MEMORIAS OCULTAS DE LA HABANA
¿Quiere usted saber cómo murió José Lezama Lima, el novelista de Paradiso, o conocer cuál fue el crimen del siglo en La Habana, o adentrarse en los pormenores del caso de la trucidada de la calle Monte y además enterarse de duelos y duelistas, y de decenas de episodios que matizaron la vida de la capital cubana en el siglo XX? Si quiere, busque Las memorias ocultas de La Habana, del periodista cubano Ciro Bianchi Ross. Le garantizo que lamentará que el libro, como toda obra o vida humana, tenga fin y que por ello sea breve.
Los temas que el volumen explaya y especifica en sus pormenores, en el espacio de 267 páginas, habrán de interesar por sí mismo. Pero, en particular, por su autor. Ciro Bianchi ha sido, en los últimos 45 años, uno de los periodistas que cotidianamente, con una aplicación y una seriedad ejemplares, ha sazonado su prestigio con las especias de lo profundo y lo ameno, lo verídico y lo imaginativo. Nacido en 1948, Bianchi ha madurado su quehacer en la escuela de los clásicos del periodismo cubano, asimilados en el acercamiento a libros, revistas y periódicos viejos, o en la relación frecuente cuando algunos de los maestros vivían aún en la primera juventud del discípulo. Por ello, no hay riesgo cuando uno asegura que en su obra están presentes, bendiciendo al autor, periodistas como Enrique de la Osa, Eladio Secades, José A. Benítez, Lino Novás Calvo, Pablo de la Torriente, Jorge Mañach… Unos con más evidencia que otros. Todos influyendo, al menos, con sus lecciones de rigor.
He dicho, en otro momento, que Bianchi por la seriedad de su oficio es un periodista labrado a la usanza antigua. Es decir, siguiendo estilos y disciplinas que honran la veracidad, la síntesis y la calidad de los enunciados del periodismo. Aunque por fuera vista ropa ligera propia de un clima caliente como el de Cuba, por dentro lleva el traje y la corbata de aquellos personajes de los periódicos en los 30 y los 40, cuando prosperó nuestro mejor periodismo, el formalmente mejor dotado, el más agudo y polémico.
Lo juzgo claramente: investigar en el pasado para estas crónicas históricas o de sucesos notorios de lo que Miguel de Unamuno llamó la “intrahistoria”, requiere de talento para no confundir verdad y rumor, y para saber sortear el patetismo de viejas galletillas, juzgando el pasado con una irónica y amable sonrisa.
En este libro no está toda la memoria oculta de La Habana. Pero uno pulsa las letras de lo pretérito con la sensación de que todo ha sido reciente. Porque el periodista Bianchi busca en papeles, pero también en la memoria viva de viejos testigos. Si nos habla de Hemingway, acude a Gregorio Fuentes, en algún instante del longevo -aunque ya hoy difunto- patrón del yate Pilar, donde el narrador de Adiós a las Armas navegaba tras las agujas de la Corriente del Golfo.
Me falta decir que el autor de Memoria oculta de La Habana pose la varita mágica del olfato. No existe periodista sin la capacidad de intuir qué es lo interesante y dónde se encuentra. Bianchi se destaca, en particular, por su carisma de entrevistador. ¿Habrá otro como él entre nosotros? Por esa razón, entre sus libros sobre García Lorca, Hemingway, y otras figuras, sobresalen entrevistas como Voces de América Latina y Oficio de intruso, donde dejó la prueba de su vocación entrevistadora.
Cuanto he dicho, lo creo justo y necesario, como dice un texto del misal católico romano. Y después de haberlo dicho, me siento como el que ha cumplido un deber insoslayable. Los libros suelen defenderse solos después que el autor los libera, cosidos por el lomo con el sello de una editorial. Memoria oculta de La Habana tiene el de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Pero, aunque eso baste para prometer calidad, he recomendado a su autor, porque los libros habitualmente se parecen a sus padres. .
30 comentarios
Fabian Pacheco Casanova -
León Felipe -
chucho -
Fabian Pacheco Casanova -
Mónica Loyola -
¿Por qué autorizó a Loló de la Torriente a que cobrara el dinero del Paradiso mexicano?. Esos documentos, a los que no se alude, están publicados, no solo la carta de autorización a favor de Loló sino los estados de cuenta de la editorial. Por otra parte, María Luisa, la esposa de L, murió peleada a muerte con Eloisa por el despojo que Eloisa había hecho a Lezama y a ella de los derechos, no solo del Paradiso en ed. inglesa, sino de otros lugares, donde ella pudo hacer valer la carta de Lezama que la autorizaba a cobra esa ed y no otras. A Tal punto que muerto Lezama siguió cobrando, desconociendo las editoriales el derecho de la viuda, a quien Lezama designó heredera univeral.
Otra cosa. Cuando Lezama fue invitado por la UNESCO a París con motivo del centenario de Gandhi, Lezama tuvo todas las oportunidades de salir y llegó a contar con los documentos necesarios para el viaje, suyo y de su esposa. No quiso ir, se arrepintió a última hora. Nadie le impidió ni obstaculizó su viaje. Después, ya en los últimos años, los años finales, Maria Luisa era quien quería viajar,pero L, no. Cierto es que en los últimos años, sucios años aquellos, hubo muchas incomprensiones e intolerancia con lezama y otros escritores. Es verdad y debe decirse. pero cierto es también que pese a todos los reclamos, L se negó siempre a publicar sus libros en el exterior si antes no se publicaban aquí. Fueron años de silencio, pero no de inactividad pues no dejò de escribir.
Es ciero que Chantal Triana tomó fotos del entierro. Es cierto que allí fueron muchos no por admiración o aprecio por L, sino para comprobar si estaba muerto, entre ellos Adolfo Martí, que había sido el brazo ejecutor de la intolerancia contra Lezama y que se constituyó al lado del cadáver desde su llegada a la funeraria hasta la hora del entierro. No fue ni a hacer aguas el tipo... Cierto que allí estaba benedetti, al que Lezama apodaba "el pesado del arrabal". Pero los amigos eran más. Eloisa nunca ha querido aceptar verdades.
No es extraño que el barbero y cirujano Moreno reclame ahora la exclusividad sobre la verdad de la muerte de Lezama. Quiere publicitar su pretendido libro en preparación. En ese momento Moreno ni siquiera había terminado la carrera; era un estudiantico de quien Lezama se valía por simple comodidad, y fue en definitiva incapaz de acertar en el diagnóstico y tratamiento. Por ese camino hubiera exterminado al grupo Orígenes completo. Fue médico de prisiones antes de pasar al calixto García. Alguien dijo una vez que era mejor médico que poeta, pero parece que tampoco es así. Lo que si sabe hacer muy bien el barbero y cirujano Moreno es aparecer donde no lo llaman, salir en las estampitas y sacar jabas en la recpeciones para llevar comida para su casa.
En efecto, Sicre fue el mascarita de Villena. El Camporino en cuestión se llamaba Juan.
Fabian Pacheco Casanova -
Gualterio Nunez Estrada -
Gualterio Nunez Estrada -
Gualterio Nunez Estrada -
Gualterio Nunez Estrada -
Gualterio Nunez Estrada -
Gabriel -
Efectivamente, el artículo que no me gustó no estaba escrito por usted.
Debí de haberme dado cuenta, ya que no estaba escrito con su estilo.
Sus escritos tienen sustancia.
Es muy difícil ser un buen escritor. El primer problema es tener algo que contar, que no es poco. El segundo problema es contarlo bien.
Si además pedimos que el escritor cuente algo nuevo, la dificultad se multiplica.
Por todo esto le tengo gran respeto a los escritores. Algunos ingenuamente creen que cualquiera puede ser escritor. Parece que sólo hace falta un lápiz y papel. Nada más lejos de la realidad.
Escribir bien es extremadamente difícil. Cuando se logra dominar ese arte el resultado es espectacular.
El lector pasea la vista por las palabras sin sufrir el mínimo esfuerzo. Y los más sorprendente es que no queda ni rastro del sudor del buen escritor.
Ahí está la clave: escribir sin dejar la mínima traza de sudor.
Los lectores que hayan sido escritores me entenderán perfectamente.
Un abrazo.
Gabriel
Fabian Pacheco Casanova -
chucho -
Gabriel -
Los gobiernos no tienen que apoyar a ningún poeta. Simplemente tienen que dejarles hacer.
Los gobernantes gestionan un dinero público que no les pertenece. Ese dinero se lo han dado los ciudadanos. Por tanto, dado que los ciudadanos son muy diversos y poseen opiniones discrepantes, los gobernantes no pueden usar el dinero de los ciudadanos para apoyar a poetas de su gusto del gusto de los gobernantes, se entiende, ni siquiera disponiendo de una mayoría parlamentaria. Si un gobierno apoyase a un poeta en particular, estaría casi con total seguridad cometiendo un acto de corrupción, ya que emplearía dinero público para beneficio privado. Personalmente entiendo que usar dinero público para promover la ideología propia es emplearlo para beneficio privado.
Sí es legítimo emplear dinero público para proteger a los poetas como colectivo, ya que entonces no se hace para promover una ideología privada, sino para beneficio de la población en su conjunto.
Hay que aclarar que TODAS las ideologías son privadas, ya que todo individuo tiene derecho a pensar como quiera y organizar su vida según su propia forma de pensar, mientras no perjudique a nadie. En eso el Estado no tiene derecho a interferir.
Conviene aclarar la otra parte de la moneda: al poeta hay que dejarle hacer, sin poner ningún impedimento. El poeta tiene derecho a publicar su obra y a moverse con total libertad sin trabas de ningún tipo.
No sé cual ha sido la relación de José Lezama con el gobierno cubano. En todo caso no le objetaría para nada al Gobierno que no haya apoyado a Lezama. Sin embargo, sí le objetaría que no le dejase hacer.
Un saludo
Gabriel
Anónimo -
Entiendo que esa frase fué el resultado de una época eufórica donde la pasión por construir una sociedad nueva pesaba más que el respeto a los discrepantes.
Sin embargo, me gustaría llamar la atención sobre otra frase todavía más dañina: "Socialismo o muerte."
Esta frase tiene dos lecturas. Puede significar una autoafirmación de los propósitos propios: el que emite la frase expresa que él mismo prefiere la muerte a la ausencia del Socialismo.
Existe una segunda lectura. Esta frase se puede entender como una flecha dirigida desde un socialista al que no lo es. En este caso se convierte en una amenaza de muerte: "o te conviertes al socialismo o te mueres."
Más de uno me dirá que la segunda interpretación es rebuscada. Si os poneis en la piel de un cubano que por el motivo que sea se opone a la Revolución, esa segunda interpretación es la más natural.
La frase "Socialismo o muerte" está cargada de generosidad y entrega... según una lectura. Y de un profundo odio... según otra lectura.
Un saludo.
Gabriel
Gualterio Nunez Estrada -
chucho -
León Felipe -
chucho -
Gabriel -
Anónimo -
Un simple análisis demuestra que las economías tienen ciclos y una mala administración de los recursos es capáz de cambiar los ciclos en una nación, que es lo que ocurrió en el gobierno de Allende al piterase las reservas internacionales y emitir escudos generando la hiperinflación por un lado y una baja en la producción industrial. El príodo de recupercaión de una catástrfoe de esa envergadura son cinco años, es decir si la catástrofe fue en 1972 solo en en 1977 si es que se toman las medidas correctas se comienza a salie del hoyo, que ffue la herencia económica del desastre de la UP.
El mayor fracaso en la histpria moderna del hombre sigue siendo el socilaismo en todas sus formas. La revolución rusa sembró una nueva forma de lucha que es matar a quien piensa diferente. La imposición de elementos que contradicen la esencia del ser humano es la piedra de tope del socialismo, es en ese punto donde a larga fracasa, el tratar de dominar la mente, los movimientos, los credos son anti naturales y socava al ser humano en su esencia.
La caída del muro de Berlín en 1989 refleja el gran fracaso de una ideología basada en elementos que no representan al hombre. La construcción de una muralla en Alemania en 1960 es el reflejo del fracaso
Zenia Obsequiado -
Gabriel -
Gabriel
Carlos -
Fabian Pacheco Casanova -
chucho -
La muerte de José Lezama Lima (Apuntes de un biógrafo aficionado)
Escrito por: josehdez1942 el 10 Ago 2007 - URL Permanente
Sobre la muerte de Lezama, como sobre casi toda su vida, se agolpan numerosas versiones, disímiles en un buen número de detalles, coincidentes en unos pocos.
Según Ciro Bianchi, pocos días antes de su muerte Lezama comenzó a padecer incontinencia urinaria y parece que en algún momento llegó a orinar sangre. Prats Sariol, en artículo publicado el año pasado, habla también de una cistitis, causa de la incontinencia prostática, y agrega fiebre a los síntomas desde el 31 de julio, es decir, 10 días antes de la muerte.
Aquí las cosas empiezan a enturbiarse. Según Bianchi, la visita de Alba de Céspedes al poeta enfermo, el viernes 6 de agosto, provocó una llamada de Alfredo Guevara al día siguiente por la mañana, diciéndole a María Luisa que todo estaba previsto en el Pabellón José Elías Borges del Hospital Calixto García para recibir a Lezama; que allí lo esperaba el cuerpo médico en pleno y que una ambulancia había salido ya a buscarlo. En efecto -asegura Bianchi-, conversaban todavía Guevara y María Luisa cuando el vehículo aparcaba frente a la casa de Lezama.
Más allá del detalle casi cinematográfico del relato, parece que el entonces presidente Osvaldo Dorticós estaba realmente preocupado por la posibilidad de que Lezama (por entonces, en cuarentena ideológica) pudiera morir de pronto en Trocadero y se suscitara algún miniescándalo en la prensa extranjera.
Según el testimonio de Bianchi y Roberto Fernández Retamar, la noticia de la enfermedad de Lezama circuló con rapidez a los más altos niveles. Dice Retamar que él en cuanto lo supo acudió a la casa de Trocadero, aunque no pensé que se tratase de algo serio. Sin embargo, según Prats Sariol, esos últimos días Lezama sólo recibió en su casa a Fina García Marruz y Cintio Vitier, el Padre Gaztelu, Chantal y Pepe Triana, Bilbao y Reinaldo Arenas, Umberto Peña e Imeldo Álvarez.
Hay otros testimonios aseverando que Fina y Cintio por entonces distanciados de Lezama- no fueron a Trocadero ni al hospital. La razón pública fue que la madre de Cintio estaba, por la misma época, muy enferma. En cuanto a Arenas, como veremos luego, no estaba en La Habana en esa fecha.
Coinciden los testimonios (con una excepción que luego citaré) en que el doctor José Luis Moreno del Toro actuó con el debido profesionalismo. Prats Sariol comenta el temor del galeno a que Lezama (un fumador asmático de unos 125 kilos de peso) acumulara [a causa de sus problemas en la próstata] secreciones que podían derivar en una neumonía.
El propio Moreno del Toro, que además de médico es frondoso poeta, dio una entrevista en febrero del 2003 en la que se refiere a la versión de Bianchi como inexacta y aprovecha para comentar un libro suyo (inédito) titulado El paciente impaciente. Mi amistad con Lezama: En un capítulo están las últimas horas de Lezama, el único que puede hablar y saber exactamente qué pasó soy yo.
No está de más recordar aquí que hace algunos años Norberto Fuentes, que también sabe de lo que habla, se refirió a esta "síntesis de Apolo y Esculapio" como un Mengele criollo, informante de la Seguridad del Estado sobre el vasto "tema Lezama":
Si eras gordo, asmático, casi imposible de mover en tu humanidad de cachalote rendido, como era el caso de José Lezama Lima, entonces te clavaban con la presencia permanente de un médico para atenderte. El doctor José Luis Moreno del Toro (este sí nombre verdadero pero no de guerra) fue el sonriente Joseph Menguele criollo que le situaron como médico de cabecera al autor de Paradiso, y por cada auscultación de pecho y pulmones o un poco de salbutamol, el líquido prodigioso para rellenar su aerosol de inhalación, le sacaba dos párrafos de un informe."
Según Bianchi, el sábado 7 por la mañana Lezama se negó a salir de su casa. Dijo: Hoy no estoy para hospitales; mi mente no está acondicionada aún para la mudanza. (Lezama tenía la poética costumbre de referirse a la muerte como "la Gran Mudada" o la "Gran Enemiga".)
Ese mismo día, siempre según Bianchi, Lezama habría sufrido una caída en su casa, que obligó a María Luisa a hacer esfuerzos poco verosímiles para incorporarlo. El poeta tuvo fuerzas para responder dice Bianchi- y, apoyado en su esposa, caminó hasta la cama. Allí se desplomó, quedó tendido de tal manera, que María Luisa debió buscar la ayuda de dos transeúntes ocasionales para que lo acomodaran en el lecho.
El domingo 8, a instancias de Moreno del Toro, volvió la ambulancia. Lichi Diego y Prats Sariol cuentan que los enfermeros debieron sacar al paciente por la ventana-balcón de Trocadero pues la camilla no tenía espacio para doblar entre la puerta del departamento y la de la calle.
Ya en el hospital, después de algunos trámites confusos, a Lezama le diagnosticaron una pulmonía. Estuvo consciente al menos hasta las ocho de la noche. En ese lapso habría recibido la visita de Virgilio Piñera y otra de Retamar, que se permitió una broma con carga ideológica (recuerden que estamos en 1976, y el más grande poeta argentino es todo un "apestado" literario):
Joseíto, le dije ( ) tienes que portarte bien y dejarte hacer todo lo que sea necesario. Fíjate que te han traído al pabellón Borges, que es a donde traen a los buenos poetas. Si no lo haces, te mandarán al Sánchez Galarraga.
Al salir del Calixto, Retamar llamó a Eliseo Diego para avisarle de que Lezama estaba ingresado, pero que se trataba de algo sin importancia. Al anochecer, habría vuelto a llamar al enfermo por teléfono: Me confesó que se sentía mejor, y hasta halló ánimo para bromear conmigo: Cuando creían que había descendido a la mansión del Hades, me encuentran en Guanabacoa, bailando una rumba.
Durante todo ese día, Lezama se mantuvo de buen humor. Prats Sariol y su esposa, que también acudieron a la hora de visita, se encontraron a un Lezama optimista, burlándose de su gordura con la de Santo Tomás, bajo la certeza de que la enfermedad doblaba por la esquina, a perderse. No fue así. Se había desarrollado lo que llaman EPOC (enfermedad pulmonar crónica obstructiva) y su corazón, frágil y apesadumbrado, empezó a emitir mensajes alarmantes.
Aquí es donde, al parecer, la asistencia médica falló. Los médicos de admisión se tomaron la dolencia a la ligera, y recetaron medicamentos sin calcular que el corazón del asmático crónico podía fallar. No eran, por cierto, los famosos especialistas prometidos que debieron esperar al enfermo al pie de la cama. Moreno del Toro, especialista en Cirugía, tenía la mejor disposición, pero todo parece indicar que no estaba a la altura del caso. Prats Sariol resume su impresión en unas líneas elocuentes: los pronósticos enrevesados se aciclonaban, sobre todo entre nosotros, los neófitos que oíamos a los médicos discutir variantes clínicas, recetar medicamentos, especular.
Horas después, a Lezama le sobrevino un paro cardíaco que, según Prats Sariol, el doctor Moreno decidió tratar en una operación a corazón abierto, darle masajes a ver si el músculo vuelve a trabajar. No resultó: a las dos de la mañana del lunes 9 de agosto de 1976, José Lezama Lima ya era cadáver.
En opinión del doctor Moreno, las 24 horas perdidas fueron fatales. La culpa, entonces, sería de Lezama, por tozudo oblomovista. Como el doctor conoce todos los detalles del triste asunto, es lógico que no esté de acuerdo con la versión de Bianchi, que al invocar un poético paralelismo biográfico (Lezama decía que su padre había muerto de una tonta pulmonía. Otra tonta pulmonía se lo llevaría a él también) pasa por alto que Lezama no murió de pulmonía, sino de un infarto. Todo parece indicar, por cierto, que no hubo autopsia.
Según su hermana Eloísa, que recibió en Miami la noticia del ingreso a las 11 de la mañana del domingo, Lezama no estuvo todo lo bien atendido que debiera:
En el Calixto García no lo vió ningún especialista pulmonar y los médicos del hospital no llegaron porque era el fin de semana y no había asistencia médica Mi hermano murió sin asistencia médica especializada. Esa noche después de que falleció, hablé con Cintio, que me dijo: 'Toda Cuba llora, tú estás confundida'. Yo estaba brava porque, ¿cómo es posible que a mi hermano no le hubiesen dado la mejor atención médica? Claro, su salud estaba deteriorada. Él fumaba mucho, mucho. Esa fue en parte la causa de su muerte. Pudo haber vivido mucho más.
El velorio tuvo lugar en el tercer piso de la funeraria Rivero, en Calzada y K, en el Vedado. Allí estaban según testimonios diversos, Cintio Vitier y Eliseo Diego con sus esposas Fina y Bella, Monseñor Gaztelu, Octavio Smith, Portocarrero... Pasaron esa tarde Alicia Alonso, Raúl Roa y su esposa, Juan David, Ambrosio Fornet, Umberto Peña, Félix Beltrán, Adigio Benítez... También la tropilla de la UNEAC: Ángel Augier, el Indio Naborí, Luis Marré, César López (tengo dudas sobre su asistencia; ¿por que afirmó, entonces, en entrevista con Carlos Espinosa que "en los últimos años de su vida no lo vi, ni lo visité, ni siquiera hablamos por teléfono"?) y, -según Prats Sariol- los jóvenes "que entonces se nucleaban en torno al mensuario cultural El Caimán Barbudo". Confirmados, además, Reynaldo González y Edmundo Desnoes, el propio Prats Sariol, Chinolope, Heberto Padilla, Belkis Cuza Malé, Manuel Díaz Martínez, Norberto Fuentes, José Triana y Chantal, Loló de la Torriente, el poeta peruano Winston Orrillo, se dice que hasta Mario Benedetti...
En una simpática nota publicada en la revista Vuelta, "¿Quién es ese Ciro Bianchi y por qué está diciendo esas cosas de mí?", Cabrera Infante asegura que al velorio también asistió Reinaldo Arenas, a quien convierte en su informante. Sin embargo, en una carta del 17 de agosto a María Luisa, el propio Arenas dice estaba por Oriente cuando supe la terrible noticia. Según la correspondencia aún inédita de Arenas con Jorge y Margarita Camacho, (algunos de cuyos fragmentos ambos tuvieron la gentileza de adelantarme hace años) la última visita que habría hecho Arenas a Lezama en Trocadero 162 fue el 26 de abril de 1976.
Otra descripción del velorio, con interesantes detalles, es la que hace Reynaldo González:
"En el salón, la llegada de muchos que apenas entraban a la capilla ardiente, ajenos como eran a aquella vida y a aquella muerte. Cumplían un rito oficial. Y me recordé en la pequeña morgue de la funeraria, junto a algunos de los mencionados por el cronista, más el escultor Osneldo García y la pintora Antonia Eiriz, todos aterrados, ayudando o estorbando el trabajo de Camporino, a quien le habíamos encargado que hiciera su mascarilla y la impronta de sus manos. El cadáver de Lezama amenazaba con cierto grado de descomposición, además de estar mal acomodado en el estrecho féretro. Era preciso hacerle algunas punciones, a escondidas de su viuda, que se negaba. El trabajo de la mascarilla y la mano devenía, pues, un pretexto, pero fue cierto. Aquel señor, Camporino, del cual sólo recuerdo su apellido, le había hecho la mascarilla mortuoria a otro grande de nuestras letras, Rubén Martínez Villena, y por ello lo contrató Umberto Peña. Para él era cuestión de oficio. Para nosotros, mover y tratar el cadáver de un ser muy querido y admirado, algo infrecuente y pavoroso. Quizás para romper nuestro sobrecogimiento, mi torpeza al untar glicerina a las manos del cadáver, consideró oportuno improvisar un chiste: Imagínense si en vez de ser escritor, el muerto fuera atleta, tendríamos que empavesarle las piernas completas, dijo. José Triana y Antonia Eiriz se abrazaron. Ella, comprendiendo la intención de quien era un simple operario, razonó: El chiste le hubiera gustado al gordo.
Aquí habría que corregir a Reynaldo en algunos particulares. Según Julio Girona, no fue Camporino sino Gómez Sicre quien se encargó (con la ayuda del propio Girona) de hacer la mascarilla de Villena. La de Lezama, al parecer, sí corrió a cargo de (¿Domenico?) Camporino, escultor de poca monta. Hoy reposa en la Casa Museo "José Lezama Lima", si no se la han robado.
Cintio Vitier tuvo que escribir su oración fúnebre en uno de los salones de Calzada y K, luego que María Luisa se negara en redondo a que el entonces vicepresidente de la UNEAC (Ángel Augier) despidiera oficialmente el duelo. También se ocupó de hacerle la crónica telefónica a Eloísa, angustiada en Miami: Cintio no hacía más que decirme por teléfono porque estuvimos hablando toda la noche desde la funeraria-: están las grandes autoridades, está Fulano y Mengano. Acaba de entrar Perengano. ¡Y a mí qué me importaba quienes estaban! Mi hermano estaba muerto y me torturaba pensar que ese cerebro tan privilegiado se lo iban a comer los gusanos.
"Por la madrugada, como suele ocurrir, sólo quedamos unos pocos -cuenta Prats Sariol-, aunque por allí habían pasado desde Alicia Alonso hasta René Portocarrero y Raúl Milián . Nuevo error: Portacarrero sí fue, Milián, según el testimonio recogido por Carlos Espinosa en su indispensable Cercanía de Lezama, se quedó en casa, llorando.
Dicen que Chantal Triana hizo unas fotos del entierro que, hasta donde yo sé, nunca se han exhibido.
Días después, Cintio Vitier publicó su oración fúnebre en La Gaceta de Cuba (un texto breve, poco inspirado y para nada heredero -como afirma Prats Sariol en un ataque de sublime comparatística-, de la oraciones fúnebres de Bossuet). Iba precedida de una nota donde se aclaraba que el destacado escritor y poeta cubano (sic) José Lezama Lima [falleció] víctima de una repentina enfermedad, y después de agotarse todos los medios y recursos de la ciencia médica.
Que Lezama fue condenado al ostracismo después del caso Padilla es asunto que muy pocos se atreven ya a discutir, y que yo he podido documentar in extenso. Le grababan las llamadas y confiscaban su correo. Dependía de medicinas que le mandaban amigos y conocidos desde el extranjero. Era un viejo con miedo, al que no dejaban salir de Cuba con María Luisa para que no se quedara. De que pasaba hambre y mil trabajos (a los que Carlos Barral se refirió en deleznable necrológica como patriótico sacrificio de placeres durante los años duros del bloqueo), hay numerosos testimonios, incluyendo, por supuesto, las tristes cartas a su hermana Eloísa.
La última carta que escribió Lezama fue el 5 de agosto de 1976, a Neus Expresate, la directora de Editorial Era, para decirle que no le diera el dinero de la edición mexicana de Paradiso a nadie que viniera en su nombre.
Con todos estos testimonios más que repasados, me resultó bastante desagradable toparme hace unos meses con un artículo de Eliseo Diego en Granma (8 de mayo de 1983), donde todas estas miserias que acompañaron, también, la muerte de Lezama se justifican como la opción fundamental de su vida.
Ernesto Hernández Busto
chuhco -
Cartas a EloísaJosé Lezama Lima En esta sección la revista digital Consenso publica textos imborrables de autores cubanos
La Habana, abril y 1971
Las dos últimas semanas las hemos pasado muy mal. Baldomera, con sus 87 años, se ha enfermado con una gripe titánica, imposibilitada de moverse, recibió el cuidado de María Luisa, que también cayó enferma. Cuesta mucho trabajo que loas médicos vengan a la casa; al fin el Dr. C. que se ha portado conmigo muy bien vino a vernos. Encontró a Baldomera con una gripe bronquial muy fuerte, pero su pulso, su presión y sus ruidos cardíacos, en asombroso estado para su edad. María Luisa por su problema de las coronarias, no puede hacer esfuerzos. Lo primero que le dijo el médico fue que no trapeara ni pasara la escoba, pero la que nos limpia por horas, que es muy informal y falta mucho, cayó también con la gripe y no nos ha podido ayudar en nada. Pocos días después caía yo con un asma y una bronquitis indomeñables. El panorama era de una cerrazón dantesca.
El cuadro no puede ser más sombrío, incierto y aterrador. Te escribo sin querer entristecerte, pero creo que tú, mi hermana tan responsable, debes de conocer. Para que sepas en los días tan angustiados en que nos hemos desenvuelto y que aún no hemos rebasado.
En marzo salieron la edición francesa y la italiana de Paradiso. Las dos son muy bellas. La italiana es sencillamente extraordinaria. El papel es excelente y luce en la portada un candelabro popular mexicano, como símbolo del barroco. La casa editora Saggiatore, que ha publicado el Paradiso, quiere publicar ahora La expresión americana y La cantidad hechizada. Esperemos a ver cómo se desenvuelven las traducciones en francés e italiano, todos dicen que son muy buenas y que están hechas con verdadero fervor.
Yo me quedé para enfrentarme con el destino espantoso de a desaparición de nuestra familia. Tú comprenderás lo que he sufrido. Vivo para el temor y la más arrasante melancolía. Las últimas semanas han sido de las más trágicas y desoladas que he pasado en mi vida.
Comprendo también que ustedes han sufrido; soy muy sensible al dolor de los demás, pero el dolor de ustedes tiene compensaciones y el mío no. Cada día más desesperado, más triste. Escríbeme, Eloy, necesito tus cartas como un consuelo y como si te sintiera de cerca.
(Vivo en la ruina y la desesperación).
Te besa toda la cara,
La Habana diciembre 20 y 1972
Queridísima Eloy: Ayer fue mi cumpleaños que, a pesar de ciertas amenidades festivas fue para mí muy triste, pues hasta que me acosté estuve esperando la llamada tuya. Ese olvido tuyo me ha entristecido, pues constantemente necesito el apoyo de tus letras y de tus cuidados. Cada vez que te oigo hablar, me alegro unos días y recuerdo tantos días felices. Además, este año faltaba la felicitación de la buena Rosita, que siempre llegaba con su cartica llena de cariños y de deliciosas anécdotas familiares. No se me olvida un instante de cada día, pues ya me inquieta terriblemente tantos años de ausencia y suspiro por un encuentro. Me van cayendo los años, acabo de cumplir 62 y sigo pensando en el día propicio en que nos veamos de nuevo. Yo creo que la ocasión cuando la UNESCO me invitó volverá a repetirse. En aquella ocasión la famosa epidemia me apoltronó de nuevo, es cierto, no que sea poco viajero sino que he viajado poco. Tú estás acompañada, Orlando, Orlandito, Ernesto y sus hijos, Marta. Yo estoy aquí solo con María Luisa, rodeado de soledad, con más soledad en la línea del horizonte. Recibí tu carta sobre el premio de Italia. Me extraña que digan que no han recibido ni siquiera una carta de agradecimiento. Les he mandado cables y les escribí dándoles las gracias. No he recibido la menor noticia ni exterior ni interior sobre el premio. Todo es muy raro.
Te recomiendo un milenario libro de sabiduría china I Ching o libro de las mutaciones. Es un libro de gran belleza y Confucio le dedicó los últimos 14 años a su estudio. Sus comentarios a esa obra son preciosos.
Quiero volver a hablar por teléfono contigo. ¿La voz? Se prolonga y su eco vuelve a renacer.>>
chucho -
..".«Las camisetas se hacen aquí imposible de adquirirlas. Las dan por libreta, solo dos por persona, que son las que han dado desde hace cinco meses... Pero todas esas cosas contingentes, me molestan, pero lo que nos es inquietante es la soledad metafísica, el silencio aterrador que nos rodea. He recordado mucho, hasta convertirla en vivencia, la frase de Nietzsche en el Zaratrustra: el desierto está creciendo. Qué frase para los tiempos que corren. Es el desierto, el desierto que crece indeteniblemente. Jamás pensé que los temas del existencialismo, la nada, la náusea, pudieran tener una presencia tan amenazadora. Si no hay libertad no hay posibilidad, no hay imagen, no hay poesía. Si no hay libertad no puede haber verdad. Y Cristo dice: Yo soy la verdad. La ausencia suya también como el desierto."»3
Chucho -