MARTÍ EN LA PICOTA
Por Luis Sexto
Los ideólogos cubanos de la supremacía norteamericana –entiéndalo, si gusta, como imperialismo- se desembarazan de José Martí. Porque, como el Apóstol de la independencia de Cuba y uno de los primeros denunciadores del imperialismo moderno -o estadounidense, si le parece más exacto-, no les justifica su servidumbre, su servil servicio a Washington, y su menosprecio a la república cubana independiente, lo más táctico, cauteloso, incluso digno, resulta prescindir del Maestro descalificando lo más revolucionario, práctico y perdurable de su pensamiento.
¿Soy osado al afirmarlo? ¿De qué pruebas me valgo para advertir que quienes operan una emisora pagada por la Casa Blanca con el nombre de Radio Martí, como un medio para ingerirse en las interioridades de Cuba, empiezan a recular, a modificar su manipulación de la vida y la obra martiana? Estamos, desde luego, hablando en el plano de las ideas. Y desde hace algunos años, tal vez desde los finales de los 90, algunos de cuantos escriben en El Nuevo Herald de Miami empezaron a deslizar la especie de que José Martí se había equivocado al juzgar a los Estados Unidos. No, por Dios, la sociedad norteamericana no derivó hacia la metalización, ni se pudrió como una manzana carcomida por los gusanos del egoísmo y la vileza. Qué va. Con qué ojos miraría Martí en Nueva York, para inquietar tanto a los hispanoamericanos con sus crónicas y reportajes a La Nación de Buenos Aires sobre los hervores canibalescos de los Estados Unidos, o para escribir a un amigo y decirle, poco antes de morir en combate en 1895, que todo cuanto había hecho por la independencia de Cuba en su relación con España, era también para mantenerla lejos de la filibustera Norteamérica de Cutting y de Walker, y evitar que cayera sobre “nuestras tierras de América, con la fuerza que le daría poseer la llamada Llave del Golfo”.
Ahora acabo de leer un artículo, aparecido allí mismo, en El Nuevo Herald, que tilda a Martí de alucinado. Quizás ese epíteto, usado por mí, sea muy benigno. El articulista dice: “José Martí fue intelectualmente deshonesto y políticamente demagógico cuando le postuló a Cuba la misión de impedir la expansión de la influencia gringa sobre el resto de nuestros países”. Porque –ha escrito arriba- los Estados Unidos no tienen la culpa de nuestros problemas. Y continúa más abajo: “Esa sola tesis, a mi modesto juicio, lo sitúa en la tradición del mesianismo latinoamericano que impone a nuestros pueblos el saldo de un ego insatisfecho con las circunstancias de su nacimiento. No se puede ser Napoleón (ni siquiera Bolívar) si uno nace en el barrio de Jesús María. Martí perdió, eso sí, la ocasión de ser un coherente pensador que dotara a su pueblo de un legado capaz de encaminarlo a través de la historia con una saludable percepción de sus posibilidades y una enriquecedora noción de su identidad. La pompa de las frases, su efímero estallido en un cielito de teatro bufo, triunfó sobre el sentido común y el deber a la verdad”.
Tal vez habría que reorientar estas frases injustas y particularmente irrespetuosas sobre Martí, y aceptar que no se puede ser un intelectual honrado si se sirve a la ideología del poder que te facilita usufructuar los beneficios de una inmigración privilegiada, y promete devolverte, a ti o a tu clase, tus comodidades frustradas en la Isla del encanto. Ni se puede ser cubano, al menos cubano, si te parece que “el ramplón, desfasado y autodestructivo antinorteamericanismo de José Martí y Fidel Castro” nos ha cegado hasta el punto de perder, o haber perdido, “la ocasión de reinventar nuestras relaciones con Estados Unidos”.
Martí parte de Bolívar sin querer ser otro Bolívar. Fue más bien un hombre dotado desbordantemente para el arte, la literatura, la política, la generosidad y el desprendimiento, a pesar de haber nacido, en efecto, en el barrio de Jesús María de La Habana , con lo cual se demuestra que el genio a veces salta las bardas de la poquedad del medio. Martí es el complemento político y teórico del Libertador. Y parte de este para concebir los pilares de sus ideas acerca del papel de Norteamérica en el Sur del continente. Bolívar aseguró, mucho antes que Martí, que los Estados Unidos habían sido destinados por la Providencia para llenar de calamidades a Hispanoamérica. Así, citado aproximadamente en la forma, pero fiel a la esencia. ¿Será acaso Bolívar también un demagogo, un político deshonesto, un Mesías articulado de frustraciones?
Martí es junto con Bolívar el rompeolas de Cuba y de América. Nuestra nación pervive, se nutre del pensamiento martiano, de su vocación por una república moral y cordial que excluye, por vocación, el anexionismo que a tantos cubanos de ayer y de hoy alucinó con las promesas de estar a la sombra de una república moderna, democrática, y que a la postre incineró las ilusiones de los peregrinos del Myflower y aderezó con ingredientes de conquistadora avaricia y discriminadora relación entre sus ciudadanos, los valores libertarios de los padres fundadores de la Unión.
Hoy en Cuba afrontamos problemas sociales, carencias materiales, deterioro económico. Una porción de ello pertenece a los asuntos interno; la otra es la consecuencia de 47 años de guerra sucia fomentada y financiada por la Casa Blanca. Pero si una idea y un programa han estado a prueba de errores y deficiencias ha sido la raigal defensa de la independencia frente a los afanes estadounidenses de redimir su predominio neocolonial sobre la economía, la política y la cultura de Cuba. Y no ha sido el Gobierno Revolucionario el que se ha negado a reinventar las relaciones de La Habana con Washington. Ya fueron reinventadas. La Revolución cortó la dependencia. Y esas relaciones de independencia, basadas en el respeto a la soberanía de la república cubana, no las han aceptado los sucesivos gobiernos norteamericanos desde Eisenhower a W. Bush. Todo lo demás, el habitual discurso pro democracia y libertad en Cuba, se resuelve en machacona, movediza retórica. Lo real en política, como definió Martí, es lo que no se ve. Y lo que no se ve es aquello: el sueño del rey león añorando sus garras.
6 comentarios
Gualterio Nunez Estrada -
Fabian Pacheco Casanova -
Enrique Martínez Díaz -
La firmeza de las ideas y del pensamiento revolucionario no es planfleto, y mas cuando van avaladas con la decisión de defender sus ideas con la vida si es necesario, como lleva haciendo desde hace 47 años el pueblo de Cuba, con la guia de Fidel, que pasará a la Historia como ejemplo de inteligencia, liderazgo y valor. La falta de ideas y lo panfletario estará mas bien en risitas histéricas y afeminadas.
Alberto Elier -
El olvido señor, sera para todos, para el ilustre Martí, para el desafortunado Fidel, para la odiosa revolución, el tiempo no es revolucionario, ni democratico, ni dictador, ni constitucional, el tiempo es el tiempo.
¡Pero!
Coño, esperaba un poco mas de contenido en el panfleto.
jajajaja!
Enrique R. Martínez Díaz -
Fabian Pacheco Casanova -