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PATRIA Y HUMANIDAD

LA LECTURA EN LAS TABAQUERÍAS

LA LECTURA EN LAS TABAQUERÍAS

Por Luis Sexto

La lectura en las tabaquerías cubanas  es otra institución que  promete no pasar con el nuevo siglo. Entró en su tercera centuria y permanece acompañando al torcido del habano  en una alianza  indisoluble. Porque qué será del torcedor si a su monótona, aunque creativa faena, se le suprime “la mesa de pensar al lado de la de ganar el pan”, que dijo José Martí.

Cuando en l923 instalaron el primer receptor de radio en un taller — y sucedió en la fábrica de Cabañas y Carvajal—, ciertas voces profetizaron que la lectura comenzaba a acercarse a su extinción. Con el tiempo coexistieron, turnándose en el ámbito sonoro de la tabaquería.

Y qué sobrevendrá ahora, en este electrónico celo de posmodernidad, cuando  el progreso se erige en antena inexorable, en rasero inapelable con él que se pretende sustituir lo útil con lo suntuario, lo necesario con lo lujoso. Nada  habrá de pasar. La humanidad se anuda a lo práctico. Ese es su mejor resorte de adaptabilidad. De modo que sabe que la lectura es el pasadizo primordial del conocimiento.

Los torcedores, con la lectura, alcanzaron  cotas de instrucción impropias para el siglo XIX. Estamos hablando de 1865 cuando el iletrado era el trabajador típico de la sociedad esclavista colonial. Ese año, a sugerencia de don Nicolás Azcárate — dúctil sensibilidad y empinado talento literario y jurídico—, y apoyados por el tabaquero y periodista Saturnino Martínez, los talleres de El Fígaro, en La Habana, inauguraron la institución de la lectura. El más preparado de los torcedores, con un salario juntado por la dádiva de sus compañeros, se aplicó a leer lo mismo un novelón que un texto filosófico. Don Jaime Partagás, apellido trocado hoy en una celebérrima marca, aprobó luego la iniciativa y la estableció en su fábrica.

Otros propietarios, sin embargo, se opusieron, secundados por El Diario de la Marina. Temían que la lectura sacudiera el polvo, ordenara los trapos de la conciencia proletaria. Y fue verdad. En breve los torcedores se convirtieron en el sector más instruido en humanística y en política de la entonces incipiente clase obrera cubana. Los líderes más lúcidos provenían de las tabaquerías. Martí, conociendo que eran trabajadores intelectualmente aptos, se auxilió de los torcedores para difundir y apuntalar la idea de la independencia.

El lector de tabaquería fue ― lamentablemente ya no es― una especie de actor. Hasta hace pocos años, al menos los lectores más antiguos actuaban el texto. Como leían para ser escuchados, la voz adoptaba tonos, ritmo, énfasis, incluso matiz, para que el libro o el periódico fueran comprendidos. Actualmente, quizás por la bondad sonora del altoparlante, el lector no se esfuerza tanto en  “vivir” la lectura.Pero de cualquier forma, cuando usted entra en un taller de torcido, junto con el aroma evocador, plácido, del tabaco, lo toca el mensaje de un libro que intenta hacerle recordar que el tiempo es también la prueba de lo que no se propone pasar.

7 comentarios

Koji Kabuto -

Mi abuelo se fue a Cuba en los años 20 del siglo pasado, huyendo del hambre de Asturias y volvió 15 años más tarde, arrastrando una maleta vacía que, según cuentan quienes lo conocieron, tiró al mar en el puerto de Gijón. Volvió sin dinero, que era lo que había ido a buscar. Tal vez sus escrúpulos o tal vez su incapacidad le impidieron sangrar a los cubanos y formar parte de la rapiña colonialista. Nunca lo sabremos. No trajo dinero pero trajo esa costumbre que había visto en las tabaquerías de la isla, de la lectura compartida. En las noches lluviosas del invierno asturiano, allá por los años 50, familiares y vecinos, muchos de ellos analfabetos, se reunían en torno a mi abuelo, que leía en voz alta las novelas de Marcial Lafuente Estefanía, recordando tal vez la lejana isla soleada y sembrando el virus de la lectura entre los más pequeños, y arrastrando a los mayores a fantasías lejanas que los arrancaban del fango cotidiano. Mi abuelo se murió hace mucho, pero por algún motivo indescifrable, tras todos estos años en que internet y la televisión nos han cambiado tanto, su nieto sigue encontrando un recóndito placer cuando comparte con las personas a quienes ama un trozo de lectura.

Salud, compañeros.

alberto -

Solo le falto la firma - El dictador Fidel Castro - a su copia.

Enrique Martínez Díaz -

Ante todo debo confesar que he entrado una o dos veces en mi vida en una tabaquería, claramente, conozco desde hace algún tiempo que existe el lector de tabaquería, y que este trabajo sobrevivió a pesar del surgimiento de la radio, que hubiera podido suplantarlo a mi criterio. Y sigue existiendo en Cuba, donde se sigue produciendo el tabaco como un rubro exportable bastante apreciable. Y está claro que en las tabaquerías, lo que lee el lector de tabaquería a los trabajadores responde a lo que acuerden el Partido y el Sindicato en cada fábrica. No va ha ser de otra forma mientras el poder lo ostente el Partido de la Clase Obrera, el Comunista, y el Sindicato sirva para defender los intereses de esos trabajadores, no de sindicaleros corruptos como Eusebio Mujal y otros muchos que volaron a la Florida.
Nosotros no creemos que en los países capitalistas hay verdadera libertad de prensa: la mayor parte de esta sirve los intereses de la burguesía, son los ricos los dueños del periódico, de las imprentas, del sistema de distribución y muchas veces hasta del alma de sus plumíferos; y sucede muchas veces también con algunos intelectuales: tras las bellas vestiduras literarias se esconden las intencionadas manipulaciones, bien pagadas por el poder del capital. No le vamos a facilitar el trabajo a los propagandistas de la contrarrevolución: el poder se ejerce sin miedo, y nosotros no le tenemos miedo a los contrarrevolucionarios, ni a sus amos yanquis. Por eso los enfrentamos en todos los terrenos, y allí donde los derrotamos, hacemos todo para que no vuelvan a levantar cabeza.
Y parece que da resultado, busquen qué pasó en la Asamblea General de la ONU el 8 de noviembre del 2006.

alberto -

¡Autoridad!, no estimado, obiamente no es una autoridad, es un cumulo infinito de información. Si es la correcta o no dependera de la capacidad del que busca.

¡Autoridad! no estimado, Internet es la democracia llevada a su expreción más tecnológica, es una nevulosa donde personas distintas y desde lugares remotos nos informan, nos educan, nos acogen.

No espero autoridad en Internet, como puede ser bastante dudoso el libro textual del dictador comandante (¿o coma andante?), por eso insisto, va a depender de quien busca, de quien lee, de quien interpreta.

ahora, negar la presencia de Internet, negarse a leer en Internet limitaría bastante su biblioteca personal, ¿porque usted esta en este sitio?

José -

"Hoy día, el tema de la lectura – según apuntes en Internet – es definido por el PCC, es decir, no se espere una luz de autonomía, o de originalidad, si la base de la dialéctica es definida central y unitariamente (y en ocasiones, por personas con escaso gusto literario)."

Considerar internet como una fuente de autoridad.... ummm, no sé, no sé

Fabian Pacheco Casanova -

>>>>Decir mas es estropear el trabajo del patriota anterior. !TODO ESTA DICHO POR el hermano ALBERTO!...Fabian Pacheco Casanova....EX-preso politico # 27088.

alberto -

La historia se me ocurre así,

Para que pudiera existir algún tipo de movimiento humanista en las tabaquerías, obviamente el texto de lectura debía ser guiado no por el gobierno, sino, por la oposición, o al menos por esa capacidad del hombre, de elegir de lo malo, lo mejor.

Hay apuntes que indican que la lectura era seleccionada por los propios tabaqueros, que unidos en un comité definían cuales eran sus gustos o preferencias – porque era con su dinero con el que se adquirían los textos - , también hay apuntes que indican que esta libertad de elegir el tema de la lectura, era en ocasiones coerccionada por los dueños de las tabaquerías.

Hoy día, el tema de la lectura – según apuntes en Internet – es definido por el PCC, es decir, no se espere una luz de autonomía, o de originalidad, si la base de la dialéctica es definida central y unitariamente (y en ocasiones, por personas con escaso gusto literario).

¿Qué sucedería si nuevamente los tabacaleros pudiesen elegir el tema, y los textos de la lectura? ¿Creen ustedes que seguirían leyendo el Granma, el Juventud Rebelde o el último discurso del dictador?, por otro lado, existe una contradicción entre el conocimiento y el mantener “una misma línea” ya que, el conocimiento y la cultura, presionan hacia la diversidad y no hacia el mono-temismo.