DE LOS ERRORES Y OTROS DEMONIOS
Por Luis Sexto
El 10 de octubre, día que no es un día común en Cuba, cobra hoy, especialmente, una actualidad singular. Nos pide que apartemos la rutina del feriado, de la efeméride litúrgica, para elevarlo al rango de una fecha que nos dicta un proceder sin el cual nuestra historia no hubiese sobrevivido.
La unidad es, en Cuba, la fórmula política más antigua y más nueva. Cuando faltó en 1878, la causa nacional de la independencia tuvo que esperar a que Martí, el Unificador, fundara el partido Revolucionario Cubano, en cuya ágora cabía, en plenitud de igualdad, el esclarecido empuje como el empuje humilde. Bastaba que fuera cubano de toda cubanía, porque cubana era más que blanco, más que negro, más que anciano, más que joven, más que creyente o no creyente…
Cuanto de progreso en lo político y lo social ha edificado nuestro pueblo, ha sido mediante el concierto, la directriz suprema de la unidad, que da fuerza en lo diverso. No será imprescindible detenerse ahora en el relato pormenorizado de tanto episodio. La unidad, como ha sido en nuestra historia ayer, es hoy el concepto definitorio de la mejor política cubana. La realidad, que se destaca hoy por su contundencia, golpea en el hombro y también en el estómago. Y no exige un ojo muy afilado para interpretar sus signos principales.
¿Qué ocurre? Que la nación y sus conquistas revolucionarias de independencia, justicia, solidaridad afrontan el más erizado riesgo de su curso. El último obstáculo suele ser el peor. Y lo es, porque los anteriores ya han sido superados.
Hay en Cuba, así, una única necesidad: salvar el país de las secuelas de los huracanes y los maleficios rezados y actuados desde el extranjero, y salvarlo también de las inconsecuencias de errores acumulados. O lo que es todo lo mismo: resguardarlo del sometimiento al extranjero y de la fragmentación del capitalismo….
La política es la ciencia de la hora, la ciencia de responder al momento con el código que el momento reclama. Aunque ciertos contenidos jamás envejecen, lo de ayer puede ser lo de hoy si tiende a colmar las urgencias actualizadoras de la política.
Desde el 10 de octubre de 1868, desde aquel amanecer en que un hombre símbolo –Carlos Manuel de Céspedes- se despojó de lo suyo, esto es, de sus riquezas, su posición, sus aspiraciones individualizadas, para asumir en sí, en su abnegación, las necesidades y el ideal de los cubanos; desde aquella madrugada Cuba cuenta con un modelo que nos hace recordar: La unidad implica sacrificios y riesgos. Porque habrá que dejar fuera del caldero común de la nación, lo que cada uno tiene de egoísta, de celador suspicaz de sus excesos, para sumarse a la necesidad de todos.
Por ello, por cuanto obliga, no habrá unidad sin comunicación, sin el intercambio que nos congregue mediante la explicación, el raciocinio que, atento a cualquier grieta, nos convierta en un fajo de comprensión.
Me pongo –e invito desde mi espacio modesto de observador que se quema, pues cree en su patria y en la obra de sus mejores compatriotas-, me pongo, digo, e invito a reflexionar en nuestra situación. A voltear de vez en cuando la cabeza atrás. No sé debe de vivir mirándonos hoy, sin que la vista de largo plazo provea qué hacer para el futuro, ni sin que de vez en cuando pensemos qué hacemos ahora que hayamos hecho antes y que la práctica haya tildado de erróneo. El acto de independencia del 10 de Octubre fue un acierto. El Zanjón, un error. Y Martí organizó el 24 de Febrero tratando de evitar que en la nueva campaña se cometieran los mismos errores. Por ello, si la táctica a veces se improvisa ante la demanda urgida de la realidad, la estrategia repugna la improvisación. Hoy, sí. Y mañana qué. Porque lo peor de los errores de ayer es que se cometan hoy.
Ese, me parece, es uno de los mensajes más claros de nuestra historia. Y si alguien me reprochara que yo no soy claro, advierto que hay verdades que han de verse iluminadas desde dentro de cada conciencia, con esa luz que difunde el vivir hoy aquí, con la presencia de lo que fuimos ayudándonos a ser lo que somos. Y, sobre todo, lo que necesitamos ser. Esta, lo que necesitamos ser, es nuestra mayor responsabilidad ante la historia que el 10 de Octubre, fecha más de inquietud que de holgorio, nos hace recordar en medio de nuestras comprensibles incertidumbres. Y de nuestras irrenunciables certezas. (Publicado en Juventud Rebelde)
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