LA GRATITUD, ESE DEBER
Luis Sexto
Ante el deceso de Francisco Aruca
La muerte de Francisco González Aruca el 6 de marzo pasado en Denver, Colorado, me ha conmovido. Primamente, por ocurrir a destiempo: a pesar de sus 72 años, todavía ese cubano lleno de ingenio y de sano criollismo, sobre todo con un micrófono a pie de labios, podría rendir mucho más. Luego, mis sentimientos se entristecen por haberlo querido fraternalmente desde la gratitud por su obra y su amistad.
Por unos tres o cuatro años, colaboré con Progreso Semanal, su página web, y me sentí orgulloso por haber formado parte de su equipo de columnistas. Ya era suficiente para estimarlo. Luego, al conocerlo personalmente y oírle contar algunas estaciones de su vida política, más lo quise.
Un mediodía en La Habana, sentados un grupo de amigos a una mesa generosa, contó cómo fueron sus orígenes como peleador a favor de la revolución cubana en territorio de los Estados Unidos. Cuando se marchó de Cuba tenía 20 años. Y se había fugado de una prisión donde cumplía una condena de 20 por delitos contrarrevolucionarios. Encontró asilo en la embajada de Brasil.
Tras el salvoconducto, llegó a los Estados Unidos. Más tarde continuó sus estudios. En la universidad, cuyo nombre no retuve, el profesor de economía política dijo a los alumnos que el capitalismo era propicio para el bienestar de una determinada cantidad de afortunados. Pero que siempre habría otra cantidad que debía sufrir la pobreza.
Según reveló Aruca, de formación católica, aquella lección le hizo preguntarse si él había arriesgado su vida y su libertad en contra de la revolución cubana, para que viviera felizmente sólo un grupo.
De ahí, de ese honrado y autocrítico cuestionamiento, partió el Francisco Aruca que, a pesar de lograr el éxito económico, poco a poco se acercó a su patria, tal como era y es, sin exigirle cambiar en su esencia revolucionaria, aunque cuando creyó necesario criticarle errores, los criticó.
Más no puedo decir. Solo agradecerle públicamente aquel gesto de 2011 cuando, ya en trance de fallecer mi madre, en Miami, él me facilitó gratis, ida y vuelta, en su empresa Mar Azul, mi rápido vuelo a esa ciudad para despedirme de la mujer que más he amado y de la cual viví separado las dos terceras partes de mi vida.
Descansa en paz, mi chispeante, criollo, generoso colega y amigo.
3 comentarios
El mudo -
Buena suerte,
Usted sabe bien quien soy
Jose Diaz -
Modesto Reyes Canto -