REQUIEM POR MAMÁ
Luis Sexto
Ya soy adulto: Mamá acaba de morir. Y ahora miro atrás y no evito el lugar común más verdadero y elocuente de todos los idiomas humanos: qué breve ha sido el tiempo. De mi archivo saco la foto que un amigo hace poco me envió por correo electrónico. Ella es la tercera de derecha a izquierda, cuando sus 16 años le prometían la eternidad en el pueblito de su adolescencia y de mi nacimiento: General Carrillo, barrio de su Remedios natal.
Estábamos lejos; ella en Miami, con todo sus hijos, menos el mayor, que siempre tuvo ideas locas como leer mucho desde niño, y luego antojarse de ser cura, y luego salir del seminario y seguir viviendo y corrigiendo sus yerros, como allí le enseñaron los Salesianos, y más tarde meterse a revolucionario mezclando en un mismo cáliz la fe y la política, y el amor al paisaje y a la historia de Cuba. Mamá emigró, y no la culpo, porque si emigró tempranamente, en los 60, no fue a causa de la política, sino de un querer vivir como soñaba: en una casa linda, que no poseía en Cuba, para que sus hijos trajeran a sus novias sin avergonzarse. Emigró también, porque ella era hija de emigrantes canarios, y en su sangre llevaba la tendencia a marchar donde suponía que viviría mejor, como pensaron abuelo José y abuela Serafina cuando se echaron a navegar por el Atlántico. Pero mamá tuvo la entereza de seguir siendo ella: maternal hasta morderse la soledad y repartirse. Tan cubana, que ni inglés quiso aprender, porque en su casa -decía- siempre se habla español.
Sí; el espíritu emprendedor de mamá, esa inconformidad que mis hermanos y yo heredamos, la aventó hacia la emigración. Y trabajó y trabajó, y un día de 1998, por la obra anónima o con el nombre de mil corazones, llegué a su casa de Miami con mi hijo, de casi 14 años, moribundo. Juntos ella y yo íbamos a luchar para salvarlo. Y estuvimos un mes entero en una habitación del Children´hospital. Y al cabo lloramos juntos lo irremediable. Sí, porque ante lo irremediable lo único que nos corresponde es llorar, entrañable manifestación humana que ahora, cuando vuelvo a llorar, no me avergüenza.
La política no nos separó, como tampoco nos ha separado a mis tres hermanos y a mí. Nos queremos como mamá nos enseñó: Luisito, decía, tú eres el mayor, y eres el responsable de tus hermanos. Cuando yo no esté o no esté tu papá, eres el papá. Y así fue. Y si algo echo yo de menos, entre tantas cosas imprescindibles para mi alma, es el no tener cerca a mis hermanos, que me quieren como nunca les podré pagar.
En junio pasado, fui a Miami. Su vida finalizaba a los 84 años, recién cumplidos. No me reconoció; sus ojos me miraban sin luces. Y tampoco su lengua podía moverse con aquella libertad con que se defendía cuando estimaba ser avasallada. Permanecí allí 15 días, yendo dos o tres horas, con mi hermano menor, a rendirle a aquella vieja una guardia de honor, en la que estaba, de pie, la gratitud por habernos traído a la vida y por habernos educado en la honradez y la unidad familiar. Llegó a reunir a tres de sus hijos cerca de ella. Y siempre con ella. Menos ese hijo mayor, el único que no tengo conmigo, tú, mi hijo. Y yo le decía, casi copiándole a Martí la frase: y qué culpa tengo yo de haber nacido de ti creyendo en la lealtad.
Oh, sí, vieja, qué culpa tengo yo de haberme quedado sin ti. De haberme vuelto adulto a mis 66 años, porque ahora soy un huérfano, doble huérfano porque papá también se durmió una noche y aún no ha despertado. Qué culpa tengo de continuar aprendiendo con los días que, como dice el salmista, la vida dura lo que un suspiro; pasa como una sombra…
Ahora, como consuelo, recuerdo los versos de Diego Vicente Tejera; no sé si me vienen literalmente, pero él, ahora, tiene razón: las madres mueren para el mundo, para sus hijos no. Y desde tan lejos, solo atino a escribir estas palabras, para que veas que sigues viva en mi vida, como yo he muerto un poco en tu muerte. Dios te acoja en Su misterio, Elda María Sánchez Mesa. Mi madre.
La Habana, 18 de septiembre de 2011
5:50 a.m.
10 comentarios
Luis Sexto -
Luis Tovías Baciao -
lázara -
melva -
Luis Sexto -
Guillermo Alvarez -
Bueno, solo hasta que formaste tu hogar junto a tu mujer, a quien tambien le tome aprecio desde la primera vez que visite tu casa y a Luisito tu hijo mayor, que por aquel entonces tendria unos siete u ocho años. Y mas tarde a tu segundo hijo, que tambien como el pequeño principe hoy vive en algun asteroide de su planeta, seguramente rodeados de angeles.
El dia que me avisaste de la partida de tu mama, trate de comunicarme con tu hermano Carlos varias veces y resulto inutil, hasta este ultimo sabado en que fue el quien me localizo.
Que mas podria decirle diferente de lo que se dice en estos casos, porque las palabras se pierden y no se consiguen las necesarias para apaciguar el dolor.
Solo te deseo que sigas adelante hermano, que te repongas pronto de esa herida cuyo ardor no deja que nunca se cierre, que solo podemos ponerle una curita y se mantiene ya para toda nuestra vida en recuerdo inolvidable.
De mas esta decirte que te aferres a tu trabajo, lo mismo ante tu computadora, como antes frente a las viejas maquinas de escribir, o ante tus estudiantes de periodismo en La Universidad de La Habana, porque creo que en momentos como estos, no existen diferencias politicas,ni religiosas ni de ninguna indole. Y se que quienes no estan de acuerdo con tu modo de pensar, se han quitado el sombrero para decirte ese "Lo siento", que tanto nos conforma.
No he querido introducirme jamas en los intercambios de ideas con tus lectores por respeto a ti y a todos, porque tambien ellos merecen ser respetados, pero te deseo de todo corazon, si ello te hace sentirte mejor, no abandones nunca este nuestro
dificil y reconfortable a la vez, oficio de escribir.
Un eterno descanso para tu mama, extendido a Carlos, a Tico, a Maria y a ti.
Carlos -
Uno puede casarse y tener familia, pero no es hasta el dia en que dejamos de ser hijos, cuando nos sentimos desprotegidos de ese amor unico que nos da una madre.
Luis Medrano -
Fabián Pacheco Casanova -
FREI CLETO -