LA HISTORIA LOCAL
Por Luis Sexto
Lo aprendí tardíamente. De adulto. Crecí sin que nadie me dijera que en la porción sur de mi pueblo, bajo unos mangos, amarraba su hamaca o su caballo el Mayor General Francisco Carrillo. No había entonces historia local. Ni geografía de patio. Qué emoción cuando, muchos años después de marcharme, supe que aquel río donde me bañaba se nombraba Caunao.
También me sentí, que es lo esencial, más apegado a mi pueblo cuando conocí en apolilladas lecturas sus vínculos con el mambí remediano de las tres guerras. Si toda esa crónica local, si todos esos valores se me hubieran impartido allí, en mi pueblo, mi conciencia cubana habría sido más raigal, más palpable. Porque qué lejanos me parecían Demajagua, Baraguá, Baire, Las Guásimas, Jimaguayú, la calle Paula, el Castillo de la Punta. Que privilegios el de aquellos orientales y camagüeyanos y habaneros que nacían o morían en sitios con tanto eco glorioso.
Mi pueblo, sin embargo, poseía también su privilegio histórico. Había entregado su aporte a la nación. Pequeño, pero propio. Ahora ya no me avergüenza que mi villorrio natal apenas se aprecie en el mapa junto a Remedios. Mi mapa histórico es, en mi conciencia, más profundo. Parte de aquella aldea de tres o cuatro calles y casas de madera y tejas, cuyo origen radica en unos mangos insurrectos y se agranda con la presencia de Camilo Cienfuegos y una conferencia azucarera en 1958.
Estoy convencido. La identidad nacional brota, se apuntala, se consolida en la historia local. La gente ha de saber que en el sitio por el cual entró en la vida y donde asimiló los amores y valores primeros y decisivos, o donde reside, vivieron antes otros seres que añadieron pensamiento y acción fundacionales a viviendas y paisajes. El pasado del lar municipal no está vacío. El espacio –como reza un verso en crítico recordatorio- no puede pertenecer sólo al último que vive. Uno habita en el vacío que antes colmó otro. Soy, en cierto sentido, por aquel que es mi vecino y antecesor en la tradición. Mi semilla.
El ombligo de la historia y la cultura no exhibe su oquedad en el abdomen del último, sino en el del primero. El cordón avanza hacia atrás. Y a él debo el perfil iniciático. Aunque a veces lo olvide culposamente. O porque nadie se aplicó en mantener la historia local como vasija básica dentro de la formación cívica.
El Cuba insiste en el cultivo de la historia aparentemente sin importancia de la localidad. ¿Para qué se establecieron museos y comisiones de historia, y se han repartido medios de impresión, si no para ejercer como crisol de ciudadanía, como contrafuertes de la identidad y la cultura nacionales? Entre lo bueno que nuestros municipios pueden ofrecer en la batalla actual de la nación por preservar su independencia y su justicia, están la firmeza y la convicción presentes. Pero, además, el gesto de ayer que es trampolín del de hoy. La historia comienza en casa.
Del brazo de mi General Carrillo, que respiró el aire que más tarde respiré, ando por las avenidas de la historia de mi patria.
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