américas) parece un libro hermoso. Lástima que siempre lo hermoso, no resulte lo más limpio.