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PATRIA Y HUMANIDAD

TIERRA DE NADIE

TIERRA DE NADIE


Por Luis Sexto

Una porción de la humanidad no quiere, al parecer, perdurar en La Tierra.  El medioambiente se le deslava entre los pies y lejos del corazón. Se le desconchan las paredes, se le agrieta el piso y se le agujerea el techo de su habitación terrestre. ¿Qué estamos pensando? ¿Acaso trasladar la tienda a otra bola en las planicies aún inexploradas del Cosmos? Habría para ello una dificultad. Una sola. Mientras buscamos y acomodamos el nuevo medio, se acabará el tiempo.

Un poeta legó a sus hijos el tiempo, todo el tiempo. Pero es casi imposible heredarlo. Se consume. El tiempo de una vela concluye al consumirse el pabilo. Se apagó la llama. Y murió la vela. El ejemplo, tan sencillo como la evidencia, tal vez no ejerza presión sobre la conciencia de cada terrícola. Cada sujeto apenas dura lo que un relámpago. Y no suele proyectarse más allá de su momento. Quizás conmueva a la conciencia general y la especie logre entender que perdurar es, ante todo, un principio de amor. Hacia sí en lo particular y hacia el prójimo, el semejante, que vendrá.

El hombre, como género, se ama poco. Thomas Merton, escritor norteamericano de quintaesencias meditativas, anotó en su libro Conjeturas de un espectador culpable que el amor a la naturaleza enruta la prolongación del amor hacia nosotros mismos. Pero nos acercamos a nuestra casa, la habitamos incluso, como extraños, en actitud de propietarios usurpadores, cuando somos un elemento más, hermano de la flor, del ave y de la nube.

Lo recomendable, ha dicho otro meditador, es humanizar el medio ambiente. Quizás lo más favorable sea introducirnos en él como lo que somos: parte.

Una década atrás entrevisté a dos hermanos leñadores. Nunca publiqué aquella conversación. Ahora, releyendo los apuntes, hallo en la última hoja mi valoración sobre ellos. Primeramente en lo físico: Hombres de baja estatura, fornidos, macizos; con músculos que torneó el hacha.”Luego, en lo moral: “Conmueven por su nobleza, por la cultura de la bondad; hablan en voz baja, con delicadeza, a pesar de lo rudo del oficio.”

Conversábamos en un bosque de eucaliptos y aromas en Pinar del Río, la provincia cubana más occidental. Podíamos ver, arriba, un azul hondo, moteado a trechos por nubes muy blancas, y un sol que ya casi alumbraba a plomo. De súbito los sorprendí con una pregunta agresiva: ¿No saben ustedes que han pasado treinta años maltratando a la naturaleza? Se miraron perplejos. Tuve pena. Al fin respondieron que nunca habían hecho otra cosa que trabajar en el monte; pero a veces les había dolido cortar un árbol bonito. Y, además, también habían plantado muchas posturas.

La inocencia de los bosques de Cuba no se mancilló con los hachazos de estos leñadores, necesarios por demás. Empezó a naufragar con la Armada Invencible de Felipe Segundo en el siglo XVI. Árboles preciosos, duros y durables, de la Ínsula edénica y fiel de la corona española sirvieron de cuadernas y mástiles en aquella flota ambiciosa de geopolítica dorada. El hacha desembarcó en aquellos bosques -que entonces sombreaban y a veces hacían impenetrable, el 85 por ciento del territorio cubano- entre los bártulos de conquistadores y colonizadores. Llegó junto con la cruz, la afición notarial y el gusto por el dinero.

¿Habrá plantado alguna vez un árbol el rey Felipe? ¿O su padre Carlos Quinto? ¿Y los hacendados criollos del XVIII o del XIX, incluso del siglo XX? ¿Lo habrá plantado W. Bush, que se niega a firmar el protocolo de Kyoto?

Tampoco lo han plantado los gerentes y dueños de las corporaciones globales, que deciden que los desechos de sus empresas escamoteen el oxígeno de los peces de ríos y mares, y le disputen la pureza a los nutrientes del subsuelo, y propicien sequías saharianas y temperaturas de infierno. Antes que aquellos dos leñadores hubiera querido entrevistar a uno de esos potentados tecnotrónicos y postmodernos, y preguntarle lo mismo que a aquellos cuya humildad les hacía distinguir entre un árbol bonito y útil y otro feo o inhábil. En inglés, desde luego, o en un español primitivo, habría contestado: Ah, mi no saber... O habría pretextado la excusa típica en la retórica de los poderosos: Ha sido obra de mi sucesor, o de mis empleados. Y alargaría un texto enumerando las
infinitesimales razones del desarrollo.

Ya nadie vacila en achacar la culpa básica a los países desarrollados. Ellos deciden y escriben diariamente la sentencia de extinción de planeta. Y no es el desarrollo el culpable en esencia. Es el modo irracional de asumirlo y ejercerlo. Ese consumismo, ese confort vitalicio, creciente, que inventa una necesidad huera hoy para sustituirla mañana por otra más excéntrica y banal, y que desgasta el perfil humano de la gente. Y cuya finalidad primordial –promover el consumo extremo- se enreda con la voracidad de bancos, corporaciones, y compañías.

La naturaleza se sustenta en el equilibrio. Este es, quizás, el término más grácil, dulce, de la física, de la lengua y de la vida. Si un cocodrilo, ha escrito un ecólogo brasileño, expresara sus deseos más afines a su condición de ser saurio, exigiría que el mundo fuese un total pantano. Y el león, a su turno, que el orbe se trocara en una llanura africana con gacelas en panales. El Hombre, que entre sus libertades utiliza la capacidad de concebir formas inexistentes y convertirlas en obras, pretende, en su más inconsciente e insensible sector – el de los más ricos, los menos- urbanizar el globo; convertirlo en una ciudad que aplaste el equilibrio vital. Civilización proviene de civitas, nombre latino de ciudad. Y hoy la civilización que el capitalismo ha conducido hacia la desmesura, el paroxismo, adquiere un matiz devastador. Civilización corrosiva. Autogeneratriz de la desgracia.

La humanidad, por más que muchos lo desconozcan, es parte de la naturaleza. Y perecerá con ella... si la destruye. Las culturas antiguas intuyeron con más tino esa peculiaridad del hombre. Leonardo Boff, que de teólogo derivó en ecólogo, ha contado que los miembros de cierta tribu del Matto Grosso van suicidándose según las compañías inversionistas talan y despejan la selva. Pierden con la tierra la identidad y el sentido de la vida. Yibran Jalil Yibran, poeta oriental, procedente de esas culturas mediterráneas que tanto penetraron en el alma humana, compuso un verso insuperable, que se acopla, por la soterrada y distante comunicación de las culturas, con un principio de José Martí: Yibran escribió: “La tierra es mi patria y la humanidad mi familia.” Y Martí: “Patria es humanidad.”

Hagámonos, para terminar, dos preguntas: ¿Será posible que el árbol, por mencionar un ser sensitivo, prevalezca sólo en fotografías y pinturas? ¿Tantos hombres y mujeres del futuro solo verán desde su ventana ramas de hormigón y un cielo de aluminio?

El futuro parece ser una heredad incierta 

4 comentarios

Ricardo -

A Luis

¡Cambien el himno gallego!

Yo que ustedes dejaría de preocuparme por las hectáreas arrasadas en los incendios de hogaño y empezaría a hacer planes para el futuro. Lo sé, es una cabronada que el comienzo del himno gallego (¿Qué din os rumorosos na costa verdecente?) quede obsoleto por falta de materias primas, pero no me digan que el siguiente arreglo no atraería montones de bienes al lugar: ¿Qué din os chaleciños adousadiños nas Mariñas D'Ouro urbanizadiñas?. Queridos y queridas amigos de por allí, gallegos y gallegas no pirómanos, ahijadiñas mías de cierta promoción de la Facultad de Periodismo, Ana de Porriños y conocidos varios: ¿Echan de menos los tiempos en que sus maestros les contaban que Galicia podía ser recorrida saltando de árbol en árbol? Jódanse. Nosotros, los precursores -los habitantes del litoral catalán, los baleares- ya nos hemos jodido. Y en cuanto a nuestros seguidores más entusiastas, especuladores de la Costa del Sol, de Valencia, Alicante y Castellón y de todo el Mediterráneo murciano, están trabajando en ello. Su deleitoso triscar de apisonadoras y grúas tiene sobrecogida a Cécile Chambraud, enviada especial ¡a Murcia! del diario Le Monde, que el pasado día nueve publicó un reportaje espeluznante.

La buena de Cécile se quedó helada cuando vio los trabajos de la nueva autopista que conducirá de Cartagena a Vera, completamente innecesaria si no fuera porque servirá para alimentar la erección (en el peor sentido de la palabra) de ¡tachán!, un paradisíaco resort llamado Marina de Cope, nada que ver con la emisora de los obispos sino con el cabo de Cope, precioso lugar que todavía no había sido pasto de la especulación, situado entre la falda de la sierra de la Almenara y el Mediterráneo. Se trata de un proyecto inmobiliario que comprenderá 10.000 viviendas, 22.000 plazas hoteleras, cinco campos de golf y no sé cuántos piscinajes y parques acuáticos, y contribuirá a comunicarnos los unos con los otros de forma más acorde con los nuevos tiempos.

Verán. Ataviados de bañistas cual Ségolène Royal, candidata socialista a la presidencia de Francia, o cual Nicholas Sarkozy, ministro del Miedo francés, podremos recorrer ¡Ehpaña!, de piscina en piscina, de parque acuático en parque acuático, de Marina en Marina, y prácticamente sin tener que cambiar de toalla. Y cuando digo España, me quedo corta. La Península entera se verá intercomunicada gracias a esta nueva modalidad de vida gregaria retozona, cuyo complemento ideal consistiría en que la servidumbre de diferentes razas o etnias que ahora podemos permitirnos nos siguieran en formación de a dos o tres, cargando con nuestros críos y con sus respectivos juguetes. Un mundo feliz y una Marina sin fronteras.

Porque ya está bien de iniciar investigaciones y de proyectar comisiones y de lanzar hipótesis acerca de quiénes y cómo y por qué y hasta cuándo van a seguir quemando los bosques. Abandonen la lectura de los periodistas que intentan llegar al meollo del asunto. Pero no abandonen los periódicos. Vayan directamente a los suplementos de divulgación inmobiliaria perpetrados semanalmente, lean los titulares, devoren los anuncios. "Promociones basadas en el confort, viviendas y áticos, muy cerca del mar, apartamentos a pie de playa muy cerca del Club Náutico, por el precio de un piso, disfruta de una casa cerca de la ciudad, residencia con zona comunitaria, edificios de viviendas exclusivas, haz realidad tus sueños, embárcate en Vivemar, compartimos tus ilusiones, te vendemos chalet por el precio de un apartamento, antes de comprar por catálogo, visite nuestras promociones, descubre la pasión por el Mediterráneo, casas en primera línea de mar junto al parque natural del Delta del Ebro, ¿Quieres disfrutar de los valiosos beneficios de vivir cerca del mar?"

Habría que poner al juez Garzón, que tan brioso ha vuelto a la Audiencia, a perseguirnos a nosotros, los que nos quejamos de los pirómanos, oteamos una trama de constructores mafiosos detrás, seguramente aliada con el poder más añejo... Para acabar comprando un alijo de mar en el lugar do un día hubo todo tipo de rumorosos.
Maruja Torres (El País 14/08/06)


Ricardo -

A principios del siglo XX en Cuba, cuando ya los cubanos eran dueños de su país, los precios del azúcar se dispararon motivado sobre todo a causa de la guerra europea, por esta razón los bosques del oeste de cuba fueron talados para producir caña de azúcar. Teresa Casuso hija de un cultivador de tabaco de oriente, escribía estas palabras en su relato. “Recuerdo en oriente”

…..”Se incendiaban los bosques extensos e impenetrables, selvas enteras a las que se les metía fuego y luego eran arrasadas hasta el suelo a fin de dejar sitio para plantar caña de azúcar. Mis padres estaban desesperados porque los bosques tropicales mas bellos y fragantes , cedros y caobos, alfóncigos y magníficos granados, , ardían como sacrifico al frenesí de cubrir de cañaverales todo el país. En las noches la vista de ese horizonte en llamas me afectaba con una extraña ansiedad llena de temores, y el olor a madera quemada llegaba tan lejos, que era como el incienso que uno huele dentro de las iglesias”.

(Sin comentarios).


Ahora mismo y desde el cuatro de agosto Galicia entera arde. Los bosques gallegos son pasto de las llamas. Cuatro muertos, miles de kilómetros de bosques arrasados, las llamas devorando pueblos y vidas, una hecatombe ecológica sin precedentes.

Decenas de fuegos iniciados al mismo tiempo en lo que no hay duda está la mano del hombre. Se habla de mentes enfermas, de venganzas, de especulación, pero todavía nada está claro.

La destrucción de los bosques es merito de los hombres del siglo XX, los anteriores nada tienen que ver. De algunos hombres.

Francis Elier -

¡Porción de proposiciones proporcionales!

Siendo el cristianismo al marxismo cubano como el medioambiente al capitalismo, ¿Cuál es el valor de un CUC?

Saludos,

Ricardo -

BOSQUES PARA LA GUERRA

En 1769 fue construido en La Habana el mayor buque de guerra de su tiempo, el buque con mayor poder ofensivo que surcaba los mares: 140 cañones, cuatro puentes, y 2.000 toneladas de peso: El Santísima Trinidad.

Acababan los habaneros de conseguir sacudirse a los ingleses y ya se preparaban para que este hecho no pudiera suceder nunca más. Eso a pesar de que como todos sabemos desde Carlos V los españoles han ido por el mundo a sojuzgar y esclavizar mientras los ingleses luchaban por los derechos humanos y la libertad de todos los pueblos. Hasta el día de hoy.

A la vista de las reproducciones de este buque uno no deja de manifestar un sentimiento ambivalente, por un lado el estremecimiento ante la belleza de un buque enorme y magnifico, fruto del trabajo de miles de hombres que día y noche han trabajado sin descanso bajo las directrices de artesanos e ingenieros que vuelcan todos sus conocimientos y su estética en poner encima del agua una joya flotante.

Por otro lado saber que todo este esfuerzo es para la guerra y a costa de arrasar bosques y maderas preciosas insustituibles deja un sabor amargo en el alma.

Los habaneros con maderas cubanas, con artesanos, ingenieros y obreros cubanos construyeron el buque de guerra a vela más grande y más hermoso que jamás haya surcado los océanos.

Cuando veo el incendio de un bosque en la tele, o la apago o cambio de canal, no lo puedo soportar. Si el Santísima Trinidad pudiera regresar del fondo del mar, dejaría lo que estoy haciendo para ir corriendo a ver una maravilla.