AGUA QUE HAS DE BEBER...
Por Luis Sexto
Las sucesivas culturas humanas le atribuyeron al agua el carisma de lavar las manchas del pecado o la virtud de devolver las facultades a los tullidos. Es el elemento natural con mayores créditos mágicos. El conquistador español Juan Ponce de León murió en La Florida, sin haber hallado el agua que lo había conducido a la muerte y que fluía de la fuente de la eterna juventud, antídoto de las arrugas y las caídas de ciertos órganos que suelen erguirse. Aun hoy, en el Occidente posmoderno, las aguas de Lourdes prometen milagros baratos y fulminantes, como también los prometen los manantiales sulfurosos recomendados por la balneoterapia.
Y no hemos de escandalizarnos por esas atribuciones taumatúrgicas, esotéricas y medicinales que nuestra especie le ha reconocido al agua. La civilización humana más que terráquea o terrestre es acuática en cierto sentido práctico. Las primeras ciudades y posteriormente las grandes ciudades surgieron a orillas del agua dulce. Mesopotamia –Sumer- donde, según los juicios históricos menos polémicos hasta ahora, surgió la civilización, posee una etimología griega que significa “entre ríos”: el Tigres y el Éufrates, cuyos valores naturales favorecieron el desarrollo de las primeras agrupaciones urbanas. El agua para beber y el agua, sobre todo, para irrigar las zonas agrícolas aledañas. De aquellos tiempos, más de 3 000 años antes de nuestra era, permanece la geografía y las ruinas de la obra humana. Entre esos dos ríos fundacionales, en el Medio Oriente, continúa el nombre de Mesopotamia vivo en el significado de Irak, “situado como su antecedente histórico “a las orillas”. Irak, pues, parte de aquellos orígenes, en el mismo sitio, y conserva también la fama de haber sido el sitio del bíblico paraíso terrenal, aunque los norteamericanos y sus aliados lo hayan hecho evolucionar hacia una especie de infierno.
No seguiremos, desde luego, descubriendo el Nilo. El agua. Siempre el agua. Desde Tales hasta George W. Bush. Aquel filósofo griego la consideró uno de los cuatro componentes primordiales de la vida. Bush, o lo que él representa: la expansión desaforada de la civilización norteamericana, signada por la metalización y la petrolización, la juzga -con alguna diferencia de época y conocimiento- en el mismo nicho básico del filósofo de Mileto, pero deficitario, como el petróleo. Esto es, el mundo se va quedando sin agua como “Madrid sin gente”. Y no exagero, ni exageran los ecólogos.
Pienso en dos puntos donde se puede llegar a consensos. El primero, el agua. Es uno de los aspectos clave de la humanidad. Sólo el 3 % de toda el agua es potable y de ese porcentaje sólo el 0,7 % es accesible al consumo humano. Y de ese mínimo, un 80 % va a la agroindustria y queda un escaso 20 % destinado a la conservación de la vida, las plantas, los animales. Un total de 15 de los 24 servicios que nos proporcionan los ecosistemas sufren una grave degradación, lo que entraña un riesgo enorme para el bienestar, no sólo del resto de las especies terrestres, sino también para la especie humana: aparición de nuevas enfermedades, pérdida de la calidad del agua, aparición de las llamadas "zonas muertas" a lo largo de las costas, el colapso de los bancos de pesca y cambios climáticos regionales, son algunos de los desajustes que se avecinan.
¿Quién esté en desacuerdo?
¿Quién se resiste a la evidencia? El agua es un punto de confrontación. Hoy y ayer. Póngase en el lugar de quien carezca de agua. Olvide que a usted le llega por tuberías a la cocina, los baños, quizás la piscina. ¿Va usted a morir de sed, de hambre, de enfermedades por no tener un espejo líquido de donde abastecerse? Y así, como actuaría usted, obraron los pueblos y las tribus desde la antigüedad. Recientemente, leí un artículo que nos alerta acerca del papel del agua –recurso esencial para la vida, agotable e insustituible- en los litigios de tiempos por venir. Esta nota solo ha pretendido ser un eco de ese texto tan documentado.
Pues bien: “De 1948 al 2002 –escribió el mexicano Gustavo Castro Soto- se registraron 1,831 interacciones provocadas por el agua, de las cuales 1,228 fueron de carácter cooperativo que promovieron la firma de 200 tratados de reparto de aguas y la construcción de nuevas represas. Se registraron 507 conflictos de los cuales 37 fueron violentos, 21 con intervenciones militares y 30 han sido protagonizados por Israel y sus vecinos. Se han registrado guerras y conflictos de diversa índole en Israel, Jordania, Siria, Palestina, Egipto, Yemen, Irak, Kuwait. Estados Unidos también le disputa el agua a México y lo hace en la Triple Frontera con Argentina, Uruguay y Paraguay. También hay conflictos en las cuencas del Mar Aral, Jordán, Nilo y Tigris-Eufrates. Pero de seguir la tendencia, podremos encontrar en un futuro conflictos en torno a los ríos Lempa, Bravo, Ganges, Kunene, Río de la Plata, Mekong, Orange, Senegal, Tumen, Zambeza, Limpopo, Han, Incomati, Usumacinta, Lago Chad, entre otros. Actualmente se calculan que existen 640 conflictos serios por el acceso al agua en todo el mundo.”
¿Quién se resiste a la evidencia?
La gente con la conciencia signada por la inquietud del progreso, la justicia, la solidaridad; la gente revolucionaria, verdaderamente cristiana, tiene, pues, que leer los mapas con una óptica fundamentada en el interés por la supervivencia humana. El planeta no parece tan colorido y acogedor en la realidad como en la cartografía. Ni tan rico. A mi modo de ver, lo único que abunda en los mapas son los pretextos, los móviles, las justificaciones para instalar conflictos. Los mapas surgieron coincidiendo con la expansión de los descubrimientos y la expansión comercial: están ligados también al odio, la conquista, la opresión.
Si no nos apuramos, faltará tiempo para dibujar otra versión del mapamundi.
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Fabian Pacheco Casanova. -