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PATRIA Y HUMANIDAD

ACERCA DE UN LIBRO DE LUIS SEXTO

ACERCA DE UN LIBRO DE LUIS SEXTO

Por Joaquín G. Santana  

Texto difundido por la web de Radio Habana Cuba

La  prosa y la música necesitan un tono. Adivinarlo es asunto esencial en quien escribe libros o canciones. El resto es oficio, técnica dominante, suerte y certeza del acierto en el tema. Para Luis Sexto haberse adentrado en El Cabo de San Antonio, como periodista, le introdujo en un mundo de sombras orales, siluetas de hombres cuya existencia misteriosa se nos hace sospechosamente increíbles, parajes que se ven por una vez y suelen olvidarse para siempre. Porque El Cabo es eso: una sugerencia más que una evidencia. Y a la larga, casi desde siempre, El Cabo es un permanente desafío a la imaginación. No en vano el título que Sexto asumió sin pensarlo dos veces: El Cabo de las mil visiones, “misterios y leyendas”, como afirma el subtítulo.  

La prosa de este libro suena antigua. No lo proclamo como deficiencia. Todo lo contrario. Suena a lenguaje antiguo y hermoso, de acento religioso, revelador y exacto, tal como la lengua de los que andan y desandan el lugar. Serena certidumbre que nos entra -de un gran salto atlético- por la reflexión y penetra el sentido revelando enigmas, acomodando signos entrañables de la visión que el hombre tiene de su rastro en el sitio de sus añoranzas y su sobrevida.  

Todas las páginas del libro nos suenan, por tanto, exquisitamente, a inventario de alguien que antes que ningún otro le dio nombre a las cosas y las iluminó con una espléndida cuota de religioso azar. Virtud que solo escasamente desciende a la prosa: de ahí que este volumen lo caracterice la intensa carga de poesía que desborda toda(s) su(s) historia(s). Sexto es responsable de ese acierto. No en vano adivinó su tono exacto y ajustó la cadencia del tiempo que describe a las necesidades de los muchos misterios que pueblan ese sitio donde la mar del sur se junta con la del norte, en una amorosa, indescifrable, comunión de las aguas y los trillos; de las cuevas de límites impenetrables y las  visiones de cofres y tesoros descritos en los mapas. Allí donde el silencio habla otro lenguaje, como un viejo pájaro que habita la penumbra. 

Como suelo hacer sometí la obra a la prueba de una segunda y detenida lectura. Superó lo que sus expectativas prometían. Los personajes ganaron en consistencia humana. El paisaje ensanchó sus contornos, tanto en extensión como en profundidad, incorporando la polifonía de ciertas irreversibles corales de la floresta occidental cubana a la nostalgia de los testimoniantes. Añadió a lo anterior olores y sobresaltos inaudibles en la inicial entrada al texto. Y el color, antes uniforme, se hizo más diverso y atrevido. 

Termino agradecido la reseña del libro de Sexto. No la escribí para promoverlo a los ojos de posibles lectores. No lo necesita. Lo bueno y perdurable no requiere elogios. Se impone por sí mismo. Escribí “agradecido” porque leí un texto original y eterno. No siempre se alcanza esta oportunidad en un mundo donde suelen primar y confundir  las imitaciones.

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