LAS SILLAS PARA LOS POBRES
Luis Sexto
La Teología de la liberación ha bajado su voz como tendencia: Las admoniciones del Vaticano se han apagado, los libros han disminuido, los periódicos solo ocasionalmente convocan la estridencia ante el recuerdo de sacerdotes suspendidos de sus funciones o limitados por la Curia romana en el oficio de escribir o impartir clases. ¿Sin embargo, acaso ha cambiado o perdido actualidad, la situación sobre la que se fundamentó la polémica teología latinoamericana? Porque hubo, por supuesto, una circunstancia en que se inspiraron sus promotores: las dictaduras militares y el auge de la pobreza en América Latina y la dependencia creciente de los Estados Unidos.
Por tanto, cuando el libro Teología de la liberación, perspectivas, del sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez (1928), circuló en 1971 entre especialistas, obispos, sacerdotes y laicos aventajados, además de politólogos de derechas e izquierdas, y de verdugos y expoliadores, unos comprendieron correctamente que la nueva interpretación del mensaje evangélico, ponía en el centro de la vida cristiana una elección, no una preferencia, por los pobres. En sí misma, la propuesta no era tan inédita. El Concilio Vaticano II había comenzado su Constitución Gaudium et Spes con estas palabras: “El gozo y la esperanza, las tristezas y angustias del hombre de nuestros días, sobre todo de los pobres y de toda clase de afligidos, son también gozo y esperanza de los discípulos de Cristo”. Esta profesión pastoral, a pesar de su ambigüedad, se entroncaba con los orígenes del cristianismo. Hasta aproximadamente el siglo III de la era cristiana, los pobres componían la base de la Iglesia. Por ejemplo, los ricos debian permanecer de pie en las ceremonias litúrgicas, porque a los pobres pertenecían los asientos. El orden más tarde se invirtió: en los templos, los ricos tuvieron sillas reservadas o marcadas con el hierro diferenciador de sus nombres. Y los pobres integraron e integran aún en la Iglesia, la posibilidad de una opción preferencial, pero nunca clasista como desea, y sugirió hace años, monseñor Pedro Casaldáliga, ex obispo del Matto Grosso.
Qué plantea en sustancia la Teología de liberación. Joan Sobrino, uno de sus maestros, ha dicho en su libro El Jesús Histórico que “Gustavo Gutiérrez , ya en sus inicios, mostraba su descontento con una presentación de Cristo que causa la impresión de irrealidad”, y cita Sobrino este párrafo del hoy religioso dominico Gutiérrez: “Aproximarse al hombre Jesús de Nazaret en quien Dios se hizo carne, indagar no solo por su enseñanza, sino por su propia vida, que es lo que da a su palabra un contexto inmediato y concreto, es una tarea que se impone cada vez con mayor urgencia”. Es decir, más que a un Cristo universalizado en formas vagas y útil para cualquier uso, la Teología de la liberación recurre, exalta al Cristo histórico. Ese Jesús vivo en el dolor y la injusticia, y cuya doctrina, como escribió el brasileño Leonardo Boff, “más que mejorar la expresión religiosa (…) pretende ayudar a la construcción del hombre nuevo” (…) y también “procura libertar la comunidad cristiana de la versión intimista y privatizante que se le ha dado al mensaje de Jesús”.
La Teología de la liberación se propone, a mi parecer, una vuelta al cristianismo original. “Hoy se nos pide, sobre todo, un testimonio coherente, una proximidad samaritana, una presencia profética”, ha sintetizado Casaldáliga. Pero los teólogos de la liberación sufrieron incomprensiones. Porque cuando el padre Gutiérrez dijo que “en este mundo de información, de técnica, el pobre está marginado del circuito económico”, parte de la iglesia se asustó. En particular, Juan pablo II, nacido y formado como religioso en Polonia, país socialista, de sociedad centralizada y excesivamente ideologizada, se opuso porque previó que visión tan señaladamente crítica del capitalismo, particularmente en América Latina, podría legitimar el concepto marxista de lucha de clases.
Sin embargo, la Teología de liberación, atenuada en su capacidad inicial de suscitar sospechas y conmociones, no ha pasado de moda. “Lo importante – ha dicho Gutiérrez- es que los malentendidos, cuando los hubo, hace tiempo que fueron superados a través de un diálogo sostenido y fructuoso”. Entre 1984 y 1986, el fundador conversó varias veces con el Cardenal Ratzinger, entonces prefecto para la doctrina de la Fe.
Convertido en Benedicto XVI, Ratzinger, en una homilía sobre San Juan Crisóstomo, el 26 de septiembre de 2007, parece expresar ideas que se concilian con la Teología de la liberación. Dijo: “Juan, al comentar los Hechos de los Apóstoles, propone el modelo de la Iglesia primitiva (Hechos 4, 32-37) como modelo para la sociedad, desarrollando una «utopía» social (como una «ciudad ideal»). Se trataba, de hecho, de dar un alma y un rostro cristiano a la ciudad. En otras palabras, Crisóstomo comprendió que no es suficiente hacer limosna, ayudar a los pobres de vez en cuando, sino que es necesario crear una nueva estructura, un nuevo modelo de sociedad (…) Es la nueva sociedad que se revela en la Iglesia naciente. Por tanto, Juan Crisóstomo se convierte de este modo en uno de los grandes padres de la Doctrina Social de la Iglesia. (…)Y nos dice que nuestra «polis» es otra, «nuestra patria está en los cielos» (Filipenses 3, 20) y esta patria nuestra, incluso en esta tierra, nos hace a todos iguales, hermanos y hermanas, y nos obliga a la solidaridad”.
La ética cristiana –es obvio- se fundamenta en la caridad. No la caridad que sugiere el término inglés carity, reducido a sinónimo de limosna, simple acto individual que tranquiliza conciencias, aunque nada transforma. La caridad -caritas latina, ágape en su versión griega- es, en cambio, el amor que todo lo sufre y todo lo arriesga por el prójimo, el pueblo. Y por tanto, la Teología de la liberación, al poner de relieve esa interpretación niega que Cristo quiera que siempre haya pobres entre nosotros. Existen porque nacen cada día bajo la voracidad de las transnacionales de la economía globalizada y del mercado insensible e insensato. Y, por ello, el enfoque teológico que las acusa continúa vigente.
18 comentarios
Andante -
Carlos -
Dejeme decirle que yo estoy en contra del bloqueo porque lo encuentro estupido y responsable de estos 53 anos de tirania en Cuba. Que pienso que recibir al mundialmente despreciable presidente irani es una estupidez de mucha luz corta del actual gobierno cubano. Que estoy en contra de la guerra de Irak pues fue innecesaria. Que estoy en contra de haber usado el arma nuclear en Japon, aunque salvo la vida de cientos de miles de americanos, pues la resistencia japonesa era tremenda y solo se rindio despues de la segunda bomba, no obstante, no debio sentarse ese precedende nuclear.
Como ve yo tengo matices y no soy todo de un solo color como usted, que si esta en guerra con todo el que no siga su linea dura, capaz de defender lo indefendible.
No se olvide que tambien muchos soldados americanos liberaron Europa delpues de la invasion a Normandia.
Defienda sus puntos sin justificarlos con los errores de otros. Tenga el valor de distinguir entre errores e injusticias imperdonables.
Andante -
Tiempo vivo -
Carlos -
vicente -
Carlos -
Mientras los verdugos no sean juzgados por la historia, no podran sanar las heridas de la nacion. Asi como la historia NO absolvio a Machado y a Batista, tampoco podra absolver a los responsables de la HUMAP. La HUMAP no fue un simple "error", fue un crimen! Como es un crimen negarle a un cubano natural su entrada o salida de la isla, o quitarle sus propiedades porque decide emigrar, o excarcelarlo y deportarlo, o mandar hordas de facistas a golpear a mujeres o a tirar piedras, a falta de huevos, o hundir un remolcador con mujeres y ninos a bordo, o derribar avionetas armadas con octavillas de papel, etc, etc, etc. Errores fueron el Cafe Caturra, las F1, las escuelas al y en el campo, la zafra de los 10 millones y otros ciento de estupideces tipicas de guerrilleros devenidos estadistas, pero lo que tu tratas de justificar pasa los limites de la ingenuidad politica.
Cinco Picos -
No me meto en na -
Tiempo vivo -
Tiempo Muerto -
La Ceiba -
Tehuantepec -
Golfo de México -
Tehuantepec -
Alfonso Teijelo -
Sexto -
Carlos -