DIVINO TESORO
Por Luis Sexto
La juventud es un defecto, según alegó en su defensa cierto célebre mexicano que, seguidamente aclaró: un defecto del cual uno se va corrigiendo con los años, al irse colmando de experiencias y sabiduría. Era, en fin, una especie de broma para responder a cuantos le achacaban su poca edad para un cargo extraordinario.
Lo más común es referirse elogiosamente a la edad juvenil. Cuando el poeta Rubén Darío escribió en un verso ya clásico que la Juventud era un divino tesoro, sólo repetía lo que la especie humana sabía desde tiempos lejanos. No podemos olvidar que en una época hubo magos o químicos que intentaron fabricar el elixir de la juventud eterna. Y también hubo descubridores o conquistadores que intentaron llegar a la fuente de la eterna juventud.
¿Por qué tanta obsesión?-pregunto un tanto ociosamente. Está claro, ¿a quién no le gusta permanecer vigoroso, alegre, con el tiempo por delante, como una llanura que pareciera interminable?
La juventud es la edad en la que no existe el cálculo, la edad en la que estamos dispuestos a entregar hasta la vida, sin que el titubeo nos recuerde ciertos egoístas argumentos: tengo familia, aún no he logrado lo que me propuse, en fín, ya sabemos... Es muy difícil encontrar a un héroe o a un mártir que no transite por la etapa juvenil. La Revolución cubana la prepararon fundamentalmente los jóvenes. Veintisiete años tenía Fidel cuando encabezó el ataque al Moncada. Treinta cuando desembarcó del Granma, y 32 cuando entró en La Habana triunfalmente. La mayoría de los asaltantes de los cuarteles de Bayamo y Santiago de Cuba, la mayor parte de los expedicionarios del Granma y el grueso del Ejército Rebelde eran jóvenes, incluso adolescentes.
Hubo, desde luego, hombres y mujeres mayores que se sumaron confiando en que, bajo el mando de los jóvenes, no habría cansancio, arrepentimiento, ni cobardía, y que la acción sería conducida hasta conquistar sus propósitos esenciales. La vanguardia de la Revolución creció después en un frente donde todas las generaciones se mezclaron en el único privilegio de servir al país en su transformación. Pero la juventud fue siempre una edad apta para acometer tareas de suma abnegación y urgencia. Jóvenes, casi niños, fueron artilleros en la batalla de Playa Girón, en 1961. Jóvenes, adolescentes se diría, los alfabetizadores que se dispersaron por la Isla con una cartilla... Escribo de referencias que acompañan a los cubanos, aunque no quieran. Muchos de nosotros podemos suscribir, con la memoria de nuestras vivencias, que la juventud ha sido, la abanderada de nuestra historia.
Pero la juventud, como ya cité, es un defecto. Lo es porque compone también el estado más fugaz del ser humano. Con ello quiero decir que hay que aprovechar la juventud en todo cuanto le asiste de renovador y constructivo. Me alegraría que mi hijo opusiera a mi punto de vista uno suyo, más audaz y menos conformista, o se negara a que yo le facilite, le regale, la solución de sus problemas, que no fueron los míos a su edad. Así, me parece, iría acercándose, junto con sus coetáneos, a integrar el nunca desmentido divino tesoro de la nación.
La juventud es un defecto, según alegó en su defensa cierto célebre mexicano que, seguidamente aclaró: un defecto del cual uno se va corrigiendo con los años, al irse colmando de experiencias y sabiduría. Era, en fin, una especie de broma para responder a cuantos le achacaban su poca edad para un cargo extraordinario.
Lo más común es referirse elogiosamente a la edad juvenil. Cuando el poeta Rubén Darío escribió en un verso ya clásico que la Juventud era un divino tesoro, sólo repetía lo que la especie humana sabía desde tiempos lejanos. No podemos olvidar que en una época hubo magos o químicos que intentaron fabricar el elixir de la juventud eterna. Y también hubo descubridores o conquistadores que intentaron llegar a la fuente de la eterna juventud.
¿Por qué tanta obsesión?-pregunto un tanto ociosamente. Está claro, ¿a quién no le gusta permanecer vigoroso, alegre, con el tiempo por delante, como una llanura que pareciera interminable?
La juventud es la edad en la que no existe el cálculo, la edad en la que estamos dispuestos a entregar hasta la vida, sin que el titubeo nos recuerde ciertos egoístas argumentos: tengo familia, aún no he logrado lo que me propuse, en fín, ya sabemos... Es muy difícil encontrar a un héroe o a un mártir que no transite por la etapa juvenil. La Revolución cubana la prepararon fundamentalmente los jóvenes. Veintisiete años tenía Fidel cuando encabezó el ataque al Moncada. Treinta cuando desembarcó del Granma, y 32 cuando entró en La Habana triunfalmente. La mayoría de los asaltantes de los cuarteles de Bayamo y Santiago de Cuba, la mayor parte de los expedicionarios del Granma y el grueso del Ejército Rebelde eran jóvenes, incluso adolescentes.
Hubo, desde luego, hombres y mujeres mayores que se sumaron confiando en que, bajo el mando de los jóvenes, no habría cansancio, arrepentimiento, ni cobardía, y que la acción sería conducida hasta conquistar sus propósitos esenciales. La vanguardia de la Revolución creció después en un frente donde todas las generaciones se mezclaron en el único privilegio de servir al país en su transformación. Pero la juventud fue siempre una edad apta para acometer tareas de suma abnegación y urgencia. Jóvenes, casi niños, fueron artilleros en la batalla de Playa Girón, en 1961. Jóvenes, adolescentes se diría, los alfabetizadores que se dispersaron por la Isla con una cartilla... Escribo de referencias que acompañan a los cubanos, aunque no quieran. Muchos de nosotros podemos suscribir, con la memoria de nuestras vivencias, que la juventud ha sido, la abanderada de nuestra historia.
Pero la juventud, como ya cité, es un defecto. Lo es porque compone también el estado más fugaz del ser humano. Con ello quiero decir que hay que aprovechar la juventud en todo cuanto le asiste de renovador y constructivo. Me alegraría que mi hijo opusiera a mi punto de vista uno suyo, más audaz y menos conformista, o se negara a que yo le facilite, le regale, la solución de sus problemas, que no fueron los míos a su edad. Así, me parece, iría acercándose, junto con sus coetáneos, a integrar el nunca desmentido divino tesoro de la nación.
2 comentarios
Magalys -
Magalys
zenia -
Si quiere y tiene tiempo, dese un saltico por mi pàgina.
Seguimos en contacto. Un abrazo. Es una redundancia decir que son hermosas estas crònicas suyas.