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PATRIA Y HUMANIDAD

LA VIRTUD DEL LENGUAJE

LA VIRTUD DEL LENGUAJE

 

Por Lorenzo Gonzalo*

¿Por qué Obama sabe lo que el pueblo cubano quiere?

 

Dan Restrepo director para Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad, dijo en entrevista con El Nuevo Herald que el Presidente Obama seguirá apoyando cualquier propósito que permita al “pueblo cubano controlar sus propios destinos”.

 Realmente no sabemos qué significación tiene para este funcionario la frase: “el control del pueblo cubano sobre sus propios destinos”. Nos imaginamos que se refiere a que los cubanos puedan elegir a los representantes del Estado a través de un proceso electoral semejante al de Estados Unidos. Reiteradamente ese ha sido el objetivo de las sanciones impuestas a Cuba, de los atentados y de los actos terroristas cometidos por personas bajo la dirección de los órganos de inteligencia de Estados Unidos, durante los 52 años transcurridos desde que un movimiento popular armado derrotara la dictadura de Fulgencio Batista el 1ro de Enero del año 1959.

Washington ha pretendido aplicarle a Cuba la política que estrenaran los sucesivos gobiernos estadounidenses, a partir de la innecesaria e injusta guerra con España declarada y ganada en el año 1898.

Malinterpretando la política estipulada por el Presidente Monroe, acuñada como “América para los americanos”, la cual suponía que Europa no tenía que intervenir en los asuntos internos del Hemisferio americano, se dedicó a imponer sus criterios a golpe de fuerza, extorsiones y asesinatos en los pueblos latinos y caribeños.

 Basado en esa insana tradición, el funcionario pronunció sus declaraciones.

Dan Restrepo manifestó textualmente que el gobierno de Obama “apoya los deseos básicos del pueblo cubano de determinar su propio destino”. Es inexplicable cómo un funcionario pueda saber los “deseos básicos” de la ciudadanía cubana.

Los órganos de inteligencia de Estados Unidos siempre se han equivocado respecto al futuro socio político de Cuba. En sus predicciones acostumbran a recurrir al argumento de que la represión obliga a los cubanos a asumir determinadas conductas, entre ellas acudir a las citas multitudinarias en la Plaza de la Revolución para significar su apoyo al gobierno.

Sin dudas que presiones de todo tipo, entre ellas ser mal vistos en el centro laboral por los sindicatos oficialistas, son utilizadas para que la gente acuda a esas marchas. No es menos cierto que las presiones de organismos de barrio a la hora de las votaciones, hace que las personas no solamente concurran a las urnas, sino que marquen un SÍ donde interiormente, quizás preferirían marcar el NO. Respecto a esto último debemos aprovechar para señalar que, aunque muchos criticamos el sistema de votación cubano donde los aspirantes quedan reducidos a una sola persona, la diferencia entre un voto favorable o uno desfavorable legitima o invalida a quienes representan los intereses más oficiales. Por tanto el voto cuenta y es totalmente válido y legítimo.

Los órganos de inteligencia estadounidense se equivocan, porque nunca consideran la esperanza que los cubanos tienen por un mundo mejor que el representado por el estadounidense y porque desconocen su idiosincrasia y las huellas dejadas por su intervención en Cuba, durante la Guerra de independencia contra España.  Minimizan además el tono criollo del proceso revolucionario cubano, que si bien es cierto se enfrascó en un tipo de Revolución que no requería y que hoy es posible comprender, ha tenido la voluntad de ajustarse a los clamores de la población y ha actuado en coordinación con esa ciudadanía.

La esperanza ha primado sobre los turbios ofrecimientos de un país poderoso que, más allá de esas promesas, solamente le ha enseñado a Cuba las garras de la agresión y objetivamente se presenta como el enemigo que acecha un botín y no como el posible aliado, dispuesto a ayudar para recibir a cambio y en proporción a la ayuda.

No podría concebirse que Dan Restrepo, en representación de su cargo, a estas alturas del juego, repita las palabras que han impedido un acercamiento con la Isla. El problema de Washington estriba en que para hablar pide la rendición. No lo decimos nosotros, lo han dicho muchos a lo largo de estos cincuenta años, incluyendo partes y correspondencias oficiales del gobierno cubano.

Si verdaderamente la Casa Blanca, con su empleado el Presidente Barack Obama, continúan pensando de esa manera, la solución para unas relaciones normales entre ambos está lejos de ser cierta.

El comienzo de la solución consiste en reconocer que el Estado cubano marcha hacia una organización que, por primera vez, ha podido separarse de la influencia soviética, quien en su momento y por circunstancias explicables históricamente, secuestró el pensamiento renovador que por vez primera definió la economía como ciencia, identificándola junto con otros clásicos de la época, como una categoría sociológica.

Como segundo aspecto, Washington y el Estado representado por el gobierno estadounidense, tiene que reconocer que Latinoamérica y el Caribe marchan por senderos de reformas profundas, las cuales están cambiando el pensamiento de la gente y los conceptos sobre apropiación y administración.

Estos dos aspectos son básicos, para que Estados Unidos siente bases que en el futuro le permitan ejercer una política de menos injerencia en los asuntos internos de terceros Estados que, no solamente le son ajenos sino que responden a poblaciones con criterios históricos diferentes al suyo.

Es tiempo ya, que los discursos al estilo del funcionario Dan Restrepo se dejen a un lado, como es tiempo también que los latinos como el señor Restrepo que laboran para el gobierno de Washington, se dispongan a estudiar objetivamente la evolución que tiene lugar en sus países de origen.

Solo así podrán prestarle mejores beneficios a Estados Unidos, a quien entregan sus buenos oficios, contribuyendo de esa manera a su crecimiento, y convirtiéndolo en un buen vecino que para siempre deje de ser el fantasma monstruoso de una permanente amenaza.

 Cambiar de lenguaje muchas veces es una buena manera para cambiar el pensamiento.

(*Periodista cubano radicado en Miami)

 

 

 

 

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