EN BUSCA DE UNA ESTRELLA
Por Luis Hernández Serrano Nació el 2 de julio de 1945, en General Carrillo, barrio de Remedios, en la provincia de Las Villas, pero aunque el calendario es indiscreto a matarse, no puede ser cierto que vaya a cumplir 63 años, porque dice sentir exactamente los mismos impulsos adolescentes de cuando tenía 17. Su padre, Manuel Sexto López, era un simple peón de vía en el ingenio San Agustín, después llamado Chiquitico Fabregat, y pasaba nueve meses sin trabajo, acompañado de su esposa, Elda Sánchez Mesa. A ellos debe mucho ser un hombre sensible, periodista, poeta, profesor de jóvenes periodistas y joven él todavía para sus intentos de escribir libros, porque, en definitiva, como dijera bien Gabriel García Márquez, "los cincuenta años son la juventud del escritor". Nos referimos a LUIS SEXTO SÁNCHEZ, así, con mayúsculas. — ¿Tu infancia, Luis? —Con diez años me negué a un deseo de familia. Era el sobrino predilecto de mi tía paterna, pero ella tenía la obsesión de que yo fuera médico. Le contesté que no, que yo iba a ser poeta, periodista y escritor. ¿Y esa respuesta tuya? —No sé por qué a esa temprana edad le hablé de ser poeta, si fue a los 17 que empecé a leer más seriamente. — ¿Y de muchacho? —En verdad fui lector desde niño, pero de los comics, los suministradores de mis primeros prejuicios políticos. No sabía, por ejemplo, qué era el comunismo y en los muñequitos de Los Halcones Negros "aprendí" que era "un cáncer". Lo repetía como una verdad, sin saberlo a derechas. — ¿En qué comics descubriste que no era así? — ¡Buena pregunta! Pero no lo descubrí en ningún comic, sino vivencial, dramática y a veces trágicamente en la propia historia de mi Patria, no solo en la que leí, sino en la que viví y sufrí y en la que estoy aun peleando por preservar la independencia y mejorar la justicia social. — ¿Cuál crees que es la mejor medicina contra los prejuicios políticos? —La militancia en la vida, meterse en la multitud, entrar en el pueblo, para curarse de los prejuicios de toda índole, incluso de los raciales, tan abundantes todavía. — ¿Cuál fue el primer libro que leíste? —Moby Dick, de Herman Melville. Después leí las Selecciones, de Reader’s Digest. Y más tarde otros libros que no pueden subestimarse, de Julio Verne, de Héctor Malot y de otros autores. — ¿Y el primer libro de poemas? —A los 17 años: Las crónicas, poesía bajo consigna, de Félix Pita Rodríguez, en 1961, un título decisivo para mí. No lo sabía entonces, pero lo sé ahora, porque en él encontré una poesía fuera de lo tradicional, de lo clásico. Una poesía de lo nuestro, emparentada con el tiempo nuevo, con la modernidad y el instante histórico. "Aquella poesía libre, sin rima, coloquial, me hizo creer que escribir poesía era muy fácil. Después, con los años, vi que la dificultad radicaba precisamente en esa aparente y suave facilidad". — ¿Cuándo viste algo tuyo en letra de imprenta? —En un poema Publicado en 1966 en la sección Taller de Juventud Rebelde, a cargo de Eduardo López Morales. Me dio tanta vergüenza haberme visto en letra de molde que entonces, por un tiempo, no volví a escribir poemas. — ¿Tu primer trabajo periodístico? —Dos años más tarde, en 1968, fui estimulado por un autor al que considero uno de mis maestros, el francés León Bloy. Un día me senté ante la máquina de escribir y organicé lo que yo llamo mi primera crónica: "Semblanza de León Bloy". Volqué en esas líneas mis impresiones sobre el autor de El Desesperado. —— ¿Y qué pasó? —Yo era un pequeño amigo del escritor y crítico José María Chacón y Calvo. Le llevé esa crónica a su casa, en la calle I, en el Vedado, cerca de la mía. Se la enseñé y me dijo: "Se la mandaré a Alfonso Junco", escritor mexicano que dirigía la revista "Ábside". Unos dos meses después me llegó por correo aquella publicación con la crónica y una breve cartica de Don Alfonso, felicitándome. Yo tenía 22 años. Era agrimensor y trabajaba en el central Amancio Rodríguez, entonces en la provincia de Camagüey. — ¿Cómo asimilaste aquel temprano éxito? —Es muy curioso. Ciertos estímulos en vez de hacerme avanzar, me han detenido. Parecía que yo ya podía tener las puertas abiertas como redactor. Don Alfonso Junco era un escritor conocido, estudioso de la lengua y su revista literaria una de las más viejas de América Latina. Sin embargo, sentí miedo de no ser digno de tal gesto y quedarme por debajo de lo que se esperaba de uno. Tal vez por eso he sido tan lento en escribir: el miedo me ha esterilizado. Dora Alonso me alertó de ese peligro. — ¿Y…? —Pero yo quería ser periodista a pesar de todo miedo; era mi sueño y me preparaba sobre todo leyendo mucho. Aunque me gradué en la Universidad, los libros fueron realmente mi primera Universidad. Siempre quería escribir y no escribía. Concebía los libros en la cabeza, pero nunca iban al papel. Lo más que hice, becado, fue llenar las páginas calladas de un diario íntimo. Aún lo conservo. — ¿Lo has vuelto a leer? —Sí. — ¿Qué te han dicho? —Que yo pude haber hecho mucho más. — ¿En cantidad o en calidad? —En ambos sentidos. En vez de aplazar mis libros para cuando estuviera preparado, pude haberlos iniciado antes. Y… ¡es posible que alguno de los que vean estas palabras mías se alegre de que yo no haya empezado antes! — ¿Tu primer trabajo en un periódico? —En el semanario deportivo LPV, que dirigía el colega Francisco Mastracusa. — ¿Qué surgió de ahí? —Ya no me fui más del Periodismo. Así comenzó mi carrera. En LPV estuve cinco años. Pasé a Trabajadores al darme cuenta de que había hecho mi aprendizaje básico, para escribir sobre otros temas. Era quincenario. Me fui, siendo ya diario, a los diez años. Fue una escuela… —LPV fue mi enseñanza secundaria en la prensa y Trabajadores el nivel superior. Pasé a Prensa latina. Empecé atendiendo asuntos de Estados Unidos y terminé como jefe de la redacción cultural y editor de turno: ¡una intensa escuela! Después entré en la revista Bohemia, donde permanecí 14 años. "Si Trabajadores fue la Licenciatura, Bohemia fue el Doctorado. Un periodista se doctora en verdad cuando se ha cujeado en la vida y es capaz de andar, de sufrir y de llorar con la gente. No concibo al periodista aséptico, incontaminado, insensible, que no crea que su oficio es un sacerdocio. Bohemia me permitió escribir sobre lo que quería, conocer al pueblo y recorrer el país". — ¿Y Juventud Rebelde? —En 2000 pasé a este diario, al que debo haberme permitido terminar mi vida profesional envuelto en la vorágine y en las luchas de mi pueblo. Potenció en mí todo lo que puede quedar de rebelde y de joven, lo digo con sinceridad. En sus páginas he disfrutado las crónicas de los domingos «En primera persona». Soñé escribir esas remembranzas personales que bebí en creadores como Rubén Darío, Gómez Carrillo, Pablo de la Torriente Brau, Rubén Martínez Villena, Jorge Mañach, Raúl Roa, personas que escribían en "yo" sin prejuicios y sin falsos escrúpulos de modestia, porque en realidad el "yo" de mis crónicas es el "nos" de todos los que me leen. — ¿A quién debes agradecimientos? —Ortega y Gasset se refirió a que "el hombre es él y su circunstancia". Parafraseándolo digo que "uno es uno y quienes lo quieren", porque si te falta eso, el camino es tortuoso, lento, escabroso. Puedo decir que al entrar en el Periodismo hallé personas que apostaron su confianza a mí, como José María Chacón y Calvo, Alberto de Jesús Calvo, Enrique de la Osa, Waldo Medina y Pepín Ortiz, quienes me estimularon mucho. — ¿Y le debes a algunos más? —No alcanzaría ni un periódico entero, pero no puedo dejar de mencionar a mis amigos Guillermo Cabrera Álvarez —que ahora cumple un año de fallecido en Guaracabuya, Placetas, Villa Clara—; Julio García Luis, Antonio Moltó, Eduardo Montes de Oca, Félix Guerra, Renato Recio, Jorge Garrido, Iraida Calzadilla y Roger Ricardo, Víctor Joaquín Ortega, Magali García Moré, Caridad Miranda, Pedro Viñas y José Alejandro Rodríguez, talentosos, sencillos, sinceros, críticos, incondicionales y consecuentes con su oficio, sus ideas y sus sentimientos. — ¿Por qué te jubilaste? —Para tratar de escribir los libros que fui aplazando siempre, aunque sigo haciendo la columna Coloquiando, de los viernes en Juventud Rebelde. Pienso acabar de escribir narrativa y poesía. — ¿Desde qué óptica has escrito como periodista? —Desde la ética y la cultura. Lo más importante es sobreponer el interés y el valor humano a lo noticioso, sin desdeñar esto último. — ¿Tu felicidad más grande? —No ha llegado todavía o tal vez llegue después que pase. Uno quizá no es consciente de la felicidad en el momento en que la goza. —¿El mayor dolor? —Estar lejos de mi madre y de mis tres hermanos y, sobre todo, haber perdido a un hijo, aunque no quiero ser patético. También será muy doloroso morir sin alcanzar lo que consideré "mi estrella". Siempre todo lo que he hecho ha sido para alcanzar una estrella y, como decía Martí, alcanzarla puesto de pie sobre el yugo. (Publicado en CUBAHORA )
14 comentarios
Fabian Pacheco Casanova -
Luis Septimo -
Esta carta del peruano Walter Chávez -- terrorista, extorsionador, reclamado por la justicia de su país y asesor de Evo Morales -- está dirigida a Alex Contreras, ex ministro del gobierno boliviano. El texto de la misiva lo dice todo sobre la condición de los individuos que dirigen la República de Bolivia
Alex:
Cuando te vi en Red UNO, el domingo, comentando sobre el referéndum en Tarija, quedé sorprendido de tu cinismo y desfachatez. Pero el colmo fue cuando hiciste declaraciones en Los Tiempos diciendo que nos estamos alejando de los sectores populares. ¡Vaya que tienes jeta, Alex!. Ahora eres político. ¿Qué pasa, amigo .se te acabó la plata y quieres
volver? Ni lo pienses. El Evo ya sabe que te quedaste con más de 500.000 dólares de los venezolanos. Y ellos lo saben también, así que no vas a volver por nada del mundo y si vuelves va a ser, como te dijo el Evo, a un consulado lo más lejos posible de la plata.
Y es que tu problema serio es el billete, compadre. ¿Te acuerdas todavía, hace diez años, en Cochabamba, cuando 'gambeteabas la pobreza' haciendo tus primeras pillerías? Si hasta era normal, ¿no? Tenías un programa en Radio Centro: 'Reporteros en la calle' y sí que estaban en la calle. Con tus cómplices de entonces: el Marco Carrillo y el Iván Canelas. Y quién los ve ahora: paladines de la transparencia. Como tú. Pero la gente se acuerda, Alex. Ustedes inventaron el modus operandi que después copiaron también otros colegas. Empezaron por cobrar 100 Bs. por nota, por entrevista. Ahí cayeron políticos, empresarios, sindicateros y todo aquel que tenía 100, luego 200 y hasta 500 lucas para salir en la radio. Y después una cosa condujo a la otra. Al que no le quería pagar le sacaban la entretela hasta que se ponía. Y luego vino lo delincuencial. Se volvieron extorsionadores, de los duros. Cosechaban papeles, fotos, recibos de los corruptos de turno. Y después el Marco y tú visitaban a la víctima y les caía buena platita. ¿Te acuerdas? El Gasser, el Soria, el Asbún, el Antezana, el Olivera pusieron nomás. Te hiciste amigo del Manfred y le regalaste el programa para él solito en su campaña y te pagaba mucho, Alex, mucho. Después fuiste su asesor en la alcaldía y ahí recibías más aún pese a que ya eras dirigente sindical de los periodistas y legalmente no podías. Pero eso era lo de menos.
Vos hiciste la lista de periodistas que recibían sueldo de la alcaldía. Esos mismos, los del escándalo que quedó en nada porque tus cuates se encargaron de echarle tierrita por unos pesos. Eso te deben muchos periodistas cochabambinos a ti, Alex, tú les enseñaste cómo prostituirse. Tú, el Marco Carrillo y el Canelas.
Intuitivo, aunque bruto, entendiste que el camino para la impunidad era ser sindicatero. Tenías comprados a la mayoría de los colegas de Cocha y armaste la fórmula, la de los corruptos, de los podridos: los mismos tres y un par de ladronzuelo chicos como el Víctor Hugo Romero, el que les recolectaba la plata. Hubo un escándalo en tu gestión., ¿te acuerdas? A cambio de tu conciencia y para que nadie hablara de sus latrocinios, el Manfred te regaló una computadora y te dio unos pesos. La computadora te la robaste del sindicato y la platita, bueno la platita te la farreaste. Todos se enteraron, Alex.
Ahora ya lo has limpiado todo y el proceso que te siguió la Federación quedó en nada. Tenías comprados a todos. Pero recuerda una cosa: no importa cuánto laves la sangre, siempre quedan manchas. ¿Te acuerdas que el Manfred denunció tu extorsión y que tú prometiste hacerle juicio? Nunca lo iniciaste y nunca lo vas a iniciar porque el Manfred te mostró que tenía recibos tuyos y del Carrillo y llegaron a un acuerdo.
Después vino el Evo. Él te metió al Narco News, una agencia de quinta pagada por las FARC y el narcotráfico internacional ¿no lo sabías?. Eso no te lo cree nadie, Alex. Y como jugabas bien al fútbol, el Evo te hizo su compinche. Amigos de farras y de puteros. Eras su celestino, su 'correveidile', su mandadero. ¿Te acuerdas la vez en que el Filemón te hizo callar de un putazo cuando quisiste opinar sobre el bloqueo? Te sacaron de la reunión porque eras un 'yocalla ignorante y atrevido' (lo dijo el Filipo). Pero no importaba, tú sabías que ese era el camino.
Luego, para asegurarle el apoyo en Cochabamba volviste a tus periodistas comprados, a tu lista y nos serviste mucho aunque ya en ese tiempo te quedabas con el vuelto. Y aunque el Evo lo sabía no decía nada porque andaba más preocupado por la campaña. ¿Te acuerdas cuando le presentaste al Evo a la Rebeca Delgado , que después fue su ñata y lo es hasta ahora?. Ella se convirtió en tu protectora porque cada vez que le contaban al Jefe de tus pillerías, de tus farras y de tus desmanes, ella, en la cama, se encargaba de decirle que eran pura habladurías y que te dejara nomás seguir manejando a la prensa. Hasta hiciste tu negocio con el librito de las fotos del Evo. Ni siquiera fue tu idea. Se la robaste al Marcelino, un compañero que creía sinceramente en el proyecto y que ahora sólo tiene una peguita en la alcaldía.
Pero te pasaste, Alex. Te quedaste con la plata con que decías que comprabas a la prensa de Cochabamba. Les prometías 100 y les dabas 20. ¡Qué jodido eres, Alex!. Y cuando se enteraron que te quedabas con la mayor parte y el Víctor Hugo Romero te reclamó, le dijiste que les ibas a dar pega a todos porque ibas a ser Ministro, que el Evo te lo prometió.
Pero era mentira. Y aunque le pediste al Evo ser Ministro (aunque sea de Trabajo, le dijiste en la posesión) él se rió y después nos dijo que si te ponía de Ministro te ibas a robar hasta los lapiceros. Nadie te quería Alex, porque sabían todos que eras un maleante, un pillo, pero eso era lo de menos. Lo peor es que eras un desgraciado, una víbora, un alma negra. Y todos los periodistas de La Paz y todos los empleados de Palacio y toda tu gente lo sabe y se encargó de decirlo a todo el mundo. Déspota, resentido, vicioso del poder. Tratabas a la gente con la punta del zapato, los insultabas, los humillabas.
Usaste tu cercanía al Evo para hacer las más grandes canalladas. Llamabas a ministros y los puteabas y les ordenabas que contrataran a tu gente, porque metiste a toda tu familia, el montón de corruptos y mediocres como tú. Tu hermano, tu cuñado, tus sobrinos, tu tío que salió de la cárcel. Todos entraron y a todos les cobrabas.
Pero hay más. Como todos en Cochabamba saben, eres incapaz de conquistar una mujer por tu enfermedad. Te conocen en todos los burdeles, porque tenías que pagar para estar con una mujer. Y una vez en el poder, descubriste que ya no tenías que pagar sino dar pegas. Lograbas sexo por pegas. Metiste a tus amantes al Canal 7. A una pobre chiquilla que apenas sabía leer la pusiste de conductora del noticiero, a otra de iguales condiciones la metiste de administradora del mismo canal en Cocha, a otra la pusiste de directora de comunicación en hidrocarburos, a las de Palacio las usabas con amenazas eres de lo peor, Alex. Te metiste con periodistas a cambio de información. Sólo alguien que es poco hombre se comporta así. Tú eres poco hombre, Alex.
Recuerdo cuando los venezolanos nos entregaron los 2 millones de dólares para
hacer propaganda porque yo los convencí de que sin propaganda no había
revolución. Se te salieron los ojos cuando te hablaron de millones y sin poder ocultar tu intención le pediste al Evo que querías manejar esos recursos. El Evo no quiso darte todo y sólo permitió que manejaras 100.000. Y ahí juraste que nos sacarías de Palacio al Estefanoni, al Orduna y a mí. Y hablaste con La Razón lo de mi problema en el Perú, la mentira que me inventó el Fujimorismo. Les diste la información completa y a cambio de nada. Antes ya habías hecho fracasar el proyecto de mi periódico mintiéndole al Evo. Pero lo del terrorismo me sacó de escena y te dejó solo a ti, con todo el poder, manejando la plata de los venezolanos. En ese tiempo ya había subido a más de 5 millones. No es necesario entrar en detalles sobre cómo manejaste el billete. No alcanzaban tus dos manos para asaltar los petrodólares del hermano Chávez porque a nadie rendías cuentas, porque eran los nuevos gastos reservados que no entraban a ninguna cuenta, que llegaban en maletas, que se podían repartir entre los ladrones que hoy están en Palacio.
Y cometiste el mismo error de los 'nuevos ricos'. Dicen que el amor y el dinero no se pueden ocultar. Te compraste una casa en Achumani por 180.000 dólares, te compraste otra casa en Cochabamba, una mansión; cambiabas autos cada semana y no te preocupaba que te vieran todos. Es más, querías que te vieran. Todos nos acordamos cuando llegaste al gobierno: vestías chamarrita y después de unos meses ya ibas con traje caro y corbata, tenías chofer y amantes todo un dandi. Habías alcanzado tu sueño. Ya habías entendido para qué es la política, la tradicional, esa que antes execrabas. Siempre dijiste que las oportunidades se dan sólo una vez y hay que aprovecharlas y tú la aprovechaste muy bien, Alex.
Pero te pasaste, maestro. Cuando te fuiste a Tarija y te quedaste bebiendo tres días y te llevaste mujeres al hotel Los Ceibos y armaste un escándalo que ni Jaime Paz habría organizado en toda su historia de beodo. Amenazabas con que ibas a hacer que cierren el hotel levantando el nombre del Evo. Qué vergüenza, Alex.
El Evo se cansó y ahí estaba el Juan Ramón para contarle al Jefe lo que estaba pasando.
Fue tu error político más grave, Alex. Todos nosotros somos desechables para el Evo. Y si pone al Quintana como su Primer Ministro él sabe por qué. Tú quisiste pasarte por encima al Juan Ramón. Primero, te quedaste con la plata venezolana; segundo, lo contradecías en el Gabinete; tercero, le hablabas mal de él al Jefe, y cuarto, le pasaste información sobre su relación con los americanos a la prensa. Eso no te lo iba a perdonar el Quintana.
Tu cartita de despedida fue uno de los monumentos al cinismo, a la mediocridad y a la cobardía. Especialmente cuando dijiste que no debe haber censura a la prensa. ¡Qué descaro Alex!, Cuando todos escuchábamos en el Gabinete que le decías al Evo 'hay que sacarles la mierda a estos periodistas muertos de hambre', que había que cerrar los canales, que no se les debía dar publicidad porque era necesario estrangularlos y 'van a venir a rogarnos'. Todos escuchábamos que le insistías al Evo para que en cada discurso aliente a las masas a romperles la cabeza a los periodistas. Los odiabas porque tú nunca fuiste periodista. Nunca pisaste la Universidad y nunca leíste un código de ética. Y odiabas más a los periodistas paceños porque decías que eran 'unos vendidos de mierda', unos 'pobres ignorantes que se creían superiores' y que había que sentarles la mano. Despreciabas más a las periodistas y nunca supimos por qué aunque lo sospechábamos. Y tú nos hablas ahora de la libertad de prensa. Tú, que de frente la defendías y por la espalda la despreciabas. Ese gesto te retrata de cuerpo entero, Alex.
Ahora quieres volver. Y apareces opinando en los canales y de nuevo cobras los favores a algunos periodistas cochabambinos que aún te deben favores (dicen que en Los Tiempos tienes buena entrada por una periodista que te debe algunos). Y hablas de autonomía (cuando para ti los cruceños eran esos 'cambas de mierda'), de unidad del país. Te atreves a darnos clases de estrategia cuando en tu ignorancia penosa no tienes idea del término, hablas de sectores sociales cuando nos demostraste en enero de 2006, en Cochabamba, cómo manejas a los sectores: tres muertos y una ciudad dividida gracias a que el Evo te creyó que podías organizar el movimiento y tomar la Prefectura y echar al Manfred. Esos muertos son tuyos, Alex, y todos te vimos allí, pagando gente, armando a los cocaleros y ofreciéndoles pegas porque creías firmemente que después de que se fuera el Manfred, tú serías el nuevo Prefecto.
Es posible que puedas volver, Alex porque finalmente el Jefe es un hombre básico y de instintos, y de verdad que le hace falta alguien como tú, que le consiga meretrices, que lo adule y le diga que todo está bien, que juegue fútbol con él. Pero por ahora no, Alex., porque gente como tú jodió el proceso. Gente como tú y como el Quintana, rateros de poca monta, aventureros y piratas que creen que pueden engañar a todos y usar el proyecto de liberación del pueblo boliviano y la fe de su gente para enriquecerse, para violar la ley y para abusar del poder como lo hiciste tú hasta el hartazgo. Buena suerte en tu intento Alex, sólo te recuerdo que la gente en este país ha demostrado que no es tonta y que
tiene memoria. Y sabe lo que tú eres y lo que has hecho.
Con la estima de siempre:
Walter
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova -
Luis Septimo -
Luis Sexto -
Luis Septimo -
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova.. -
Jimmy -
Le felicito con el más sincero respeto y afecto por estar casi toda una vida al pie del cañon en defensa de todo lo que de digno, justo y necesario significa y representa la revolución cubana. Sus esfuerzos no serán en vano.
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova -