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PATRIA Y HUMANIDAD

EL CRÍTICO DEBE SER UNA PERSONA MUY CULTA

Por Lilien Trujillo Vitón

Entrevista con Luis Sexto

Publicada en www.lajiribilla.cu/

La mejor carta de presentación de Luis Sexto es su sapiencia. La cultura que desborda en cada conversación, artículo, libro o conferencia. Un hombre culto y sincero que dedica la mayoría de sus horas a leer, las otras a escribir o reflexionar sobre lo que lee. Las montañas de libros que decoran los espacios de su apartamento en el Vedado dan fe de lo primero. Los comentarios críticos que ha publicado desde su juventud hasta sus casi 70 años atestiguan lo segundo, junto a su faena radial en Progreso donde comenta tres libros a la semana. Lo conocí personalmente en las aulas de la Facultad de Comunicación de La Universidad de La Habana. Antes ya lo había leído —Con Judy en un cine de la Habana—. Al entrevistarlo para indagar sobre el estado de la crítica literaria en Cuba y las funciones del crítico, conocí la verdadera cepa de este escritor que hace periodismo, de este “lector inteligente que comenta y propone libros para que el lector los lea”.

-¿Usted cree que se hace Crítica Literaria en Cuba actualmente?

-Para responder afirmativamente tendría que tener un control de todas las publicaciones y, la verdad, no estoy al tanto de todas. Creo que el ejercicio de la crítica literaria hoy no es un sistema, aunque sí hay focos donde uno puede leer alguna crítica  que esté por encima de los intereses de grupo, de las amistades; que respete, sobre todo, hasta donde sea posible, la objetividad. A mí me complace mucho, por ejemplo, la crítica que hace Jorge Domingo en Espacio Laical. Se trata de una crítica que, por supuesto, no se limita a promover un libro, que es lo más común.  En Cuba suele hacerse crítica literaria entre comillas.

-¿Por qué entre comillas?

-Porque me parece que la crítica literaria que se hace para promover no es crítica. Yo tengo un programa en Radio Progreso, donde comento tres libros por semana. Tengo que leer como un mulo, si los mulos leyeran. Mira las cargas de libro que tengo que leer para comentar próximamente (señala con la vista y con las manos hacia una loma de alrededor de 10 libros que tiene ubicados sobre la mesa). Yo no hago crítica literaria en su estricto sentido. Valorar lo positivo, lo negativo, encontrar los antecedentes, las circunstancias en que se escribió el libro, de dónde proviene el autor, sus influencias como escritor, eso me parece que debería ser la crítica literaria. Y sacar de todos esos enfoques una conclusión, si no definitiva, que se aproxime un poco objetivamente a la verdad de la obra. Yo lo que hago es promover lecturas, porque la radio no es para hacer crítica literaria. Hago hincapié en los valores del libro y paso por alto las manchas que le pudiera ver —no me parece que se pudiera sostener en dos minutos y medio los argumentos que yo pudiera tener para justificar lo que no está bien—. Es mejor decir lo que está bien, que cuesta menos trabajo. Y como lo que hago, en definitiva, es promover autores, trato de buscar nombres de provincia para darlos a conocer, al menos hasta donde la radio puede dar a conocer algo en Cuba hoy. Pero volviendo al estado de la crítica actualmente, te repito que en Espacio Laical Jorge Domingo está haciendo una obra encomiable, porque encuentra siempre lo positivo, suele encontrar los antecedentes de una determinada obra y también señala los deslices de cualquier tipo que se le pueden ir a un escritor. No solo los gramaticales, que son los menos importantes.

-¿Cuáles cree que son las características consanguíneas de un crítico?

-El crítico debe ser una persona muy culta. Decía Alfonso Reyes que para ser críticos hacía falta tener cien años de literatura adentro. Eso es lo que hace falta para poder juzgar un libro y determinar, no solo si es bueno o malo, sino también que espacio ocupa ese libro en un periodo de cien años. Puedes no decirlo, pero debes saberlo. Yo, por ejemplo, no soy tal crítico. ¡Dios me libre de asumir semejante posición! Soy solo un lector que procura aplicar la inteligencia, que comenta y propone libros para que el lector los lea, nada más. No tengo cien años de literatura adentro, no he podido leerlo todo. Aunque sí he podido leer los más importantes. ¿Quieres ser crítico? Lee a Alfonso Reyes, a Borges, Asturias, Neruda, Carpentier, Roberto González Echevarría, Mejía Duque, García Márquez, Álvaro Mutis, José Revueltas, Cortázar, Unamuno, María Zambrano… Jaime Mejía Duque, por ejemplo, es el hombre que comparte el crítico con el narrador, uno de los críticos más severos de García Márquez, además. Si lees una novela suya titulada La noche de Bareño, te das cuenta de que podía ser un gran crítico por tres razones importantes: es uno de los estilos más áticos de la literatura colombiana, a la vez que suelto, fantasioso, original —lo mismo en el ensayo, en el cuento que en la novela—; tiene un enorme conocimiento literario dentro, quizás los cien años que decía Alfonso Reyes; y además es un narrador prodigioso.

"Críticos así son difíciles de encontrar. Porque en este país no suelen encontrarse críticas como las de Roberto Fernández Retamar,Jorge Domingo, Ambrosio Fornet,  su hijo Jorge, Arturo Arango, incluso como las de Virgilio Piñera en Lunes de Revolución;  críticas  en que el lector se da cuenta de que la cultura respalda las opiniones y los juicios. Siempre hay una discusión entre la  crítica científica y la impresionista. Cintio Vitier era un crítico impresionista, con mucha certeza y puntería, pero además de ello sus críticas son literatura, como suelen ser las de Mejía Duque en Colombia, porque suelen ser ensayos. Para mí la crítica radiográfica, a base de palabras tecnocráticas, de diagramas y gráficos, no conduce a ninguna parte, ni siquiera llega a tener lectores alguna vez. Como le dije a Ambrosio Fornet a raíz de una crítica que le hice a un libro suyo: esta no es una crítica radiográfica, es una crítica amorosa. Y me respondió de lo más conmovido: “Yo tampoco hago crítica radiográfica”, que es la que se basa en tecnicismos y y dibujos. Hay otras personas con aciertos crítico, por ejemplo en La Gaceta de Cuba, donde se publican algunos textos  que deben tenerse en cuenta. Hay otros con los que uno no está de acuerdo, porque cuando hacen la crítica completamente positiva y te ponen los ejemplos, tú no aprecias que el poema o el fragmento de poema citado, merezca todos los juicios que se emiten sobre él. Es una crítica medio cómplice… que es la crítica más frecuente en Cuba, una especie de critica complaciente y edulcorada".

-¿A qué adjudica usted esta tendencia?

-Te voy a responder con mi experiencia. En los años ‘80, cuando no tenía los 70 años que voy a cumplir dentro de unos meses, logré cierta potencialidad en mi profesión. Estaba en la página de culturales del periódico Trabajadores, haciendo lo que llamábamos la crítica impresionista de la literatura —nunca pretendí hacer crítica científica, yo no sé lo que es—. Yo leía un libro y daba mi opinión sobre lo que había leído, teniendo en cuenta, si no cien años, patrones de comparación que habían condicionado mi capacidad de apreciación literaria, porque esos años de lecturas que dice Alfonso Reyes son los que sostienen y condicionan tu apreciación o gusto literario. Hablé bien de muchos libros y mal de otros. Y te puedo decir que este país, o la gente de este país, son reluctantes, negada a la crítica. Mientras hables bien de cualquier cosa que hagan, no tienes problemas. Cuando hablas mal de algo que alguien hace, en lo artístico o en lo literario, pueden aparecer muchos problemas. Ejemplifico con un episodio: Daniel Chavarría y Justo E. Vasco –hoy difunto- escribieron a dos manos una novela policial titulada Completo Camagüey. Publiqué entonces  una nota reprochándo a Chavarría que hubiese añadido a su bibliografía una obra tan incompleta. De Vasco nada dije, porque, según reconocí, no le había leído ninguna otra pieza para establecer la comparación. Pero si Chavarría no se quejó, Vasco, en cambio, fue al periódico a exigir mi cabeza, porque él era Justo E. Vasco, y había que respetarlo. El director, Pepín Ortiz, recibió también varias cartas seudónimas condenando mi crítica. Hasta una profesora de la Universidad de La Habana envió 300 líneas con la exigencia de que fueran  publicadas. Figúrate, una página del diario para demostrar que yo era un ignorante. Sin embargo, este periodista continuó su labor, y ocasiones no le faltaron litigios parecidos.

"Tardíamente la justicia emergió en público, para confirmar que Completo Camagüey  era un intento incompleto. El 7 de marzo de 2015, la versión digital de Juventud Rebelde publicó una entrevista con el autor de Joy en la cual Chavarría dijo: “Completo Camagüey es una novela que detesto, y desearía no haberla publicado nunca, porque es el fruto de un rapto de locura en que me propuse escribir una novela en 12 días y salió un auténtico mamarracho”.  Desde lo más íntimo, le agradecí su honrosa autocrítica, que confirmó que yo no había sido ni ignorante ni injusto".

"En los años ‘80 la literatura en este país estaba fragmentada en piñas y conglomerados de autores unidos por afinidades e intereses, mucho más que ahora, y tu “te metías” con algún autor —entre comillas porque yo no me metía con nadie, yo leía libros y daba mi opinión en las páginas de Trabajadores y las firmaba, con honradez—, el grupo al que pertenecía el autor cuestionado, repartía por toda la sociedad literaria de este país un cartel que decía: “Se busca. Prohibido acogerlo, porque se metió con el libro de fulano o mengano”. Al cubano la crítica le da picazón, pero no de ahora; eso es típico de nuestra idiosincrasia y personalidad como pueblo. Lo dice Fernando Ortiz en un librito titulado Ensayos de psicología tropical, obra que firma en 1910 o 1911. Decía que el cubano padecía de alergia a la crítica. Y decía que los cubanos de aquella época tenían ante la crítica una reacción femenina, sensiblera, airada, ofendida. A estas alturas ya la comparación con lo femenino no es justa. Pero él describía así la alergia a la crítica. Los amigos que se peleaban a muerte porque uno había hablado del libro del otro de una forma diferente a la que el amigo esperaba. Es una reacción propia de nuestro carácter nacional".

-¿Y usted cree que esta práctica sigue existiendo en la actualidad?

-Sí, pero no con tanta intensidad porque ya esas cosas no se hacen en los periódicos. Precisamente los periódicos son espacios potenciales para la crítica literaria, sin embargo la vemos muy poco. Incluso cuando aparecen, son muy breves y de corte más promocional.

-¿Por qué cree que ocurre esto?

-Tú sabes que el periodismo fue una de las profesiones que más sufrió desde el punto de vista material, moral y profesional en los últimos 20 o 30 años en Cuba. Los periódicos no tienen mucho espacio para publicar las noticias, tampoco creo que lo tengan para dedicarse a comentar y criticar un libro.

-¿Entonces no se trata de carencia de periodistas capacitados para la crítica, sino de espacio para ejercerla?

-Confluyen varios factores. La falta de espacio, y editores, que podrían orientar el trabajo, ya no hay o hay muy pocos. El periodismo se ha desprofesionalizado en el sentido de que los que llevaban años haciéndolo se han jubilado o se han separado de la profesión. El periodismo se está llenando con la generación que debería ser el relevo, pero el relevo tiene que encontrar a los veteranos que le completen la formación del aula. Alguna vez me debes haber escuchado deciren clases  que nadie era periodista graduándose únicamente en la universidad.

-Entonces ¿los problemas de la crítica literaria en la Isla son la consecuencia de un padecimiento crónico? ¿Qué pudiera hacerse, entonces, para fecundar una crítica literaria más prolífera y de calidad?

-Yo no niego que se haga crítica literaria en revistas como Unión y La Gaceta, o que en otro lugar se pueda hacer. Lo que creo es que todavía nuestra crítica está arrastrando una especie de pasión y solidaridad grupuscular que nos hace creer que tal cosa es muy buena y no lo es. El crítico literario para mí debe aportar juicios que abran y sugieran caminos, que irradien la luz, y adviertan los tropiezos de cada posible camino. Que trate de decírselo al autor pero sobre todo al lector porque ¿para qué tú haces crítica literaria? ¿Para enojar o agradar al autor? Cuando comento un libro lo hago para que el lector amplíe sus horizontes sobre de cómo se puede llegar a apreciar la literatura. Trata de mostrar cuáles son los secretos para saber qué libro es bueno, no para agradar al autor sino para ejercer una función educativa con respecto de los lectores.

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