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PATRIA Y HUMANIDAD

ACERCAMIENTO A LAS PALABRAS

Luis Sexto

La evidencia es audible: los cubanos no hablamos bien. Basta oír a ciertos entrevistados en los reportajes de la TV, para percatarnos de esa insuficiencia a pesar de que Cuba ha dado numerosos maestros de la lengua, como Martí, Heredia, o Carpentier, Guillén, Dulce María Loynaz, Lezama Lima. Y no me refiero a nuestro hablar atropellado, vital, apasionado. Quiero decir que vamos reduciendo el vocabulario y deformando la prosodia de modo que la cultura en vez de realzar los valores del habla, los minimiza.

Voy a escribir de este tema con cautela. Me cuesta adoptar poses profesorales, o escribir imponiendo mi opinión. Pero me parece que podremos convenir en que  ello hoy, cuando el sistema de educación reflexiona y señala sus carencias, estamos en el momento exacto para mejorar. Todos. Padres, maestros, estudiantes. Porque nadie pretenderá lograr una superación de las formas incorrectas y malsonantes con que mayoritariamente usamos el habla, si quienes recomiendan el mejoramiento persisten en el mal.

Me atrevo, pues, a sugerir que  nuestras escuelas exijan la expresión oral apropiada. Y la ejerciten como si todos los alumnos se prepararan para ejercer como abogados o tribunos del pueblo. La lengua materna ha de ser una asignatura rigurosamente impartida y examinada. Porque si en nuestro sistema predominara el oficio de instruir por encima del de educar, con el tiempo sobrarían los letrados incultos. Sabemos que la palabra es el envase comunicable del pensamiento; es más,  el pensamiento es la palabra. ¿Y  ¿habrá acaso que repetir la manoseada verdad de que pensamiento carente o torpe de palabras será siempre mal o incompletamente pensado y expresado y, por ende, mal comprendido  o incomprendido?

Y mientras la sociedad adquiere conciencia de esta deficiencia y se adoptan los criterios pedagógicos para erradicarla, hay otro asunto en nuestra habla que necesita también ser corregido. ¿Nos hemos acaso fijado en  que también despojamos al idioma común y pasajero de sus delicadezas y ternuras?  Echo de menos a fórmulas como “por favor”, “gracias”,  “buenos días”, “adiós”,  “por nada”, en fin, esas frases que indican que las personas se toman en cuenta unas a otras y se respetan.

Existe una ley desde hace milenios y que el cristianismo potenció hasta convertirse en amor: trata a los demás como quieres que te traten. Por ello, la lengua es rica en palabras y locuciones tiernas y respetuosas. Los cubanos somos por idiosincrasia gente llana, cordial, renuente a las fronteras impuestas por rangos y desigualdades. Pero esa capacidad de emparejarnos, de sentirnos iguales, no implica la irrespetuosidad que arrasa en vez de allanar, que despoja en lugar de preservar. Nuestra tradición e incluso los ideales de nuestra sociedad actual se han fundamentado sobre relaciones solidarias, aunque hace más de cincuenta años ciertos cubanos y extranjeros se dedican a enrarecerlas y satanizarlas mediante la hostilidad oral y escrita en los medios globales de prensa y difusión.

Diga usted si la lengua y el habla pueden andar de espaldas a nuestro ser y a nuestra historia.  

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