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PATRIA Y HUMANIDAD

LA ESPUMA DE CINCO SIGLOS

LA ESPUMA DE CINCO SIGLOS

 Luis Sexto

Existen diversas maneras de contar las estrellas sobre el muro del Malecón, y la que elegí resultó tan improductiva que ni obtuve lo que deseaba, ni dormí. Aunque me ahorro el lamento, porque no existe desgracia sin su gracia. Realicé el ejercicio que considero primordial para graduarse como habanero de corazón.

Puede ser un capricho mío. O quizás sea esa la ceremonia imprescindible para legitimar a tantos habitantes que tienen su acta de nacimiento en las zonas orientales, el centro o en el extremo occidental de Cuba. Si en Santa Clara solo merecían el gentilicio de pilongos -en ortodoxa tradición- cuantos se bautizaban en la pila de la Parroquial Mayor, nadie, a mi parecer, podrá decir que conoce y siente a La Habana como habitación interior si no ha amanecido alguna vez oyendo el rumor del mar al bostezar sobre el diente de perro del litoral.

Lo dicho tendrá sus flecos de barbaridad, o locura. A lo mejor de estupidez. Pero no creo que ningún residente de la capital, ni siquiera sus más renombrados especialistas discutirán el hecho de que el Malecón le ha quitado al Castillo del Morro el pergamino de símbolo de la ciudad. Sus puertas cerradas al acceso público durante décadas y su orgullo de promontorio, que desde este lado del foso de la bahía remeda una altura inconquistable, fueron enajenando al Morro de las entrañas habaneras. Aún conserva su petulancia militar, su apariencia de lugar esotérico, exclusivo. Y el Malecón, cada día, se introduce más en la democrática vecindad de la gente.

A partir de los primeros años del siglo XX, cuando los norteamericanos trazaron el muro entre el mar y la nueva Avenida del Golfo hasta la calle Belascoaín, el Malecón ha sido el jardín de concreto y asfalto donde la canícula se compadece de la ciudadanía nocturna echándoles algún palmetazo húmedo. Ha sido también la pista de los carnavales habaneros desde el primero de la república, en febrero de 1903, y muro de lamentaciones, porque en algún momento nos hemos sentado ante el agua, azul o negra, a llorar una desgracia, una decepción, y muro sobre el cual meditamos en nuestros ensueños, añoranzas, resoluciones, y paseo de los deprimidos, de los que tienen una hora para perder andando sin meta fija. Y ha sido el único parque donde los enamorados pueden besarse  dándole las espaldas a la curiosidad transeúnte.  

O se lleva el Malecón en el alma o La Habana es solo el dormitorio o el sitio de trabajo, nunca el lar de los dioses familiares que nos comprometen a cumplir un culto de pasión hacia el aire y las formas de la ciudad. Esa línea irregular y amurallada que  poco a poco, fue creciendo hasta su longitud actual, se nos pega como un sello o un cuño en el sobre de correo. Encontrándome en Nueva York, en circunstancias periodísticas, recibí una propuesta de deserción. Y muy serenamente, para quitarme la pejiguera de aquella vendedora de falacias, respondí: me quedo si me traes un pedazo del Malecón y me lo pones aquí, en Manhattan, a orillas del Est river.

Cualquiera de nosotros  -incluso aquella persona que tentaba mis convicciones políticas- nos hemos  puesto a contar estrellas en el Malecón. Unas veces adheridos a la oreja de una novia; otras, escuchando el programa Nocturno de los años 60. Nunca, sin embargo, yo había intentado pescar.  No sé a quien se le ocurrió la idea. Y una noche, hacia las 10, dos o tres amigos nos echamos los cordeles al hombro. Y elegimos el saliente que se adentra en el agua frente al bronce de General Calixto García, en la calle G.

Las horas pasaron. Las estrellas se adormecieron en los primeros resplandores del amanecer. Y yo me fui sin siquiera una sardina que justificara la ausencia de casa. Inventé contar que el peje, grande, había roto la pita, pero me pareció tan común y cursi como un cuento de esquina, y admití ante mi mujer que jamás yo sería un pescador, pero que había aprendido a ser un habanero genuino, al pasar despierto una noche mientras el mar le contaba al muro del Malecón la espuma de cinco siglos.    

Foto en Twiter de: tripadvisor/ Atardecer en El Malecón

8 comentarios

JULIAN -

y una vez dicho lo anterior, digo que también una vez, me embarqué en la gran aventura de ir a pescar al malecón. fuimeos 3 socios.
no pescamos nada de nada, excepto tremendo catarro.
al otro dia fui y regalé la pita y los anzuelos
jajajaja

Modesto Reyes Canto -

No se sienta mal, amigo Luis, el pescador de orilla en la mayoría de las veces lo único que logra es pescar una gripe, ser picado por los mosquitos--esos si que pican-- y a alimentar a los glotones Ronquitos. Pero lo principal de su bello artículo no radica en si pesco o no,sino en lo expresado en el último párrafo.Y prometo, por respeto a su silencio caballeroso, no decir el numbre de la vendedora de falacias, que con usted,perdió su tiempo tratando de hacerle morder el anzuelo.Saludos: Modesto Reyes Canto.

Daniel Franco -

Que buen escrito Sr. Luis, le confieso que si no fuera oriental de pura cepa y orgulloso se serlo, me hubiera gustado ser habanero para disfrutar esa una de las mas bellas capitals de nuestra America.

Pesquero -

Parece claro que Carballido hace tiempo que no ve el malecón. Pues sigue los pescadores acudiendo a su muro, y los enamorados, como siempre y ahora está completamente a punto de concluir la reparación del muro y la avenida del malecón , y reparado sus edificios por la oficina del historiador de la Habana. Son objetos patrimoniales de La Habana. Necesita Carballido venir por aquí y no andar tanto por Flager St.Desde ahí cualquier vista sobre Cuba se ve falseada por la distancia y los intereses.

El Oriental -

Buen día. Tiene razón Julián y muchas cosas mas, pero eso no le quita lo romántico y Bohemio de este escrito, es un lindo escrito para deleite de este Domingo y en donde demuestra su profundo amor a la patria y su nacionalismos.

julian -

yo voy a decir algo que quizás no guste a muchos, pero es lo que pienso.
la prostitución en Cuba, debería ser un delito penado por la ley, así como también el proxenetismo.
En Cuba tenemos problemas, eso lo sabemos todos, pero nadie tiene necesidad de vender su cuerpo por dinero.
Y la prostitución trae consigo aparejadas otros problemas:
droga, ets, violencias, etc.

Carballido -

El regalo que nunca ha dejado de ofrecernos el Malecon habanero ha sido su refrescante brisa,sin embargo siento que mucho de su antigua belleza y majestuosidad se ha perdido en el transcurso de los ultimos anos.La gente,por ejemplo,ya no suele ser la misma,ahora se ven mas extranjeros que antano.Muchos canadienses y alemanes de no corta edad que pasan del brazo con mulatas de seis pies o mas.Por otra parte donde antes era abundante la pesca de cordel,y cualquiera regresaba a casa con un buen pargo o una cubera que alegraba nuestros fogones,lo usual hoy dia es enredar nuestros anzuelos,con una lata oxidadada,unos zapatos defondados o una ofrenda a los Orishas.Eso sin contar con la peligrosidad que representa el mar de leva que acompana a los frecuentes ciclones tropicales y los enardecidos nortes del invierno con las inundaciones que pueden aniquilar nuestros envejecidos colchones o dar al traste con el ultimo modulo energetico adquirido con un sin fin de sacrificios.Es por eso que hace bastante que decidi ver el malecon en las fotos y videos de mis amigos que viajan a la isla.Ya estamos viejos para esos andares.Mejor nos vamos a Flager y la 37 a ver correr a los perros y a lo mejor con suerte enganchamos una quiniela

Bienvenido -

Muy bonito su articulo senor Sexto referente al malecon y su poca suerte como pescador.Se lo di a leer a una companera y me comento que "El malecon es el traspatio de la Habana".Quien entonces sin nesesariamente ser habanero, no ha acudido una noche al malecon para tomar el fresco,conversar,escuchar musica,pescar,enamorar o sonar.Si Nueva York tiene su parque central, los habaneros tienen el malecon para respirar.Siento confesarle que aonque varias veces frecuente el malecon nunca amaneci a su lado o sobre el,creo que me perdi algo bonito y digno de recordar.Por lo demas alegrese de no haber aceptado la invitacion,de quien usted califica como vendedora de falacias,aqui se hubiera muerto de melancolia o se hubiese convertido en el trashumante viajero que no deja de visitar su pais de origen una y otra vez,aonque una y otra vez regresen para seguir sus vidas en el pais de las falacias que les permitio reconstruir sus vidas y ser personas de bien.