UNA MISMA CAZUELA
Luis Sexto
Apostilla de pie
Acabo de leer una presunta carta de cubanos emigrados–presunta, porque en las charcas de Internet nunca se sabe- , donde dicen desmarcarse de ciertos políticos de Miami opuestos al restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos. Pero un lector conocedor de personajes y fines, se percata de que los firmantes de este mensaje, aparentemente de tercera posición, coinciden con quienes han medrado a costa de vacuas campañas contra Cuba revolucionaria.
Ellos no lo manifiestan; hay sin embargo que decirlo: Todos o casi todos los instrumentistas de este conjunto intérprete de antañonas melodías, deben lo que saben a las oportunidades que el gobierno de la revolución les ofreció cuando aquí algunos militaban, incluso, en organizaciones políticas comunistas como el partido o su organización juvenil, y publicaban libros, artículos, polemizaban, viajaban, y ejercían cátedras en centros superiores de educación.
Derecho tenían, lo reconozco.
Pero ante esta carta qué pensar. No lo dudo: los firmantes del mensaje parecen que intentan medrar a su vez sosteniendo una posición que sólo por el lenguaje cuidadoso se diferencia de las posiciones de odio y venganza radicadas en la Florida. Aparentemente objetivos, aunque no imparciales, los juicios y conceptos de esta carta abierta se repiten por cualquier grupo antirrevolucionario en Miami o Madrid. Pero es evidente que no temen que el presidente Barak Obama los desmienta cuando afirmó, el 17 de diciembre de 2014, que 54 años de presiones y limitaciones económicas no habían conseguido los efectos estratégicos del embargo: expulsar a los Castro de Cuba. Y los desmiente el secretario de Estado Kerry cuando acaba de decir, hoy 20 de julio, en Washington, que los Estados Unidos deben abrir lo que por tanto años cerraron. Es el reconocimiento de los Estados Unidos a la capacidad de resistencia del pueblo cubano en Cuba. Que se cometieron errores, sí; que se fabricaron sueños, sin fundamento, sí. Y que se aceptaron alianzas inconvenientes, sí. ?Y de qué otro modo podía Cuba defender su independencia de quien la codiciaba desde el siglo XIX?
Comprobemos la perfidia de argumentos aderezados de antiguo en calderos de la CIA y la USAID. Dice la carta: “El embargo económico sobre Cuba, en particular, ha permitido al gobierno cubano justificar ante el mundo todos los descalabros de su política económica e institucional como supuestos efectos del llamado “bloqueo imperialista” y eludir sus responsabilidades sociales para con su pueblo. El actual proceso de normalización apunta hacia el desmantelamiento de esa política y obliga a la dirigencia cubana a asumir sus responsabilidades o de lo contrario, quedar sin argumentos ante sus ciudadanos y el mundo por el sostenimiento de un bloqueo interno que ha sido mucho más dañino que el externo”.
Lo más elemental y triste en esos nombres que se juntan y levantan las manos para que no los soslayen, no es que sostengan ideas políticas de oposición; cualquiera las sostiene, y de hecho muchos entre nosotros, en Cuba, se oponen al dislate, al error, al autoritarismo, pero no olvidan la historia: ni la reciente, ni la pasada. Lo primero que confirman los intelectuales firmantes es haber arrinconado la historia de su patria, y sobre todo el decoro. Posiblemente creen que el juego está en sus postrimerías, y es hora de ir postulándose o apostando, pues ya tienen la certeza de quién será el ganador.
Apegado a la fidelidad hacia cuanto Cuba ha construido, y ha querido construir, y no la han dejado -idealismos, triunfalismos y errores autóctonos a un lado-, mi conciencia me dicta una percepción. De cartas como esa habrán de salir los nuevos Estrada Palma y los nuevos Ferrara, que tanto, y con diversa cara, proliferaron en los primeros 55 años de república disque independiente. No digo que de esos nombres saldrán los nuevos Jorge Mañach, porque Mañach no merece semejantes émulos. Mañach nunca tapó el sol con papel de celofán. Fue consecuente con sus ideas de una república reformada desde la democracia clásica, pero independiente, y por ello en Cuba ya se le lee, se le publica, y se le estudia.
No, no parece verdadera la tercera posición que inentan encarnar. Porque en esta carta se niega que la contradicción fundamental de Cuba en el siglo XX, y en lo que va del XXI, sea entre la independencia y la dependencia, entre Cuba sin mancuernas y los Estados Unidos dueño del corral. Y negando la esencialidad de la lucha por la independencia concuerdan con la visión y la acción más groseras contra la Cuba independiente. Al pueblo cubano, por tanto, le placería más relacionarse con la patria de Lincoln que con la patria del coronel Cutting.
Como no mancharé mi blog reproduciéndola, pongo la dirección de donde partió la carta. Quien lo desee, que lea, y reflexione, aunque no se necesita masticar demasiado para tropezar con las espinas de pescadores en aparente río revuelto: Infoburo@aol.com
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