ESAS MANOS, ESAS MANOS...
Luis Sexto
La violación de precios en nuestra sociedad no compone una noticia, sino una constante queja. Tampoco es una norma escrita en una ley, o una recomendación ministerial. Más bien las violación de precios se ha vuelto una costumbre. Una ilegal e inmoral costumbre. ¿Tendremos que aceptar acaso la mitología de los antiguos griegos que convirtieron al dios de los comerciantes, también en dios de los ladrones? ¿Tendremos que admitir que los griegos tenían razón al destacar las afinidades entre comerciantes y ladrones? En verdad, y desgraciadamente, la violación de precios en tiendas, mercados, bodegas, restaurantes, centros recreativos y en un largo etcétera, evidencian que cierto número de nuestros trabajadores del comercio, quiebran la ética y las leyes.
No, no es fácil para la sensibilidad de un periodista emitir un juicio tan duro, pero lamentablemente exacto. La opinión pública se queja del despojo a que son sometidos los consumidores, compradores, clientes, y pide soluciones. Del lado de allá, tras mostradores y cajas de cobro numerosas voces justifican su proceder con los bajos sueldos. Y por lo que parece les resulta legítimo incrementar sus ingresos mediante la estafa a sus compatriotas, vueltos consumidores.
Ética y racionalmente, es erróneo, hasta malévolo, aceptar que los hoy insuficientes salarios para la mayoría justifican la estafa o el hurto, o el robo. Podrá la depreciación de nuestros salarios explicar, en parte, la estafa o el hurto o el robo, pero nunca justificar esas acciones delictivas. La moral del pueblo cubano nos legó, desde la experiencia del capitalismo dependiente, que generaba pobreza cada día, una norma: pobres, pero honrados. Al parecer ciertos cubanos la hemos olvidado. Pero por mucho que se soslaye la ética y las leyes, tendremos que admitir que ladrón es ladrón aunque el suelo no le alcance. Y no le alcanza a muchos -sea dicho de paso- porque haya una voluntad expoliadora que niegue el salario justo. Para explicarlo, sin abuso de la politiquería, o la oposición, habremos de aceptar que la economía, las finanzas, el comercio exterior, influyen en los desajustes macro y microeconómicos de Cuba, ahora en proceso de corrección.
Volviendo a nuestro tema, si el control, que implica un conjunto de procedimientos para supervisar diariamente que los objetivos de una empresa o entidad se cumplan sin desviaciones; si el control, que no es represión, ni limitaciones, sino regularidad, si el control, digo, se efectuara, posiblemente no estuviéramos escribiendo ni hablando contra las violaciones de precios. Porque el control no reside en la visita de un inspector cada cierto tiempo, sino una operación, una confrontación cotidiana. Si el administrador de una tienda no ve, por ejemplo, que un bombillo ahorrador de 220, tiene puesto en la vidriera un precio que triplica el oficial, está admitiendo que como mínimo es incompetente, o, lo que resulta peor, es cómplice de la estafa. Tal vez, por esa causa, cuando el consumidor pide ver al administrador le dicen: no está. ¿Será que su función es no estar allí donde debe estar?
El país se transforma, aunque todavía nos parezca, en la yema de los dedos, que no avanza. Las causas objetivas de nuestras carencias cederán. Y mientras tanto, los consumidores deben de aprender a defenderse. La defensa del consumidor comienza por una autodefensa. Si cuantos compraron, por ejemplo, un bombillo ahorrador de 220 w cuyo precio oficial es de 15 pesos, y pagaron 40, es porque no revisaron el envase para confirmar sus valores eléctricos.
Allí, en la tienda ha de empezar a auto defenderse el comprador. Y decir, en voz alta: a otro con ese precio. A veces, incluso, algún cajero o cajera nos suma dos veces la misma mercancía. Y allí, a pie de caja, revisando el papelito tendremos que decir: a otro con esa cuenta. Así empezará el fin de este cuento.
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