PRIMERAS IMPRESIONES
Luis Sexto
Un tema en el que muchos sabemos poco
Los 76 años de Francisco I no prometen destacarlo como un papa de largo pontificado. Sin embargo, la elección de su nombre parece definirlo como un pontífice que no discurrirá por el continuismo de sus dos últimos predecesores.
La elección del nombre suele marcar una voluntad de asemejarse a algún predecesor o distanciarse de otros o de todos los 265 sumos pontífices anteriores. Esa parece ser una tradición. Y con la elección de un nombre nunca utilizado, el cardenal Jorge Mario Bergoglio posiblemente insinúe que no desea acercarse a ninguno de sus predecesores más inmediatos. En cualquier caso, la elección del nombre lo podría remitir a san Francisco de Asís, que aspiraba a un mundo donde cupieran en paz todas las criaturas sin discriminar a ninguna, incluido el lobo, que tendría derecho a la redención. Francisco de Asís fue un ex rico que abjuró de sus riquezas para predicar la necesidad de la pobreza, convirtiéndose en el paladín de un cristianismo ligado al desprendimiento y la caridad evangélicos, y predicador implacable contra la corrupción eclesiástica en el siglo XIII. Las costumbres y votos de la orden de los frailes menores fue, por contraste, la principal crítica contra el lujo y la impureza de la Iglesia jerárquica.
Bergoglio, según sus biógrafos, se distingue por su humildad: ha preferido vivir en un pequeño apartamiento en vez de en el palacio arzobispal de la arquidiócesis de Buenos Aires, y ha viajado en ómnibus, y ha volado en clase de turista, pasaje barato e incómodo.
Uno se pregunta si, siendo jesuita, por qué no eligió el nombre de Ignacio, el santo fundador de la Compañía de Jesús. Quizás por ser Ignacio de Loyola un ex militar demasiado beligerante. Pudiéramos aventurar la opinión de que Bergoglio prefiere no hacer ruido con las armas con que tendrá que rescatar el crédito y los valores cristianos de cierto sector de la iglesia Católica Romana. De los jesuitas, el nuevo papa tiene la inclinación a imbricarse en la cuestión social y política. Pero en ese aspecto se le adjudica el error de no defender a dos miembros de su orden, apresados por la dictadura militar argentina. Entonces no era obispo, pues fue consagrado el 20 de mayo de 1992 como auxiliar en Buenos Aires. El dato, desde luego, es solo eso: un dato, en días de masificación informativa cuando cualquier letra sirve para infamar. Me abstengo de evaluarlo por ese hecho. Y si así resultó, quizás los años le hayan hecho purgar su decisión aparentemente errónea y culpable. Pero no parece atinado suponer que se puede llegar a papa con la pesada cruz del decrédito.
Por lo dicho sobre el nombre escogido -que quizás no esperaraban los cardenales que lo eligieron en la quinta votación el 13 de marzo de 2013-, tal vez Francisco I comience a renovar a la Iglesia romana con el ejemplo personal de modestia y la renuncia al absolutismo, como Juan XXIII, a quien consideraron un anciano inofensivo y transformó una Iglesia envejecida. Probablemente la mansedumbre y el tacto del santo cuyo nombre adoptó, sean las virtudes apropiadas para redimir a ciertos depredadores internos de la Iglesia de Cristo.
No esperemos en este nuevo período en la conducción de la Iglesia Católica Romana, modificaciones drásticas en la moral y los principios básicos sostenidos por más de dos milenios. El papa no aprobará el aborto, ni el matrimonio entre personas del mismo sexo. Reclamárselo sería desconocer el fondo ético del cristianismo, ignorancia demasiado frecuente. Si Francisco I se ubica del lado de los pobres, necolonizados y agredidos, y por sus nombres condena, como Jesús a los fariseos, a las potencias que han conducido al planeta a la quiebra de la paz y la justicia, ya sería bastante.
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Luis Luque Álvarez -
Sexto -
el mudo -
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Torquemada -
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