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PATRIA Y HUMANIDAD

EL INFIERNO DE UN COWBOY

EL INFIERNO DE UN COWBOY

Por Luis Sexto

Confesiones de un infante de marina

El dramaturgo alemán Peter Hanke no se equivocó cuando dijo hace unos veinte años que el periodismo había dejado de ser oficio de románticos. Ideal de Quijotes. Las noticias de la guerra suelen traer solo el número de bajas, también la cifra de civiles muertos o heridos y la cantidad de bombas arrojadas sobre blancos enemigos. Las noticias de la guerra se convirtieron en partes militares corregidos, descontaminados y luego globalizados., de modo que las noticias de la guerra carecen de lo fundamental: el odio, la crueldad, el dolor humano, la destrucción de las riquezas, el daño al medio ambiente, la perversidad de la propaganda.

Todo lo que  se echa de menos en las noticias,  el lector inconforme con la papilla deshumanizada del presente, solo lo encontraba, hace años,  en textos de periodistas como John Redd, Ernest Hemingway, Herbert Matew, Norman Mailer,   Rysiard Kapuscinski y otros  que se mojaban los zapatos buscando la verdad de la guerra.  Y por estas razones, el libro Cowboys del infierno,  escrito por Jimmy Massey con la colaboración de la periodista Natasha Saulnier,  nos conmueve por el sello testimonial, por el desgarramiento que el autor, ex infante de marina de los Estados Unidos, sufre al contar su participación en la última guerra de Irak.

Este libro, publicado en español por las editoriales Apóstrofe, de España, y Timeli, de Suiza, nos diseña  una radiografía del mundo interno de la infantería de marina de los Estados Unidos, cuerpo para el que Massey fue reclutado cuando era un joven aún  sin definiciones económicas ni morales. La infantería de marina se convirtió para el joven desorientado, sin afectos,  en un cuerpo sagrado, y él en un potencial héroe con la misión de defender la seguridad de su patria y del mundo de la maldad del terrorismo (ponga usted las comillas).

Jimmy Massey, con el tiempo, fue una víctima. En uno de los párrafos de su libro dice: “Tengo 32 años y soy asesino psicópata entrenado. Las únicas cosas que sé hacer es venderle a los jóvenes la idea de enrolarse  en los marines y matar. Soy incapaz de conservar un trabajo. Para mi los civiles son despreciables retrasados mentales, unos débiles, una manada de ovejas. Yo soy un perro pastor. Soy un depredador. En el ejército me llamaba Jimmy el tiburón”. Y también:  “De ser un niño sureño criado en la religión baptista entre Texas y Carolina del Norte al que le encantaba  cazar ardillas, me convertí en una máquina altamente  entrenada para matar. Perdí mi moral, destruí mi primer matrimonio y, con el tiempo, empecé  a perderme  a mí mismo. Y ahora siento que vivo en el purgatorio, cada recuerdo, cada nueva pesadilla, me persigue diariamente”.

 A Jimmy, el sargento reclutador, lo llevaron  también a la guerra. Y allí sufrió un impacto tan contundente, que fue licenciado conflictivamente a causa de una psicosis, cuyo origen puede ser un personaje incubado en esta escena del  libro de Massey y que cito indirecta pero exactamente: Cuando el capitán Schmidt  le preguntó en Irak: Está usted bien, sargento,  este tardó unos segundos en contestarle.

-No señor. No me encuentro bien.

-Por qué -le preguntó el capitán.

-Porque hoy ha sido un mal día. Hemos matado a muchos civiles inocentes.

-No-repuso el capitán Schmidt, con voz autoritaria. Hoy ha sido un buen día…-y se marchó dejando solo al sargento Massey con su crisis moral.

El testimonio parece recobrar ahora el auge  de los siglos XV, XVI,  cuando los relatos de viaje  de Marco Polo; el Diario, de Colón; La conquista de la nueva España, de Bernal Díaz de Castillo; la Destrucción de las Indias, de Fray Bartolomé de Las Casas, aparecieron para dar al futuro lo más auténtico de aquellos años en que el mundo empezaba a globalizarse. El testimonio ha recobrado el protagonismo que en el XIX y el XX tuvieron las memorias de la guerra, en particular en las dos por  la independencia de Cuba, y ha vuelto al auge de los años de 1960. El testimonio, género ligado al periodismo, a la literatura, a la historia, y sobre todo vinculado a la verdad personal, recupera su tarea de hurgar en el estercolero de las guerras actuales. Como decir,  el que da o escribe su testimonio, su descargo, su catarsis deriva en un limpiador de letrinas o de inodoros.   El testimonio es el género que, como un detector de mentiras, devela el subterfugio de las nuevas palabras para nombrar viejas acciones: intervención humanitaria, daños colaterales, guerra preventiva, protección de civiles…

El capítulo 25 y último de Cawboys del infierno, Massey confiesa: “Se acabaron los espacios luminosos para mí. Se acabó el nirvana después de la matanza. Vivo en un charco de lodo y la única forma de salir de él es dejando de matar.” Y prosigue: “No quiero tocar un arma, ni siquiera mirarla. Vendí todas mis armas. Al principio me sentía desnudo e indefenso. Ahora no me siento atraído por ninguna de ellas. Sólo cogería un arma ahora si alguien  de mi familia fuera herido. Ni siquiera haría nada  si alguien me escupiera a la cara. He visto suficiente destrucción y violencia para una vida entera”.

Enseguida, Massey cuenta su experiencia de la noche en que había asistido  con su mujer en un concierto del cantante de música country Charlie Daniels. El ex marine vestía de vaquero, “mi cinturón con su gran hebilla y mis botas, pero me sentía raro”. ”Estaba rodeado de sureños, estaba en las montañas, y por primera vez  en mucho tiempo me sentía seguro. Sin embargo, sentía que no pertenecía a ese lugar. En uno de sus intermedios, Daniels dijo:

-“Quisiera agradecer a los hombres y mujeres que están luchando más allá de los mares.

“Entonces habló del 11 de septiembre. Aquello me causó un impacto negativo. Pensé en escribirle una carta contándole todo lo que había visto en Irak. Pero ahora estoy bloqueado psicológicamente. No puedo usar más mi sombrero de vaquero.

“Supongo que ya he dejado de ser un vaquero”.

Jimmy Massey ha sido uno de los primeros en escribir contra la misión antiterrorista de los infantes de marina de los Estados Unidos en Irak.

 

3 comentarios

Gustavo -

Correccion: Pulaski no llego a matar al hombre.

Gustavo -

Estimado Melgar:

Hay diversas experiencias en el ejercito de los EEUU y muchas de ellas son tragicas. Una de ellas es la del ex-soldado estadounidense Jeremiah Pulaski, quien fallecio en el mes de marzo del 2011. Pulaski mato a un hombre al salir de un restaurante en Arizona y tambien le disparo a un policia; al responder a la agresion, el policia disparo y mato al veterano. Segun los reportes, Pulaski estaba teniendo dificultades ajustandose a la vida civil. A este ex-soldado sin dudas el sistema de beneficios para los veteranos le fallo. Aqui le pongo el vinculo para lo que vea (es del canal local de la cadena Fox en Phoenix, Arizona).

http://www.myfoxphoenix.com/dpp/news/crime/facebook-posts-indicate-vet-was-having-tough-time-03272011

Oduardo Melgar -

El ejercito de los Estados Unidos es un ejercito de profesionales altamente especializado en sus diferentes tareas militares,es un ejercito donde el que se incorpora lo hace de manera voluntaria y es via para que muchos mejoren su estatus de vida o su situacion migratoria,a pesar de los que siempre tienden a detractar este pais los beneficios de veteranos en este son de los mejores del mundo sino los mejores sin lugar a dudas,por otra parte el sindrome post traumatico es reconocido y tratado adequadamente en aquellos militares afectos tras haber cumplido y sufrido en misiones de combate,llama la atencion la similitud de convertirse en una fria maquina de matar con las palabras vertidas por che guevara a la reviste tricontinental donde pedia que el combatiente revolucionario debia convertirse en una fria maquina de matar,por supuesto cuando le llego a el la hora de morirse la fria maquina de matar suplicaba gimiendo"por favor Felix no me maten,mira que yo valgo mas vivo que muerto"