RESONANCIAS DE LA VISITA PAPAL
Luis Sexto
“Miserere mei, Deus: secundum magnam misericordiam tuam”, reza un canto litúrgico basado en el salmo 53: Oh, Dios, ten piedad de mí. Y por tanto misericordia, que parece pertenecer a la familia de miserere, es una palabra compuesta entre la raíz que significa piedad, también perdón, y cordia, un sufijo proveniente de cor cordis, corazón o del corazón. Visto lo cual, si no yerra mi casi olvidado latín de la adolescencia, misericordia significa perdonar, aliviar, ayudar con el corazón a quien la suplica, incluso a quien la rechaza. Mas, si se acepta exige un arrepentimiento, también de corazón; arrepentimiento por el daño causado. Y por tanto hay que admitir que “Quoniam iniquitatem meam ego cognosco: et peccatum meum contra me est semper”. Esto es, estoy al tanto constantemente de mi iniquidad.
Y he referido esas etimologías y frases bíblicas, porque de misericordia habló el papa Francisco entre nosotros, y también habló de rigidez. Y rigidez, quiere decir actitud de aquellos que permanecen insensibles ante el dolor y los problemas de otros, apegados a sus ideas, a sus dogmas y a sus intereses. Ni perdonan, ni se arrepienten.
Me percaté, como muchos, de que el mensaje iba más allá de los creyentes. Pensaba que nuestro pueblo necesita hoy extender la misericordia, y exterminar la rigidez. A esa rigidez llamamos “vieja mentalidad”. Y dicho así, parece un ataque de sarampión crónico cuyo virus unos contraen de tanto hacer y pensar lo mismo, sin control, y con el agravante de que no se consideran culpables, sino víctimas de un orden permisivo, sin cuenta regresiva para los errores. Así es el diagnóstico y la etiología de la vieja mentalidad: la padezco, y no depende de mí curarla.
Pero la vieja mentalidad no es sarampión; más bien es una enfermedad de la conciencia, vuelta molde de plomo que se habitúa a ver la realidad desde ciertas ubicaciones comúnmente ociosas, cuya mayor molestia es dejar las cosas como están. Su culpabilidad radica en que no quiere modificarse; se resiste a recomenzar, a renovarse. Es cómoda la posición de este paciente casi incurable, al menos en estas dolencias mentales, cuya terapéutica, hasta ahora, parece no emplear técnicas quirúrgicas.
No sé cuántos de mis compatriotas estiman que la vida es lucha, milicia sobre la tierra, como dicen las escrituras recitadas por la Iglesia Católica. Milicia. Combate. Denuedo. Abnegación. Solidaridad. Ello es la existencia humana. Y me parece que sin esa disposición, será muy lento y a veces inefectivo rescatar los valores éticos, políticos, materiales que poco a poco se nos han ido desgastando en medio de escasez, privaciones y, sobre todo, indolencia.
Es sabido: para corregir o corregirse se necesita la conciencia de que es preciso modificar la conducta. Sin conciencia del cambio, no habrá cambio. Ni personal ni social. Y el cubano que se inquiete hoy, en medio de nuevas y viejas circunstancias, tendrá que concluir que renovar nuestra sociedad actualizándola, dotándola de instrumentos capaces de generar estímulos para el trabajo, y el trabajo ser tan efectivo como para generar bienestar en justicia, no será sólo posible con leyes y procedimientos dotados de la propiedad de organizar un aparato productivo eficiente, eficaz y efectivo.
Tampoco las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos, aunque el cese del bloqueo económico y financiero y comercial deje de ser una promesa enganchada a un anzuelo geopolítico, voltearán milagrosamente nuestra realidad material, política y moral. Si no observamos el futuro con juicio previsor y audaz, el norte podría introducir sus industrias más rentables: la droga, el juego, el comercio de armas, la trata de blancas, la pornografía, la discriminación racial, la policía que dispara sin preguntar…
¿Soy pesimista? No, quizás sea un cubano inquieto que se percata de que vivimos entre la flexibilidad de los mejores hombres y mujeres de nuestra patria, y la rigidez inmisericorde de cuantos se arropan en el oportunismo, y la moral aparente de la amoralidad. El 17 de diciembre de 2014 me preguntaron en una rápida entrevista radial, en vivo, mi parecer del acuerdo entre la Casa Blanca y el Palacio de la Revolución, y dije. Posiblemente, a partir de ahora, podrá ser todo más fácil, y también más difícil. No olvidemos que junto con la patria de Lincoln sobrevive la patria del coronel Cutting. Y que entre los revolucionarios, los que así se estiman, todavía coletean muchos que no pueden vivir si no mantienen las puertas atrancadas con los palos de la rigidez.
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