HECHOS Y ACTITUDES
Luis Sexto
Apostillas INGENUAS
José Martí –y cito libremente- escribió que hacer es la mejor manera de decir. Desde luego, si hacemos el bien, el mal nunca será una forma correcta de decir. Y excusen lo obvio de cuanto diré a partir de ahora. Pero no comprendo que alguien que se auto califique de revolucionario, que posea los documentos de revolucionario, pueda hacer una aplicación incongruente de las ideas que dice profesar y defender.
Veamos. ¿Qué acto, qué decisión, qué palabra puede haber sin cierto componente político en una sociedad como la nuestra, fundada en el consenso? Para responder habría que seguir dirigiéndose preguntas. Por ejemplo: ¿Soy revolucionario yo, que me niego a servir a un ciudadano? ¿Yo, que cierro mis ojos y mis oídos ante una queja, una necesidad, una emergencia? ¿Revolucionario yo, que sigo ajustando cuentas con quien ya satisfizo sus deudas? ¿Revolucionario yo, que desvío, maltrato, deformo la política, el programa, los ideales de mi Gobierno? ¡Bueno! No pretendo que quien dirija o administre un centro de trabajo, o ejerza funciones políticas sea ingenuo. Pero, según creo, hemos de actuar con una cautelosa exigencia, un depurado y respetuoso rigor. Y, sobre todo, sin prejuicios. El prejuicio es también una insuficiencia ética, cultural y política. Por tanto es impolítico, además de injusto, aventurar un juicio, suponer errores o malas intenciones en este o aquel sin haberlo comprobado, o tratarlos como si fuesen culpables incapaces de corregirse.
Estamos hablando de hechos y actitudes de cada día, de actos que, proviniendo de quienes representan la política nacional en cualquier lugar, por pequeño que sea, generan desconfianza, desesperanza, indiferencia. Me parece, por tanto, que estamos obligados a vincular ciertas indeseables reacciones a nuestras acciones. A veces, los problemas y las deficiencias envejecen ante nuestros ojos, porque nos hemos habituado a no vincular nuestro proceder con el origen de ciertos errores o problemas. ¿Somos capaces de ver a algunas de nuestras decisiones como puntos de conflicto, de mal ambiente? Para curarnos en salud, tengamos en cuenta, amigos míos, que la capacidad de asociar resulta, como regla, el rasgo definitorio del desarrollo humano de una persona. La mentalidad de manual, los patrones prefabricados, conducen, habitualmente, a mi modo de ver, al equívoco o a la inefectividad. Incluso a la decepción. Soy experto, si suelo asociar.
Hemos, pues, saber diferenciar el principio político aplicado con creatividad, de la política distorsionada en sus principios. A algunos –lo sé por experiencia- esto le parecerá filosofía de tercera. Ello, por supuesto, será prueba de una cultura de alfiler, de una madurez aún verde. Porque no estoy hablando de vaguedades, sino de hechos que salen al camino a estorbar el paso de la política y de lo político. Convenzámonos alguna vez que mencionar un problema en público significa empezar a solucionarlo. Pero ocultarlo no impide que la gente lo sufra. Quede dicho.
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