LA TIERRA BALDÍA
Un asunto de Cuba
Por Luis Sexto
En la noticia sobre cierta asamblea popular oí, según la cita de una opinión entre otras, que el reparto de tierras era un fracaso. Los argumentos de tal juicio no fueron trasmitidos. O no me acuerdo, que los oídos no son estables ante el sonido de la radio o la tv.
El haber oído le esencia del criterio, me basta para comentarlo. Quizás tenga relación con la noticia de que a nueve mil tenedores de tierras se les había revocado el otorgamiento por baja atención a sus áreas o parcelas. El proceder de los organismos del Ministerio de la Agricultura se ha ajustado a la ley, que fija un plazo de dos años para empezar a cultivarlas. Y por tanto qué tendría el comentarista que añadir ante una conducta en sintonía con la legalidad y lo aparentemente razonable.
Es cierto: la tierra se ha entregado a productores individuales para que incrementen la producción agropecuaria y coadyuven a refundar un campesinado decreciente en número y saberes. Pero uno oye las cifras y se inquieta. Aún queda más del 30 por ciento de tierra ociosa sin distribuir. Y del total repartido, solo el 77,1 por ciento está en labor. Por lo visto en el mercado, parece, por tanto, que el cuerno de la abundancia tardará un tanto en llover sobre el campo. Y aunque el trabajo ha esparcido fama de milagrero, se ha de acompañar de la paciencia, la perseverancia y la disciplina, y de una mente flexible, y fertilizada con normas que operen para facilitar y no para limitar.
No estamos todavía, pues, en temporada de saber si el decreto ley 259 derivará en chasco. Sabemos, en cambio, que la agricultura concentrada, centralizada y burocratizada, un día empezó a producir cada vez menos… ¿Por qué, así, descargar el augurio del fracaso sobre lo que aún no termina de probarse?
En cambio, me parece, que lo que tal vez podría empezar a enjuiciarse como fracaso no es la revolucionaria medida de democratizar tierras ociosas. El fracaso podría articularse en las entidades agrícolas, cooperativizadas o estatales, que retrasan su inventario de áreas vacantes y, en consecuencia, demoran en ponerlas sobre la tarima de la distribución. ¿Qué planes de producción están en el taller de los buenos propósitos como para incumplir con una demanda de la nación? Posiblemente sea tanto el amor por esa tierra que les duela entregarlas para su redención productiva, como esos padres que, por un exceso de amor que a la corta se revela como autoritarismo, ponen tranqueras en el desarrollo del niño.
Y fracaso, parcial fracaso, podría ser también que tantos miles de beneficiaros hayan tenido que devolver la tierra. No se les otorgó, he de repetirlo, para plantar las flores de la contemplación. Sin embargo, haber retirado el usufructo supone desplazar toda la responsabilidad hacia cuantos intentaron ser agricultores y fracasaron. Y uno está inclinado a preguntar, desde el derecho de un periodista legitimado también por la ley no escrita del ejercicio de la opinión: ¿Habrán tenido en cuenta los celadores del 259 que los tentáculos del marabú no se rinden como la hierba bruja? ¿Habrán considerado que los recursos y los aperos no han abundado, y tampoco la experiencia? ¿Se agotaron acaso los medios políticos y técnicos para persuadir y alentar?
Las preguntas tal vez sobren. Pero no ha de sobrar el que intentemos fundir una campana de transparencia y creatividad para desamarrar las fuerzas productivas, de modo que ninguno de nosotros –principalmente los que administran o dirigen- en vez de comprender, no quiera oír dudas, preocupaciones, necesidades. Le temo, en efecto, al prejuicio. Principalmente a los míos. Pero el vivir me ha confirmado que es más fácil quitar que dar… ánimo y ayuda, además de tierra. Por tantos años creyendo como única solución válida la agricultura extensiva en enormes empresas estatales, a veces dudo de que todos comprendamos la urgencia actual de que el hombre vinculado a unas varas de tierra, dependiendo de su tesón y laboriosidad y recibiendo directamente el provecho del trabajo, será más productivo que un asalariado.
Según la enseñanza del acontecer, tesón y laboriosidad son virtudes que exigen cubrirse con el “aniego” de la confianza, la comprensión, y con reglas legales cada vez más amplias y con esquemas más hábiles de distribución, para que el usufructuario de la tierra llegue a creer en lo que es: un trabajador imprescindible.
Habrá, pues, que oír atendiendo a lo que se oye. O la tierra pedirá cuentas un día por haberse usado para terminar como tierra baldía. No lo dudo: lo que legitimará nuestra obra es la remisión del error; no su persistencia.
4 comentarios
Eucumbaldo Flores -
Por más que trato de esforzar mi memoria, no logro ubicar en qué gobierno anterior fue que todo esto se vino abajo, pues que yo sepa llevamos ya cincuenta y dos años, con el mismo. Por qué ahora, en pleno año dos mil once, es que se están percatando nuestros dirigentes de que todo eso que antes mencioné hay que rescatarlo. ¿Dónde estaban (si son los mismos), que no se daban cuenta de que todo se deterioraba a pasos agigantados? Con esa mentalidad de culpar siempre al imperialismo de todas nuestras desgracias, no creo que podamos tan siquiera adelantar un solo paso. Si seguimos dando tiempo al tiempo, instrumentando lineamientos, estudiándolos hasta en los más recónditos lugares del país y esperando la implantación adecuada de los mismos, llegará el momento en que ya de verdad no haya nada que se pueda hacer. Entonces pues irémos cabizbajos, musitando ese estribillo que dice así: Erre con erre cigarro, erre con erre barril, rápido corrían los carros, cuando había línea de ferrocarril
Luis Sexto -
Margarito Verdolaga -
No senor Sexto,me apena mucho tener que despertalo de su bonito sueno,pero la realidad es otra con esos timidos pasitos tomados no vera ud abundancia de frutas,granos,viandas y carnes en los mercados,como ud mismo dice el marabu es dificil de derrotar ,pero mas dificil es cambiar el sistema de pensar de los que verdaderamente mandan en nuestro pais que por supuesto no compran en los mercados,y que ven en esos minimos cambios una amenaza a sus privilegios y prebendas,saludamos los cambios que se hagan,mas cuando con ellos va aparejada la posibilidad de un poco de mejoria para la sufrida masa de nuestros ciudadanos de a
pie,pero le digo como le dije ya en otra "percha"."La economia de un pais no se compone vendiendo pan con tortilla o reparando re ververos".Quiere prosperidad agricola?Hay que fomentar DUENOS,alli esta esta la solucion,mientras no haya voluntad de resolver los acuciantes problemos de nuestro pueblo la mejor opccion sera la emigracion
Carlos -
Lo que nos tiene que preocupar no es el marabu, ya casi infrenable, o la claria destructora de la fauna fluvial, es sobre todas las cosas el desinteres y la falta de confianza y esperanzas del pueblo cubano que ha devenido en una desastrosa moral y etica laboral y una dependencia enfermisa al estado todopoderoso. Aqui los ves desde que llegan al aeropuerto de Miami preguntando cuando les dan la ayuda del welfare y el medicaid, cuando cojen el plan 8 para pagar solo el 20% de la renta mientras que Uncle Sam les paga el resto. Esa mentalidad que aqui afecta a unos pocos, en la isla prevalece como epidemia de involucion.
Cuando pase el malentendido de la revolucion cubana, tardaran generaciones enteras en recuperar esos valores que hacian de Cuba una de las economias mas envidiables del emisferio. Despues de exterminadas las clarias y el marabu, habra que exterminar el pesimismo, el miedo, la doble moral, la traicion, la delacion, la mentalidad de turbas, la chusmeria, la prostitucion, la dependencia, la intolerancia, la mediocridad, el fanatismo, la megalomania de los politicos, etc. etc. etc. Y lamentablemente estos ultimos no se extinguiran tan rapido como el cafe caturra, las F1 y los platanos microyet, lamentablemente, despues del marabu y la claria, pasaran decadas de fracasos y locuras hasta que nuestra isla vuelva a ser totalmente normal y no un Macondo lleno de surrealismos cotidianos.