EVADIENDO LOS EXTREMOS
Por Luis Sexto
Los poetas, si suelen acertar en el hallazgo de la imagen, no tienen a veces igual fortuna cuando intentan filosofar. ¿Acaso no parece equivocarse el bardo que legó a sus hijos “el tiempo, todo el tiempo”? Este verso, como arquitectura poemática, es intachable, aunque en la vida práctica ningún ser vivo pueda disponer de todo el tiempo como categoría absoluta. Pero qué consecuencias dañinas tendría el yerro de un poeta, comparándolo, por ejemplo, con el error de los políticos al creer que poseen el tiempo, todo el tiempo…
El tiempo, pues, parece ser la magnitud que observadores y agoreros prestigian como la escenario donde el gobierno revolucionario y su partido dirimirán el destino del socialismo en Cuba. Se presume que el tiempo resulta aliado durante ciertos momentos y poco después puede convertirse en enemigo de la política, cuando los políticos lo sobrevaloran o lo menosprecian. Y ello tiene una relación con la actual circunstancia cubana. ¿Se demora el país en acometer su renovación y concretar las modificaciones de concepto y de estructura que cuando fueron anunciadas como tareas inmediatas ganaron el crédito de ser las propuestas más revolucionarias del día?
Como escribo desde Cuba, comprometido con las ideas fundamentales inauguradas en 1959, tengo una opinión flexible, abierta, consciente de que ciertas respuestas no caben, a riesgo de inexactitud e injusticia, en un sí o un no inapelables. Y por ello sigo creyendo que hoy por hoy la situación cubana no puede simplificarse en la propaganda mediática que “infierniza” a Cuba combinando ecuaciones sin ética y fórmulas de fantaciencia, ni tampoco en la prédica melosa y unilateral que, al defenderla, la describe como una estación avanzada del paraíso terrenal. Las miradas militantemente severas, absolutas, suelen ir a los extremos, y desde los extremos el énfasis suele afiliarse a lo irracional, sea en las derechas o en las izquierdas.
Tocando fondo, me inclino a sugerir que desde cierta impaciencia espoleada por la propia realidad, la percepción más usual en Cuba estima un tanto retardada la concreción de esa “revolución en la revolución”, ese “cambiar lo que debe ser cambiado”. Mas, ¿es cierto que en Cuba todo sigue igual? ¿Apagada y fría? ¿Cansada? ¿Entusiasmada? ¿O fracasada? “No”, responderían muchos que desde el retiro o el trabajo administrativo se dedican a recordar la hazaña que les dio justificación para vivir y insertarse en un proceso histórico único, habitado por la gloria de alfabetizar, plantar carretas, levantar escuelas, construir fábricas y sobre todo edificar la justicia, y ganar guerras solidarias y resistir invasiones, sabotajes, bloqueos concebidos, pagados, atizados desde los Estados Unidos, donde una de sus ciudades, entre las menos importantes en 1959 –y la más cercana a Cuba- se convirtió en la capital de la contrarrevolución en América Latina.
En otro momento me he referido en este espacio a que en Cuba habitualmente “pasa algo”, aunque a quienes deciden les parezca inconveniente insistir en lo que se acuerda, se aprueba y empieza aplicarse. Y se ha de ser muy agudo para unir, como piezas de una estrategia única, dispersos acontecimientos relacionados con la esencia del sistema cubano. Los propios decretos leyes sobre la tierra y el empleo múltiple, y la resolución del pago del trabajo por rendimiento confirman una voluntad de desmantelar la rigidez de la economía y la sociedad cubanas. Hemos de tener en cuenta, además, los reajustes que tienden a eliminar el paternalismo igualitarista y a extinguir entidades productivas sin eficiencia ni efectividad –como numerosas cooperativas básicas de producción agropecuaria (UBPC). En diversos mercados, a pesar de que el dato parezca baladí, ya los consumidores compran libre y establemente papa a un peso por libra en la “moneda nacional”. Si consideramos que este tubérculo fue durante décadas estricta y celosamente racionado, nos percatamos de que su liberación sugiere algo más que una ocasional superproducción.
El silencio viene siendo de antiguo un “pacto social” que mantiene muy localizado el alcance de medidas y debates. Porque viejo es el esquema defensivo que trata de hermetizar cualquier movimiento interno que amenace la unidad nacional y en consecuencia pueda facilitar una hendija favorable a la hostilidad nunca desmentida, ni atenuada, de Washington y sus legionarios de Miami, aunque en esta ciudad la mayoría de los inmigrantes provenientes de Cuba más bien se ocupan por encontrar espacio dentro de las facilidades del capitalismo desarrollado, y hoy enfermo, que combatir el comunismo. Ese conglomerado, un tanto indiferente o menos agresivo hacia el gobierno del país natal, podría derivar hacia una especie de fuerza equilibradora si empezara a poner en duda la “gastronomía de chatarra” del anticomunismo o el anticastrismo de los medios de Miami. Al menos por consideraciones familiares. Quién de no ha dejado en Cuba a padres, hermanos, tíos, esa larga cadena de parentesco que distingue a nuestra cultura. La suerte de la Cuba actual también corresponderá a todos sus ciudadanos. Porque, en fin, el grueso del pueblo no se fragmenta en la llamada diáspora: vive en Cuba.
Por supuesto, inscribirse en la visión de que las trampas norteamericanas han de ser neutralizadas solo con el inmovilismo o el silencio, equivale ya a una actitud maquinal. ¿No se trasunta que la escasez de discurso e información hoy en Cuba también se relaciona con el plano interno? No lo dudo: los enemigos del socialismo se agrupan primordialmente en territorio de la Unión. Pero radican también dentro del archipiélago. Paso por alto los llamados “disidentes”, que suelen hacer carrera de pícaros tras el cartel de la política prohijada desde el extranjero. Me refiero a que a veces, sin conciencia culpable, la mentalidad encartonada de ciertos revolucionarios intenta frenar el cambio dialéctico estimando que lo hecho desde 1959 es perfecto. El curso rectificador o readecuador de la organización socio económica de Cuba dentro del esquema de la sociedad solidaria, asusta a unos por constituir una corrección de la distancia frente al dogma ya desacreditado. Y espanta a otros, porque implica una desverticalización jerárquica de la sociedad para privilegiar la horizontalidad democrática, con lo cual se suprimirían métodos y privilegios autoritarios calcados de fenecidas doctrinas. Esa circunstancia tan delicada para quienes intentan coser una “camisera rota” que puede rasgarse por otra parte, explica, a mi manera de ver, la conveniencia del paso lento, ejemplificado en el aplazamiento del sexto Congreso del Partido Comunista, sin cuya aprobación poco se podría rehacer en el aspecto estructural, y en la aún indeterminada fecha de la conferencia del Partido, anunciado escalón previo para preparar el congreso.
Este articulista cree ver, sin embargo, aun dentro de las indefiniciones, que en Cuba se mueve una considerable tendencia entre sectores populares, intelectuales y políticos que aboga por la urgencia de una reestructuración socialista, sin que ello implique concesiones a los Estados Unidos o deslealtad a los principios básicos de la revolución. Porque un pensamiento también se evidencia: si alguna vez desapareciera la facultad de pensar en Cuba, seguiría latente la sospecha sobre las intenciones limpias de los intereses norteamericanos con respecto de Cuba. El cubano medio intuye que, vuelta la Isla al patio yanqui, le corresponderá el papel de Las Vegas o de Miami, centro y vía de la prostitución, el juego y el narcotráfico. Ese fue el papel de esa Cuba previa a 1959 y que los químicos de las cocinas ideológicas de Miami y Madrid ofrecen como próspera y libre. Próspera y libre en las memorias de cuantos fueron minoritariamente prósperos y libres ejemplares de una pequeña clase media de autos, apartamento costosos y vacaciones en La Florida, a costa de la pobreza generalizada de obreros sin trabajo; campesinos expulsados de sus tierras o asesinados por geófagos y policías rurales; familias desalojadas de sus casas por no poder pagar al casateniente; niños, jóvenes y adultos analfabetos; poblados sin electricidad, sin médicos, sin maestros; mapas sin carreteras…
Dicho todo esto, qué pienso del tiempo: ¿se demora Cuba en su reclamada y proyectada renovación socialista? He sugerido explicaciones para que cuantos me leen alcancen su conclusión. En particular, comparto el criterio más común: el tiempo, ese aliado, podría convertirse en el enemigo principal, tanto si nos apuramos como si aplazamos la solución esperando clima más benigno. En política, si llegar temprano es malo; llegar tarde es peor, aunque, como escribió con acierto otro poeta, quizás cuando creamos que tenemos todas las respuestas, de pronto cambian todas las preguntas. (Tomado
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