UN MUSEO RODANTE
Una estampa cotidiana
El único ferrocarril eléctrico de Cuba partió un día de 1921 y continúa rodando por un trazado cuyo itinerario y sistema operacional es el mismo de su origen, cuando Milton J. Hershey construyó un central azucarero para endulzar el chocolate de su fama y su fortuna.
Mister Hershey llegó a La Habana en 1915. Y cuatro años después, el ingenio realizó la primera molienda. Ubicado muy cerca de la costa norte, a mitad de la distancia entre La Habana y Matanzas, pronto el nombre de la fábrica de azúcar, llamada como su millonario dueño, empezó a repetirse entre los habitantes que poblaban la franja del litoral norte, entre lomas y valles, y que prácticamente vivían aislados a causa de la escasez de enlaces con las dos ciudades más importantes del occidente de Cuba.
El tren de Hershey abrió un camino hacia el progreso de la zona, además de establecer la vía más corta, aunque también la más lenta, entre Casablanca, poblado habanero del lado oriental de la bahía, y la llamada Atenas de Cuba. Algo positivo debía producir aquel emporio norteamericano que se nutría de braceros sin otras opciones de trabajo, sometidos al ciclo de “tiempo muerto”-zafra que comprendía unos tres meses de empleo y nueve meses vacantes para la mayoría.
La influencia del llamado Zar del Chocolate no pudo ganar, sin embargo, el litigio con la United Railways of Habana, compañía inglesa que lo acusaba de repetir su recorrido solo un poco más al norte. Por ello, los tribunales le prohibieron al tren de Hershey utilizar la estación central de ferrocarril. Y los pasajeros que lo preferían, comenzaban el viaje en una de las lanchas que, antes como ahora, unen las bandas opuestas de la bahía de La Habana. A lo largo de unos 90 kilómetros, el tren eléctrico estableció un itinerario que incluía más de 50 paradas –quien esto escribe ha contado 56-, en cada uno de los pequeños poblados y empalmes que se dispersan por los valles del Jibacoa y del Jaruco, rumbo al este.
El viaje, de unas tres horas, desde el punto de partida hasta su destino, tiene la particularidad de atravesar parajes abruptos, colmados de palmares, alfombrados por una vegetación habitualmente verde; sobre todo el valle del Yumurí, uno de los más hermosos de Cuba, a la entrada de la ciudad de Matanzas. Hasta hace poco, varios de los coches inaugurales, semejantes a los tranvías de inicios del siglo XX, circulaban con su estampa inactual, vetusta. Quizás todavía ruede alguno. Pero el tren eléctrico permanece invariable, bamboleándose como un elefante sobre los mismos carriles, señalizado con las mismas luces, conectado a los cables mediante los mismos trolley con patas de araña y naturaleza de museo. Y aunque mister Hershey vendió enseguida su empresa azucarera y de electricidad, el nombre perdura en la voz popular.
-Vamos a coger el tren de Hershey -invita un viajero a su compañero, embarrancados ambos en una terminal de ómnibus.
-No, chico, es muy lento.
-Lento, pero exacto y seguro – responde el otro con un argumento al que ya refuerzan 85 años de existencia.
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Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova -
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