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PATRIA Y HUMANIDAD

Política

LOS DETALLES, AH, LOS DETALLES

Luís Sexto, @Sexto_Luis

   El apego al facilismo o a las conveniencias personales nos han habituado a mirar solo el bulto, el molote, las equivalencias en volumen más que en calidad. Metamos la mano en nuestra conducta común para percatarnos de que poseemos «el poder» de echar a perder lo más útil y exactamente construido o concebido. Y digo echar a perder, pero ese término tan absoluto significa también retrasar, distorsionar, desanimar, restringir, porque esquivamos un detalle básico o le incorporamos uno o más de nuestro patio o inspiración.

   La atención a los detalles, o a ciertos detalles, nunca será suficiente porque su relevancia podría exigir tanta que nunca alcanzará para satisfacerlos. Y juicio tan definitivo es solo una afirmación de índole filosófica o psicológica para encarecer el papel del detalle. Porque a esta categoría cotidiana habrá que mantenerla bajo observación, calibrándole la naturaleza para precisar cuándo es solo un detallito, la huella de una mosca que tapa la corbata, o es el desgarrón que ni el saco logra cubrir.

   Por otro lado, y ello me parece lo primordial, uno no sabe a veces si la desatención a los detalles por más o por menos es una natural incapacidad humana, o es en cambio una actitud, un vivir superficial de modo que nunca veamos el fondo. Sabemos que el ser humano es una mezcla de positivo y negativo, y a las insuficiencias de la inteligencia, se les puede adjuntar la anemia en los valores éticos. Y quizá resulte deshonroso o inefectivo, por tanto, darles aire a ambiciones o a encomiendas que el sujeto no pueda alcanzar con las capacidades propias.

   Ahora podemos entrar en el espacio práctico. Porque, en ocasiones, uno aprecia que quien ha de tener la capacidad para atender a los detalles en determinada posición, no se demuestra precisamente como el más apto, sea por insuficiencia intelectiva o por deficiencia ética. Vamos, caigamos en la cuenta de que el detalle en la selección de las personas que habrán de atender a los detalles de la vida social, económica y política, merece un juicio demorado, hondo. Fijémonos en que la improvisación se reduce, la mayoría de las veces, a la falta de rigor al decidir sobre el conjunto sin prever las consecuencias, sin atender lo que una vez un periodista de Bohemia llamó la cultura del detalle, detalle a su vez de la cultura general, cuya extensión tanto nos enorgullece, y que ha de empezar, en lo más característico, por saber valorar y respetar lo singular dentro de la sociedad.

   La cultura del detalle, pues, repara en lo que parece pequeño para medirle la verdadera dimensión, y facilita fijarnos, por ejemplo, en que existe una contradicción entre nuestro sistema de salud y el hecho cotidiano de que en carnicerías o en tarimas de los mercados agropecuarios corten y despachen el jamón con la misma mano que se contamina al tomar el billete del pago. Qué bobería, ¿verdad? Esa sería la reacción del que no aprecia las inconsecuencias. ¿Habremos averiguado cuántos pacientes llegan a los centros asistenciales por esa minúscula falta de higiene?

Y es solo una referencia, mínima, en efecto, para recordar que ninguna acción humana queda sin generar o condicionar otras acciones. Por tanto, el descuido de un detalle —la gotera en el techo o la respuesta tardía a la duda o malestar de un ciudadano—, prepara la arrancada para que otros detalles, concatenados, empiecen a desvirtuarse. Y si la desatención a lo pequeño estropea las relaciones en centros de trabajo, o quiebra un matrimonio, o convierte a amigos en enemigos, qué no ocurrirá cuando nos acerquemos a las esferas decisivas.

   Tengo en cuenta, sin embargo, que algunos de nosotros hemos pasado por alto este o aquel detalle con justificaciones tan manidas como «no se puede» «no hay recursos», «más adelante». ¿Negaremos acaso que las carencias financieras, los límites productivos existen? Aludo a que antes y también ahora, han abundado comodines para dejar de hacer o actuar. La inhabilidad resulta, circunstancialmente, hábil para enmascararse y pasar por auténtico lo falso, o por verdadero lo fingido.

   Y estas certezas, que la impunidad suele confirmar, nos han de obligar a pensar que cuando las decisiones son correctas y se frustran, sucede así por haberse equivocado aquellos para quienes insistir en un detalle de más o de menos, significa una nadería hasta en el rasero con que ellos mismos fueron medidos para estar ahí, equivocándose.

   Como equivocándose siguen –usemos un gerundio benigno- cuantos permiten que la mercancía de importación se pudra en los almacenes de los puertos,  porque no les inquieta que el país malgaste su bolsa pagando estadías de buques, y invierta recursos en importaciones que, al fin, rendirán menos que su costo por el excesivo almacenamiento portuario.

   Tal vez haga falta gritar con todo el aire que  los pulmones retengan, una consigna parecida a aquella pronunciada, si recuerdo bien, en 1959.  Sólo cambio el vocativo: Revolución, sacude la mata…  

CONDUCTAS DE FALSO TECHO

CONDUCTAS DE FALSO TECHO

 

Luis Sexto, @Sexto_Luis

   ¿Percibimos la gravedad de los términos en que lo viejo se resiste a lo nuevo? Habitualmente la dialéctica del desarrollo social se ha afincado en la contradicción –antagónica o no antagónica- entre lo que necesariamente empieza a ser  y  lo que es, y se niega. Dicho así, en lenguaje habitual,  todo parecería un proceso inconsciente, un litigio automático. Mas, lo espontáneo no cuenta tanto. Porque en los entramados burocráticos, influyen también intereses que condicionan actitudes de “defensa propia”. Es decir, me niego a renunciar a mis comodidades. Y aunque resulte muy escabroso probarla, esa actitud de resistencia en las circunstancias de Cuba quizás implique la “no inocencia” al entorpecer la solución de las necesidades nacionales.

   Desde luego, no acuso ni alecciono. Sólo recomiendo andar y ver, ese doble secreto del oficio del periodista y de la política. Y si andamos, y nos decidimos a ver detrás de los informes, nos damos cuenta de que la vieja mentalidad sigue sosteniendo que gobernar o administrar equivale a ordenar y mandar desde distancias intransitables, sin gestionar una atmósfera de confianza y creatividad. Según mi experiencia, una de las viejas fórmulas consiste en acatar las nuevas leyes, y  ponerlas en práctica en este o aquel sitios de modo que se adecuen a los métodos y hábitos convocados a actualizarse. Esto es,  que lo viejo siga viejo.

   No volteemos la vista. Y confirmemos que los aparentes acatamientos del formalismo continúan activos. Para esa conducta de falso techo, las ideas e iniciativas de las masas carecen de validez, y lo prometido no es deuda, ni el contrato un documento de inexcusable obligación. Por esas razones, algunos de cuantos, como mínima acción, deben explicar, nada  explican. Y por extensión a nadie persuaden, a nadie infunden ánimo. 

Líbreme el buen sentido de exagerar o de ser injusto. Pero esos son rasgos que uno observa cuando anda por el país, y recibe quejas o cartas pidiendo soluciones a problemas que no se resuelven en la localidad, ni siquiera reciben allí una explicación racional, pormenorizada de las causas. Por ejemplo, recientemente un artesano en posesión de su licencia, me escribió quejándose de que una ordenanza del gobierno municipal de Cárdenas, le niega el derecho a vender sus obras en Varadero. El remitente, vecino del municipio de Perico, asegura que él no vende a turistas, sino a vendedores autorizados en el populoso balneario. Es decir, donde el artesano reside su mercancía no circula: carece de compradores. Sin embargo, en Varadero, los que ofertan suvenires artesanales necesitan comprarlos a productores –digamos-  al por mayor. Y uno, inquieto, se pregunta qué pretenden los autores de esa medida local,  que puede estar facultada por la ley, pero al parecer no resulta razonable. ¿Qué intentan lograr medidas prohibitivas como la descrita: estimular o desestimular el trabajo por cuenta propia?

   Dirijamos ahora la cámara hacia la calle. La vieja mentalidad en nosotros, ciudadanos comunes, aún añora los años cuando pretendíamos que para prosperar sólo era necesario un sésamo: quererlo. Y por tanto se niega a aceptar que ya no seamos iguales a la vieja usanza, es decir, que aptos y menos aptos, eficientes e ineficientes  nos emparejemos en el salario y los méritos, y que la seguridad social, en país pobre, siga sustituyéndome en mis  obligaciones de hijo o de padre. También nos molesta pagar tributos fiscales. Recientemente, un campesino se me lamentó: Fíjese, me exigen un impuesto por la tierra. Esa misma tierra -le dije en un segundo de lucidez- que usted ha recibido en usufructo gratuito.

   En cierto sentido, más provechoso que identificar los rasgos de la vieja mentalidad, sería operar contra la insistencia de seguir tocando las aldabas en puertas clausuradas por su obsolescencia y esconderse tras sus astillas.

¿Y cómo, pues, habríamos de obrar contra la doblez, esa postura de pregonar con las manos en la espalda que todo está en orden? Habría que embanderar en cada lugar habitado, en cada terreno cultivado, en cada fábrica y proyecto de mejoramiento, en cada silla, en cada mano alzada o en cada aplauso, una disyuntiva sutilmente inapelable: sirvo o… sirvo de verdad. Porque las apariencias, como el maquillaje, rejuvenecen sólo por un momento. Si no aprendemos a valorar las demandas de transformación de nuestra sociedad, embarazada entre obstáculos propios y limitaciones avivadas por voluntades ajenas, y en consecuencia no deponemos con honradez tendencias envejecidas, privilegios y comodidades, coadyuvaremos culposamente a la pérdida de lo  que hoy es más urgente y precioso para la nación: el tiempo y la oportunidad.  

   Resumiendo, pues: La experiencia enseña, primeramente, que  cambiando la economía, la vieja mentalidad no se transforma automáticamente. En segundo término, sin rigor externo, esto es, de provincia o del gobierno centra,l que influya en el rigor local; sin cambios de los cuadros políticos o administrativos  renuentes a servir dentro del cuerpo social, mezclados con los problemas, y sin la búsqueda de líderes locales que no estén dispuestos sólo a mirar hacia arriba,  sino a generar soluciones ligados con las masas, porque lo único que poseen es el futuro, será poco probable que la actualización modernice a una sociedad que continúa atrapada por la rigidez, precisamente allí: en las estructuras que han de flexibilizarse.

BUROCRACIA, DISTORSIÓN, RIGIDEZ

BUROCRACIA, DISTORSIÓN, RIGIDEZ

UN GIGANTE Y DOS DE SUS BRAZOS A LA VISTA DE TODOS


Luis Sexto, @Sexto_Luis


   El juicio más común la define por el mueble que la distingue: el buró, la mesa de trabajo, y por el soporte en que habitualmente estampa sus disposiciones: el papel. Pero esas metáforas son eminentemente simplistas. Pudo Einstein pensar acodado a una mesa y hacer sus cálculos sobre papel, sin que por ella pudiéramos tacharlo de burócrata. Y si quisiéramos extender el calificativo a un médico, que oye la cantinela de su paciente sentado a una mesa, o a un escritor, que emborrona sobre el mismo mueble su novela, también erraríamos. Porque la burocracia halla su definición en una actitud que poco se relaciona con sus atributos palpables. Más bien es un mal intangible. Casi intocable por tortuoso.

   Habría, para empezar a entenderla, acudir a Max Weber en un libraco muy voluminoso, pero portador de ciertas certezas sociológicas en la interpretación de esa entidad etérea en el capitalismo. No voy ahora a levantarme para repasar sus capítulos. Este artículo pretende presentar a la burocracia como un problema práctico, aunque trasciende lo puramente técnico para insertarse en lo ideológico y dentro de ello en lo político. Prefiero acudir a otro libraco más a mano y sintonizarnos sin muchos filosofismos. Reproduzco, pues, las tres últimas acepciones del Diccionario de la Real Academia Española. Burocracia: 2) Conjunto de los servidores públicos. 3) Influencia excesiva de los funcionarios en los asuntos públicos. 4) Administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas. La última, relacionada con las anteriores, es la definición que más se aproxima a la que la experiencia me ha permitido deducir.

   Mi experiencia en Cuba, no otra. Porque es el papel de la burocracia en mi patria el que me interesa dilucidar y sobre el cual advertir de los peligros que entraña en el mejoramiento del socialismo. Y, desde luego, con óptica de periodista, que es observador y a veces objeto sufriente de las actitudes burocráticas.

   LA mejor definición de la burocracia o de la mentalidad burocrática la leí en un breve relato de Eduardo Galeano, especie de parábola evangélica. Sin que nuestra cultura de origen grecolatino sea narrativa, como la hebrea de los tiempos bíblicos, a veces una historia ilumina los conceptos encapsulados de los analistas para que los comprendamos transparentemente Cuenta el autor de Las venas abiertas de América Latina que en una unidad militar el oficial de guardia castigó a un soldado a cumplir una posta al lado de un banco, en el polígono del cuartel. Durante horas estuvo el soldado custodiando el asiento que no necesitaba protección. El oficial cumplió el turno y se le olvidó derogar su orden, y el que llegó a sustituirlo, sin información previa, relevó al recluta castigado con otro guardia. De modo que durante 20 años, creo, se hizo “la posta del banquito”, hasta cuando alguien preguntó con qué fin, y nadie supo decirlo. Por tanto, la burocracia, necesaria en muchos aspectos de la administración pública, comienza a ser peligrosa cuando pierde el sentido de su finalidad.

   José Martí, el libertador y el pensador de todos los tiempos, previó los peligros de una burocracia incontrolada, adueñada de los resortes del Poder. Tildó “la vida burocrática” de “peligro y azote” y quiso a la república cubana libre de la “peste de los burócratas”. Evidentemente, Martí intuía que la burocracia como representante de los intereses del pueblo, podría soslayar en algún momento de su ejercicio esos intereses para tener solo en cuenta los suyos como grupo o casta. Hoy por hoy, la rigidez, el papeleo, la ineficiente administración, que le atribuye el DRAE a la burocracia, ha “mediocrizado”, descontextualizado las prerrogativas del Estado socialista cubano. Ha sido una especie de Hada madrina al revés: todo cuanto su varita mágica toca se convierte en una caricatura de las aspiraciones socialistas. Maltrata, encona todo cuanto de creativo trajo la Revolución de Fidel Castro a Cuba. Acudiendo a una imagen del acidulado Giovanni Papini, la burocracia, transformada en mentalidad, en ideología, posee el secreto de una alquimia “coprófera”, esto es, suele convertir el oro en excremento. En eso ha sido un auxiliar inconsciente o involuntario del bloqueo norteamericano. Quizás, también inconscientemente, le convenga que el bloqueo perdure como garantía de su existencia mediatizadora y anárquica.

   En Cuba, dice la voz del pueblo, las actitudes burocráticas responden con un problema a cada solución; con un “no” a un “sí”. Y diluyen cada iniciativa en papeles y reuniones. Y ven la realidad a través de los colores de sus cristales, o desde el mirador de sus balcones, habitualmente altos y alejados de la calle o los talleres. O a través de informes que a veces están adulterados por quienes no desean que la verdad se conozca. No exagero. Y si lo digo aquí, en este espacio de la izquierda, es porque la izquierda necesita disponer de experiencias y porque alguna vez, y más de una vez, lo he dicho en periódicos de mi país. Y baste la aclaración si es que alguien necesita una justificación de cuanto está leyendo.

   El socialismo europeo se disolvió, como “Alka Zeltzer” en agua, gracias a las distorsiones burocráticas. Distorsiones que obligaron al discurso político a andar por los aires mientras la realidad de la gente por el fango. No inventemos enemigos. Las causas principales de la extinción del socialismo del siglo XX, el que fracasó, están dentro de sí mismo: incubó la mentalidad, por no decir la casta, que echó por la borda la correlación del predominio de clases a favor de los trabajadores. ¿Quiénes se beneficiaron en la Unión Soviética con la ruina? ¿Quiénes son hoy, allí, los ricos? Los burócratas, que partieron de Stalin,  esto es, mucho antes de Gorbachov, Eltsin y su banda, sustituyeron el piso del Estado socialista, la democracia leninista, por arenas movedizas. La burocracia, por supuesto, brotó de una sociedad rigidizada por el verticalismo, en detrimento de la horizontalidad democrática. Veamos claramente: donde falta la democracia, y el centralismo se excede a costa de los lados, prospera la burocracia. Y con esta, el dogma y la corrupción.

   Cualquier proyecto de renovación y perfeccionamiento del socialismo en Cuba, ha de experimentar la oposición de los Estados Unidos y su permanente guerra  -matizada hoy por el restablecimiento de relaciones diplomáticas-,  y la resistencia de los que dentro del país pugnan de una u otra forma por empujar a Cuba hacia el capitalismo. Y tendrá además que afrontar, y anular, el majaseo burocrático. Todo cuanto le parezca limitación de sus intereses, sus privilegios, su capacidad para deslegitimar toda decisión constructiva, toda libertad legítima contará con la hostilidad de la burocracia anquilosada sobre intereses y comodidades, acorazada tras la  indiferencia, el extremismo, la distorsión. Hechos que lo confirmen sobran. ¿Por qué las unidades básicas de producción cooperativa, decisión política del partido Comunista en 1993, casi se han paralizado en el fracaso? La respuesta la conocen aquellos que en las empresas estatales agropecuarias eran personajes prepotentes que dispensaban, y aún dispersan, como señores feudales su poder sobre la producción. Ellos impidieron que cuajara el principio primordial de esta organización productiva en la agricultura: la autonomía para utilizar el uso de los medios de producción, que el Estado le vendió a los colectivos de trabajadores, y de la tierra, otorgada en usufructo por el propio Estado. Recientemente se reevaluó y actualizó el principio de la autonomía, pero no estimo que las estructuras empresariales renunciaran a proseguir imponiendo su mando, quebrando leyes, reglas y procedimientos, y limitando la relativa independencia de las cooperativas. Así, la agricultura, como denunció Raúl Castro en fecha todavía recordable, se ha plagado de marabú,  ese arbusto casi invencible que todo lo copa y asfixia, o de otras yerbas inservibles. Y muchos años antes Fidel denunció que el campo se había colmado de oficinas.

   ¿Y los trámites legales, en particular los de la vivienda? ¿O los del trabajo por cuenta propia? ¿O el oído omiso  y la vista vendada ante los problemas  comunales?  ¿Y por qué las leyes de la actualización tardan tanto en prosperar, y las ventajas  más próximas a las personas se distorsionan, en este o aquel municipio, o empresa,  de modo que la gente no se percata de que todo cuanto el país legisla es para sustentar la justicia del socialismo? Una sola imagen ilustra el inmovilismo burocrático: la subida a un Gólgota cuyas estaciones requieren de  un Pilatos de papel y un Barrabás de historieta. En fin, hermetismo. Inmovilidad. Y a veces corrupción.

   En cualquier otro país podrá ser igual o peor. Pero en Cuba  la intensificación del  enfrentamiento desde las ideas y la política me parece inexcusable. Imprescindible. Se juega el orden de justicia social de la Revolución. Las acciones burocráticas, por engorrosas, limitadoras, enajenantes, tienden a liquidar la causa del socialismo en el corazón del pueblo. Y el antídoto es el mismo pueblo. Ampliando los usos, espacios y controles democráticos y flexibilizando las estructuras económicas, se reduce la burocracia a eso que dice el diccionario: conjunto de servidores públicos. Ese es su estado ideal. Pero ¿tendremos valor para obligarla, como el domador al tigre, a marchar cabizbaja hacia el rincón subalterno que le corresponde? Y como complemento, ¿sabremos nominar, elegir o nombrar a quienes deben de representar y  servir con honradez y convicciones limpias a los intereses del pueblo?

Actualizado en junio de 2016

FEO EPITAFIO

FEO EPITAFIO

Luis Sexto, @Sexto_Luis

  Hace unos años pregunté admitiendo que la pregunta y su respuesta eran obvias: ¿Nos hace falta la bondad? Cualquiera de mis lectores podrá decir que la bondad nos desborda, y por tanto lo que acabo de preguntar carece de sentido. En segundo turno, digo que, como lo creo útil, continuaré preguntando, más bien afirmando: sí; nos hace falta la bondad, porque sigo viendo espacios hueros de miradas, gestos y actos bondadosos.

    Tal vez uno de los datos más obvios de la realidad sea el menos obvio. Porque nos hemos habituado a creer que obramos en nombre de la bondad. Y por ello no nos percatamos de que, aunque padecemos de achaques estructurales en nuestra armazón social, la bondad se nos escurre como característica personal. Y cuando me refiero a esta virtud, cuya raíz latina es bonus, bona, bonum -dicho así, como lo exigían mis lecciones de latín adolescente-, aludo a la bondad que ha de permear la conducta política de cuantos nos consideramos revolucionarios en el sentido de personas con ánimo de mejorar la existencia de nuestros semejantes. Incluso de la naturaleza, nuestra madre, y a veces hermana.

   Es cierto que las actitudes burocráticas provienen, en parte fundamental, de la organización en que los seres humanos actúan. Si las decisiones de este o de aquel adquieren el cartel de inapelables, si quien, atrincherado tras un buró, impunemente continúa distorsionando las leyes según su parecer o sus intereses particulares, y se encarama en una torre de papeles, planillas, acápites, citas, cifras, estadísticas y olvida que no solo de papeles vive el hombre, podremos decir que refleja una estructura rígida, vertical, autoritaria.

   Pero no siempre la regularidad  se encarna en la generalidad. Porque uno topa con este o aquel que sabe moverse, aún dentro de la estrechez, guiado por la bondad, es decir, por la comprensión de que su ejercicio de poder, por pequeño que sea, solo se justifica si sirve a sus conciudadanos.

Ya ven: me voy arrimando a la sartén de lo político. Y en estas circunstancias, es decir, en el actual reacomodo estratégico de la sociedad cubana –que no tiene porque asemejarse al reajuste de las capas de la tierra y generar un “terremoto”- la bondad, y su afín solidaridad, tienen que mecharse de política constructiva, de política respetuosa y generosa; nutrirse de la convicción de que la justicia a secas, no traduce el ideal de la Revolución cubana. La justicia, para serlo en términos revolucionarios, necesita de la bondad.

Muerdo las teclas para no excederme, ni ser a mi vez injusto. Pero hemos de atizar la sensibilidad, para comprender las necesidades y los riesgos a que el país se expone si, por ejemplo, no recuperamos rápidamente la conciencia jurídica, y empezamos a preservar intactas las leyes de todos los días, que se quiebran por aquí o por allá, con la complicidad de todos nosotros.  En particular en las oficinas de los organismos encargados de gobernar y administrar los municipios, con su cola de barrios, puebluchos, caseríos; ah, en las oficinas, siempre tan limpias y acogedoras, a veces responden que cinco casas en tal comunidad con las fosas desbordadas, y los patios alfombrados por los excrementos,  no es asunto de ellos.  Y uno pregunta: ¿Y a quién corresponde inquietarse por las necesidades  que abrumen a la gente ?  ¿Y la política y su programa? ¿Y la ley y sus conceptos?  ¿Y dónde se contrata una bomba sanitaria que extraiga las mierda, o quién se debe  preocupar por que las aguas albañales que campean por los patios no causen una epidemia? Eso mismo escribieron hace poco algunos vecinos ai programa Hablando Claro en Radio Rebelde, donde colaboro con Antonio Moltó, José Alejandro Rodríguez, Alina Perera y Ricardo Ronquillo. La carta venía del ex central España Republicana, en el  municipio de Perico, en Matanzas. Esa comunidad ya no produce azúcar crudo, ni azúcar refinada, ni dextrana. Tampoco existe el ingenio, salvo dos chimeneas.  ¿Y que burócrata podría inquietarse por unas fosas desbordadas o por calles cuyos baches cuando llueve no admiten el tránsito motorizado, en un caserío inútil?

   Recuerdo con frecuencia unos versos de Bertolt Brecht,  poeta comunista alemán, cuyo sentido es como un toque de “atiendan todos”: “Ay, nosotros/que quisimos echar los cimientos de la bondad/no supimos también ser bondadosos”. No lo digo yo, repito; es texto de un escritor y dramaturgo comunista que, honrando su condición política, encaró la verdad para mejorar la vida del pueblo. En su patria, la difunta RDA, esa frase pudo equivaler a un epitafio. Para nosotros, aún vivos y coleteando en medio del un zarzal de llamas, el texto del poeta es un mandato. Porque si olvidamos que partimos del afán transformador de la Sierra Maestra y de la ética de la bondad de  Martí, podríamos perder la orientación, y al perderla perdemos los cimientos de la bondad y ganaríamos un epitafio muy desconsolador.

   Hace unos años, el presidente Raúl Castro, confesó en una entrevista: los revolucionarios viviremos según viva la Revolución. Si ella muere, moriremos definitivamente. Es decir, seremos olvidados.

LA FALSA INFORMACIÓN DE EL HERALD SOBRE LOS VIAJES A CUBA

LA FALSA INFORMACIÓN  DE EL HERALD SOBRE LOS VIAJES A CUBA


Por  Max Lesnik

 Por su claridad y pertinencia,   reproducimos el texto de El Duende, sección difundida habitualmente en Miami, y que nuestro amigo Max Lesnik traduce, según advierte, del más allá, de donde a veces, dice el autor de este blog, se escapa el diablo.  

 

   No vamos  a repetir  todo  lo que dijo  El Miami Herald en su edición  del
pasado sábado  7 de  este mes  de mayo  sobre los supuestos  peligros de
viajar  a  Cuba por  los  cubanos  que viven en Estados  Unidos.  Sería
servirle  de  caja  de  resonancia a tan  sórdida y sucia propaganda
anti-cubana.  Solo  queremos  señalar  que  el infame  reportaje  está
escrito  por  una periodista cubana  de nombre  que no vale la pena
mencionar- lastima  de mujer en  tan triste papel-  a la  que la dirección
de ese  periódico  miamense  le  ha dado por  misión  la  de escribir cuanta
negativa  información se le pueda  ocurrir a una mente  infectada  de  odio,
dedicada a  ofrecer  una  sucia imagen sobre  Cuba para complacer  el
resentimiento  esquizofrénico que acumula  el sector  más aberrante de  la
extrema  derecha cubana de Miami.

La mejor respuesta a lo que  escribió  el  Herald  sobre  los  supuestos
peligros inciertos  que acechan a los  compatriotas  que viajan  a  Cuba
desde Estados Unidos, es que  el  año  pasado  fueron a la  isla-  según
datos oficiales-  390 mil cubano-americanos,  sin que a ninguno  de  ellos
se le  impidiera un regreso seguro  a Norteamérica, se le  confiscara su
pasaporte estadounidense  o mucho  menos  que  se  le  exigiera a  quedarse
en Cuba para  obligarlos a entrar  en el ejército  cubano  y hacerle
cumplir  el servicio militar  obligatorio.

Estos  son  entre  otros,  los  supuestos  peligros  que  corren  los
cubanoamericanos  que  visitan a Cuba desde  Estados Unidos según  dice  el
diario  Miami  Herald,  tanto  en su edición en  español  como  la  que
editan en inglés. ¿Se quiere  más perversa, infame  y mentirosa información
sobre  la  realidad  cubana?

El Miami  Herald  se  ha  ganado el  premio  de la  trompetilla  del año. O
mejor dicho  del  año  sin la  tilde  de la Ñ. Fooooo………

Y hasta  mañana martes  amigos  de El  Duende  que con   mi gallo  me voy
cantando a mi tumba fría. Bambarambay.

Nota de la Redacción: En Cuba hay tanta gente inteligente, tanta experiencia de gobernar bloqueados, insultados, acusados mentirosamente, que nadie podría pensar que el Gobierno Revolucionario adoptara una medida contra  toda lógica, todo sentido común,  y contra toda justicia. Con tantos problemas por resolver en Cuba, con tantas conquistas que defender,  a nadie se le podría ocurrir una ley o una regla o una práctica que creara nuevos problemas y generara nuevos enemigos.    Luis Sexto        

OÍDOS PARA SENTIR; CORAZÓN PARA VER

OÍDOS PARA SENTIR; CORAZÓN PARA VER

Luis Sexto

 

   Unos expertos sostienen que a la música de hoy le falta corazón. Pueden sobrar combinaciones de sonidos para componerla e instrumentos para ejecutarla, pero echan de menos el latido de la emoción. A ciertos juicios quizás les  parezca un disparate tal conclusión. Otros, en cambio, se darán cuenta de que lo  predominante en el éter o en algún espacio es la estridencia, el ruido que  enardece la herencia primitiva de nuestra especie.

 

   Mas, no se alarmen. No escribiré de música. Me he colado en sonidos  tan técnicos, tan especializados como un modo de entrar en la ausencia de corazón, particularmente en la política,en las relaciones entre países y en uso del derecho internacional. De tanta cordialidad carecen las potencias económicas y militares, que a la puerta del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas podría colgársele este cartel promocional: "Se legalizan  agresiones, siempre y cuando provengan del fuerte contra el débil".

 

   ¿Y qué letrero levantar en la fachada del Fondo Monetario Internacional o del Banco Mundial? Cualquier término negativo encajará. Porque, en esencia, le falta corazón al capitalismo cuya economía aparenta multiplicar, y en la distribución resta más que divide: resta a los muchos para sumarles la diferencia a los menos. Y le falta sensibilidad a su prensa, o a  cierto sector de su prensa, que destruye un prestigio, sin discernir la verdad o la mentira, como si bebiera indiferentemente  un trago de mal güisqui.

 

   Pero no es hábito de esta columna aterrizar en pistas internacionales. Y si hablo de cordialidad y sensibilidad -casi sinónimos en la semántica de las relaciones humanas- es para insistir en que a cada uno de nosotros, los cubanos,  y a las instituciones del país no nos debe faltar la sensibilidad, ni la cordialidad. Y si un tímpano preparado para oír y valorar los sonidos medidos y armonizados, puede detectar la falta de corazón de esta o aquella música, también una conciencia sensible sabrá precisar qué es y que no es ni podrá ser la política en Cuba.

 

   Hace más de 150 años, un cubano llamado Antonio Bachiller y Morales, hombre de letras y ciencia, dijo en su curso de economía política en el seminario de San Carlos y San Ambrosio, que las acciones económicas eran válidas si servían para hacer felices al mayor número posible de personas. Dicho esto, que se empalma con los fundamentos del humanismo de la cultura cubana y la doctrina de la Revolución, tendremos que reconocer que la política necesita de un sustento ético. Porque sin el beneficio de la ética, la política se inclinaría a resolverse en consigna o cálculo de intereses.

 

   Como advertencia imprescindible, oímos que todo cuanto se decide hoy en la sociedad cubana en lo económico y lo social, incluso en lo político, exige una anulación de la vieja mentalidad y la articulación de un nuevo concierto de ideas, iniciativas, costumbres y enfoques que sean el antídoto de ciertas fórmulas ya estériles. ¿Quién negaría que si la visión pervive envejecida, prácticamente la concreción de leyes, resoluciones, modificaciones atravesarán una zona reblandecida, demasiado movediza como para subsistir erectas y actuantes?

 

   A mi manera de juzgar, la ética como orientación básica de los actos económicos o políticos nos tendrá que conducir a un fin, el fin auténticamente revolucionario y socialista, esto es solidario: procurar la felicidad o el bienestar de la mayor cantidad posible de nuestros compatriotas. Cualquiera otra finalidad quizás se conjuraría contra lo actualmente proyectado o aplicado. Por tanto, la ética del deber ser tendrá que prevalecer contra la desvaída ética de lo que no es o no ha sido.

 

   Se me ocurre un símil, un juego de palabras: podrá haber receso "docente", pero nunca habrán de entrar en receso las actitudes "decentes". ¿Me explico? La decencia, palabra que define verdaderamente a cualquier ciudadano, tendrá que convertirse en un rasero, una condición. Porque decente es mucho más que capaz, inteligente, culto. Decente viene siendo el que emplea sus facultades y posiciones para trabajar por los demás, sin acudir a las apariencias, o a las promesas fatuas, o a la mentira, ni otras mañas de basurero.

 

   Y en ello consiste la diferencia:  Nos renovamos en ideas y actitudes honradas, y consecuentemente con el espíritu de la nación y del socialismo renovado, seremos  medidos y pesados por nuestra actitud ética. O seremos proclives a renunciar a  la condición humana para convertirnos en un ancho e insaciable estómago. Y unos viviremos a costa de los otros.

CUBA… PARA LOS CUBANOS

CUBA… PARA LOS CUBANOS

 

Por Patricio Zamorano,

desde Washington DC

Director Ejecutivo de http://www.InfoAmericas.info


Es extremadamente interesante el choque narrativo en lo político que ha tenido el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos estos últimos meses. La voz conservadora oficial de EEUU coincide en un punto central: “Estados Unidos ha cedido una enormidad en este acercamiento”, “Cuba no ha cedido en nada”, etc. Desde el análisis progresista, es obvio el efecto espejo: “Cuba ha demostrado un triunfo diplomático de proporciones”, “ha entrando en negociaciones de igual a igual contra el antiguo agresor”, etc.

No hay sorpresas en la encrucijada de estas ideas. El punto de inflexión “tercerista” me lo dio un amigo argentino, que no quiso ir a ver el izamiento de la bandera este último 20 de julio de 2015 en el histórico inmueble en calle 16 de Washington DC. “Cuba ha cedido demasiado a Estados Unidos. ¿Para qué darle tanta ventaja política a Obama? ¿Qué ha hecho Obama para terminar el embargo y devolver Guantánamo?”, me dijo sombrío. Para él todo este proceso es un regalo innecesario con un precio demasiado barato por todo el daño que EEUU ha provocado en más de 50 años de embargo.


UNA FOTO QUE SIRVE A TODOS

 

Entonces, la casi onírica foto entre el presidente Raúl Castro y Obama en el Palacio de la Revolución les sirve a ambos. A Raúl, le otorga un enorme triunfo, pues en ese gesto Obama legitimó sólidamente el régimen político e institucional de Cuba, lo validó, lo convirtió en interlocutor, lo saco de la caverna reservada a los “parias” enemigos de Estados Unidos. Y lo dijo el propio Obama en suelo cubano, con todas sus letras: “Cuba no es una amenaza para Estados Unidos”. Por supuesto, todos ya sabíamos eso. Solo el establishment conservador de EEUU con el trasnoche lleno de lagañas de la Guerra Fría aún consideraba a Cuba en un pedestal de “enemigo”. Lo que no decía en público la Administración de Obama lo decían sin embargo en privado sus funcionarios en los cafés de networking alrededor de Pensilvania Ave, bordeando la Casa Blanca.



MARTÍ NO DEJARÁ DE SER MARTÍ

Sorprende en todo caso que los cubanos hayan permitido a Obama ir a rendirle honores a Martí en su propio memorial. El mismo héroe legendario, cuya estatua señala dura con su dedo extendido a la Embajada de EEUU en el Malecón, escribió con urgencia clarificadora que "los pueblos de América son más libres y prósperos a medida que más se apartan de los Estados Unidos". El cálculo de los asesores de Obama es preciso: con ese gesto, con la frase respetuosa que escribió en el libro de visitas del memorial, con haber traído a su esposa y a sus hijas, haberse paseado por la Habana Vieja bajo la lluvia torrentosa de su llegada (¿mensaje esotérico de la historia?), Obama avanza entre los moderados de la isla, se gana las simpatías de millones, no hay duda. Pero este es el presidente que al mismo tiempo deporta a una cifra record de más de 2 millones de indocumentados, pero no al tristemente célebre terrorista Luis Posada Carriles, quien luego de derrumbar un avión lleno de cubanos en 1976 vive una jubilación soñada en Miami (aunque un poco molesto con la cena de los Obama en un paladar de la Habana Vieja).

Y en todo este ruido mediático, vuelven las palabras de Martí cuando señalaba en una carta inconclusa a su amigo Manuel Mercado: “Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber (…) de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso [en contra] de la anexión de los pueblos de nuestra América, al Norte revuelto y brutal que los desprecia. (…) Viví en el monstruo y le conozco las entrañas".


Otro punto a favor de Obama es que disfruta de un lugar reservado en la historia, como el presidente que cumplió la promesa hecha en un abismantemente lejos 2007, de visitar Cuba “sin precondiciones”, lo que le causó ácidos ataques de “ingenuidad” de la derecho republicana y… de la propia Hillary Clinton. Y Obama quedó en paz tras estas horas paseando por el Malecón: pudo centrar sus críticas en el tema de los derechos humanos, pudo criticar la democracia cubana, pudo reunirse con la minoría disidente. Misión cumplida.


LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA

Y LA CUBA IDEALIZADA

 

Pero hay un cuarto pie del análisis, el tema central de la izquierda más comprometida con la historia de la Revolución Cubana, un grito silencioso que emana directamente de la epopeya de la Sierra Maestra. Esto más allá de la incomodidad de muchos progresistas por la forma en que Obama fue recibido en la Cuba de Fidel (¿incluido el propio Fidel…?). ¿Qué pasará con la Revolución tras las reformas económicas que se lanzaron hace un lustro? Porque hay que analizar la posición de Obama no en lo que dice, sino que en lo que no dice. Nótese su énfasis en los temas políticos. Nótese su énfasis en los temas ideológicos, institucionales, de los derechos cívicos. Pero al mismo tiempo nótese su “ausente” énfasis en el tema económico. Obama no ha reconocido ampliamente el enorme avance de reformas que se parecen felizmente a lo que es EL punto central del “deber ser” estadounidense: el comercio, el emprendimiento empresarial, el consumismo. La numerosísima comitiva que acompañó a Obama está compuesta por muchos empresarios, y previo al mismo Obama no fue el canciller John Kerry u otra autoridad política quien aterrizó en La Habana para avanzar en el reencuentro entre los países en reuniones de alto perfil: fue la Secretaria de Comercio, Penny Pritzker. Es decir, Obama ha abandonado la ruta política para abrazar la ruta comercial y sacar el mayor provecho del contacto “pueblo a pueblo” que provocarán los turistas estadounidenses.

 
LAS VERDADERA RAZÓN DE EEUU: LA ECONÓMICA,

NO LA POLÍTICA

 

Lo que no se dice, es que todo este acercamiento se debe justamente a las reformas económicas que está implementando Cuba. Son tan importantes, son tan revolucionarias para la propia Revolución, que Obama las ha valorado tanto como para iniciar la reconstrucción de relaciones diplomáticas. El análisis a mi juicio es claro: 50 años de política de agresión no han servido para nada. Lo prueba incluso la increíble odisea (una segunda campaña de la Sierra Maestra), que protagonizó el pueblo cubano durante los noventa, cuando en el periodo especial el hambre lo era todo, junto a las convicciones. Si la caída brutal de la economía solventada por la ex Unión Soviética como cliente gigantesco no doblegó ni al gobierno ni a los cubanos, menos lo iban a hacer las agresiones del embargo estadounidense. Entonces la estrategia ha cambiado radicalmente. Obama pasa ahora a la estrategia económica, intentando aprovechar el espacio que ha creado el propio gobierno cubano. Por eso llenó la comitiva de emprendedores y empresarios, por eso liberalizó las tarjetas de crédito de EEUU, permitió la semana pasada que las empresas establezcan oficinas directamente en Habana, liberalizó como nunca antes el envío de remesas y donaciones, y amplió hasta lo máximo posible sin llamarlo “turismo”, las licencias de viaje para los ciudadanos estadounidenses.


REFORMAS REVOLUCIONARIAS

POST-REVOLUCIÓN

 

Obama acepta plenamente, entonces, que quienes hablan de falta de cambios o reformas en Cuba están profundamente equivocados. Para recordar lo radical de muchos de estos cambios en progreso: disminución del volumen de trabajadores que dependen de puestos del Estado, para transferirlos al sector privado, de varios cientos de miles; creación de un sistema tributario, sectorial, que recolecte desde la iniciativa privada; unificación de las dos monedas que conviven actualmente en Cuba, y que garantiza un sector amplio subsidiado para los cubamos más pobres; nueva ley de inversión extranjera, que amplía y facilita el flujo de capitales; ampliación de una gran variedad de licencias para el trabajo por “cuenta propia” (los famosos “cuentapropistas”). Obama sabe todo esto. Pero como lo dicta una regla sabia del pueblo, “¿cuándo no es pascuas en diciembre?”

Los que hemos ido a Cuba estos últimos años sabemos los efectos de estas reformas. Cuando visité la isla en 2013 las cuadras que rodeaban la esquina central de 23 y G en el Vedado eran solitarias. Muy pocos lugares para comer, muy pocos servicios. En el último viaje en 2015 pude ver con sorpresa el nacimiento casi mágico de varios restaurantes, locales de reparación de celulares, pizzerías, bares… Todos matizaban una avenida llena de vida comercial. Los dueños, casi todos jóvenes. Una pareja joven de retornados de Miami me muestran entusiasmados la vieja casona que vi derruida un año antes, y que ahora se viste de modernidad para un bar de estilo.

 

TURISMO: ¿AUTORIZADO?

 

El Departamento de Estado está activamente alentando a instituciones culturales y académicas, deportivas y profesionales, de comenzar en masa el éxodo a Cuba. No lo puede llamar abiertamente “turismo”, pues las leyes del embargo están plenamente vigentes, pero el cambio de política es claro: basta con ir ahora solo, no en delegación, y apelar a una de las múltiples categorías de licencia autorizadas. Lo que la administración de Obama no ha dicho, es que este proceso lleva años activo. En los tres viajes académicos que he hecho a la isla desde 2013, nunca ningún policía de aduanas me ha preguntado absolutamente nada sobre la licencia utilizada para viajar a la isla, mi agenda de actividades, los institutos de la Universidad de la Habana visitados, las clases impartidas. El énfasis fue, el primer año, sobre la presencia o no de habanos o ron en mi equipaje… Y el año pasado se amplió a varios cientos de dólares el margen autorizado de compra de productos cubanos. En rigor, la frontera está normalizada hace mucho tiempo, sin declararlo vox populi, y Obama ha desarrollado magistralmente un acercamiento gradual que rinde ahora sus frutos, cuando puede pisar La Habana sin que el Congreso se lo prohíba, y con los Marco Rubio, los Menéndez, los Cruz y los Trump sin ninguna fuerza política para negarse. En ese sentido, el gobierno de Obama ha escuchado las amplias voces en los pasillos del lobby que insistían con ironía que si los republicanos realmente quisieran cambiar Cuba, deberían eliminar el embargo, y meter cientos de miles de turistas con cámaras automáticas, piel blanca mal quemada por las playas de Varadero, cerveza fácil y cargados de dólares.

La porfía de los republicanos respecto del embargo ha provocado un efecto curioso: Cuba está implementando reformas que crean en lo concreto un sector privado autónomo, sin la presión política ni económica que cientos de miles de estadounidenses podrían hacer incontrolable. El embargo ha sido, por tanto, la mejor protección al ritmo de las reformas.

 

AL PUEBLO, LO QUE ES DEL PUEBLO

 

En resumen, ¿ha abandonado Estados Unidos su política de agresión contra el gobierno de Cuba, finalmente legitimando a sus representantes, los Castro? ¿Ha iniciado Cuba aperturas de reforma económica que abrirán un mercado privado interno? Hasta hace poco tiempo la respuesta a estas preguntas era obvia. Pero en este momento, estas preguntas no tienen sentido.

En los tres viajes que he hecho a la isla acudí, especialmente la primera, con un prejuicio enorme. Realicé sondeos lo más amplios posibles sobre el tema de las reformas económicas. Me entrevisté con periodistas, artistas y profesores. Con gente de la calle, ex ministros, economistas y trovadores. Iba a sondear el disenso, la inconformidad dividida con el cambio en algunas áreas importantes del modelo socialista. Pero no encontré ninguna voz que criticara el avance de las reformas. Ni una.

Es claro que estas reformas cuentan con el apoyo de los cubanos. No puedo imaginarme una conciliación mayor que esa. Existen otros grupos de intelectuales independientes que, sin identificarse directamente con la disidencia anti-castrista y pro-EEUU, quieren también mayor avance en lo político. Desean cambios en la estructura de representatividad legislativa, y desean iniciar el debate sobre el multipartidismo. Yo diría que es una discusión demasiada cargada de complejidad en el actual contexto. No cabe duda que las reformas económicas devendrán en ajustes del sistema político. ¿En qué grado? Si Cuba quiere esos cambios institucionales, si son funcionales al modelo social que viene luchando por preservar por tantos años, entonces la respuesta es más que obvia: será la propia cubanía, los propios cubanos serán quienes tomarán esa decisión. El que Estados Unidos pretenda intervenir irá exactamente en contra de la “libertad” que le desea constantemente al pueblo cubano. Y es eso un punto fundamental de esta historia, una diferencia de prisma radicalmente distinto entre Estados Unidos y América Latina. EEUU identifica “libertad y democracia” con aquello que emule a su propio sistema político, bajo la ilusión de que es “estándar” para el resto de los pueblos del planeta. Es producto, sin duda, de la distorsión de la doctrina del “excepcionalismo”, que tanto daño ha hecho a tantos países y pueblos, y de la exacerbación de los valores del mercado. En ese sentido “libertad”, en boca de EEUU, no es sólo libertad política. Es también libertad económica, la concepción de ciudadanía sobre la base de la capacidad de consumo, que construye el carácter individual del sujeto social, que lo hace competir en un mercado de las habilidades y del acaparamiento de capital. Cualquier cosa que huela a colectivismo (y el candidato social-demócrata Bernie Sanders lo sabe perfectamente), está condenado al fracaso. Incluso la salud, la educación, la vivienda: bajo las premisas valóricas estadounidenses, todos estos son factores del gran mercado de la competencia, y no derechos fundamentales del ser humano.



LA GRAN PAJA EN EL PROPIO OJO

 

Como señalaba antes, el ajuste del modelo económico en Cuba es el verdadero cambio radical, el área que Obama no reconoce en público, que avanza minuto a minuto en silencio. Nuevamente, el presidente de Estados Unidos mantendrá sus reclamos sobre el tema del cambio institucional, y el de los derechos humanos. Que EEUU insista en eso, es realmente indefendible.


Es cierto que el gobierno cubano restringe la capacidad de operación de la marginal oposición cubana cercana a Estados Unidos. Y es cierto que arresta a las Damas de Blanco en sus actos de desobediencia civil. Pero un país como Estados Unidos, que gravísimamente ejerce la tortura, que mantiene a presos en Guantánamo sin juicio, sin defensa secreta, sin condenas, pudriéndose en un limbo legal y territorial exasperante; que ha matado a miles de civiles inocentes con los extraterritoriales y letales drones; que ha ayudado a diezmar de la faz de la tierra a miles de dirigentes de izquierda masacrados por dictaduras de derecha afines, que intervino directamente en guerras civiles en El Salvador y Nicaragua, y un largo etcétera. No puede pretender realmente ser serio en denunciar violaciones a los derechos humanos en terceros países. No cuando tiene la mayor población carcelaria del mundo, desproporcionadamente de origen afro-estadounidense. No cuando mueren cada semana jóvenes y adultos negros reprimidos por las fuerzas policiales. Cuando desgarra a miles de familias cada mes a través de deportaciones arbitrarias de inmigrantes. Cuando se niega a ratificar las instancias de derecho internacional que pondrían límite a los crímenes de guerra de sus soldados. Cuando ha invadido o bombardeado ya decenas de países, sin que ni Naciones Unidas ni el Papa ni nadie logren contrarrestar tanta violencia militar. Y con la complicidad de los medios de comunicación que cubren el planeta sin darle urgencia al tema de la brutalidad castrense de las tropas estadounidenses. La verdad, Estados Unidos tiene un récord de derechos humanos aberrante, pero eso no ha frenado que siga vigente el ideario simbólico del “excepcionalismo estadounidense” que tanto gusta en Washington.

Detrás del ruido de la politización del tema de los derechos humanos que ejercerá Estados Unidos de ahora en adelante en el nuevo espacio político abierto voluntariamente por el gobierno cubano en la isla, queda una pregunta esencial. ¿Qué quieren los cubanos? Esa pregunta es para los cubanos. No compete tampoco a la izquierda latinoamericana que sueña con mantener el heroísmo de la revolución en un pedestal congelado y virtuoso (¿quién no añora la genialidad de los héroes?), y cuando la social-democracia se ejerce ampliamente (para bien o para mal) en toda América Latina excepto en Cuba. No compete tampoco a la derecha anticomunista de Estados Unidos, rabiosa por que esta “islita” de 11 millones de habitantes esté comandando una apertura sin responder a amenazas, sin coerción, sin presiones externas.


Aunque Cuba esté implementando reformas económicas que rompan con el modelo comunista puro que ha sobrevivido como una reliquia por más de cinco décadas, lo está haciendo por las necesidades de su población, y por que se le viene en gana. He ahí la derrota del colonialismo incrustado en la denuncia martiana sobre el imperialismo. Después de lustros y lustros de historia desde el fatídico día lluvioso en que Martí vertió su sangre por la independencia de su isla amada, Cuba sigue de pie…
¿Y Cuba, entonces?

Bueno… Cuba, para los cubanos…

ACTITUD EXPECTANTE

ACTITUD EXPECTANTE

Luis Sexto

Ante la visión atiborrante de una mesa sueca,  dudas qué comer, comes y al final te quedas posiblemente sin haber probado lo más sabroso, aunque no fuera, a simple ojeada de comilón, lo más apetitoso. Pero, abusando del nombre de la mesa, te haces el sueco y olvidas lo que dejaste sin comer para recordar lo comido.

Y si miráramos hacia nuestros campos, qué recordaremos: lo sembrado o lo que está por sembrarse; lo comido o lo que necesitamos comer. Conocidas las últimas estadísticas, que remiten a un descenso en las cosechas, tendremos que proseguir anhelando lo que está por sembrarse y por tanto por recogerse.

Ahora bien, esa actitud expectante no puede generar el  conformismo. Bajan las cifras, y hemos de intentar explicarnos las causas, aunque de primera intención parezcan inexplicables.  Inexplicables, aunque tengan explicación. Porque al área activa se añadieron más de 900 mil hectáreas de tierras ociosas, y los efectos calculados en conjunto se escurren como tierra trasformada en arena.

¿Acaso el mercado no tiene apetito? ¿O qué falta en las tierras de las cuales hemos esperado tanto: acaso escasean las  ganas de trabajar, o los recursos,  o la autonomía para  establecer dónde, cómo y qué producir?

Posiblemente  haya de todo en estas cuentas que parecen sumarse  como si se restaran.  En el fondo, opera una condicionante por defecto de índole cultural. No tendré espacio para echar hacia atrás y destapar las relaciones que los criollos manutuvieron con la tierra, explotada hasta casi finales del siglo XIX con mano esclava. Después, predominó la propiedad latifundaria que hallaba sentido y riqueza en lo extenso de sus cañaverales. Y el pequeño agricultor malvivía bajo las limitaciones y los miedos condicionados por la geofagia, cuyo reloj marcaba la supresión de las estancias, las vegas o de las tierras realengas. En esos años de capitalismo dependiente, Cuba importaba el 63 por ciento de los granos que consumía. También, la papa.

Tampoco  bastaron los tiempos de las empresas agropecuarias  de propiedad estatal –extensas y de seguro empleo y salario-, ni las cooperativas, ni el campesinado redimido por la Revolución, para convencernos de que en nuestro país hemos de inclinarnos sobre la tierra, a falta de exuberantes minas de oro o de petróleo. Y uno aprecia en  los últimos cincuenta años un crecimiento de la histórica escisión entre el cubano y la tierra. Lo prueban encuestas que durante la década de 1990 configuraban una verdad: en municipios agrícolas, sólo el uno por ciento de la población, o el do, o el cuatro laboraban en el campo cuando la escasez de alimentos no se podía reducir con las compras en el mercado externo.

Precisando, la herencia del pasado y su devaluación del trabajo agrícola todavía atenúan, a mi modo de ver, la percepción de las urgencias alimentarias y económicas de nuestra sociedad. Entre los productores, la conciencia del peligro quizás no sea tan hiriente como para azuzar la certeza de que del trabajo agropecuario depende hoy nuestra existencia de pueblo independiente y organizado sobre el lecho de la justicia.

Pero esa mirada con que la tierra -y válgame la imagen- se juzga entre impresiones e imprecisiones como cantero de jardín y no como madre nutricia de la sociedad, también se articula en la tozudez de un control que se cree imprescindible e inobjetable. Basada en cartas, entrevistas y observaciones, mi experiencia confirma que a pesar del estímulo del vigente decreto ley 300, y del 259 que lo antecedió, aún las fuerzas productivas continúan sometidas a directrices, y a veces a arbitraria distribución de los insumos, que les entorpecen la autonomía desde jefaturas de cooperativas y dirigencias municipales. Súmele a esas formas de desestimular, la escasez de inversiones en maquinarias y fertilizantes.

Habremos, por tanto, de tener en cuenta que la tierra, el corral y los potreros  no necesitan de celos fiscalizadores que inflen una atmósfera de ilegalidad y restrinjan las invitaciones de la legalidad. ¿Llegaremos todos a aceptar que nuestra agricultura requiere menos reproches por sus incumplimientos y más  preguntas colectivas por las causas de las insuficiencias; más confianza que desconfianza, más diálogo constructivo que silencios reprobadores, y mejores acopio y mercado,  y menos frutos podridos a orillas del camino, y pagos más rápidos para avivar el sentido y la productividad del trabajo?  Requiere, sobre todo, que la cultivemos inteligentemente. Porque el agro se enrique con la ciencia y la técnica. Tal vez, algunos custodios de la disciplina  deban  compartir sus giras por la campiña con asesores que enseñen a emplear las fórmulas promovidas en laboratorios e instituciones de investigación.

Lo sé. Las explicaciones no se comen. Pero, como la papa, cuando abunda, ayudan a comer.