HASTA CUÁNDO
Luis Sexto
Apostillas ingenuas
Entre acatar las leyes y cumplir las leyes hay una diferencia que se extiende desde un aparente reconocimiento hasta un culpable olvido. La burocracia, que acumula muchos años de experiencia en burlarse de las leyes y los acuerdos, durante los siglos coloniales -del XVI al XIX- decía que las leyes del Rey se acataban, pero no se cumplían.
¿Qué significa esta frase propia del diccionario burocrático y de los pícaros que gustan de pescar en el río revuelto del desorden? Es un juego de palabras aparentemente sinónimas: acatar y no cumplir significa que el funcionario ante la ley, hace un gesto con la cabeza de aceptación, de acatamiento. Después, después, a la hora de cumplirla o hacerla cumplir, pues ya es otra cosa. La cabeza, aunque siga moviéndose afirmativamente, deja que las manos actúen y los ojos se nublen sin respetar el poder de la ley. Bueno, me dirán, eso fue en la colonia. En los tiempos de Maricastaña. Ah, sí, ¿dice usted que fue hace mucho, cuando el morro era de palo? Pues les digo que nuestra burocracia, esa que tanto combatimos y tanto mencionamos, nuestra burocracia también hace lo mismo de vez en cuando. Acata la ley, pero cuando la aplica, la modifica y la pone en práctica de modo que beneficie intereses malsanos, y se se adecue a un ritmo cómodo, a un estilo casi siempre sordo y ciego...
Aunque justas y oportunas, los burócratas reajustan a veces las leyes, porque si las aplican como están aprobadas, el trabajo aumenta, y los intereses al margen del Estado y de la sociedad se constriñen entre la pared del deber y la manga ancha de la deshonra. Sí, mucho trabajo para quienes tienen que hacerlas cumplir y también cumplirlas. Y poco trigo. Si sabrá la burocracia de estos trucos… Recuerdo uno de los primeros decretos del gobierno encabezado por Raúl Castro: se refería al pago por rendimiento en los centro de trabajo donde esa forma de retribución podría ser útil incrementando salario y productividad. Sin embargo, en cierta fábrica de Pinar del Río, según un reportaje del periódico Granma, se distorsionó tanto el documento legal que los trabajadores terminaron ganando menos. Cuando el periodista preguntó por la causa de ese efecto contrario al propósito del decreto, le respondieron que implantarlo según su letra y su espíritu daba mucho trabajo.
La herencia que ha recogido la burocracia, esa que ha excedido la medida de la administración, es larga y voluminosa. Por ello, cuando usted oye decir que en Cuba las cosas marchan muy lentamente, es porque las nuevas leyes, las leyes que tratan de mejorar y actualizar a nuestra sociedad, se acatan pero no se cumplen. Se acata, es decir, nadie se revela contra ellas explícitamente. La ley, a fin de cuentas, es la ley. Pero aquí o allá, en este municipio y en el otro también, las leyes empiezan a andar despaciosamente, en puntillas, como si no existieran. Y la gente, es decir, el pueblo, sigue esperando entusiasmado por los efectos de lo que ha sido bien concebido.
Por qué creen que el decreto ley 300 sobre la repartición de tierras ociosas, todavía rinde menos de lo que el país reclama. Ah, porque aparte de que es difícil desbrozar marabú y cultivar la tierra en ocasiones con pocos recursos, aún subsisten controles estrictos por parte de la burocracia; aún a ciertos productores, nos sé a cuántos, se les paga tardíamente, o no se les recoge el producto y se les pudre al borde del camino. Quién podrá trabajar con ímpetu y convicción con tanta maraña burocrática, tan negativa como el marabú. Y no olvidemos, para enjuiciar a la redonda, el hábito de ciertos trabajadores del campo:gustan de plantar poco, para ganar mucho… en un mercado deficitario.
A mí me parece que regular los actos de la burocracia antinacional, de esa mentalidad viejísima que tantas acciones positivas entorpece, no es solo una tarea administrativa. Es también una acción legal y una presión políticas… Y, sobre todo, implica el reajuste estructural de la sociedad. Porque si la mentalidad burocrática prospera en sociedades excesivamente verticales, centralizadas, para reducir el aparato burocrático a sus límites menos dañinos se precisa descentralizar horizontalizando. Esto es, aupar el control democrático de los electores en las asambleas municipales, y legitimar el papel de contrapartida de los trabajadores mediante el sindicato en empresas y establecimientos.
Tengámoslo en cuenta: en el terreno del burocratismo la corrupción halla calor y, lo peor, también impunidad.
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