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PATRIA Y HUMANIDAD

DOS POETAS EN EL BEISBOL

DOS POETAS EN EL BEISBOL
Por Luis Sexto

Confesé no se cuándo que no soy filósofo ni del béisbol. Y si quizás una cafetera mágica, me facilitara serlo, nunca me avendría a especular sobre la pelota. Ni siquiera a reportarla. Porque cuando ejercí como cronista deportivo al principio de mi ingreso en el periodismo, me negué a inmiscuirme en sus interioridades.

El argumento para defender mi resistencia a escribir de béisbol era sencillo, casi irracional. Aquí –alegaba yo- todo el mundo sabe de pelota; uno más sobra. Y de ese parapeto nadie pudo desplazarme. Y reconozco, en cambio, que me gusta, tanto que muchas tardes, en aquella época en que yo era soltero y descontrolado, del trabajo salía para el estadio. Jugar pelota, presenciar un juego, equivale a un acto de identidad cultural: un marbete de cubanía. Hasta Julián del Casal, melancólico, reconcentrado poeta, que vivía “en medio del cansancio de mis días”, en una fobia de entretenimientos mundanos, escribió sobre béisbol. Al menos comentó un libro de crónica beisbolera, en el periódico La Discusión, en 1889.

El volumen, más bien un folleto, portaba el nombre de Wenceslao Gálvez y exhibía las uñas largas y afiladas de este autor provisto de jocoso, irónico ademán, que además jugó como short stop del club Almendares y ganó la corona de bateo en la campaña 1885-1886. De El baseball en Cuba Casal aseguró que resaltaba por lo “sencillo, empapado de sana alegría y escrito al correr de la pluma”;“muy bien presentado en párrafos sencillos, desnudo de galas retóricas y salpicado de chistes originales”.

Por “Wen” Gálvez sabemos que el béisbol fue un flautista de Hamelin: con el swing del bate arrastró a los estudiantes, que escapaban de las aulas para jugarlos, dispersó por la atmósfera de calles y cafés nuevos nubarrones de polémica, y
en la glorieta del Almendares Park apiñó centenares de gritos que, según los historiadores más exagerados, podían inquietar a la entonces guarnición española del Castillo del Morro.

El baseball en Cuba compone un documento primordial para conocer, entre otros aspectos de su historia, el revuelo y el revolico que la pelota armó en La Habana durante las tres últimas décadas del siglo XIX. Pero no es el único texto con tales páginas de sucesos. Es decir, si las polillas convocaran un banquete con los ejemplares disponibles del libro de Gálvez, quedaría otra obra que, con síntesis y gracejo, aportaría elementos suficientes para siluetear ese lío de masas suscitado por la pelota.

Se trata de un poema. Y el autor, un poeta de menor rango que el modernista Casal, pero culto y reconocido por sus dos volúmenes intitulados Versos y Punto y final. Se llamaba Mariano Ramiro, andaluz criado en Cuba, de oficio tipógrafo, a quien sus contemporáneos respetaban, en particular, por su honradez. Escribió el poema en doce décimas, y lo nombró: El baseball, jerigonza bilingüe. Al parecer no tuvo otra intención que retratar festiva y satíricamente al nuevo deporte, procedente de los Estados Unidos, y fustigar a quienes se apegaban demasiado a los usos norteamericanos.

Reproduzco, dentro de mi estrechez espacial, algunos versos. “Tiene la gente devota/ del bullicio y la alegría,/ por la pelota manía/ y no suelta la pelota./ Suda el quilo gota a gota/ por beisbolero interés,/ y conozco a más de tres/ que llevan su frenesí/ hasta no entender el sí/ como no le digan yes.”
Y termino. “Muchas lindas habaneras/ sienten del juego el contagio/ y hacen amoroso plagio/ de las luchas peloteras./ Al que en frases plañideras/ les declara su pasión/ y quieren meterse en jom/ sin sacramental detalle,/ lo ponen out en la calle,/ y mamá le da el scon. (Del libro Crónicas del primer día)


3 comentarios

Enrique R. Martínez Díaz -

El (los) deporte(s) tiene varias funciones: brindar salud; entretener; ganar dinero, etc. Cada cual puede practicar el que le guste más, ó los que pueda. A mi me gusta ver juegos de buen fútbol, ayer mismo pusieron por la noche en TR el juego entre España y Dinamarca, buen juego. A mí me gusta mas la pelota como deporte (en realidad, me gustan mucho mas las mujeres, si vamos a precisar, especialmente verlas "en pelota") , pero no me ofende que nos digan "pardillos"; por acá el que no tiene de Congo tiene de Carabalí, y eso no es ofensa; malo el que se cree muy blanco, con pelo rubio, ojos rubios, y luego la mujer se le va con Michael Jordan, que es un tizón, pero tiene dinero y otra cosa mas efeciente.

Ricardo -

Hay que ser cruel para propinarle un garrotazo a una inocente pelota.

Hay que ser ingenuo para llamar a una competición internacional de béisbol campeonato “mundial”. Cuatro gatos no son el “mundo”. Ya pusieron los americanos todos sus esfuerzos por imponer el béisbol, no lo han conseguido, solo han engañado a unos pocos pardillos.

El único campeonato mundial que existe, el único que convoca a los cinco continentes sin excepción y es visto por miles de millones de personas, blancos, negros, rojos, amarillos y hasta verdes marcianitos es el fútbol. Lo demás son boberías.

Enrique R. Martínez Díaz -

Indudablemente que la pelota es, ya hace tiempo, parte de nuestra cultura. Pero aunque los gaitos les molestaba que los criollos jugaran a ese raro deporte yanqui y no al europeo fútbol, prendió de tal forma que es muy nuestro, y los cubanos jugamos pelota de forma diferente a los norteamericanos; le ponemos nuestra pasión, nuestra propia jerga, nuestra gestualidad y hasta nuestros defectos. Pero está ya en la sangre; la mayoría de los niños cubanos recibe entre los primeros juguetes un bate y una pelota, aunque sea de plástico. Y qué fenómeno cuando hay un campeonato fuerte, ó cuando un torneo mundial;y si es contra los norteamericanos, mejor; Muchas veces lo he dicho: Cuba puede ir a una Olimpiada, ganar cientos de medallas de oro, pero si pierde en la pelota, y si es con Estados Unidos, sencillamente, no ganamos nada. Y esa rivalidad no significa que no se reciba bien a los jugadores norteamericanos en Cuba: posiblemente sea Cuba uno de los países que con mayor cortesía y admiración se reciba a los jugadores norteamericanos, pues sabemos que son muy buenos; ganarle a los malos no tiene gracia; lo bueno es ganarle a los mejores.