EL HURACÁN Y LA PALMA
Por Luis Sexto El martes 9,temprano, mientras intentaba hallar noticias sobre el ciclón en el radio portátil –¡la radio, qué medio tan poco valorado!-, sintonicé una versión de la Bayamesa de Céspedes y Fornaris, interpretada por la orquesta Original de Manzanillo. Parecía una emisión incongruente ante el desastre que se extendía por el país. Y a pesar de ello permanecí oyendo aquella canción que, de pronto, me empezó a sonar como un himno, como un impulso que provenía de los más hondo de nuestra historia. No te acuerdas gentil bayamesa -decía aquella letra-, que tú fuiste mi sol refulgente y risueño en tu lánguida frente blando beso imprimí con ardor… Recordando las glorias pasadas, seguía diciendo esa canción, tan evocadora, como una raíz que partiera del alma, del sabor, del andar de Cuba, compuesta, junto a Fornaris y Castillo, por un hombre llamado Carlos Manuel de Céspedes. Podré aparentar un patriotismo desmesurado. O fuera de moda. Pero así lo percibí y lo cuento hoy cuando nos hemos adentrado, por obra de la naturaleza, que nuevamente ha sido sorda y ciega como lo irracional. Lo cuento, porque ahora también hará falta el patriotismo que nos eleve por sobre la vivienda destruida, la cosecha arrasada, la fábrica dañada, la comunicación cortada… Este desastre nos sintoniza con todo lo vivido, sufrido y luchado antes por otros cubanos, como si desde la memoria recibiéramos el mensaje de aquella Bayamesa compuesta por el Padre de la Patria, hombre de pensamiento, acción y poesía. Llorar quizás sea hoy una reacción poco reprochable. Tenemos duelo. Pero también historia. Y futuro. Porque estos dos tiempo en que también se desarrolla la existencia humana –lo vivido y lo por vivir- ejercen una fuerza movilizadora en el presente. Pasado y futuro nos halan, aunque parezca que lo que quedó atrás es mejor olvidarlo y que lo que vendrá, como aún no es, no merece la pena tenerlo en cuenta. Pero habremos de levantarnos ayudado por todo el fervor de cuantos nos facilitaron el presente peleando, creando, resistiendo. Y el futuro nos recuerda que disponemos de la oportunidad de impedir que ciertas cosas vuelvan a ocurrir en los mismos términos de hoy. Una reflexión nos obliga. Si no pensamos y proyectamos sobre bases resistentes al viento, podremos obrar de manera ciega y sorda, como los ciclones. ¿O habremos de creer que la improvisación es una iniciativa siempre plausible? Ni en las controversias entre decimistas, lo que se improvisa al son del tres y la guitarra va a los libros. Es decir, lo repentinamente versificado suele perderse en el olvido. A mi modo de ver, Gustav y Ike no deben ser, pues, solo una referencia en las estadísticas meteorológicas. Quizás han de ejercer como puntos divisorios: el antes y el después de nuestra actitud ante estas desgracias que, aunque conocidas, nos parecen nuevas y únicas. El Flora, por ejemplo, fue un punto de viraje. A partir de aquella tragedia ciclónica, en 1963, surgió la defensa civil, porque Cuba no podía continuar siendo víctima de fenómenos que, si previsibles meteorológicamente, podían ser prevenibles en los posibles daños de sus vientos y sus lluvias. Ahora uno se pregunta: qué derribó el ciclón. Y hemos de decirlo aunque parezca inconveniente en estas circunstancias. Claro, lo inconveniente sería continuar edificando casas contra las exigencias de nuestro clima, o mantenerlas envejecidas sin que se les pueda beneficiar con un clavo, una tabla o un ladrillo… Eso arrastró el ciclón ¿Y podrá alguna vez concebirse un proyecto que, a costo razonable, oriente cómo se levanta una casa segura, sin que las techos vuelen cada vez que un torbellino sople sobre ellos? Mucho de lo económicamente perdido en estos días de ventolera y agua responde también a imprevisiones, a decisiones tomadas por el azar de algún dedo: “aquí va, y va así”, sin que hayan tenido en cuenta la naturaleza y sus exigencias y amenazas. La Cuba paradisíaca, esa imagen antigua y famosa, solo existe en el Diario de Colón. Porque esta Isla, la “más fermosa”, no es un paraíso, y mucho menos cuando la azota un huracán. ¿Aplazaremos –pregunta uno- la limpieza de tragantes y desagües para pocos días antes de que irrumpa el meteoro atmosférico, tan frecuentes en estos días de calentamiento global? ¿Olvidaremos podar técnicamente los árboles para que las ramas no se entremezclen con los cables eléctricos? ¿Responderemos con la indiferencia a los vecinos que piden a gobiernos locales la tala de un árbol que amenaza con caer sobre a una vivienda? Quejas de ello he recibido, porque en las oficinas del Poder Popular responden: busque usted la sierra o el hacha… Desde luego, no sería cuerdo administrar sin considerar, además, los condicionamientos de la naturaleza. Recordando las glorias pasadas, disipemos, mi bien, las tristezas, así tocaba y cantaba conmovedoramente la Original, aquella mañana del ciclón cuando La bayamesa quería sonar como un himno, un mandato, una convocatoria a apretarnos en torno a Cuba, su dolor, su historia. En fin, su futuro.
2 comentarios
Jimmy -
Compartimos sus bellas palabras y sus desvelos por una Cuba y un mundo siempre mejores.
Fabian Pacheco Casanova -