LA PALABRA EN EL AIRE
Luis Sexto
Un libro y mi opinión
Durante la feria internacional del libro de La Habana, en febrero de este año, llegó, con el sello de Ediciones Loynaz La palabra en el aire, de Dulce María Loynaz, nombre que insiste afortunadamente en perdurar, no apartarse de sus lectores, y tal vez crear nuevos lectores.
Desde luego, el trabajo de estudio y promoción del centro Hermanos Loynaz, con sede en la ciudad de Pinar del Río, ayuda a mantener en el aire, es decir, en la atención de los lectores, a la autora de Poemas sin nombre y de Un verano en Tenerife, nacida en La Habana en 1902 y fallecida en la misma ciudad en 1997. Leer la prosa de Dulce María equivale a toparnos con la poetisa en líneas largas. Hay tantas delicadezas en la prosa de la novelista de Jardín. Me parece que el lector resbala sobre la prosa de Dulce María. Resbala en el fluir arremansado, claro, contenido de lo que se puede llamar el estilo de Dulce María.
En La palabra en el aire aparecen conferencias, ensayos, artículos y discursos. Incluso se hallan también páginas de memorias, esto es, páginas que evocan episodios del pasado, como el dedicado a Gabriela Mistral, o a Enrique Loynaz, hermano poeta de Dulce María. !Cuánto! llegamos a saber de Gabriela Mistral, esa mujer fuerte, tan recia y compacta como los Andes, cuando Dulce María recuerda las jornadas que la poetisa de Tala pasó en la casa habanera de la Loynaz. Son pocas páginas, pero muy relevadora, porque Dulce María cargaba sus palabras de un sugerente profundo sentido, de modo que lo poco nos pareciera mucho.
La palabra en el aire nos permitirá conocer además los enfoques de Dulce María sobre Gertrudis Gómez de Avellaneda, Rafael Marquina, José de la Luz León, Julián del Casal, Regino Pedroso, escritores cubanos, de los siglos XIX y XX, y Delmira Agustini, poetisa uruguaya. Dispondremos, además, de los sendos discursos que la autora de Juegos de Agua leyó cuando le entregaron el premio nacional de literatura y el premio Cervantes.
Vayamos, pues, a leer La palabra en el aire, con la certeza de que no será aire impuro lo que leamos, ni paja que arderá ante nuestros ojos. Más bien en estas páginas iremos sobre el agua… Agua, palabra recurrente en la obra de Dulce María Loynaz: agua de la prosa fluida y mansa de la escritora que piensa y valora; agua dulce que limpia y sana como un milagro bíblico; agua cuya corriente nos lleva por parajes poco conocidos sobre la barca segura de la inteligencia y la sabiduría de esta poetisa en verso y en prosa: Dulce María Loynaz, gloria de Cuba, aunque ya el término gloria nos parezca raro. Pero Cuba, tierra que la poetisa prefería a cualquier otra tierra, la llama hija. Dulce María Loynaz merece el título.
Texto difundido el 6 de abril de 2016, en el espacio Epigramas, de Radio Progreso, La Habana.
0 comentarios