POLÍTICA Y GRAMÁTICA
Por Luis Sexto
Apostillas ciudadanas, simplemente
Veamos este párrafo de una nota procedente de Washington, aparecida en El Nuevo Herald (digital) el 21 de diciembre de 2009:
“Estados Unidos apoya el deseo de los cubanos de determinar libremente su futuro y el de Cuba. Creemos que debemos ayudar a aquellos que están trabajando hacia un cambio positivo'', indicó el portavoz del Departamento de Estado para América Latina, Charles Luoma-Overstreet, a la AFP.”
Quiero aproximar algún criterio desde el punto de vista gramatical y enseguida nos percataremos de cómo la lengua y su gramática pueden ser utilizadas como manipuladores políticos. Fijémonos como el vocero, o quien cita sus palabras, usa el artículo LOS para incluir a todos los cubanos: todos, deduce el lector, son los que desean “determinar libremente el futuro de Cuba y por supuesto mediante “un cambio positivo”.
Eso podría ser verdad, pero habría que preguntar: qué significa “determinar libremente” “un cambio positivo”para el vocero del departamento de Estados de los Estados Unidos. Y, sigue deduciendo uno, actuar libremente es hacer, sin injerencias extrañas, extranjeras, “los cambios positivos”. Pero ahí está el asunto tergiversado: cómo podremos realizar libremente “cambios positivos”si los Estados Unidos se mezclan, definen, discriminan, pagan, mantienen leyes contra el desarrollo de “los cubanos”. Claro, la verdad es que un cambio positivo en Cuba, es, para la Casa Blanca y su aparato, todo giro que reoriente el rumbo político de Cuba hacia la égida norteamericana: democracia occidental, es decir, una democracia que se convierte en una partidocracia de derecha, con limitaciones casi insalvables para las izquierdas; libre mercado –el que tiene vive, el que no tiene se “jode”,según el decir popular entre cubanos-, y con una independencia formal, como fue antes de 1959; en fin, ya conocemos en que consiste el darwinismo que permea todavía el capitalismo de los países pobres…
Aclaro, que no hablo en nombre del gobierno cubano: yo sí no cobro pensiones de los fondos federales, ni el gobierno de Cuba me paga extra por escribir estas líneas; bastante trabajo en diversos empleos –el pluriempleo funciona algunas veces- para sobrevivir. Pero voy a defender mi derecho de cubano: yo no quepo en ese “Los cubanos” que dice el vocero del departamento de Estado. Por lo tanto, si yo no estoy en esa suma, ya no somos “todos los cubanos” los que deseamos cambios positivos a la manera de Washington y de ciertos cubanos cuya cantidad desconozco, pero no necesariamente han de ser mayoría. Yo sí quiero “cambios positivos”en Cuba, pero no los que elucubren esos que amuelan tenedores y cuchillos para ejecutar su vendetta. Yo quiero cambios positivos que alejen a mi patria de la Cuba que en Miami y Washington se diseña; la conocí en mi infancia. Yo quiero cambios positivos que conviertan el socialismo en un sociedad independiente, de ancha libertad, donde los individuos puedan satisfacer sus aspiraciones mediante el trabajo, y la convivencia social y las diferencias entre las personas sea regulada por la justicia social, esa que está excluida del caldero que se calienta en Miami. Justicia social e independencia, sobre todo, es lo que me separa raigalmente de esos “cambios positivos”que uno, que ha viajado un poco, ve con tristeza en numerosos países del tercer mundo y también del primero.
He de recordar una vez más a mis compatriotas en la emigración y a los pocos del exilio, que “todos los cubanos” no son los que viven afuera; que la mayoría –nueve o diez veces más- radican en Cuba. Incluso, respeto tanto la gramática, la lengua, la política y la verdad que no me atrevo a decir que todos cuantos viven en Cuba apoyan al gobierno revolucionario, pero los que lo apoyan, que evidentemente no son pocos, tienen la necesidad a defender el derecho de hacer “cambios positivos”, pero a la manera cubana, sin dineros, ni apoyos norteamericanos que lastrarían la libertad para acometerlos.
Verdaderamente, yo deseo arreglar muchas cosas deterioradas o mal hechas o mal concebidas en Cuba, pero prefiero la democracia de mi país, a veces un tanto rígida e imperfecta y sobre todo tan asediada por la hostilidad de los países poderosos, tan trajinada por la propaganda de los Heralds, los Cubaencuentros, y las decenas de blogs que compiten en ver quién escribe notas más inmisericordes, más estólidas olvidando que del lado de acá no podrán pagarles con flores.
En la escuelita humilde de mi pueblo, en 1956, una maestra que a veces no cobraba –la democracia dependiente de Batista y los americanos no le pagaba- me enseñó que desde 1902 Cuba vivía hipotecada a los yanquis. De verdad, no puedo yo permitir que se me incluya en ese “LOS cubanos” que tan sospechosamente le falta el respeto a la gramática y a los que queremos entrar en semejante cuartón político que no demográfico.
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Fabian Pacheco Casanova -
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Fabian Pacheco casanova. -
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