LA OTRA PELEA PERDIDA DE JACK JOHNSON
Por Luis Sexto
Dentro de seis años se redondeará el centenario de uno de los escándalos boxísticos del siglo XX: la pelea entre Jack Johnson y Jess Willard el 5 de abril de 1915, en el Hipódromo de Marianao, La Habana. Poco importa hoy hacer memoria de esa estafa protagonizada por dos norteamericanos: el campeón mundial de los pesos completos, negro, y un retador a quien la propaganda calificaba, como a muchos después, de “gran esperanza blanca” del boxeo.
Ya sabemos que Jonson, perseguido por su color y su audacia de mantener mujer blanca y fina, tuvo que vender su faja por 30, 000 dólares, y en el asalto 26 de un duelo pactado a 45 rounds, se tiró a la lona luego de que, desde el público su esposa le hiciera una señal con la cual le advertía: ya tengo el dinero. Enseguida, ante 20, 000 espectadores entre los cuales figuraba el presidente de Cuba, Mario García Menocal, el campeón simuló no poder levantarse del impacto de un golpe del inefectivo Willard. Y así el título se blanqueó y miles de estadounidenses racistas, al saberlo, durmieron en paz.
Esos son los términos esenciales, el resumen de aquel combate que generó opiniones polémicas. Parece que casi todos los espectadores pudieron percatarse del turbio negocio. Se sintieron frustrados y ofendidos. Solo alguno de los promotores del la pelea negaron el fraude.
El combate había despertado una explosión de interés desde cuando el 21 de febrero de ese año Jack Johnson desembarcó en el puerto de Cienfuegos, en el sur de la parte central de Cuba. Matizó su presencia en la capital cubana la peripecia de un negro famoso a quien los hoteles más reconocidos –el Inglaterra, el Plaza, el Pasaje- le negaron habitación. Tuvo que albergase en un establecimiento de segunda o tercera, nombrado Las Villas.
Entre los periodistas que se le acercaron estuvo Ruy de Lugo Viñas. Entonces uno de las firmas de la prensa con mayores méritos. Tras publicarse en un periódico, la crónica en que sintetizó su conversación con Johnson apareció, en el mismo año de 1915, formando uno de los capítulos de libro titulado Los ojos de Argos, con prólogo de Luis G. Urbina, delicado poeta y cronista mexicano, que ya era, o será más tarde, padre de Silvia Pinal, después renombrada actriz cinematográfica. Urbina testifica las calidades de Lugo Viñas, periodista nacido en 1888, en Santo Domingo, provincia de Las Villas. “Todo lo construyó adrede el autor de este libro para albergar (…) las impresiones momentáneas exigidas por la inquieta voracidad del periodismo.” Sí, en efecto: eso es lo que halla uno en Los ojos de Argos: periodismo. Pero, advierte Urbina enseguida, “el material de cultura, de talento, de emoción estética, es, a pesar de todo, tan fuerte, que resultó durable y de perfectas condiciones de estabilidad para ser trasladado de la hoja volante al tomo superviviente”.
Lugo Viñas compuso su libro con crónicas que parten de un hecho noticioso o de una figura noticiable. Esto es, no son crónicas de remembranzas, de nostalgia, que suelen ser las más proclives al entramado poético. Son crónicas a la manera modernista y que estos tomaron de los franceses. Lugo-Viña habla de la vida de su momento, del discurrir maratónico de los acontecimientos. Lo que, como lo dijo Urbina en su turno, el acontecimiento no se congela ni muere, como es usual, en la urgencia de la nota informativa. El factstory norteamericano pervive más allá del tiempo, porque el cronista intenta reflejar la vida con los espejos de la subjetividad, embadurnando el perfil de cosméticos estéticos. Ofreciendo una amable visión de la gente, los hechos y las cosas. Veamos en un fragmento cómo el cronista define a Jack Johnson, en la crónica cuyo título resulta sumamente expresivo: “Jack Johnson, el negro de los knock-out formidables”:
“El “big-man”llega a La Habana seguido de una corte: la francesa lánguida que es su esposa, su entrenador, el secretario, que es por igual memorialista y corre-ve-y dile… y cuatro domésticos: uno que le limpia las botas –casi tan descomunales como las de un “gun-boat” Smith, otro que se encarga de la ropa sucia, otro que lo enjabona en el baño y lo cepilla cuando ya está vestido y el cuarto que, por estar a las órdenes de la consorte, no hace nada… a menos que se entretenga en cornamentar a su patrón. El “big-man” viaja como lo que es: como millonario que tiene larga cuenta en el Crédito Lyonnais y una fortuna en cada brazo.”
Notamos la originalidad en el esbozo del personaje: lo define mediante datos que se convierten en símbolos, y emplea la ironía mediante alusiones que le incrementan el relieve: el crédito en un banco, la fortuna de sus brazos de boxer imbatible, la esposa francesa o afrancesada. Por supuesto, esa estampa atorrante de hombre fuerte, poderoso queda sugestivamente en entredicho con aquella observación de un criado que apenas hace algo, salvo que se dedique a cornamentar a su amo. Cornamentar, cuánta finura en la palabra que tanto podría ofender a quien sepa leer español.
No sabemos si Johnson protestó por la sugerencia marital que lo desacreditaba. De cualquier manera, parece que el campeón perdió verdaderamente esta pelea con este periodista, cuya intrepidez lo golpeó en los planos bajos. Ruy de Lugo Viñas fue un escritor audaz. Con el tiempo, se convirtió en un sobresaliente experto en asuntos de la municipalidad como categoría histórica y política. Viajó mucho, porque parece que la bohemia, el vivir de salto en salto le espoleaba el gusto por la vida. Residió en Nueva York, y en Buenos Aires, donde aprendió conceptos nuevos sobre el periodismo. En México trabajo en El Universal y Excelsior, que parece poco y es demasiado para un periodista, y fundó una revista en Madrid: Así va el mundo. Fue delegado de Cuba en la Liga de las Naciones. Escribió obras de teatro. También poesía. Trabajó en Heraldo de Cuba, el periódico de Manuel Márquez Sterling, el notable diplomático e historiador.
Ruy de Lugo Viñas murió en Cali, Colombia, en 1937 cuando el avión en que viajaba chocó con una montaña mientras reportaba el vuelo Pro Faro de Colón, con el fin de promover un monumento al llamado Descubridor de América. Murió, como solemos decir, con las botas o los guantes puestos.
21 comentarios
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova. -
Fabian Pacheco Casanova. -
Fabian Pacheco Casanova. -
Fabian Pacheco Casanova. -
Fabian Pacheco Casanova. -
Perez Gil -
Perez Gil -
Fabian Pacheco Casanova. -
Perez Gil -
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova. -
Fabian Pacheco Casanova. -
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova. -
Dayan -
recuerdo que en una ocasión hice un documental radial para un trabajo de clases sobre eso, en aquel momento el 13 por ciento de la matrícula de cubanos de la facultad de Comunicación Social de la UH era negro o mestizo, pero habian otras como la Facultad de Artes y Letras que llegaba al 7 por ciento. en esa ocasión el investigador Esteban Morales me dijo que el tema racismo era una asignatura pendiente en la Revolución, porque al triunfar, como supuestamente negros y blancos habias peleado juntos, el proceso revolucionario se encargó de dar salud, vivienda, educación, etc, y no se centró en los problemas del racismo, por eso se mantuvo camuflado, pero latente en la sociedad esta que es tan de todos, solo un comentario profe desde mi experiencia personal, saludos
Fabian Pacheco Caanova. -