"LA ROSA BLANCA": UNA APRECIACIÓN BENIGNA
Por Argelio Santiesteban
¿Recuerdan aquella vieja película del centenario martiano?
En el seno de la mascarada batistiana del Centenario, se funda la Compañía Películas Antillas S. A., con Francisco Ichaso (1) como presidente y Félix Lizaso (2) como tesorero. Objetivo: administrar --¡y de qué manera!—los 250 mil pesos descontados al proletariado cubano para la filmación de La Rosa Blanca.
Amadrinada por Marta Fernández de Batista, la película tuvo como director a Emilio El Indio Fernández, con guión de Mauricio Magdaleno, ambos mexicanos.
Los primeros pecadillos antimartianos de Magdaleno databan de su Fulgor de Martí (3), pleno de florida verborrea y de inexactitudes históricas. Sobre Batista, alguna vez declaró: “Éramos amigos íntimos, yo le hablaba de tú”.
El escándalo inicial lo motivó la nutrida presencia de actores y técnicos extranjeros, que desencadenó un boicot por parte de los organismos sindicales cubanos (4). (En aquellos encontronazos tendría protagonismo el siempre recordado Alejandro Lugo).
Encarnó a Martí el actor Roberto Cañedo, quien pesaba cien libras más que el héroe cubano. Gigantón de seis pies, exhibía una cabellera que sólo dejaba a la vista medio dedo de frente. Por otra parte, su acento mexicano contradecía los testimonios de todos los que conocieron a Martí, quien, a pesar de su prolongada ausencia de la Isla, siempre habló como cubano. Fueron concluyentes al respecto, las declaraciones indignadas del coronel Ramón Garriga, ayudante de campo del Maestro (5). Además, en la actuación de Cañedo proliferaron las gesticulaciones de gañán y los bostezos.
Menudearon las meteduras de pata de toda índole. Así, en la playita de Cajobabo desembarcan siete expedicionarios, no seis. Al llegar a tierra contemplan las luces de Santiago, salvando la diminuta dificultad de que entre el punto de desembarco y dicha ciudad se interponen respetables macizos montañosos. (Sierra de Mariana, Sierra del Maquey, Cordillera de la Gran Piedra).
El atuendo de Martí en México es, según refleja el filme, traje a cuadros, y no su austera vestidura negra. Además, ya en campaña, Cañedo se endominga como un padrino de bautizo, olvidando que Martí en el Diario describe detalladamente su sobrio vestuario y su armamento.
En la escena del penal, Don Mariano aparece con traje de dril 100, zapatos de dos tonos y jipijapa. Por otra parte, la caballería mambisa anda sobre monturas que son, a todas luces, de la Guardia Rural.
El público no sabía si morirse de risa o de indignación, pues el actor que encarna a Maceo muestra una estampa menos viril que la esperada para el coloso broncíneo. Traía al cinto un arcabuz de la época de la Conquista.
La niña guatemalteca, María García Granados, propone a Martí un pacto suicida, y el viejo general expresidente envía una pareja de soldados que secuestran al cubano, con el fin de que aclare sus intenciones con respecto a la muchachita.
El periódico Avance le declaró la guerra a La Rosa Blanca pero un buen día, sin previo aviso, la película comenzó a ser calificada, en aquellas mismas planas, como suprema obra de arte y dechado de fidelidad histórica. Portentos que se consiguen untando con mantequilla las uñas del gato.
Ante la repulsa popular provocada por la película, El Indio Fernández vociferó que los cubanos no sabíamos nada de Martí, y que sólo éramos capaces de hacer películas pornográficas. (6)
El buen Paco Ichaso, poco después, se construyó una casona en Avenida Kohly número 169, entre 32 y 41, Alturas de El Vedado. El pueblo, siempre despierto e incisivo, bautizó a la residencia como “La Rosa Blanca” (7).
Ah, pero ahora resulta que el colega Jorge Smith Mesa, con un más que benigno enfoque, rompe lanzas a favor de aquel engendro cinematográfico (8), según él objeto de una inmerecida maldición, y al cual es necesario “reivindicar y exorcizar”, pues en la realización han sido “respetuosos de la historia de Cuba”. Además, alega, se “logra acopiar lo más granado de la personalidad del luchador”. (Quizás se remite a la escena de la ruptura con Carmen Zayas Bazán, cuando Martí le dice a la esposa: “Vieja, siéntate”).
Cosas veredes. (9)
NOTAS:
(1) Francisco Ichaso y Macías (Cienfuegos, 1901-México, 1962): Brillante periodista y escritor, sus fulgores en estos campos no tuvieron contraparte en el mundo político. Abecedario, dirigió el órgano de prensa de tal organización fascistoide. Se radicó en México tras el triunfo de la Revolución. Fue redactor del Diario de la Marina.
(2) Félix Lizaso ((Pipián, 1891- Rhode Island, Estados Unidos, 1967). Escritor, crítico, periodista, antologista. Fue director-tesorero de la Editorial Trópico. Formó parte de la batistiana comisión oficial del Centenario. Desempeñó la dirección del Archivo Nacional, hasta el triunfo de la Revolución, cuando se marchó del país.
(3) Mauricio Magdalena: Fulgor de Martí, Ediciones Quetzal, México, 1940.
(4) El interesado encontrará abundante información, sobre las polémicas alrededor de La Rosa Blanca, en Sala Martí, Biblioteca Nacional, C. 23, Recortes.
(5) En El Avance Criollo, noviembre 2, 1953.
(6) Emilio Fernández Romo (1904-1986), quizás el más famoso cineasta mexicano, director de medio centenar de filmes, era capaz de cualquier cosa para llamar la atención sobre su persona, desde formar balaceras en los bares hasta declarar que él había enseñado a bailar a Rodolfo Valentino, o que había posado desnudo para que diseñaran la estatuilla del Oscar. Entonces, no ha de extrañarnos su declaración irrespetuosa.
(7) Su socio Lizaso era también muy apetente de pesos. En carta de junio 8 de 1943 se le insinuaba al doctor Antonio Bravo Acosta, ministro de Gobernación, para que le proveyera nada menos que un milloncejo con el cual filmar una película sobre Martí. Prometía emplearlo “como es debido”. (En el expediente 209 de l943, Ministerio de Gobernación, actualmente archivado en la Cinemateca de Cuba).
(8) Jorge Smith Mesa: “La Rosa Blanca, momentos de la vida de José Martí en la televisión cubana”, Portal Cubarte, febrero 8, 2012).
(9) No fue La Rosa Blanca el único caso de maltrato a la figura martiana en la pantalla grande. Hubo otros adefesios aquí filmados, como La que se murió de amor (1947) y Los zapaticos de rosa (1953). En la película norteamericana Santiago, Martí es un alcohólico obeso, que dirige la guerra desde su palacio en Haití.
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Telesforo Bermudez -