DE CODOS EN EL PUENTE
POR LUIS SEXTO
Mi primera impresión de Matanzas se engarzó con los puentes. De niño, viajero en una Flecha de Oro la ruta de los pobres- procedente de Las Villas, se me reveló a la derecha la ventana azul del mar, atravesado en la desembocadura del San Juan por un cruce ferroviario, y a la izquierda la lejana silueta de las pasarelas de la calzada de San Luis. El niño miraba desde el paso de hierro del Calixto García. Nunca olvidé la visión. Y me ocurrió como a muchos, o a todos, cuando al transitar por la ciudad les perturba el discurrir de los 15 viaductos sobre los tres ríos que, en lógico rebautizo, debían de legitimarle a la ciudad el apelativo de la Venecia de Cuba, con las góndolas inmóviles de sus puentes.
Matanzas distrajo parte de su historia levantándoles puentes al Yumurí, el San Juan y el Canímar. Intentaba domesticarlos para unir los tres sectores en que la dividieron dos de esas corrientes que asumieron desahogos de rebeldía y que con sus cíclicas avenidas de furia arrastraban las ligaduras de madera o cantería sobre las cuales los vecinos de Versalles y Pueblo Nuevo se comunicaban con el centro de la villa o la ciudad.
Pero los puentes significan allí más que la recta o arqueada servidumbre que allana el camino. Esconden entre sus barandas y pretiles un valor de sensibilidad, cuyo trazo, medieval o moderno, preserva a Matanzas como una postal de caserío somnoliento, arrinconado contra el lomerío por el palmetazo del casi mar interior de su bahía.
Sobre ellos se han acodado todas las generaciones de matanceros. Unos a llorar sus desgracias de amor; otros a filtrar ante la abrupta silueta del paisaje el júbilo de vivir. Y todos, en cualesquiera de las noches de Matanzas han cantado con sus actos, como en un eco antañón, lo que versificó José Jacinto Milanés: San Juan, ¡cuántas veces, parado en tu puente/ al rayo de luna que empieza a nacer, / y al soplo amoroso de brisas fugaces/ frescura he pedido que halaguen mi sien!
Yo también, tres lustros después de mi descubrimiento infantil de la ciudad, estuve de codos en el puente. Durante un año trabajé allí, y por las noches solo tenía la alternativa, luego de estar leyendo una hora en la biblioteca Gener y Del Monte, de sentarme en un aburrible banco del parque de la Libertad a silbarle al sueño mis bostezos, o caminar hacia uno de los puentes a mirar el fluir del tiempo en las aguas negras. En una ocasión, acompañado de Enrique Pichardo, nos alumbró la idea de visitar a Agustín Acosta. Los poetas han compuesto otra de las gracias de Matanzas.
Acosta conservaba la fama de haber empezado a actualizar la poesía cubana en los primeros lustros del siglo XX. Su libro principal, La Zafra, le había adherido a su autor el título de poeta nacional. Había llevado al poema la tragedia primordial de la nación: las viejas carretas rechinan, rechinan, llevando el futuro de Cuba en las cañas, hacia el ingenio norteamericano.
El poeta, cordial con los visitantes, me recomendó, aprendiz yo entonces como ahora, que nunca escribiera ni improvisara versos después de comer. Me regaló, corregidas por él, las pruebas de imprenta de su último libro, Caminos de hierro, expresión de su decadencia, publicado en 1962. Durante la charla, su esposa, apreciablemente más joven, que lo empujará, según ciertos allegados del poeta a la emigración cuatro años más tarde* -a pesar de que el poeta había pedido a Dios en versos que no me alejes de aquí- entró en la sala. Una estatua de Apolo aleteaba sobre un pedestal en su cuadriga de fuego. Oh, a ustedes también les gusta la poesía, dijo la señora. Cuando nos retirábamos, Pichardo, hombre mayor, comentó su disgusto por ese saludo tan pobre de miramientos.
-¿Viste? El dios griego casi se cae de su carro al oírla- y trató de ocultar su sonrisa afilada bajo el cuello de la camisa, mientras la calle Descanso, contradiciendo su nombre, nos obligaba a caminar hacia la calzada de la Playa, para recalar otras vez en alguno de los puentes donde la ciudad se percata de la atmósfera líquida que la divide y la une en un adormecido tórax marino y rural.
(DEL LIBRO CRÓNICAS DEL PRIMER DÍA)
*1973
Mi primera impresión de Matanzas se engarzó con los puentes. De niño, viajero en una Flecha de Oro la ruta de los pobres- procedente de Las Villas, se me reveló a la derecha la ventana azul del mar, atravesado en la desembocadura del San Juan por un cruce ferroviario, y a la izquierda la lejana silueta de las pasarelas de la calzada de San Luis. El niño miraba desde el paso de hierro del Calixto García. Nunca olvidé la visión. Y me ocurrió como a muchos, o a todos, cuando al transitar por la ciudad les perturba el discurrir de los 15 viaductos sobre los tres ríos que, en lógico rebautizo, debían de legitimarle a la ciudad el apelativo de la Venecia de Cuba, con las góndolas inmóviles de sus puentes.
Matanzas distrajo parte de su historia levantándoles puentes al Yumurí, el San Juan y el Canímar. Intentaba domesticarlos para unir los tres sectores en que la dividieron dos de esas corrientes que asumieron desahogos de rebeldía y que con sus cíclicas avenidas de furia arrastraban las ligaduras de madera o cantería sobre las cuales los vecinos de Versalles y Pueblo Nuevo se comunicaban con el centro de la villa o la ciudad.
Pero los puentes significan allí más que la recta o arqueada servidumbre que allana el camino. Esconden entre sus barandas y pretiles un valor de sensibilidad, cuyo trazo, medieval o moderno, preserva a Matanzas como una postal de caserío somnoliento, arrinconado contra el lomerío por el palmetazo del casi mar interior de su bahía.
Sobre ellos se han acodado todas las generaciones de matanceros. Unos a llorar sus desgracias de amor; otros a filtrar ante la abrupta silueta del paisaje el júbilo de vivir. Y todos, en cualesquiera de las noches de Matanzas han cantado con sus actos, como en un eco antañón, lo que versificó José Jacinto Milanés: San Juan, ¡cuántas veces, parado en tu puente/ al rayo de luna que empieza a nacer, / y al soplo amoroso de brisas fugaces/ frescura he pedido que halaguen mi sien!
Yo también, tres lustros después de mi descubrimiento infantil de la ciudad, estuve de codos en el puente. Durante un año trabajé allí, y por las noches solo tenía la alternativa, luego de estar leyendo una hora en la biblioteca Gener y Del Monte, de sentarme en un aburrible banco del parque de la Libertad a silbarle al sueño mis bostezos, o caminar hacia uno de los puentes a mirar el fluir del tiempo en las aguas negras. En una ocasión, acompañado de Enrique Pichardo, nos alumbró la idea de visitar a Agustín Acosta. Los poetas han compuesto otra de las gracias de Matanzas.
Acosta conservaba la fama de haber empezado a actualizar la poesía cubana en los primeros lustros del siglo XX. Su libro principal, La Zafra, le había adherido a su autor el título de poeta nacional. Había llevado al poema la tragedia primordial de la nación: las viejas carretas rechinan, rechinan, llevando el futuro de Cuba en las cañas, hacia el ingenio norteamericano.
El poeta, cordial con los visitantes, me recomendó, aprendiz yo entonces como ahora, que nunca escribiera ni improvisara versos después de comer. Me regaló, corregidas por él, las pruebas de imprenta de su último libro, Caminos de hierro, expresión de su decadencia, publicado en 1962. Durante la charla, su esposa, apreciablemente más joven, que lo empujará, según ciertos allegados del poeta a la emigración cuatro años más tarde* -a pesar de que el poeta había pedido a Dios en versos que no me alejes de aquí- entró en la sala. Una estatua de Apolo aleteaba sobre un pedestal en su cuadriga de fuego. Oh, a ustedes también les gusta la poesía, dijo la señora. Cuando nos retirábamos, Pichardo, hombre mayor, comentó su disgusto por ese saludo tan pobre de miramientos.
-¿Viste? El dios griego casi se cae de su carro al oírla- y trató de ocultar su sonrisa afilada bajo el cuello de la camisa, mientras la calle Descanso, contradiciendo su nombre, nos obligaba a caminar hacia la calzada de la Playa, para recalar otras vez en alguno de los puentes donde la ciudad se percata de la atmósfera líquida que la divide y la une en un adormecido tórax marino y rural.
(DEL LIBRO CRÓNICAS DEL PRIMER DÍA)
*1973
31 comentarios
chucho -
Almiqui -
He leido su ultimo comentario y debo decirle que respeto mucho su forma de opinar. Asi pensaba yo tambien, asi pensaba tambien mi padre, un viejo comunista , de los primeros que fueron a Angola y que murio por una mala practica en el Hospital Nacional (su certificado de defuncion decia: muerte por neumonia bacteriana, cuando en verdad fue una sobredosis de anestesia). Yo soy tres años mas joven que Usted, asi que al igual que Usted conozco las escuelas en el campo, las guaguas llenas, las colas, la cria de pollitos en el patio, el picadillo de soya y de cascara de platano. los apagones, las marchas del pueblo combatiente,el cordon de La Habana. Conozco , vivi y padeci todo el sacrificio que hicimos durante decenas de años con vistas a un mundo mejor, o al menos una Cuba mejor. Pero tambien pude conocer la casa de Armando Hart en la costa, con sirvientes, los hoteles donde sacrificados como yo no podiamos entrar, los freezers de la ex jefa de Reforma Urbana de Plaza, llenos de tanta comida que yo nunca habia visto en mi sacrificada vida,rodeado de tres sirvientes, oyendo hablar de paseos por España mientras que yo tenia que dormir en terminales de omnibus para poder regresar a mi casa, de un Lada regalado por Juan Almeida con motivo de la boda de su hija con un ladron de dolares de diplotienda y cuya pena cumplio en una agradable granjita de funcionarios tronados...
La doble cara de la Revolucion me abrio los ojos: sino eras de la cupula vive bien, eras de los sacrificados por el socialismo, y como no podia ser de los vive bien y como no queria sacrificarme mas para que esos vive bien siguieran viviendo bien a costa mia, me fui.
No le veo nada de orgullo haberse sacrificado cuarenta años, sudando en guaguas atestadas, no pudiendo comer lo que deseas, cortando caña y otras cosas para que al final todo este peor. Yo creo que los sacrificios son valederos cuando la causa y el resultado son positivos, pero este no es el caso de Cuba. Ustedes mismos han matado los sueños de la Revolucion y solo les queda agarrarse de lo que puedan para evitar la caida, como casi todos los edificios de La Habana.
Carlos -
Gualterio Nunez Estrada -
Gualterio Nunez Estrada -
Gualterio Nunez Estrada -
Carlos -
Ahora Enriquito, Yo no se de que enemigo hablas, seran los tuyos pues a mi y a mis hijos nos han permitido estudiar y trabajar decentemente y ser felices aqui. Yo entiendo que tu asocies la felicidad con comida porque yo tambien pase hambre en cuba, pero el dia que tengas libertad de verdad, no para estar de acuerdo sino para diferir sin peligro, te daras cuenta de que la comida es solo eso, comida, y no la lucha diaria por subsistir. No hable de ilegales perseguidos pues en cuba los orientales son "legales" perseguidos y repatriados para su tierra caliente, a no ser que sean policias. Con respecto a EMRON, bueno siempre hay una manzana podrida de avaricia, como el caso de Landy o Robertico Robaina, etc, etc.
Repito, en este pais, con una targeta de credito, como dicen ustedes, usted alquila un yate y se regrasa para Cuba y despues ni siquiera tiene que pagar la targeta o sus cuentas pendientes (como Robert Benson) y hasta ahora no he conocido a nadie que haya cometido semejante locura, al contrario. Decenas de miles de cubanos arriesgan su vida por escapar y ninguno regresa.
Cuando un pueblo emigra el gobierno anda muy mal. Yo no conozco ningun americano emigrante.
Enrique R. Martínez Díaz -
Gualterio Nunez Estrada -
C
Gualterio Nunez Estrada -
Carlos -
Con respecto a las maquilas, estas pagan al obrero de los paises tercermundista, el doble o triple de lo que ellos ganan en cualquier empresa nacional y son muy felices trabajando por un dolar la hora. Cuando yo vivia en Cuba llegue a ganar $3.00 dolares al mes y era un profesional. Hoy los medicos ganan unos $30 o $ 40 en Cuba y se van a donde sea con tal de ganar unas migajas mas y poder traer pacotillas para revender en la isla. La mayoria de los salarios que le pagan al gobierno por el trabajo calificado de los profesionales cubanos van a engrosar las arcas del estado en el mejor de los casos pero nunca benefician al pobre profesional.
Por favor, basta ya de hablar de explotacion! Nadie es mas explotado ni desconsiderado que un obrero o profesional en Cuba y eso lo sabamos todos los que vivimos alla gran parte de nuestras vidas y llegamos a este pais donde se nos "explota" seguin ustedes. Aqui todo el profesional que yo conozco, o el obrero trabajador, mantiene un nivel de vida decoroso y es feliz y sale de vacaciones a donde se le antoje, sin tener que pedir una carta blanca de libertad y se compra lo que desee sin tener que esperar que un gobierno totalitarion le venda una olla de presion o le cambie un refrigerador. No sean ilusos, que sus cuentos ya no tienen oidos que los crea, al menos entyre la gente inteligente y civilizada.
Alberto Elier -
Saludos,
Fabian Pacheco Casanova -
Enrique R. Martínez Díaz -
Cada día, la brecha entre el 10% mas rico y el 60% mas pobre de la humanidad es mayor; lo poco que se desborda de la famosa copa se les hace llegar a los que viven en los países ricos, para que vivan lo suficientemente bien para que no se identifiquen con los males de los miserables de todo el mundo. Claro que los capitalistas, que no son imbéciles y que estudian a Marx mucho mejor que algunos ilusos que tenemos entre nosotros (en todas partes cuecen habas), han buscado fórmulas para cantarles nanas a los obreros de las naciones donde residen; ellos son la base que les permite mantener el poder; es mas fácil exportar la quintaesencia de la explotación fuera del territorio nacional, para mantener la tranquilidad interna sin tener que utilizar la tranca. Entonces se inventan las maquilas y otras cosillas; los obreros de los países pobres, a salarios muy bajos, construyen las piezas, y el obrero de los países ricos, con salario mas alto, las ensambla (es claramente un ejemplo muy elemental; pero pregunte porque los sindicatos norteamericanos e incluso el candidato Demócrata John Edwards se opone a los Tratados de Libre Comercio).
Gabriel -
No has rebatido ninguno de mis argumentos. El problema de los flujos migratorios no tiene nada que ver con el tema.
Yo sostengo que en los llamados países capitalistas los medios de producción ya están en gran medida en manos de los trabajadores.
Por algún motivo, el Marxismo ignora la existencia de los trabajadores autónomos los que ya poseen sus medios de producción dentro de los sistemas capitalistas. Esos trabajadores suponen un porcentaje muy grande de la economía y funcionan bajo un sistema que claramente no es de explotación del hombre por el hombre.
Yo vivo en un pueblo pequeño donde la mayor parte de los intercambios económicos se producen dentro del propio pueblo. Tenemos un fontanero que tiene su propio negocio unipersonal y que se encarga de arreglarle las tuberias al panadero, que también tiene su propio negocio unipersonal y le vende el pan al fontanero. No veo explotación en ningún sitio en esas relaciones económicas.
Un saludo
Gabriel
Fabian Pacheco Casanova -
Carlos -
Estpy de acuerdo contigo Enriquito, mira Venezuela!
Carlos -
Enrique R. Martínez Díaz -
Fabian Pacheco Casanova -
chucho -
chucho -
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova -
De Bono -
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova -
chucho -
Gabriel -
La realidad es que en los países capital istas casi todos somos trabajadores la mayor parte del tiempo y capita listas una pequeña parte del tiempo.
En realidad, donde vivo no conozco a ningún capitalista puro. Es decir, a alguien que gane toda su renta del capital.
Perdón, si que conozco... son los jubilados. Cuando uno se retira tiene que vivir de la renta del capital que ha acumulado durante toda su vida. Sin embargo, los jubilados normalmente perciben rentas mucho menores que los trabajadores.
Un saludo
Gabriel
Gabriel -
Has hecho una exposición muy lúcida del punto central del Marxismo. Más o menos dice que los capitalistas explotan a los obreros y eso causa la desigualdad de rentas, de modo que los capita listas viven muy bien y los obreros muy mal.
Siguiendo con el razonamiento marxista, los capitalistas son los dueños de los medios de producción y viven de las rentas del capital, mientras que los obreros sólo pueden ofrecer su trabajo; por tanto viven de las rentas del trabajo.
Según los marxistas la solución consiste en que los trabajadores se hagan con los medios de producción. En ese momento podremos vivir en una sociedad comunista ideal donde no habrán explotadores y explotados.
Estoy firmemente convencido de que la realidad es muy compleja y, simplemente, no se adapta bien al molde marxista.
Creo que podemos estar de acuerdo en que España es un país capitalista. Para analizar la realidad tenemos que hacernos una pregunta clave: ¿quienes poseen los medios de producción? o, lo que es lo mismo: ¿quienes son los capitalistas?
Un limpiabotas usa unos instrumentos que guarda en una caja de madera, y que son de su propiedad. Por tanto el limpiabotas posee sus medios de producción. Según ese punto de vista es un capitalista. Al mismo tiempo tambien trabaja con esos medios de producción. Por tanto, también es un trabajador.
Aquí tenemos un magnífico ejemplo donde capitalista y trabajador están reunidos dentro de la misma persona.
En España hay cinco millones de personas en esas circunstancias. A veces les llamamos "trabajadores autónomos" y en otras ocasiones "empresarios autónomos." Son los que se dedican a arreglar las tuberias, pintar las casas y hacer miles de cosas mas. En cierto modo ilustran el ideal comu nista, ya que son trabajadores que poseen sus medios de producción. Esos trabajadores también incluyen a los trabajadores agrícolas, que, en su mayoría en España son trabajadores autónomos. Ellos poseen más de la mitad del territorio del país. Es cierto que también hay empresarios agrícolas que contratan a temporeros, pero son una minoría.
Por otra parte, resulta algo extraño que un trabajador agrícola autónomo lo consideremos trabajador mientras no contrate a nadie; y en el momento en que necesita ayuda una semana al año para recoger las uvas, entonces de repente se convierte en capitalista explotador.
Se objetará que los trabajadores autónomos son una parte muy pequeña de la economía, y que la parte grande la forman las grandes multinacionales. Eso no es correcto. En todos los países desarrollados la parte más importante del PIB la generan las pequeñas y medianas empresas.
Pero, incluso yendo a las grandes multinacionales tenemos que seguir preguntándonos ¿dónde están los capitalistas?
Voy a hablar de una multinacional española muy conocida: Telefonica, S.A. Es la segunda compañía mundial en número de clientes y la tercera en facturación, después de AT&T. En otras palabras: es una multinacional en toda regla.
En el año 2006, Telefónica facturó 52 mil millones de euros, y tuvo un beneficio neto de 6 mil millones de euros.
¿Quienes son los dueños de Teléfonica? Pues son los más de 2 millones de accionistas de la compañía. El accionista típico es un trabajador con ingresos medios que pone algunos ahorros en acciones de la compañía para venderlas cuando se jubile. Esos pequeños accionistas, que son trabajadores, suponen más del 70% del capital de la compañía. Del 30% restante, el accionista más importante es la empresa JPMorgan Chase que posee el 10%. Sin embargo, si analizamos los dueños de esa empresa veremos que mayoritariamente también son una multitud de trabajadores que invierten su dinero en acciones. En otras palabras: no hay ni una sóla persona individual que tenga más del 1% de la propiedad de Telefónica.
La abrumadora mayoría de los dueños de Telefónica son trabajadores que destinan unos pocos ahorros a comprar acciones de la compañía.
Ahora supongo que más de uno empezará a pensar en los sueldos estratosféricos de los altos ejecutivos de Telefónica. Pues resulta que esos altos ejecutivos con sueldos obs cenos SON trabajadores. En otras palabras: viven de la renta del trabajo, ya que trabajan por un sueldo que les dan los dueños de Telefónica.
Un saludo
Gabriel
Fabian Pacheco Casanova -