CECILIA VALDÉS
Por Luis Sexto
“Cecilia Valdés o La loma del Ángel”, novela fundacional de la literatura cubana, fue impresa en un taller tipógrafo de New York donde se tiraba el periódico en español El Espejo. Su autor, Cirilo Villaverde, a quien nadie osa regatearle el título de fundador de la novelística nacional, posiblemente remató allí la versión definitiva, porque residió habitualmente en los Estados Unidos, sobre todo en Nueva York, salvo esporádicos viajes y residencias en Cuba.
Villaverde tuvo que exiliarse de la isla en 1849 después de participar en la conspiración de Trinidad y Cienfuegos un año antes. Luego fue secretario del general Narciso López, que por dos veces desembarcó en Cuba con expediciones compuestas por cubanos y norteamericanos. En la última, el caudillo, nacido en Venezuela y propulsor de la anexión de Cuba a la a los estados esclavistas del sur de la Unión norteamericana, fue apresado y ejecutado en garrote en 1851. La esposa de Villaverde, Emilia Casanova, cosió la bandera ideada por López y que desde 1868 –a raíz de la primera guerra por la independencia- es la enseña nacional.
“Cecilia Valdés o La loma del Ángel” pasó la prueba de la crítica y la contradicción. A pesar de la polémica sobre sus insuficiencias de estructura, la reducción psicológica de sus personajes y sus caídas estilísticas, mantuvo en su época y años siguientes el título de libro capital en la literatura de la colonia, y su autor, Cirilo Villaverde, el mérito de ser el abanderado de la literatura cubana.
Ya en nuestros tiempos se discute poco sobre el expediente de “Cecilia Valdés”. Se mencionan, por oficio, los reparos que la limitan, pero nadie tampoco la eximiría hoy de un catálogo de obras primordiales de las letras cubanas. Quizás todavía algunos estudiosos difieran al ubicarla en las casillas de tendencias o métodos creativos: unos creen que es novela realista; otros, en cambio que es expresión del costumbrismo activo. Pero, en fin, la polémica mantiene vigente la relevancia de “Cecilia Valdés” y abona el crédito de esta obra cuya versión definitiva fue publicada en 1882.
No extraña, pues, a 126 años de su publicación, y a 194 del nacimiento de su creador, que este lienzo de la sociedad colonial en el siglo XIX sea pieza que se estudie en las escuelas y las universidades cubanas, y reciba favores de críticos y estudiosos que, puestos a elegir, le conceden el número uno en la preeminencia de la literatura anterior al siglo XX. Pasó, sea dicho de paso, en 1948 cuando La Revista Cubana, editada por la dirección de Cultura, del Ministerio de Educación, publicó los resultados de una encuesta concebida y aplicada por el historiador César Rodríguez Expósito.
La indagación se dirigía a establecer, en opinión de los principales intelectuales de esos años, los 20 mejores libros de la época colonial y los 20 de los años republicanos. “Cecilia Valdés” mereció el primer lugar sin pariguales en el siglo XIX. La siguieron “La Historia de la esclavitud”, de José Antonio Saco, y “Poesías”, de José María Heredia, que recibieron igual número de votos en el segundo lugar. Colmaron la lista, entre otras, obras de José Martí, Luz y Caballero, Félix Varela, la Avellaneda, Francisco de Arango y Parreño, Felipe Poey, Balchiller y Morales, Álvaro Reinoso, Manuel Sanguily, Manuel de la Cruz.
Una encuesta similar respondida hoy, tal vez modifique el orden de ciertas obras, o elimine algunas e introduzca otras. Lo que parece indiscutible es que “Cecilia Valdés” seguirá ocupando un lugar fundacional en la novelística cubana. Aun en los años siguientes a su publicación en 1882, ni los sus más ardientes cuestionadores se negaron a reconocerle el título de la mejor novela cubana hasta ese momento. Y si algún crítico destapaba una llaga, otro, de igual o más valía, le aplicaba la opinión contraria. Martín Morúa Delgado, por ejemplo, sostenía que los personajes de “Cecilia Valdés” habían surgidos para andar solos, porque juntos, vistos en plano general, anulaban “el efecto del rico argumento de la obra: la fotografía social del pueblo cubano en la generación de 1812 a 1831”, pero al final advertía que no obstante todo lo dicho negativamente en su análisis, no podía quitarle el puesto entre las mejores novelas cubanas.
Enrique José Varona, en cambio, emitía un juicio entusiasta y totalizador: “Cecilia Valdés es la historia social de Cuba”. Líneas antes había escrito que era “evocación maravillosa (...), exteriorización palpitante de la vida íntima de un grupo humano”.
Villaverde había vivido parte de cuanto narró. Nacido en 1812 en el ingenio Santiago, próximo a San Diego de Núñez, poblado de la costa norte de la provincia de Pinar del Río, a unos 10 kilómetros de Bahía Honda, se atrevió a reflejar su contemporaneidad en la primera versión de “Cecilia Valdés”, publicada en 1839. Si Villaverde más tarde no hubiera acometido la reescritura definitiva, quizás la novela habría pasado como un intento costumbrista más en la etapa en que la narrativa cubana empezaba a exigir personalidad literaria. Hubiera carecido de trascendencia. Entre 1839 y 1879, año este en el que concluye la obra, Villaverde enriqueció su óptica de escritor con los afanes del revolucionario. Y ello le propició, en su propósito de ampliar y corregir, un reflejo crítico, vivo, de una sociedad contra cuyos estigmas y episodios primordiales él mismo peleaba.
Algunos de sus críticos más pugnaces tuvieron razón al reprochar a la novela defectos de estructura, de personajes y de estilo. Villaverde escribió sobre una herencia literaria muy endeble, incluso su formación romántica. Sin embargo, la calidad de la novela salta por encima de las deficiencias personales y de época. Apareció, tal quería Stendhal, como un espejo. El espejo de la Cuba vieja que debía extinguirse para empezar a observar los nuevos perfiles iniciados con la guerra independentista de 1868.
“Cecilia Valdés o La loma del Ángel” fue, desde la literatura, la legitimación ideológica e histórica de la revolución que ya José Martí predicaba y que irrumpió en 1895, un año después de la muerte de Villaverde en Nueva York.
5 comentarios
juan garcía -
-Esas Federaciones que se citan son organísmos y organos cuasi-gubernamentales;
pero no te precupes sírven para articular la sociedad.
Juan García-Valencia-España.
Faabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova -
Fabian Pacheco Casanova -
Zenia -
Cirilo Villaverde es un pinareño ilustre. Orgullo de su terruño.