TÉRMINOS DE UNA POLÉMICA BLOGOSFÉRICA

Luis Sexto, @Sexto_Luis
Cierto señor ha vuelto a atizar a la blogosfera contra el periodista que firma en Juventud Rebelde y en este blog. Su lectura de mi nota titulada El lanzallamas ha convertido mis criterios en una diatriba contra los blogueros en general. Sin embargo, según se lee en el texto, me refiero a cierta crítica caracterizada por la estridencia. admito que el que estime criticar estridentemente, me responda o me zahiera. El aludido señor, no. Por supuesto, no es ingenuo. Sabe manipular: generaliza y me acusa de ser aplastante y de escupir para abajo. Al parecer, él escupe para arriba; sólo parece. Según su opinión, soy un pusilánime “artífice del periodismo que hoy existe en Cuba”, porque nunca he escrito “un artículo criticando la censura…” Dicho señor "olvida" el ABC del periodismo, él que ha solido ejercer como atinado corresponsal extranjero. Aparenta olvidar que la primera regla de nuestra profesión es no afirmar nada si no lo has confirmado. Voy a poner uno de los tantos artículos que he escrito denunciando el estado de nuestra prensa. Y también reproduciré El lanzallamas, dirigido contra "cierta crítica" publicada, "particularmente en la blogosfera", y contra la que a veces intentan escribir algunos de mis colegas periodistas. Al parecer este señor, más que resolver un problema, quiere enconarlo.
PARA QUÉ UN ESPEJO MÁGICO
A pesar de los más de tres siglos que empolvan su obra, el filósofo Hegel hizo un hallazgo que lo mantiene actual entre nosotros: El periódico es la oración matutina del hombre moderno. Quizás, sin embargo, no previó que la evolución de esa liturgia mañanera la convertiría en conjuro de magos, oficio de malditos y sobre todo en una jaculatoria extrema: De la prensa, líbranos Señor, de modo que algunos prometerían ir a pie al lazareto del El Rincón, en la Habana, con tal de que la prensa fuera una necesidad abolida.
Es, en cierto sentido, comprensible. Porque la prensa, en todos sus lenguajes, resulta una ofensa de segundo grado, como de la crítica decía el mexicano Alfonso Reyes. Pero, honrada y profesionalmente utilizada, persiste en ser oración de la mañana, o desayuno sin el cual la ciudadanía será propensa a sufrir una anemia de ideas e información y el conjunto social perdería uno de sus antivirus. Y como periodista cubano, con 40 años de práctica en diversos medios, impresos y electrónicos, puedo decir que el papel inevitablemente constructivo de la prensa en Cuba no logra todavía la unanimidad. Sigue sometido a las coyunturas externas y a las internas ligadas a aquellas, y fundamentado también en la idea de José Martí de que cuando el enemigo está enfrente, el periódico calla.
Después de 1965, cuando la prensa en sus variantes impresa, radial y televisiva se redujo y uniformó, dos posiciones han disputado y obtenido alternativamente el predominio. Una tendencia intenta emplearla como instrumento de la conciencia crítica de la sociedad, dándole territorio para la autorregulación, y la otra insiste en controlar la prensa de modo que de periodismo pase a propaganda, es decir, a vocero de apologías y consignas.
Aunque en 2007 el Partido Comunista aprobó una resolución – similar a documentos anteriores- sobre la necesidad de ejercer la crítica social y económica en los medios, el presente proceso de actualización o renovación de la economía es un asunto tratado como si fuesen los paños sagrados del misterio. ¿Qué pasará en el futuro inmediato? Raúl Castro, en el informe central del Sexto Congreso del Partido Comunista dedicó un párrafo muy explícito acerca de la utilidad de la prensa en la reforma de la sociedad cubana dentro de un socialismo renovado y adaptado a las circunstancias del país y el mundo. Pero, paradójicamente, entre las funciones de la comisión gubernamental que se encargará de ejecutar los lineamientos aprobados está la de orientar la difusión de cuanto atañe a tan primordial proceso. Con lo cual los medios tendrían que supeditarse a la administración en lo que conviene publicar o callar.
El socialismo como institución práctica, incluido el cubano, no ha hallado todavía con exactitud y operatividad el grado de autonomía indispensable para ofrecer una prensa no aburrida, ni monocorde, merecedora de crédito por la calidad y certeza de sus informaciones, artículos, imágenes y sonidos. Este periodista puede asegurar que los medios cubanos no mienten, pero su verdad en los últimos tiempos se muestra apocada, tardía, omisa, sin matices y, sobre todo, muy oficialesca. Hay, no obstante, que tener en cuenta cierto enfoque que culpa del derrumbamiento de la URSS a la prensa soviética, desprendida de tutelajes durante la perestroika.
Por ello, esa percepción se explica aquel desastre creyendo que algo o alguien ajeno a la esencia del socialismo soviético, fue el culpable de la extinción incruenta de un país considerado estable e invulnerable. El “síndrome de la glasnot”, pues, ha incrementado el prejuicio sobre el papel de la prensa socialista, cuyo control estricto unos quieren mantener sin aflojar la cuerda. Por supuesto, al simplificar el conjunto de influencias que determinaron la ruina de la Unión Soviética, muchos no pueden observar las verdaderas causas. El juicio más claro hasta ahora es el de Carlos Rafael Rodríguez. El ya difunto intelectual y dirigente comunista atribuyó la caída de la URSS a “un socialismo mal concebido y peor ejecutado”, en el que la prensa, teóricamente de propiedad social, pero de regulación burocrática, esto es, maniatada, fue una de las manifestaciones de lo que Engels previó en su tiempo como la futura distorsión del “socialismo de Estado” y Marx calificó de “socialismo tosco”.
En realidad, la “pelea fraterna” a la que Raúl Castro se refirió en su informe al Sexto Congreso del Partido Comunista para aplicar los lineamientos aprobados, se aviva hoy en torno a los espacios y acciones de los medios. En conjunto, Cuba cuenta con un grupo de cultos profesionales del periodismo, cuya ideología política y profesional comprende que la libertad y la responsabilidad componen una relación inexcusable, pero estima que propaganda y periodismo se repelen y que control y tutelaje son funciones antónimas. Los periodistas más convencidos se duelen de permanecer callados ante desviaciones y abusos de poder, como simples secretarios de actas de asuntos sin importancia, sabiendo, por la experiencia cotidiana, cuánto necesitan los ciudadanos de informaciones y opiniones que les describan y enjuicien la sociedad en que viven, trabajan y sueñan, sobre todo sueñan que lo propuesto llegue a ser verdad.
Una evidencia, en particular, reclama atención. Cualquier control o regulación impuesta desde fuera de los medios, que habitualmente ha sido prerrogativa del Partido Comunista, requiere de una visión política cuyo alcance asuma que restringir en la prensa la agudeza, el filo, la capacidad de orientar, mover, conmover y convencer, casi equivale a cubrir con paños oscuros espejos e imágenes de la sociedad. Y cuando no veamos ni juzguemos con cierta autonomía nuestra cara, posiblemente nunca sepamos dónde aplanar arrugas y eliminar manchas.
Tal vez, lo que los periodistas cubanos deseen sea confianza y un sitio para poder decir esa oración matutina a favor de aspiraciones socialistas capaces de admitir y corregir sus manquedades para renacer con mayor efectividad y libertad. Sin la prensa, tal vez, la oración matutina de Hegel se convierta en una fraseología que a nadie explique, ni convoque, ni convenza. Y la construcción periodística de los hechos aparezca como un espejo mágico que nos diga: “Todo anda bien; eres el mejor”. (Publicado en Progreso semanal, 2011)
EL LANZALLAMAS
Luis Sexto
Cierta crítica de hoy, particularmente en la blogosfera, aturde porque se caracteriza por la estridencia, que en términos estilísticos se refiere a la brusquedad de las palabras y al tremendismo del tono.
Sin apretar las analogías, parece que aún perdura la tradición decimonónica del énfasis vargasvilesco, calificativo que sirve para nombrar la retórica del denuesto, uno de cuyos exponentes fue el colombiano José María Vargas Vila. ¿Qué comparación propondríamos para definir a esta crítica? Tal vez sea un lanzallamas que calcina aquello mismo que procura mejorar.
Esa crítica huele a bilis, porque se escribe o se habla como en un movimiento gástrico. Admito que la estridencia, esto es, el insulto y la intransigencia, tienen un atractivo. Los lectores, oyentes o televidentes, en medio de una circunstancia social que no se explican, probablemente se compensen cuando lean, oigan o vean que cuanto sufren recibe los efectos restallantes del tambor de la ira. Ah, qué alivio.
Vistas así las cosas, habría que preguntar para qué otra función sirve el insulto y la negatividad. ¿Acaso ayuda a comprender la realidad, o en cambio colabora a que se deteriore más? Poco útil resultaría un análisis que no tenga en cuenta los diversos factores que determinan un problema, o que niegue pontificalmente competencia para resolverlo “a otros”. Concluyendo, además de atizar el encono y prodigar el desahogo por ósmosis, qué beneficio produciría una crítica contra la rigidez, articulada rígida y enconadamente. La disyuntiva, a mi parecer, se reduciría por consiguiente a una opción: crítica equilibrada o crítica colérica; estridente o sugerente
Quizás sea atinado empezar aceptando que lo que distingue u opone entre sí a la estridencia y a la sugerencia no es la forma. Porque la forma es el contenido, y el contenido, la forma, por obra de una mediación dialéctica muy conocida. Y crítica estridente y crítica sugerente se diferencian, incluso se oponen, por las intenciones con que amabas se cristalizan. Como vimos, la estridencia escancia el furor, la petulancia, hasta el oportunismo político. Tiende a rebajar, desacreditar. La sugerencia, en cambio, analiza a la redonda; juzga lo que ve junto con lo que permanece en sombras; comenta mediante argumentos, y propone sin disponer.
Según opiniones como la de la periodista mexicana Alma Guillermoprieto, la crítica estridente ha legado el ruido y el escándalo. Y la crítica sugerente, digo yo, el equilibrio, la visión multilateral y la capacidad de evidenciar… Desde luego, lo dicho es sólo una sugerencia.